Lo suyo no fueron las armas ni los bajos fondos, como Pepita la Pistolera, la maleva del Puerto de Mar del Plata temida hasta por los rufianes más duros. Tampoco fue el sueño de robar un banco o traficar moneda como Ágata Gallifi, La Flor del Hampa de ojos verdes esmeralda que murió pobre y olvidada.
Si lo que se dice de Tamara Blanco es verdad, su fallido coqueteo con el delito fue el de ser una especie de manager de una banda que robaba, sin piedad, a los jubilados. En cambio, si lo que se dice de Tamara Blanco no es verdad, quedó envuelta en un laberinto por estar enamorada de un pistolero.
Sea una cosa o la otra, Blanco tuvo sus 15 minutos de fama mediática cuando la prensa hablo de ella como la líder ambiciosa de la llamada Banda de La Cheta. Le decían así porque venía de una familia de clase acomodada y estudiaba en una universidad privada.
La detuvieron junto a su novio Emmanuel García en septiembre de 2012, en un departamento de Belgrano.
Allí se encontró, en una caja fuerte, una cadena de oro que había sido robada a una jubilada de Berazategui en agosto de ese año. Por entonces los dos tenían 22 años.
Hubo allanamientos en Quilmes, Berazategui, Villa Devoto y Belgrano y los efectivos de la Dirección de Investigaciones de Quilmes detuvieron a otros 10 presuntos cómplices de Blanco y García.
Blanco y el resto de la banda señalada por los investigadores -entre ellos su madre Ana Elisa Gana, Nahuel Peratta, Gastón Alba, Federico Ibarra, Claudio Stonge, Martín Van Kemenade, Mariano Ruciechi- esperan el juicio oral. Ella está acusada por asociación ilícita, su madre por encubrimiento. Pero hay una demora porque su ex novio, Emmanuel, hace poco más de un año y medio, en una salida transitoria mató a un policía cuando intentaba robar autos con un inhibidor satelital en cercanías del Shopping Unicenter de Martínez. Esa causa, la del delito más grave, absorbió a las demás. Está acusado de homicidio criminis causa, que contempla una pena de prisión perpetua.
En la actualidad, Blanco sigue con tobillera electrónica en su casa y se recibió en la UADE en Relaciones Públicas.
La Banda de La Cheta asaltaba a jubilados: además de golpearlos, llegaron a enrollarles en el cuello el cable del velador para que dijeran dónde guardaban el dinero, los picanearon y los amenazaron con matarlos.
Blanco fue señalada como la autora intelectual de los asaltos, la cabecilla de la banda que no entraba en las casa pero dirigía todo.
La banda elegía los días de lluvia para cometer los robos, por la madrugada y usaban herramientas para abrir las ventanas. Robaban desde dinero, joyas, televisores, computadoras, relojes y hasta reliquias. Por ejemplo, una colección de soldaditos de plomo del siglo XIX.
Según las víctimas, usaban máscaras del Hombre Araña, pasamontañas, guantes de látex, precintos plásticos y armas de fuego.
Blanco, de haber sido culpable, creó dentro del hampa una figura que hasta entonces no existía: la de ser una especie de directora técnica de una banda de delincuentes. Esto quiere decir que, según los investigadores, ella hacía la inteligencia, estudiaba a las víctimas, como si analizara los movimientos del rival, elegía los miembros del grupo criminal según el objetivo o la conveniencia, y se contactaba a través de un Handy con su novio. Le decía qué movimientos hacer, dónde estaba el dinero –porque conocía esas casas cuando lograba la confianza de los abuelos o pasaba para ir al baño o entraba por un vaso de agua- por dónde huir y hasta cómo vestirse.
“Su tarea era decisiva. Era el cerebro de la banda. La autora intelectual. Caminaba y cuando veía que salía algún abuelo o abuela, los abordaba. Con su rostro aniñado y angelical, sus modales, su forma de vestir, se ganaba la confianza. Apuntaba a quienes cobraban jubilación europea. Con esas charlas o visitas, buscando cualquier excusa, conocía los hábitos de las víctimas”, dice a Infobae una fuente del caso.
De acuerdo con el expediente y los testigos, ella no entraba en las casas a robar. Los que se ocupaban del trabajo sucio eran Emmanuel y sus amigos.
A Tamara Blanco no le gustaba dar la cara en los robos, pero sí hablaba mucho por teléfono. Esa fue su perdición. En la causa hay 600 horas de escuchas.
Después de dar el golpe, solían ir a celebrar a Puerto Madero, donde bailaban y tomaban champán. O compraban autos cero kilómetro (descapotables, Mini Cooper), ropa de marca, relojes de oro.
“Eran prolijos para planear, pero desprolijos para festejar”, razona un detective.
La fiscal de Berazategui María de los Ángeles Attarian Mena, en la elevación a juicio, acusó a Blanco de ser la líder de una asociación ilícita.
“Es la persona que teniendo acceso a una educación universitaria sabe cómo manejar, manipular y articular intelectualmente maniobras tendientes a que su pareja obtenga un resultado exitoso. García es la parte ejecutora de los robos. Ejerce la autoridad sobre el resto de la banda, pero no es quien piensa. Blanco es la parte pensante, la que termina ineludiblemente coordinando los pasos que debe seguir su novio con el objetivo de lograr la impunidad", argumentó la fiscal.
La madre de Tamara, Ana Elisa Gana, martillera pública, quedó imputada por encubrimiento.
“Estaba al tanto de lo que hacía su hija, y hasta intentaba ayudar a la banda. Sobre todo para que no cayeran e incluso cuando los detuvieron intentó llegar a altos contactos”, dice una fuente.
Ella la fue a buscar a su hija cuando recuperó la libertad, en 2013, en la cárcel de Florencio Varela. Más allá de eso, la relación entre ambas era conflictiva. En una de las escuchas, la madre le dice:
-Andá al carajo, vos con tu nuevo celular, que la señora quiere tener... ¡Pero qué señora, si vos sos una rata! ¡Somos ratas, reaccioná, viví la vida! Pinchá la burbuja que tenés, por favor. Vos le exigís mucho a ese chico. Dejalo en paz. Va a tener que ir a robar más veces y entonces lo van a agarrar.
La mujer no se equivocaba. García fue el primero en caer. De hecho, estaba en sintonía con su suegra. Ante un amigo, se desahogó:
-Estoy saliendo a chorear no para comprarme ropa o para disfrutar de salidas. Lo hago para irme a vivir con ella y tenerla como a una reina. Pero ella no valora nada. Yo no puedo seguir el ritmo de ella. Tamara quiere tener el nivel de vida de una princesa.
A su suegra le dijo algo parecido:
-Ana, no sé qué hacer con tu hija. Ella quiere salir todos los días de joda. Y yo estoy para otras cosas, para pensar un futuro. Yo cómo me manejo, a veces tengo suerte. A veces, no. Es así. Nunca tuve oportunidad de hablar bien con vos de mis cosas para que veas cómo me manejaba. Y por eso quise tomar un café con vos. Tu hija no está con ningún gil. Yo quiero agarrar plata. Hoy puedo tener dos lucas y mañana puedo tener cien lucas. Pero ella así y todo me cuida. Y pensé que vos me ibas a sacar matando, pero les agradezco a vos y a ella. Yo salgo a robar porque la quiero tener como una reina.
Aunque ahora mantiene un bajo perfil, en 2015 Blanco intentó entrar en la casa de Gran Hermano.
“Estuve involucrada en una causa por ser supuestamente la jefa de un banda que robaba a ancianos. Yo salí tres meses con esta persona, con Emmanuel. Yo sabía que robaba, ese fue mi error, reconozco que me equivoqué porque me tendría que haber alejado. No me alejé porque era mi primer novio y a veces el amor es ciego. Estaba enamorada y pensé que en algún momento iba a cambiar”, se descargó Tamara en el video que grabó para entrar en el reality.
Luego de realizar este video de presentación, se realizó un allanamiento en la productora Endemol a cargo de la Brigada de la División Robos y Hurtos de la Policía Federal. Incautaron el video y la ficha de ingreso por pedido del Juzgado de Instrucción N° 42 que está investigando a Blanco por el delito de robo.
Más de una revista le propuso posar con poca ropa o vestida con elegancia. “No robé y además destacan mi clase social, como si cometer delitos fuera exclusividad de las clases sociales bajas”, dijo. Ese año, en el de su intento frustrado al reality, se sacó una foto con su madre y Axel Kicillof, el hoy candidato a gobernador. Una fake dio cuenta que “la cheta” iba a ser candidata a diputada del Frente de Todos. Pero fue desmentido. La imagen es de la presentación de un libro del ex ministro de Economía de Cristina Kirchner, quien no sabía quién era Tamara Blanco.
Se sospecha que los delincuentes dieron más de 20 golpes. Pero algunos jubilados no se animaron a denunciar porque no tienen hijos, están solos y temen represalias.
“Ella ejercía un poder y un control sobre él que se trasluce en las escuchas”, dice la fiscal.
En los asaltos parecía seguir la técnica del gurú de las Relaciones Públicas, consejero de la Casa Blanca, Edward L. Bernays, que afirmaba que las relaciones públicas podrán no ser una ciencia exacta, pero lo que si es exacto es que son el medio de estudiar e investigar los problemas que se nos plantean.
Y Blanco buscaba despejar los obstáculos que enfrentaba la banda.
Como ejemplo, en una charla, antes de robar, él le dice:
-Gorda, está complicado.
-Entrá igual.
-Es mucho riesgo.
-No. Está todo estudiado. Metete igual y ya sabés lo que tenés que hacer.
En otra charla le aconseja:
-Nunca se les ocurra meterse de una en una casa sin saber quién está adentro. Si hay un auto nuevo quiere decir que hay un joven. Hijo, sobrino o nieto. Los viejos, por más plata que tengan, no tienen autos nuevos.
Pero otras noches ella pareciera sentir un sexto sentido y lo llama con insistencia. Y se preocupa cuando no atiende.
-Boludo, me preocupa que no me atiendas. Estuve a punto de llamar a tu mamá.
