Los ladrones del robo del siglo al banco Río de Acassuso, ocurrido el 13 de enero de 2006, usaron una herramienta fabricada por el “ingeniero” de la banda, a la que llamaron cañon powers, capaz de abrir cajas de seguridad al instante. Empezaron a llenar la primera de las veinte bolsas con dinero, joyas, brillantes, oro. Al abrirse era como si las cajas despidieran un olor extraño, el olor del misterio o del encierro. O del poder del dinero. A los papeles no les dieron importancia.
Siguieron abriendo una por una. Había cincuenta en cada tesoro móvil. Uno de los delincuentes, el que nunca fue detenido, encontró una botella de champán. Les dieron un sorbo sin tocar el pico, como si fuese una bota española. Sabían que la saliva podría dejar un poco de su ADN.
Fernando Araujo, el líder e ideólogo, tomó un sorbo.
–Salud –dijo mientras brindaba con uno de sus cómplices. ¿Cómo va todo arriba?
–Excelente. Marito sigue presionando. Es un crack.
En el primer piso, Marito –Luis Mario Vitette Sellanes, el hombre del traje gris-, hacía su show con el negociador del Grupo Halcón, Miguel Sileo:
–Entramos en el banco con la idea de robar algo rápido, pero nos encontramos con la cana y tuvimos que tomar rehenes. No quiero que nadie dispare y no quiero hablar con nadie más que con vos. Sacame la gente que tenés en el techo porque te quemo un rehén acá nomás. Te mato un rehén en vivo y en directo –le dijo.
– ¿Hay alguna persona nerviosa que puedan liberar? –interrogó Sileo.
– ¡Flaco, me estás negociando de entrada! ¿Llegó el fiscal?
–Está llegando.
–No te hagas problema que no le voy a hacer nada a nadie. Hace dos semanas que estoy en la calle después de quince años guardado. Vos manejá el comité de crisis afuera, que yo me encargo de adentro.
Luego, el negociador le dijo al comité de crisis:
–Este tipo es raro. Gestualmente no lo veo nervioso. Sabe lo que hace.
Media hora después, el hombre del traje gris le dijo:
–Bueno, ahora te voy a mandar a alguien.
Y mandó a la calle a un empleado nervioso.
Los rehenes escucharon frases de este tipo:
–Se están trepando por la pared de al lado. No, no, creo que están en el techo. Les voy a tirar.
–Che –de un ladrón a otro- éste está loco, va a empezar a los tiros. Está descontrolado y va a empezar a tirar.
En ese momento las víctimas no lo sabían, pero esos diálogos eran parte de un libreto ficticio. Los ladrones querían hacer entender que estaban sacados. Ese tipo de palabras podían ser más intimidantes que un disparo. El hombre del traje gris lo sabía cuando dijo:
–Todos tranquilitos, las cosas se hacen como yo quiero. No queremos un segundo Ramallo. No queremos usarlos de escudos.
También equilibraba con frases más tranquilizadoras:
–No les voy a hacer nada. Ya estuve en la cárcel y no quiero volver. No quiero que nadie diga que les hicimos daño.
Cuando Marito dialogaba con el negociador, lo hacía relajado: sentado y con las piernas sobre un escritorio, como si fuera el jefe canchero de la oficina que los viernes se relaja, aloja el nudo de la corbata y le da charla a los empleados.
Pero esta no es la historia del robo contada desde adentro. Sino la que se vivió afuera. Con uno de esos 300 policías, entre equipos especiales, francotiradores, y hombres dispuestos a esperar el desenlace del robo más impactante de la historia del crimen argentino.
Aunque los separaba un abismo, Sileo y Vitette no era tan distintos. El día del robo, los dos interpretaron personajes. Buscaron ser otros. Engañar, convencer, hacer la jugada perfecta en un juego de seducción con final abierto. Como los personajes de la película Fuego cruzado, parecían participar de una partida de poker entre un policía y un ladrón.
Antes que Vitette, Sileo luchó con otros cincuenta hombres: rabiosos, desesperados, desahuciados, inconmovibles, peligrosos. No recuerda ninguna de esas caras, prefiere olvidarlas, como si hubiesen sido cosas y no hombres.
Había sido francotirador categoría Sniper, miembro de fuerzas tácticas y de irrupción, y negociador. Conocía las tres patas de los grupos de elite. Para él era un trabajo: la clave era no involucrarse. Entrar y salir de cada situación con la levedad suficiente como para no intoxicarse. Se sentía capaz de desdoblarse. Mirar cada escenario como si estuviera lejos o viendo un cuadro y no como parte de ese cuadro.
“Participé como negociador en más de sesenta toma de rehenes, y pude rescatar, ilesas, a 167 personas”, dice Sileo, de 55 años, a Infobae. Es la primera entrevista que da en su vida. Hasta ahora no podía hablar porque pertenecía a las filas de la Policía de la provincia de Buenos Aires. Pero pasó a retiro obligatorio el 19 de septiembre de 2019, después de 33 años, 4 meses y 19 días de servicio. Había ingresado el 1 de junio de 1986 a la Policía.
-En toda mi carrera nunca tuve una baja, eso es importante destacarlo no por jactancia sino porque es algo que se dio. Nunca perdí siempre gané en todas las negociaciones.
-¿No considera que perdió en el robo del siglo?
-Perder es que haya heridos, muertos. Que se pierda una vida. Eso es lo más importante. La vida.
-¿Siempre fue negociador?
-En paralelo tuve mucha experiencia como tirador, desde mi ingreso a la Policía, Me destaque como un buen tirador. Algunos se destacan por meter la pelota en el arco, otros en el aro, yo en el centro del blanco. Cuando se instaló el GOE (Grupo de Operaciones Especiales), tuve el honor de ser el primer “Sniper”, en esa época era más por habilidad que por otra cosa, yo era muy bueno tirando, con la mira. Hoy en día los “Sniper” son más inteligentes, tienen otras habilidades, cálculos matemáticos, disparos que años atrás no se podían hacer, ahora calculan la velocidad del tiempo, la temperatura, el ángulo, antes era más a ojo.
-¿Su vida corrió riesgo muchas veces?
-Si, como la de la miles de policías. Siempre estamos en riesgo.
-¿Quiso ser policía desde chico?
-Eso es una utopía porque yo nací y me crié en Mataderos. Llegué a vivir en un barrio que estaba al frente de Ciudad Oculta, en los monoblock. Así que de chiquito estaba más para “Arriba las mano” que para “Alto Policía”, pero gracias a la educación de mis viejos la balanza se inclinó para el lado del bien, por suerte, así que muchos de los pibes que iban conmigo a la primaría, terminaron muertos por la policía o presos.
-¿Qué aprendió en todo este tiempo?
-A disfrutar la vida. Es el razonamiento de un sobreviviente porque a mí se me fueron un montón de compañeros al cielo. Mi frase de cabecera es: “Nunca te des por vencido. Calculá que viene de un pibe como era yo, que de chico andaba descalzo en un potrero de Mataderos y de grande llego a estar en una Universidad en Europa, dando cursos, o sea, siempre la peleé y la remé en dulce de leche.
-Más allá de sus 33 años de carrera, es inevitable hablar del robo al banco Río.
-Para todos es la toma de rehenes más famosa, pero para mí fue una más. Tampoco fue la más complicada porque no hubo disparos. Fue todo más o menos llevadero, más allá de lo que todos nos enteramos el día lunes con lo que pasó, con lo que decía en los diarios, pero fue tranquilo, si bien hay un nerviosismo, en la primera etapa cuando empieza la toma de rehenes es complicada porque vos no sabes con quién te enfrentás. Pero a medida que iba pasando el tiempo y ya veía que el interlocutor que estaba con migo era Vitette, que me estaba sobrando y yo entré en el juego suyo también haciéndole charlas irónicas, fue medio tranqui.
-¿Qué sintió cuando se cortó la comunicación?
-Después cuando se corta la comunicación, ahí empieza un poco el nerviosismo, yo ya barajaba una posibilidad, que no era ala que barajaba el jefe, yo pensé que estaban fortaleciéndose para enfrentarnos, pero bueno, cuando ingresamos fue difícil porque uno va a entrar al combate…más relajados cuando no hubo disparos y sobre todo cuando estábamos ahí adentro y vimos que estaban todos los rehenes ilesos y ahí, claro, muchos más tranquilos.
-¿Participó en la película que se va a estrenar en enero?
-Estaba en funciones. Y uno no puede estar en todos lados. Pero es un honor que mi papel sea interpretado por Luis Luque.
-¿Qué recuerda del 13 de enero, el día del asalto?
-Estaba de turno ese día y antes del mediodía habíamos terminado de hacer la actividad física que requiere la unidad técnica a diario, hasta que nos hace señas el jefe, de lejos, el comandante Andrada, para que nos acercáramos. Cuando fuimos, nos dijo: “Prepárense, hay un enfrentamiento en la zona de San Martín con una banda de ladrones. Hirieron de gravedad a uno de los nuestros. Nos preparamos para salir y el jefe de los Sniper nos dice que nos quedáramos ahí, cerca, que estemos en “apresto”, una figura de avanzada: Jefe de Sniper, el negociador, el jefe del equipo táctico, el jefe de la unidad…son tres o cuatro personas que son los que hacen el equipo de avanzada que son quienes se mueven, en este caso , en helicóptero . A los pocos minutos, lo vuelven a llamar al jefe y le dicen que no, que el móvil “H”, o sea el helicóptero, se iba a desplazar a evacuar al herido que estaba grave al hospital Churruca. Tan es así que dice: “A montarse en los autos”. Voy y me monto al volante de una camioneta Ford Ranger blanca que teníamos en esa época, móvil no identificable de los negociadores, y arrancamos, en caravana vía terrestre para zona de San Martín.
-¿Pero qué tiene que ver con el robo del siglo esto que me cuenta?
-Espere. Esto ocurrió antes del robo. Sigo con mi relato. Esta banda de ladrones había robado un vehículo y se habían enfrentado con la Policía, tenían un arma pesada, un fusil de asalto. Durante el enfrentamiento, la banda se metió en un barrio, así que es cercado ese lugar y había que ir a localizarlos, esta iba a ser la tarea nuestra en primera instancia. El grupo Halcón se dirigía a esa zona a ubicar a esta banda que estaba armada y era una tarea para nosotros. Cuando estamos cerca de Quilmes, por radio nos dice el comandante que lamentablemente el policía había muerto y que había salido otra misión. Una toma de rehenes en la zona norte, dentro de un banco había una banda armada. Inmediatamente el comentario de toda la camioneta era que podía ser la misma banda. No teníamos precisión si los tipos estaban adentro de ese barrio, si se habían fugado, si estaban a cuarenta cuadras de donde había sido el enfrentamiento. Dos hechos relevantes en una corta distancia, por lo que se barajó esa posibilidad.
-Era el robo del siglo.
-Exactamente. Después es de público conocimiento, me pasan el Nextel de Serrano, que era el policía que estaba en ese momento en el castillete de seguridad, que era al que le habían indicado para comunicarse. Una vez que yo ya estoy dispuesto para empezar la primera charla con el Nextel abierto, pero a tres cuadras del lugar, hago la primera modulación, diciendo algo así: “¿Este es el nextel que esta dentro del banco?”. Y me responden: “¿Vos quién sos, vos flaco quién sos? Les digo que soy la persona, sin nombrar negociador, encargada de tratar de destrabar este problema. Se produjo un silencio y la respuesta fue “¿Qué sos, el negociador?”. Bueno, dije, si lo quieres llamar de esa forma, sí. Soy el negociador.
-¿Era Vitette? ¿Cómo siguió la charla?
-Era Vitette. “¿Sos el de barba?”, me preguntó y ahí se hace un silencio, yo miré a todos los que estaban alrededor escuchando. Y digo que sí, soy el de barba. “Con vos está todo bien flaco, acércate que con vos voy a negociar”, me dijo. En el momento que yo dejo de presionar le pulsador del Nextel digo: “¿Dónde están los tipos?” Era imposible desde el ángulo donde yo estaba, sobre Avenida del Libertador, a dos o tres cuadras de la esquina del banco, que me vieran a mí. Pensaba para mis adentros: ¿Cómo saben quién soy? ¿Me conocen? Ahí ya empieza algo raro. Sabían que era el negociador, que tenía barba. Era una cosa media extraña. Luego me acerqué a una camionetita que estaba frente a una casa de venta de cosas para animales, tipo veterinaria, la famosa foto que estoy detrás de una camionetita rosa, una “Caddy”, creo que es chiquita, voy con mi escolta, que era un operador técnico que estaba de escudero y trato de comunicarme de vuelta, pero ya desde mi Nextel al que ellos tenían adentro, que yo tenía le número. No me contestaban, no me daba. Agarré el megáfono, y empecé a ver una silueta que se acomodaba en el primer piso del banco, que era el hombre del traje gris. Se sentó en un sillón, lo dio vuelta, y mirando a la calle a través del vidrio se cruzó de piernas y me empezó a hacer señas que lo llamara al Nextel. Lo llamé y empezamos a hablar. Estaba con una capucha y se veía un poco difuso porque en el interior del banco había luz, pero yo estaba en la calle, y estaba este vidrio que se interponía así que no se veía con mucha claridad.
-Estaba claro que Vitette, o Walter, como se hacía llamar, era un delincuente especialmente raro…
-No me parecía un delincuente del montón. Por otro lado, sospeché que había visto videos míos. Como que ya me tenía estudiado. Más tarde lo vi que estaba en el primer piso, con las piernas cruzadas y arriba de un escritorio, relajado. De hecho nos faltó hacernos chistes. Pero cuando él empezó a cancherearme, le hablé con su tono irónico y sobrador. Me di cuenta que el tipo estaba relajado y por eso entré en su juego, siempre hay que lograr empatía con el cabecilla o captor. Cuando manda el primer rehén, que estaba muy nervioso y no podia hablar, le dije: “Che, Walter, mandame un rehén más potable, el que liberaste no podía hablar”. Le pedía hablar cara a cara y sin pasamontaña, pero me esquivaba eso. Y no podía ser incisivo e insistir. En la reunión con el comité de crisis, en la que participó gente del Banco Central y otras personas que habían trabajado en esa sucursal del Río, yo pregunté si se podían escapar por otro lado. Eso fue descartado. Porque decían que las paredes eran muy gruesa y que hubiesen sonado las alarmas antisísmicas. Pero la fuga por boquete fue una hipótesis que se tiró en esa mesa. En un momento sospeché que la banda estaba aguantado y tabicando el lugar para recibirnos a los cuetes. A partir del caso Ramallo había cambiado la forma de trabajar. Debíamos ser cautelosos.
-¿Temieron que pudiera ser una masacre?
-Era una de las posibilidades porque no sabíamos qué tipo de banda era. Pero todo salió bien. Liberé a dos rehenes caminando. Y el resultado final, más allá de que escaparon, para mí fue positivo porque las 23 víctimas salieron sanas y salvas. Cuando entramos, yo armado con una Glock 18, revisamos todo. A mí me tocó abrir la última puerta, la del garage. Pensé encontrarme con todos ellos, supuse que me iban a recibir a los tiros, pero abrí y no había nadie. Me sorprendí. Ser negociador es también ser una especie de actor, fingir un papel para convencer al captor de que se entregue. Por más que los manuales del FBI sugieran que se debe negociar por teléfono, en la Argentina hay otra idiosincracia. Y la lectura corporal es importante. Ahora hay tecnología muy buena. Cuando fue lo del Río, sólo teníamos Nextel. Ahora hay cámaras especiales con fibra óptica. Los muchachos no podrían haberse escapado como lo hicieron.
-¿Cómo era el contexto?
-Toma de rehenes, policías rodeando el banco, 23 rehenes adentro. Complicadísimo, pensábamos por entonces. A todo esto, ya los equipos se fueron poniendo en el lugar, desde mi perspectiva veía como mis compañeros se iban poniendo, apostando, en sus lugares estratégicos según lo que había dispuesto su jefe, y empezamos a habla por Nextel. Había una versión que decía que ellos escuchaban la modulación de la Policía, lo que probablemente escuchaban era la modulación de la Policía que estaba haciendo el perímetro. Los grupos de apoyo departamental, que estaban ahí, que son un grupo táctico que esta con uniforme parecido al del Halcón, de color negro y con casco. O sea, el que no conoce mucho de las unidades puede tender a confundirse que es el Halcón, pero no. Fueron los que llegaron primero e hicieron todos los perímetros locales, después el Halcón fue relevando esos perímetros y fue relevando esas posiciones, o sea, la unidad táctica de Elite.
-¿Se reuniría con Vittete?
-Lo respeto. Y en su gremio dicen que es un prócer. No está en mis planes viajar a Uruguay y él no puede viajar a la Argentina, así que la separación del Río de la Plata es una separación natural. No tengo nada personal con él, hizo un hecho delictivo y yo hice mi trabajo. Así que no es viable.
-¿Hoy es imposible cometer un robo como el del robo del siglo?
-Es imposible hacer un robo de estas características, similar, por la tecnología que existe. De hecho en el 2006, esa tecnología que ya existía en otros países más avanzados tampoco se hubiese hecho viable el asalto. Se les dieron un montón de circunstancias, y suerte, tuvieron muchísima suerte que no contamos con la tecnología que existía en otros países. De haber tenido un teléfono de rescate, un rescue phone, por ejemplo, algo que ya es prácticamente obsoleto ni se utiliza, no lo hubiesen podido hacer porque nos meteríamos adentro del banco de alguna forma viendo un poco las cámaras del mismo teléfono de rescate.
-¿Se sintieron burlados cuando entraron y no estaban los ladrones y había una nota que decía: “En barrio de ricachones, sin armas ni rencores, es sólo plata y no amores”.
-Uno es profesional en el trabajo que hace…no lo tomé como nada burlesco. Fue un juego lo del mensaje. Lo mismo que con las armas de juguete.
-¿Qué quiere decir?
-Nunca se pudo probar que fueran armas de juguete.
-La Justicia falló que eran de juguete y por eso disminuyeron la pena.
-Hay una cuestión que tiene que ver con tipos de bandas. Vitette era un escruchante, un tipo que se dedicaba a hacer robos más limpios, sin armas, pensados, entrar en casas deshabitadas, o trepar en edificios, el líder era pensante, pero en la banda había gente que se dedicaba a hacer robos a mano armada. Tengo mis dudas en referencia a que si alguno no fue armado con armas de verdad. Es una cuestión de costumbre, el tipo que está acostumbrado, hablando de un ladrón, robando de una forma determinada, es muy difícil que cambie ese hábito. La justicia habló, fueron presos varios de ellos, no soy quién para poner en tela de juicio nada. Pero me puedo quedar con esa inquietud, al menos en mi pensamiento, de que quizá alguno fue armado. ¿Y si entre los clientes había un policía de civil? ¿Qué hubiese pasado? ¿Iban a rifar toda la libertad por un detalle que nadie tuvo en cuenta? El azar, la cuestión fortuita, o si el guardia de seguridad arrancaba a los tiros. Vos podés tener planificado las acciones que van a hacer cada uno, pero nunca podés planificar las acciones que va a hacer la otra persona, o la reacción. Lo importante que prevaleció en todo es que no lastimaron a nadie, eso sí, fue algo bueno dentro de lo malo.
-¿Cuando entraron en el banco cuál era el plan?
-Rescatar rehenes, pero si estaba la banda no se sabía qué podía pasar. Una cosa es la percepción que uno tenía, pero hay ciertos parámetros que se tienen que respetar. No había un indicativo de violencia dentro del banco para que se pudiera ingresar. No había indicadores que son los que te dicen si las cosas van bien o van mal, hasta el momento que se ingresa después de unas determinadas horas en que no había más respuestas.
-¿Cómo fue el día después del robo?
-Al otro día volví a mi casa de la forma más natural, el Halcón había rescatado a 23 personas, ilesas. Que eso es lo importante, algo que está por encima del robo, arriba de la cifra millonaria que se pudieron haber robado, en joyas, dólares y todo lo demás. ¿Cuánto vale la vida humana? ¿Qué precio tiene? Entonces creo que cuando hablan del robo del siglo, todos lo ponen en millones de dólares, en cifras, en dinero, pero nadie pone en la balanza las vidas humanas que se salvaron. Ahí se desvirtúa porque no se opone en valor realmente la humanidad.
-¿Su día más difícil como policía?
-Las dos veces que tomé conocimiento que habían matado a un compañero del Halcón. Nosotros tuvimos dos bajas. Y gente muy cercana a mí, eso fue muy difícil. O cuando mataron a un compañero por la espalda en un intento de asalto en su casa. Esos fueron días difíciles.
-¿En qué va a ocupar el tiempo libre?
-José Martí decía que había tres cosas que las personas debían hacer con su vida: plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro. Yo le agregaría salvar una vida. A mí me faltaría terminar el libro que escribo. Sobre el “arte y oficio” de ser negociador.
-¿Cómo debe actuar un negociador?
–Hay que ser dual en esto. Por ejemplo, un negociador no puede interferir en el ángulo de visión del francotirador. Se ha dicho que mi carrera terminó después del robo del siglo, pero no fue así. A la semana siguiente tuve otra toma de rehenes. Entiendo que fue un robo de película, no hubo un golpe de ese tipo en todo el mundo, pero para mí fue un trabajo más.
-Cuenta una toma rehenes extrema…
–En uno de esos hechos, un ex convicto había tomado rehenes. Y cuando llegué había matado a un vecino. De entrada, me dijo: “Maté a uno, puedo matar a dos, a tres, a cuatro. Me da lo mismo”. Fueron nueve horas durísimas. Le dije que el hombre no había muerto, que estaba grave. Eso lo tranquilizó, sintió que las cosas no estaban perdidas. Fue como resucitar a un muerto. Le mentí porque lo que valía eran las vidas que estaban en peligro. Al final se descuidó y en ese instante entramos y salvamos a la gente. Otra vez ocurrió con un tipo canalla que tomó a sus once hijos como rehenes. “Si soy capaz de matarlos a ellos, a ustedes ni hablar”, nos dijo. Costó pero lo derrotamos. Una vez me tocó actuar ante el caso de una mujer mayor que quería matarse con un revólver. Durante tres horas no pudimos convencerla. Hasta que me disfracé de médico y entré a tomarle la presión. En dos minutos, le saqué el arma. Hay un momento, algo que es difícil de explicar que te dice ahora, hay que actuar ahora. Es mucho más que precisión. He manoteado pistolas a gente armada en el instante justo. Es ese. No hay otro. Otro día, en la autopista Buenos Aires-La Plata, un hombre en estado de ebriedad amenazó con volarse los sesos de un escopetazo. En un segundo trastabilló y cayó al piso. Fui corriendo, pero el tipo se levantó y se puso el caño en la boca. Mi mirada apuntó al dedo y al gatillo. Vi que no podía calzarlo. Antes de que se moviera ese dedo, me le abalancé y le saqué la escopeta. La experiencia y la edad es muy importante. Ante un caso así, lo importante es haber vivido, tener alguna que otra derrota, tratar de entender al que está extraviado o en medio de la desesperación. Quizá algo parecido a la compasión.
-¿Alguna vez se sintió un héroe?
-Las primeras tres personas que nosotros salvamos fue el 13 de diciembre de 1986 en los tribunales de Mercedes. Había rehenes dentro de la alcaldía y después de tres días uno se entregó y a los otros dos los entramos a buscar y los rescatamos y todas las personas salieron ilesas. Fue la primera vez que me sentí héroe, por haber salvado a alguien. Era muy jovencito, tenía 22 años, estaba en el grupo GOE, la génesis del grupo Halcón. Pero a partir de ese momento nunca más me sentí héroe porque se era mi trabajo, nunca esperé nada de nadie, es como el médico que salva vidas o el bombero que apaga incendios. Pero ellos están por arriba del negociador. Me pasaron cosas que fueron una caricia al alma. Por ejemplo, el día que me llamó una persona que había rescatado. Había intentado suicidarse. Me dijo que lo había salvado, que me agradecía porque había podido rehacer su vida y ser feliz. Por eso puedo decir que nunca se me murió una persona. Salieron todos vivos. Tanto los buenos como los malos.
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