Aquella tarde de junio de 2007 en la que se atrincheró en su mansión, Gabriel Marcelo Novaro se sintió Tony Montana en la escena final de Scarface. “Los vi que llegaban por el circuito de cámaras. Subí el monitor a mi habitación y me encerré a observar los movimientos del grupo GEOF”, contaba con voz pausada tiempo depsués, apoyado sobre la Ferrari gris que lucía sobre el playón en media luna de su increíble propiedad de 500 metros cuadrados ubicada en la calle Juez Tedín de Barrio Parque.
El comando de elite de la Policía Federal lo tenía rodeado. Novaro, abogado, provocó un corte de luz que lo dejó incomunicado con el exterior. “Estoy bien equipado”, se jactaba el hombre. Los hombres del GEOF dispararon a las cámaras para dejarlo sin retorno. Fue allí que Novaro subió al entrepiso de su mansión a buscar una potente ametralladora M-16 y una máscara antigas.
Como si no tuviera conciencia de lo que ocurría, Novaro siguió con su tarde de súper acción. Se acercó a un pasillo. A falta de monitor, apoyó la espalda contra una pared con el arma apuntando hacia arriba, y colocó un espejo enfrente para ver lo que ocurría en su retaguardia.
En el medio, la situación se volvió aún más bizarra. Novaro hasta tuvo tiempo para atender el teléfono que sonaba sin parar. “Hola, Gabriel…”. Era Luis Majul, que le pedía que saliera en vivo en su programa de Radio La Red. “Tengo una mira de mil metros de alcance y le aseguro que soy un excelente tirador. Yo no quiero matar a nadie, pero si entran voy a defender mi vida. No puedo hablar mucho porque en cualquier momento van a entrar a mi casa. Hay francotiradores enfrente”, contaba el abogado que, literalmente, estaba dispuesto a jugarse la vida.
Estaba de novio con una modelo, Virginia Kelm, oriunda de Misiones, de 21 años. Virgina estaba embarazada de ocho meses.
Mientras tanto, su enfrentamiento a lo Scarface se convertía en un espectáculo nacional: el circo era transmitido en vivo y en directo por todos los canales de noticias.
El estallido no tardó en llegar. El GEOF derribó la puerta con un explosivo y lanzó una granada acústica.
¿Novaro se dio por vencido? Para nada.
El abogado comenzó a disparar y vació un cargador y medio sobre los policías. El grupo comando respondió con más pericia y uno de los tiros dio en el abdomen de Novaro que disparó hasta que se le trabó el arma. Unos segundos después, la herida empezó a quemar; el abogado perdió el conocimiento.
“El Loco de Palermo” (como lo bautizaron los medios) cayó sobre un charco de su propia sangre. Según la Federal, a su lado había otra pistola, una Glock 9 milímetros, y una bolsa de cocaína. Uno de sus riñones fue comprometido por la bala. Eventualmente, se recuperó. Estaba dispuesto a dar pelea.
¿El coleccionista de huesos?
Si había algo que le gustaba a Novaro, oriundo de una familia de clase media de Morón, era ostentar. Juraba que le había comprado la Ferrari Testarossa a Maradona, decía haber hecho fortuna en el uno a uno y lo mostraba con sus alhajas: “Brillantes y oro blanco. Sesenta y cinco mil dólares en una muñeca, ¿te gusta?”, se jactaba mientras exhibía el Rolex Daytona que lucía en su muñeca izquierda.
Pero después pegaba un giro y trataba de enternecer con su pasado, un recurso Oliver Twist: “Tuve muchas carencias por parte de mis padres, por eso ahora me doy todos los gustos”.
¿Cómo había hecho el dinero que lo llevó a Barrio Parque, a una Ferrari y a una ametralladora? “Las crisis son oportunidades”, repetía Novaro cuando comenzaba a hablar de sus negocios.
El más resonante según él mismo fue en el año 2002, juraba haber comprado una bodega repleta de cupés Ferrari que cuando llegaron a la Argentina nadie quiso comprar por la suba del dólar: “Pero yo las quise. Las pagué y me las llevé a Miami. Fue un negoción, en un par de semanas las había vendido todas y me llené de guita. Entonces empecé a comprar propiedades en los Estados Unidos que subían un 20 por ciento por año. Imaginate…”, explicaba el hombre, que siempre le ponía una frutilla a su torta retórica: “Una de las Ferrari me la compró Lenny Kravitz”. Había fundado dos empresas a fines de los 90, una dedicada al rubro de lanchas y motos de agua, otra en el rubro inmobiliario, su socio fue otro abogado de Villa Luzuriaga.