-Es que entramos en una casa, y nada. Después en otra y el tío se rescató y la tercera estaba re engomada.
-Estaba nerviosa, algo malo sentía. En realidad siempre estoy nerviosa. Pero esta vez fue distinto. Quería que vinieras.
En el expediente figura que entraba en una casa y era como si la fotocopiara con la mente. Luego daba indicaciones precisas a los delincuentes. Si no encontraban el botín, ella los guiaba con el Handy. En uno de los casos, los asaltantes escucharon una sirena policial. Ella les dio la indicación de que podían fugar por los fondos. Al final lograron escapar.
Cuando los detuvieron, la pareja tuvo una defensa en común. Hasta que la estrategia de Tamara, defendida por el abogado Danie Llermanos, apuntó a distanciarse de su novio. Dijo que sufrió violencia de género, que él la obligaba a participar de los hechos de esa manera, que era manejada y que el hecho de estar enamorada la perjudicó.
Sin embargo, los investigadores creen lo contrario. Que ella hasta decidía quiénes acompañaban a su novio en los robos, como si armara un equipo de fútbol. “Él le decía voy a ir con fulano, y ella le decía que fulano era un bruto cabeza de termo, que Mengano era mejor porque era más discreto y no era bocón”.
En una de las charlas telefónicas, ella le dice:
-Sí amor, cambiá de compañero y seguro te va a ir mejor. Y de última probá con otro compañero afuera. Vos venís haciendo las cosas bien, se te va a dar.
“La madre tuvo que ver, al menos encubrió”, dice a Infobae Julio César Torrada, abogado especialista en violencia de género (fundador y Presidente de “Vivas las queremos”) que defendió a un grupo de jubilados asaltados.
“Fue uno de los hechos que profesionalmente más me impactó al ver cómo niños bien seducían engatusaban golpeaban y desvalijaban a nuestros abuelos. Y luego de eso se iban a festejar a Puerto Madero. Más allá de darme indignación me daba asco. Me parece totalmente injusto que la mamá de ella no esté detenida o no haya estado detenida. Daba ideas buscaba contactos y trataba de ayudar a la banda antes de caer y mejorar la situación de ellos una vez estaban adentro”, cuenta Torrada. También se refirió a que la causa no seguirá en Quilmes. “Es por el crimen del policía, el juicio será en San Isidro”.
Pero la teoría de Daniel Llermanos, el abogado penalista que logró la liberación de Blanco, es que su defendida no tuvo nada que ver con los robos.
-Era una jovencita ciegamente enamorada.
-Eso no es un delito…
-Quizá un error. Ella admiraba a ese muchacho. Como la muchachita bonita del western que se enamora del cowboy que anda por el mal camino. O como Bonnie y Clyde.
-Pero Bonnie delinquió.
-Esa es la diferencia.
-¿Está en contacto con ella?
-No, desde que salió del penal, no supe más nada de ella. Pero no tuvo nada que ver.
-Las escuchas revelan lo contrario. Que ella hasta llamaba durante los asaltos.
-¿Sabe por qué llamaba?
-No.
-Por temor. Porque no quería que él sufriera ninguna lesión.
-Es un motivo de no tanto peso.
-Hay otro.
-¿Cuál es?
-Mire, esa banda estaba integrada por otra mujer. Pero a esa chica de armas tomar no se la mencionó tanto.
-¿Quiere decir que también llamaba por celos?
-Sí. Celos de la otra chica, que era pistolera y tenía coraje. Ella celaba eso. Tuve un caso similar, hace un años. Era una chica inteligente y culta, que obtuvo un 9 en la tesis. Y estaba enamoradísima de un rufián. El tipo, de otra clase social, analfabeto, violento, murió acribillado en la puerta de un banco. Ella no lo pudo superar.
-La querella y la fiscalía consideran que “el amor ciego” de su defendida fue una estrategia jurídica para despegarla de los delitos.
-Eso es falso. Ella no estuvo en ningún hecho. No tenía necesidades económicas ni era mala persona como para mandar a robar a viejitos. Este caso me hizo sentir vergüenza de mi profesión. Porque ella era inocente. Estuvo presa sin ningún motivo. Y verla en verano, mal vestida, con calor, llorando sin parar, en un mundo que no era el suyo, me dio pena. Era injusto.
-¿Y ella qué le decía?
-Tenía desprecio por la Justicia y por la prensa. Mire, hay dos maneras de abordar una noticia policial. Una es la apreciación fotográfica del hecho. Algo que cualquiera pudo haber visto. Y la otra es la radiografía del hecho, algo que sabía hacer como nadie el escritor y periodista Roberto Arlt. Y acá muchos medios vieron la foto, no la profundidad. La estigmatizaron. La llamaron “la cheta”. Es cierto que había estudiado en la UCA, en la Uade y que venía de una familia acomodada de Salta. Pero los medios la mostraron como una megadelincuente. Y no tomaron la realidad, que era mucho más pintoresca.
-¿Por qué?
-Porque había una historia de celos. Y, fundamentalmente, una jovencita enamorada de un hampón. Nada más. Ni nada menos.
SEGUÍ LEYENDO: