Claudio Romano (39) murió ocho días atrás después de recibir nueve tiros y una patada en la cabeza. Quedó boca abajo en el medio de la calle Malabia. En el momento en que dejó de respirar, estaba rodeado de tres policías de la Ciudad -dos mujeres y un hombre-, que todavía le apuntaban con sus armas.
Desde ese día, los agentes Daniela López (32), Ramón Pérez (39) y Beatriz Manzanelli (41) están presos, mientras esperan que la jueza Ángeles Gómez Maiorano defina qué cargos les imputa y comunique, en el caso de existir una acusación, si llegarán al juicio detenidos o en libertad.
El escenario se oscurece en las figuras de los tres policías porteños. En el futuro inmediato esperan tres posibles respuestas de parte de la Justicia: el sobreseimiento o la imputación. Podría ser por homicidio o por el exceso en la legítima defensa.
La historia tiene dos momentos clave, dos nudos que tensan sobre la incertidumbre: por qué los agentes acribillaron a un hombre (el tiro mortal dio en el pecho) que estaba herido de antemano y armado con un cuchillo, en lugar de reducir sus movimientos. También, qué pasó antes.
La Justicia no encuentra rastros de lo que los investigadores llaman “la hora fantasma”: los 60 minutos previos a la escena final entre Romano y los policías. En algún momento de ese lapso de tiempo, el remisero, que a esa hora debía recoger un pasajero en muletas por una clínica de Villa Crespo y devolverlo al sur del Conurbano, sufrió seis heridas cortantes que bañaron su pecho y su cintura de sangre de acuerdo al estudio practicado a su cuerpo.
Ocho días después del hecho, todavía no hay rastros, ni cámaras que hayan tomado algo extraño, ni mensajes telefónicos que aporten indicios, mucho menos certezas. Se sabe que a las 11.30 del 1º de octubre pasado Romano se bajó de su VW Polo cortado en las muñecas y en el pecho. Seis heridas de poca profundidad que, según constataron los forenses, no eran mortales. Según las declaraciones que los tres policías dieron a la jueza Gómez Maiorano, atacó en ese estado a Ramón Pérez por un espacio que quedaba entre el marco de la puerta del patrullero y la ventanilla, levemente baja. Portaba en su mano derecha una navaja de unos siete centímetros de largo, conocida como “Kerambit”, un modelo de cuchillo curvo oriundo de Asia.
De esa secuencia sí hay imágenes captadas por cámaras de seguridad de edificios de la cuadra, con las que pueden cotejar parcialmente los dichos de los policías ante los investigadores. Según sus declaraciones, Romano no dijo una palabra mientras se aproximaba. La oficial López lo vio bajar ensangrentado de su auto y dijo que le preguntó si estaba bien. Esa policía esperaba la salida del portero de un edificio vecino, que tenía que declarar en la comisaría por el robo de unas bicicletas de la noche anterior. Según López, el remisero no le respondió y luego vio un forcejeo en la ventanilla de Pérez.
El policía que estaba al volante relató que sintió una sombra que se acercó y luego un pinchazo en su brazo y un roce en su campera y tanto él como su compañera, Beatriz Manzanelli, con 15 años de policía (fue integrante de la Policía Federal) aseguraron que vieron que Romano estaba ensangrentado.
En algunos puntos de sus relatos los policías se contradijeron. Pérez dijo que el chofer dio la vuelta y se abalanzó sobre la puerta de Manzanelli y entonces disparó desde su butaca: un tiro que astilló la ventanilla de su compañera.
La mujer policía asegura que cuando vio el ataque a Pérez ella bajó inmediatamente del auto para controlar al remisero y disparó contra él porque vio que se le venía encima. Gatilló dos veces y no logró hacerlo frenar mientras Romano blandía el cuchillo. Disparó una tercera, con la que cayó al suelo.
Manzanelli declaró: “Veo un reflejo de alguien que se asoma por la ventanilla de mi compañero y empieza a tirar manotazos a Pérez, quien me refiere a los gritos ‘está armado’. Ahí digo ‘qué hacés, que hacés’, saco el arma, bajo del móvil y el hombre se viene para mi lado. En todo momento le pedía que tirara el arma, el hombre en ningún momento respondía, ni decía nada. Veo que su cuchillo tenía sangre, pensé que era de mi compañero. Ahí, cuando estaba entre la trompa y la primer (sic) rueda, efectúo el primer disparo a la altura de las piernas. Como sigue caminando y ya había llegado a la primer (sic) rueda, le efectúo un segundo disparo en la misma dirección –hacia la otra pierna- y como seguía en pie, dirigiéndose hacia mí con el cuchillo en la mano, me voy para atrás y ya estando Romano a la altura de la puerta, efectúo un tercer disparo, en la zona del abdomen. Después del tercer disparo, finalmente cae al piso”.
Según Pérez en su indagatoria: "De la nada veo una sombra, y siento algo que meten por la ventana, sentí un pinchazo y veo sangre. Pongo la mano para arriba y me corta la campera. Ahí me doy cuenta que era un tipo que se encontraba totalmente enajenado. Yo tenía la ventanilla abierta por la mitad. Después de que me atacó a mí, dio la vuelta y fue para la ventana de Manzanelli. Yo disparo desde adentro del móvil, impactando la bala en la ventanilla. Ahí me bajo y se le da la voz de alto, el hombre no contestaba. Cae al piso, se vuelve a reincorporar y seguía amagando a (sic) atacarnos con el cuchillo. Yo le tiro una patada para que suelte el cuchillo, el hombre se vuelve a intentar parar y es ahí donde se le efectúan los disparos”.
El policía que conducía el patrullero le disparó tres veces a Romano. El primer tiro, según declaró, fue desde adentro del auto. La bala estalló en la ventanilla de Manzanelli. No queda claro porque, como se lee párrafos arriba, no dan exactamente las mismas versiones sobre si la mujer había bajado del auto o el disparo de Pérez se hizo con ella todavía abordo.
La patada a la que refiere Pérez fue un zapatazo en la cara que le provocó un hematoma de 13 centímetros de alto por seis de ancho. Así todo, no consiguió que el hombre suelte el puñal. Según los policías, Romano tras recibir el puntapié le lanzó el cuchillo a la policía López y ella declaró que ahí, en ese instante, le disparó otras dos veces, a una distancia de dos metros. Y también ahí le disparó Pérez. Otros dos tiros.
En ese lapso Romano perdió la vida. La familia del remisero está desorientada. Según Lucía, su novia, con quien convivían hacía un año y medio, su compañero se había comprado una cortapluma pero no era el arma que usó en el hecho. Lucía presentó ante la Justicia una foto del arma blanca que la víctima había mandado por WhatsApp a un pariente. La familia quiere saber si ese elemento estaba en la guantera del auto.
Un policía que custodiaba la clínica a donde Romano llevaba pacientes de una ART declaró que la víctima era una persona que no tenía problemas, que siempre charlaban y que se habían intercambiado los teléfonos porque el chofer le avisaba cuando estaba por llegar para que no le hiciera una multa, ya que sabía que dejaba a los pasajeros y se iba.
Entre que el pasajero de las muletas bajó del Polo y Romano murió acribillado, solo se sabe que el chofer cargó GNC sin problemas en una estación de servicio. Los empleados del lugar declararon que lo vieron normal.
¿Qué pasó después? Es una pantalla negra. Los peritos de la Policía Federal encontraron ocho vainas pero los médicos forenses determinaron que Romano recibió nueve disparos. ¿Dónde está el casquillo que falta?
El hombre no sufría problemas de salud, ni tenía adicciones. “Ni siquiera fumaba”, contaron fuentes del caso a Infobae. De todos modos, se esperan los exámenes toxicológicos para descartar que el remisero estuviera bajo los efectos de alguna sustancia psicoactiva. En el auto no hallaron rastros de ninguna droga.
La familia cree que fue un homicidio, no un hecho de legítima defensa. Entre las medidas que se ordenaron desde el juzgado está la de procesar algunos videos para observar con mejor nitidez el momento en que Romano se acerca al policía.
Hay, por otra parte, una hipótesis: ¿Y si Romano fue a pedir ayuda porque lo habían herido, Pérez se asustó, Manzanelli vio la sangre de Romano y pensó que era de su compañero? ¿Le disparó por la confusión y esos balazos alteraron al chofer y lo pusieron violento?
Ambos agentes habían protagonizado un mes atrás una secuencia traumática durante un robo donde los asaltantes les dispararon a ellos y ellos no alcanzaron a usar sus armas.
López, que vio cómo Romano se aproximaba y que luego perdió de vista la escena porque quiso sacar su pistola y no pudo (se trabó con su piloto para la lluvia), aseguró que el chofer estaba tranquilo “hasta que recibió los primeros tiros”.
El video que publicó este medio días atrás no muestra una actitud violenta de parte de la víctima hasta antes de llegar al patrullero. Luego, sí, se ve que él intenta reincorporarse con movimientos bruscos pero tampoco se observa nítidamente que sean gestos agresivos.
La defensa de los policías asegura que los agentes intentaron salvar su vida al defenderse de un ataque totalmente aleatorio de un hombre al que según ellos no habían tenido contacto o visto jamás.
María del Carmen Verdú, de la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (CORREPI), en representación del padre y la viuda de Romano, apunta al homicidio.
“Está justificado repeler el ataque, lo que pasa es que hay que saber hasta dónde podrían haber parado o si podrían haber utilizado otro medio que no fuera el disparo para poder pararlo”, comentó una fuente de la investigación.
El cierre centralizado del móvil policial funcionaba y las ventanillas eléctricas también, aunque la de Manzanelli se trababa ocasionalmente, según declararon. Los agentes, para evitar salir del patrullero y disparar, podrían haber asegurado el auto y quedarse a resguardo. Podrían haber huido o buscado una forma que no fuera a los tiros para reducir al remisero, una persona de 95 kilos, que tenía la costumbre de ir al gimnasio, musculoso. Además los tres agentes llevaban puestos sus chalecos antibalas.
“Qué pudo haber pasado antes no sé si se va a poder averiguar un día”, dice Verdú. “Lo concreto es lo que se ve en el video y que espero que otras imágenes ayuden a clarificar: lo que no cierra para nada es el relato de los policías en las indagatorias, que hablan de un tipo sacado, fuera de sí, que los agredía, que estaba en el suelo, porque eso no se ve en el video. Es un homicidio calificado liso y llano”, asegura la referente de CORREPI.
La abogada Verdú lanza una hipótesis: "Supongamos que a Romano le agarró un shock de no sé qué y metió la mano en el patrullero y cortó al policía, cuando sale corriendo y se va para el otro lado del auto, ¿qué necesidad había de meterle tantos tiros, si en cámara no se ve que él tenga una actitud de acometimiento”.
SEGUÍ LEYENDO: