Los policías de la Comisaría 11B lo encontraron siguiendo la pista el miércoles 23 por la madrugada, llama por llama.
L.D, corpulento, alto, 28 años de edad, zapatillas y campera gastada y polvorienta, ojos saltones y acuosos, una sonrisa quieta con las comisuras de los labios como hundidas, estaba en la esquina de Leipzig y Desaguadero a unas pocas cuadras del penal de Devoto. Tenía una mochila roja en el hombro, le encontraron una botella de alcohol, dos encendedores y un celular marca Kodak con cargador cuando se la registraron. Tres vehículos habían sido incendiados a su alrededor en el barrio, un Fiat 147, un Volkswagen Caddy, una camioneta Chevrolet Meriva. Los vecinos le habían dicho a la Policía que un hombre alto había filmado los autos incendiados para luego huir al escuchar las sirenas de los bomberos y los patrulleros.
La descripción que daban los vecinos encajaba con la de L.D, un hombre “del barrio”, aseguraron: su familia vive a casi 20 cuadras de la esquina en que lo detuvieron. No se resistió cuando lo llevaron, no dio pelea. En su teléfono había filmado los incendios de esa noche, también los de otros ataques, como el de una camioneta del Servicio Penitenciario Federal quemada este año también.
Así, se lo llevaron, con una causa por incendio y estragos a cargo de la fiscal contravencional Mariela de Minicis. L.D ya sabía la rutina de las esposas. La Comisaría 11B ya lo había detenido en junio del año pasado. En realidad, a la rutina del patrullero ya la sabía desde que cumplió la mayoría de edad. Su lista de antecedentes, siempre por los delitos de incendio y estragos, es larga. L.D, apodado “Fosforito” por los policías que se lo llevaron, entró a la historia delictiva de la ciudad de Buenos Aires de la mano de un fuego mucho mayor que el suyo: la campaña quemacoches del verano de 2012, 111 en total, 95 en un año, ataques en Palermo, Villa Urquiza, Villa Devoto, Recoleta, un pico furioso que comenzó en 2012 con 46 causas penales.
No había predilección por autos caros en particular, se quemaron desde Mercedes Benz hasta Volkswagen, no hubo ningún método en particular, desde bollos de papel bajo la carrocería hasta rociar con nafta, prender y correr. La mitad de los incendios ocurrieron a plena luz del día.
Esos incendios, para ciertos hombres de la Policía Federal nucleados en divisiones como la vieja Defraudaciones y Estafas, siempre tuvieron un responsable, difuso y sin rostro: colectivos anarquistas violentos identificados con la mística del fuego y la violencia, como los que hicieron estallar la bomba en la tumba de Ramón Falcón el año pasado en el cementerio de Recoleta o hicieron rodar un explosivo bajo el auto del juez Claudio Bonadío, los que se adjudicaron incendios de cajeros automáticos en los últimos años.
El comunicado para las fiestas de la Federación Anarquista Informal al final de su campaña quemacoches fue bastante vehemente: “Deseamos en el mes de diciembre cagarles las fiestas hipócritas y fascistas a todos los cristianos de mierda que estarán en vigilia para que todo lo más importante que tienen no se les escape de las manos. Vamos a hacer todo lo posible para que sus coches, bancos, comisarías, embajadas y ustedes mismos sean alcanzados por nuestro fuego”, aseguraron.
Así, a través del cotejo de expedientes, la Federal llegó hasta la casa de de L.D. El vínculo con los anarquistas incendiarios quedó rápidamente descartados. Su familia decía en ese entonces que “estaba enfermo”, que “necesitaba ayuda”. Ya había tenido su primera detención por incendio el 22 de junio de 2010, una causa del Juzgado N°24, lo sospechaban por otros dos autos quemados. Volvió a caer en 2013, una causa del Juzgado N°9.
Ese mismo año, la Justicia civil comenzó un expediente con su nombre. La calificación: determinación de la capacidad, saber si efectivamente, L.D es inimputable.
“Con fecha 06 de julio de 2015 un equipo interdisciplinario realizó la evaluación al causante. Concluyó que era imprescindible que el Juzgado de Ejecución Penal nro 2 de San Martín definiera el cese de la peligrosidad de aquél, como condición para trasladarlo a un efector del sistema de salud”, dice un viejo escrito. La disputa era simple: trasladar a L.D o no a un psiquiátrico. Hay registros de una impugnación del Ministerio de Salud en el expediente, que tramitó en la Sala B de la Cámara. Un curador, según otros documentos, fue legalmente designado.
Si fue considerado inimputable es algo que funcionarios consultados no pudieron precisar. Infobae visitó ayer la casa de la familia del joven, con varios llamados por teléfono. Nadie respondió. Su figura se convierte en parte de un dilema mayor, una encrucijada más grande: qué puede hacer un sistema penal y de salud mental virtualmente colapsado con sus reincidentes y reiterantes con carpetas psiquiátricas.
El Servicio Penitenciario Bonaerense, con su Unidad N°34 en Melchor Romero, tiene casi 140 presos sobreseídos por inimputabilidad en todo su sistema, la población carcelaria más grande del país. Desde el sistema federal, un funcionario apunta una paradoja: “Cuando son declarados inimputables dejan la cárcel. Se van al sistema de salud pública en todo caso, pero no quedan presos”.
L.D, eventualmente, se fue a vivir a una provincia del sur, volvería a Devoto con el tiempo. Se abrió una cuenta de Facebook. Posteó una letra de Casi Ángeles en su muro, una canción triste:
“Hay un lugar donde me voy cuando estoy triste, es un lugar dentro de mí que nunca viste, me lo inventé para sentir que me quisiste”, dice la canción.
Tras su detención del martes, la Fiscalía N°22 ordenó examinar a L.D con peritos psiquiátricos tanto del Ministerio Público porteño como de la defensa del joven. Ambos concluyeron que no tiene comprensión de sus actos. “Fosforito” fue, finalmente, considerado inimputable.
Así salió de la celda: fue externado a un hospital porteño bajo la firma de médicos, para ser evaluado por una junta interdisciplinaria.
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