Novaro se había distanciado de su madre, una maestra jardinera jubilada y su padrastro, que vendía caños. “Mis padres nunca entendieron mi éxito”, decía. Era esquivo sobre cómo tuvo que ganar sus primeros pesos como un “busca”del derecho civil. Todas las voces apuntaban hacia el mismo lugar: “Era un rompe huesos. Sí, sí, un carancho”, dicen aún hoy quienes los frecuentaron en los pasillos de Tribunales.
Y, de alguna manera, con sus palabras él alimentaba esa teoría: “Yo buscaba casos de accidentados para hacerle juicio a las compañías de seguros. Al principio me ayudaban mi vieja y mi novia. Además, les tiraba unos mangos a los camilleros y los enfermeros de los hospitales para que me pasaran datos. El Colegio de Abogados me podrá acusar de falta de ética… y puede ser. Eso sí, yo no cometí ningún delito. Necesitaba trabajar…”.
En la versión de Novaro, todo su dinero fue por derecha. “Yo le saqué 500 mil dólares a una compañía de las grandes. Por eso me quieren matar”, argumentaba. Y tiraba más datos para justificar su fortuna: “Después del atentados a las Torres Gemelas compré varias casas de argentinos que no podían pagarlas. Y con el huracán Katrina también compré propiedades muy baratas. Gracias a eso, ya no necesito trabajar. Crisis son oportunidades”, insistía.
Contaba cómo amasó una fortuna al borde de la legalidad o, por lo menos, con cierta flexibilidad en su ética. Pero sus problemas con la ley recién llegaron cuando empezó a ser denunciado en masa por sus vecinos.
Primero lo hizo su vecino más cercano, nada menos que el empresario Sergio Cirigliano: ferroviario, dueño del grupo Plaza y uno de los detenidos por la Tragedia de Once. ¿El motivo? “Yo me metía en la pileta y me pasaba un cable de él por arriba de la cabeza. Y, como no le alquilé el terreno se lo corté”, se defendía Novaro que, más tarde, empezó a disparar contra las cámaras de seguridad de su vecino. La causa, radicada en el Juzgado de Instrucción Nº2, fue por los delitos de amenazas y daños. Lo procesaron por este expediente en mayo de 2007, poco antes de que le disparara al GEOF.
Una mujer lo había denunciado por coacción un año antes, también en el Juzgado Nº2, una causa que luego preescribió. Cuatro años antes también lo habían denunciado por estafa, una causa en el Juzgado Nº16. El abogado llegó a decir, jocoso, que había recibido “una probation”.
Unos días antes del tiroteo, Novaro y su novia embarazada le hicieron una “visita de cortesía” a Alejandro Abruzzesi, un albañil que había trabajado en la casa del abogado: “Novaro llegó muy sacado con su novia, sacó un arma y me apuntó. ‘Acordate que yo mato gente’, me amenazó. Entonces la novia apareció con una agujereadora: ‘Dame una muestra de lealtad, taladrale la mano’, le pedía él”, denunció el hombre ante la policía.
Después de la catarata de denuncias, el entonces RENAR pidió a Novaro que entregara las 7 armas que tenía registradas. Y, a los dos días, el grupo GEOF llegó a la casa de Novaro con el final que lo llevó a la portada de todos los diarios y medios digitales. Eso disparó el tiroteo, el terror por una noche entre las mansiones de Barrio Parque. Luego, Novaro comenzó a dar entrevistas. Se convirtió en un personaje.
¿Qué fue de su vida?
Después del tiroteo de 2007, los abogados de Novaro pidieron que sea declarado insano. Pasó por distintos nosocomios y clínicas neuropsiquiátricas en una suerte de internación custodiada.
Esta semana, Infobae visitó el barrio de la familia del mediático abogado. La última casa familiar se vendió después del fallecimiento de su mamá. Los vecinos la recuerdan como una mujer que apoyó a su hijo hasta el último momento. “No sólo le dio el riñón que necesitó después del tiroteo, sino que lo fue a visitar durante dos años a la última clínica en la que estuvo internado, muy cerca del polo cervecero. Yo mismo la llevaba y la esperaba en la puerta”, asegura Carlos, uno de los vecinos.
