El martes 20 de noviembre del año pasado, cerca de las 23, Rolando Hoffman estaba en su casa del barrio Trujui en Moreno cuando escuchó ruidos extraños que venían de la parte trasera de la casa de al lado. Allí vivían desde hacía unos meses su hija Jesica Lucía de 31 años y su marido Fernando González Friveo, de 35, ambos militares de profesión en el Ejército Argentino, ella con rango de cabo primero, él un sargento. Rolando decidió salir al patio para fijarse qué pasaba y se encontró con su yerno mientras tendía la ropa en la terraza. Le preguntó si había pasado algo pero le respondió que estaba todo bien, que no se preocupara.
El padre de Jésica se quedó extrañado por el horario elegido por González para los quehaceres domésticos, pero decidió creerle. Dos días después un equipo de Policía Científica descubriría tras derribar la puerta de la casa que González no colgaba la ropa de noche por casualidad. Minutos antes, de acuerdo a las imputaciones en su contra, el sargento le había propinado una golpiza brutal a Jesica que le provocó la muerte, para luego cortar su cuerpo en tres partes con un cuchillo de cocina y luego introducir las partes mutiladas en bolsas de basura. Poco después, González fue detenido por la Bonaerense: Jésica era la madre de su hijo.
A casi un año del crimen, Infobae accedió al expediente y reconstruyó los detalles de uno de los femicidios más violentos y sádicos de la historia reciente.
Jesica y Fernando se habían conocido trabajado en el Ejército. Estuvieron de novios algunos meses hasta que se casaron en el 2010. En ese mismo año nació su único hijo en común. Desde el casamiento hasta el asesinato de Jesica, habían vivido los tres juntos en un departamento en Caseros y luego en la casa lindera a la de los padres de ella. González había sido trasladado algunos meses antes del crimen a la Escuela de Aviación de Campo de Mayo. Por su parte, Jesica había sido ascendida a cabo primero en el Batallón 1. Todo parecía marchar sobre rieles, al menos sobre la superficie. En privado, Hoffman sufría constantes episodios de violencia, sobre todo cuando decía de querer separarse del sargento.
La semana en la que Jesica fue encontrada asesinada y descuartizada, comenzó de manera extraña para la familia Hoffman. El martes 20, el que se cree que fue el día del asesinato, tanto Rolando, su padre, como Delia, su madre, habían intentado comunicarse con Jesica pero ella no respondía. Pensaron que estaba de guardia en el cuartel y no quisieron seguir insistiendo.
Al día siguiente, Fernando González desplegó todo su cinismo cuando se presentó a charlar amistosamente y hasta compartió una cena con los padres de su mujer, cuando se cumplían exactas 24 horas de que la había asesinado, mientras el cuerpo de Jesica estaba diseminado en tres bolsas de basura dentro de su casa, a escasos metros de la mesa familiar:
“El miércoles a eso de las siete de la tarde estábamos tomando mate en la vereda cuando llegó Fernando. Se quedó un rato con nosotros. Le pregunté por mi hija y me respondió que se habían peleado y había decidido quedarse a dormir en el cuartel. Ahora recuerdo que lo noté raro, abatido emocionalmente. Como no era la primera pelea entre ellos le pedí que solucionara las cosas. Mi mujer lo invitó a cenar y dijo que sí. Estuvo un rato con nosotros, comió poco y a eso de las 22 dijo que tenía sueño y se fue a dormir”, relata Rolando, el padre de la víctima, a Infobae.
La comunicación entre Jesica y su familia no era constante y menos si estaba de guardia en el cuartel, por eso es que no les llamó la atención que pasaran dos días sin noticias de ella. Todo cambió en la tarde del jueves 22.
Un viejo Ford Falcon se estacionó en la puerta de la casa de los Hoffman. Se bajó un hombre que se identificó como “Godoy” y dijo que había sido enviado desde el cuartel donde trabajaba Jesica para consultar si estaba todo bien porque hacía tres días que ella no se presentaba en el trabajo.
“Todo me pareció raro en ese momento porque Fernando nos había dicho que se había quedado justamente en el trabajo. A Fernando lo conocemos hace mucho, era de la familia por eso nos costaba desconfiar pero inmediatamente pensé: ‘Acá pasa algo’. La llamé a mi hija Cristal que estaba en nuestra casa, ella también es militar. Le pedí que me acompañe que teníamos que entrar a la casa de Jesi. Mi presentimiento decía que nos íbamos a encontrar con lo peor”, cuenta Rolando.
Antes de que el padre de familia y su hija menor entraran a la casa de Jesica, la que se adelantó fue Delia, la mamá: “Cuando escuché que el compañero de trabajo la buscaba fui rápido a buscar la copia de la llave que tenemos nosotros. Subí corriendo y lo primero que me llamó la atención fueron las plantas secas en el balcón. Mi hija siempre era muy cuidadosa con eso. Cuando quise abrir me di cuenta que la cerradura estaba cambiada entonces les grite a mi marido y a mi hija que intentaran entrar por la ventana”, dice Delia.
Este dato que aporta Delia en la declaración testimonial que dio ante el fiscal Leandro Ventricelli, encargado de investigar la causa, fue clave. González había cambiado la combinación de la puerta algunos días antes del femicidio, lo que hace suponer que todo estaba premeditado.
Cristal acompañó a su padre y mientras subían unas angostas escaleras laterales recordó una conversación que había tenido con su hermana y se le heló la sangre: “Ella me había contado días atrás que durante una discusión de pareja Fernando le había dicho que si no tenía sexo con él iba a asesinar a su propio hijo. ‘Dale, porque lo mato como a un perro’": le dijo en relación a mi sobrino de 8 años: "Pensé que era eso”, recuerda Cristal.
Rolando y su hija menor lograron ingresar a la casa por una de las ventanas del segundo piso. Encontraron el lugar prolijo y limpio, quizás demasiado: “daba la sensación de que habían limpiado recién. Llegamos hasta la habitación de Jesi y vimos un bolso grande del tipo militar. Seguramente era uno de los que usaba ella. Estaba muy bien empacado. Lo toque y era blando, como si adentro hubiese carne. Lo abrí y vi las bolsas de nylon, sentí un olor nauseabundo. Ahí mi hija me dijo que no toque más nada que teníamos que llamar a la policía”, asegura Rolando.
A las 17.01 de ese día, se registró el llamado al 911: “Hola, hay un bolso con mucho olor en el dormitorio de mi hija que hace varios días que no aparece. Vengan rápido por favor”. Cuando los efectivos de la Bonaerense ingresaron abrieron las bolsas y hallaron el cuerpo de Jesica diseccionado en tres partes. El torso estaba en la primer bolsa que fue abierta, todavía con la remera que llevaba al momento de ser asesinada, los miembros superiores atados con cinta. Dentro de la casa se encontró un cuchillo de cocina con manchas y una cuchilla con una hoja de 38 centímetros de largo que cuando se la realizaron los exámenes en el laboratorio dieron positivo a manchas de sangre. Otro informe forense aseguró que los cortes fueron realizados con alguien con cierta experiencia, que sabía lo que hacía.
El documento de la autopsia que se conocería un día después del hallazgo y que en el expediente figura en las fojas 170/202, es contundente a la hora de explicar el cruel sadismo que utilizó el asesino para matar a la joven de 31 años. Según el examen, la muerte se produjo entre 65 y 75 horas antes, es decir, el mismo martes en el que Rolando encontró a su yerno colgando la ropa. Además, señala que existió “una brutal golpiza que derivó en fractura de cráneo y contusiones cerebrales” pero hace especial hincapié en que pudo existir un estado de indefensión ocasionado por un golpe previo. Es decir, que González Friveo podría haber golpeado a Jesica para dejarla inconsciente, luego haberle dado una golpiza hasta matarla y finalmente cortar el cuerpo en tres partes.
Con lo encontrado en la casa, sumado al testimonio de los familiares, el fiscal Ventricelli se movió con rapidez para detener a González. Lo encontraron mientras trabajaba, como si nada hubiese pasado, en Campo de Mayo. Según la versión policial, al momento de ponerle las esposas confesó el crimen aunque luego, ante la Justicia, se negó a defenderse en declaración indagatoria.
La investigación del caso duró cinco meses en los que se anexaron al expediente distintos estudios psicológicos realizados a González en prisión. En la elevación a juicio escrita en marzo de este año, el fiscal toma un informe producido por una especialista que entrevistó con el acusado: “Destaco que de su personalidad surgen sentimientos hostiles encubiertos y dificultades en las relaciones evidenciando en el sexo femenino componentes amenazantes y aterradores con aspectos vinculados a conflictos de índole sexual”, aseguró el reporte recibido por Ventricelli.
En otro pasaje de su informe la profesional es contundente al hablar puntualmente de un diagnóstico: “Aparecieron diversos rasgos de la personalidad que me llevaron a concluir que la patología que presenta González es una psicopatía. Es un psicópata. Lo que define a un psicópata es no sentir culpa, pena o arrepentimiento. También puedo decir que al momento en que lo vi se encontraba lúcido, orientado en tiempo y espacio con criterios de la realidad y que sabe discernir entre lo bueno y lo malo. No sentí ningún tipo de arrepentimiento. Más bien sentí que estaba frente a un témpano”.
En las distintas declaraciones testimoniales que brindaron los familiares directos de Jesica hay una coincidencia inalterable: todos creen que González, si es que es juzgado culpable, la asesinó porque ella quería dejarlo y él no lo aceptaba. “Yo sabía que mi hermana se quería separar. No estaba bien, nada la llenaba. Ella me dijo que había hablado con Fernando de separarse pero él no se quería ir de la casa. También me contó que varias veces amenazó con suicidarse si lo dejaba. Es más una vez me relató que hizo una escena como que se quiso ahorcar”, contó en su declaración Maximiliano Hoffman, también hermano de Jesica.
Una amiga de la pareja contó detalles que para el fiscal fueron determinantes en cuanto al móvil: “La relación era obsesiva. Tenían muchas discusiones, incluso delante de su hijo en común. Jesi consideraba que González con sus actitudes la afectaba psicológicamente. Él era un enfermo de celos. Siempre se enojaba con ella porque no quería tener sexo y la acusaba de estar con otra persona. Ella siempre tuvo miedo de terminar la relación por la reacción que podía tener él”, declaró.
Para el fiscal Ventricelli no quedan dudas que González fue el asesino y que lo hizo porque no aceptaba la separación que le proponía Jesica. Si bien en la elevación no se hace referencia a un pedido de posible pena, la imputación de homicidio simple doblemente agravado por el vínculo y por femicidio lleva a una casi inexorable pena de prisión perpetua. Ese veredicto lo decidirá a principios del año próximo un tribunal oral de Mercedes o, en caso de que González lo prefiera, un jurado popular.
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