Cuando la Policía de la Ciudad inspeccionó la casa en Parque Patricios de Leonardo Fernández luego de que lo encontraran muerto a golpes y puñaladas en San Fernando junto a su novia, Jessica Cígola, se topó con la escena típica de un intento de robo: cajones revueltos y ropa en el suelo. La Policía también se encontró con rastros del pasado.
Fernández había empezado a trabajar como ilusionista en la década del 90. Tenía sus viejas fotos de publicidad enmarcadas en la pared, recuerdos, y un imagen muy especial que fue tomada hace 30 años con uno de los mayores genios de la magia mundial, David Copperfield. Sus últimas actuaciones fueron en 2014 y la Justicia sospecha que a partir de ahí cambió los conejos y los naipes por la cocaína.
En su domicilio los investigadores encontraron 150 gramos de polvo, balanzas, elementos de corte. En 2010, un juzgado federal de Lomas de Zamora lo imputó como parte de una banda que traficaba en un conocido boliche porteño. La Justicia lo sobreseyó porque consignó que compraba y no vendía; es decir, que era un consumidor.
También era habitué de las célebres “Florio Fest”, organizadas en 2015 en quintas y boliches por el fisicoculturista Javier Florio. Fue en una “Florio Fest” en un exclusivo country de General Rodríguez donde Nicolás Pachelo, acusado de matar a María Marta García Belsunce, fue sorprendido por un policía de la Federal mientras supuestamente vendía pastillas. Ese día, el mago Fernández, entre los presentes, se puso a correr mientras el helicóptero de la Superintendencia de Drogas Peligrosas batía las aspas en el aire.
En la casa de la calle La Rioja, donde dormía con Cígola en cuartos separados, las fiestas eran una constante. El fiscal Alejandro Musso, a cargo de la causa, armó rápidamente el rompecabezas. El móvil del doble crimen fue el dinero, un número entre 140 y 150 mil dólares de origen desconocido, quizás una operación inmobiliaria, quizás el producto de una transa narco. Alexis Gonnet, un hombre de Don Torcuato, fue detenido por entrar a la casa de Fernández tras el asesinato luego de que vecinos llamaran al 911. Se cree que volvió desde la escena del crimen para buscar el dinero.
La otra pieza es Rubén Grasso, de 36 años, de San Fernando, que tuvo y perdió varios trabajos en la última década, con una deuda de casi medio millón de pesos, en cuyo departamento fueron encontrados muertos el mago y su novia. Es, hasta ahora, el acusado de matar a Fernández y a Cígola junto a su hermanastro, Rubén Alegre, detenido poco después que él. Se cree que Grasso es el ideólogo del crimen, algunos lo escriben como un pícaro, un poco fabulador, con labia pero sin violencia. Alegre es el posible brazo ejecutor.
Alguien los presentó a víctima y presunto victimario, “un tipo de la noche”, dice una fuente del caso. Fue hace cinco años. Ese testigo afirmó que fue Grasso quien supuestamente inició al mago Fernández en la venta, hicieron negocios. Hasta, cree el fiscal Musso, llegaron a vender en fiestas en lugares exclusivos como Nordelta. Una de las hipótesis es que le habría contado a Grasso que tenía el dinero. “Era un bocón”, aseguraba un testigo: “Hablaba mucho”.
Cígola también habría estado involucrada. Se cree que vigilaba las cámaras de seguridad en la casa de Parque Patricios para monitorear la llegada de clientes. De origen humilde, había perdido contacto con su familia. Su hermana declaró que en su último cumpleaños le compraron una torta y cotillón para celebrar. No fue; se quedó con el mago. Habían intentando internarla dos veces. Se cree que en el día del crimen, Grasso citó al mago para hablar de algún negocio y accidentalmente llevó a Jessica. La data de muerte en la autopsia de ambos cadáveres marca el jueves pasado a las 23:30.
Bonnet, el detenido en Parque Patricios, aseguró que el dinero fue efectivamente robado y que los hermanastros se lo repartieron. Mañana volverá a ser indagado con la nueva calificación de homicidio en su contra. Si habla, puede ser clave. Los dólares siguen sin aparecer.
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