¿En qué quedaron las denuncias que le hicieron? Los registros de la Cámara Criminal y Correccional no hablan de ninguna elevación a juicio a pesar de procesamientos en su contra. Hace unos días, uno de los letrados que lo asesoró en un principio –que pidió no ser nombrado– contó a Infobae: “Yo estuve con él cuando explotó todo pero, cuando me di cuenta con qué tipo de personaje estaba tratando, me abrí. No recibió ninguna condena y, con el tiempo, todas las causas que se le habían abierto quedaron en la nada: lo declararon inimputable”.
Es cierto. Así fue. Hay un fallo que lo detalla.
El 10 de junio de 2014, el Tribunal Oral en lo Penal Económico Nº2, en ese entonces integrado por los jueces Luis Losada y Claudio Gutiérrez de la Cárcova, se reunió a decidir la suerte de Novaro. El abogado estaba acusado de un delito un tanto grave: encubrimiento de contrabando en concurso ideal con tenencia de arma de guerra. La causa, iniciada en 2011, era un desprendimiento de los disparos de la casa de la calle Juez Tedín en Barrio Parque. Cuando Novaro fue allanado por órdenes le encontraron una ametralladora marca Bushmaster, estadounidense, calibre 223. Novaro no tenía papeles para el arma, le faltaba una autorización para portarla así como documentos que explicaran su origen.
La defensora oficial de Novaro había pedido que el abogado sea considerado “inimputable”, según documento. El fiscal general en el proceso opinó exactamente lo mismo que la defensora: afirmó que “al momento de los hechos investigados no pudo comprender el significado disvalioso de su conducta y dirigir sus acciones conforme a derecho”.
Novaro fue evaluado por una junta médica, que presentó un informe al Tribunal. Así, Novaro fue sobreseído. Lo declararon inimputable.
Cinco años antes, Novaro había entablado una demanda civil contra una empresa de medicina prepaga en el Juzgado Nº95 del fuero para que pague “todas las erogaciones monetarias de su tratamiento”, según un viejo documento al que accedió Infobae.
NI bien recibió el alta de su última larga internación, Novaro se fue a vivir Villa Luzuriaga con su mamá y su padrastro. Cerca de 2013 volvió a Barrio Parque y de a poco fue recobrando su vida de lujos y excentricidades. Cambio la Ferrari por una coupé Mercedes del año 2008.
Pero, dos años después, habría dejado su increíble mansión del tradicional Barrio Parque por una zona que abraza de una manera más amigable a los nuevos ricos: en ese entonces, desde el piso de una de las torres más altas de Puerto Madero, Novaro tomaba panorámicas de los canales y del Puente de la Mujer.
Después de aquellos días de locura de 2007, Novaro rompió con su novia modelo. De alguna manera, la sobreexposición y las denuncias arruinaron la carrera de Virginia Kelm (que había sido invitada a retirarse de la agencia por Pancho Dotto) que decidió volver a su lugar de origen en Misiones, un pequeño pueblo fundado por una comunidad suiza y alemana que lleva el nombre de una isla caribeña: Puerto Rico. Hoy se desempeña como abogada, registrada en el Colegio provincial.
Antes de Kelm, Novaro había tenido una relación con una modelo llamada Nadina Perazzo que lo abandonó para irse con Laith Pharaon, el hijo del magnate árabe Gaith Pharaon, quien pasara de ser considerado como la cara de los negocios de Arabia Saudita (según decía el New York Times) a uno de los 10 hombres más buscados por el FBI por estafas millonarias, evasión de impuestos y tráfico de armas.
El rastro de su actividad se enfría, al menos en los papeles. Su perfil comercial no muestra deudas recientes que indiquen actividad bancaria, empresas activas, pagos de monotributo. Las empresas que fundó a fines de los 90 están inactivas. Su domicilio fiscal todavía es el mismo de Villa Luzuriaga.
Si Novaro quiere ejercer como abogado es difícil que lo haga en Capital o en la provincia de Buenos Aires. Los registros del Colegio porteño lo marcan como “inactivo” y no puede practicar su profesión en la jurisdicción de la Ciudad. En los registros online del Colegio bonaerense no figura como afiliado.
La última novia que presentó Novaro fue la menos mediática. Con ella, el abogado compartió los últimos días de la mansión de Barrio Parque, algunos veranos en su chacra de Punta del Este y los primeros momentos de su paso por Puerto Madero. Un vecino de Villa Luzuriaga cuenta que supuestamente casaron. En 2013, ella lo denunció por lesiones leves y amenazas con una causa que recayó en el Juzgado Nº51.
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