A la banda de “Pochito" Rodríguez Romero ya le habían robado, un enemigo se había llevado parte de su recaudación. Entonces, decidieron aplicar un poco de guerra psicológica, un material disuasivo. Filmaron un video de un minuto. Se los ve a algunos individuos, “Masi”, “Julio”, “El Tío”, de rodillas, al estilo de una ejecución de narcos mexicanos. El hombre con el teléfono en la mano se preguntaba “si gasto bala o no”, mientras mencionaba la pistola calibre .45 en el cinto. El tono después cambió. El video iba dedicado al sospechoso del robo mismo, mientras la imagen se fundía a negro: “Pedazo de gil, te mato a la Nati, a la Tamara que le rompo la panza y tiene ahí a tu hijo, me importa un carajo", decía el hombre de la .45. Al video lo viralizaron, una falsa ejecución narco para simular una advertencia.
“Pochito”, nacido en Paraguay como la mayoría de sus soldados, satélites, lugartenientes y cómplices, cayó la semana pasada en Virrey del Pino arrestado por la Policía Bonaerense tras ordenes de la UFI temática de narcotráfico de La Matanza, le encontraron marihuana y una cantidad importante de cocaína, además de una camioneta Toyota Hilux y una Bersa .22 lista para tirar.
Lo acusaban, en principio, de un delivery. Lo cierto es que había mucho más. Esta semana, el resto de su banda terminó de caer tras una investigación del fiscal federal Santiago Marquevich y el secretario Santiago Moore, con más de una decena de allanamientos en zonas como González Catán, Virrey del Pino y Laferrere, un corredor de bunkers que atravesaba la vera del río Matanza.
Cuando un equipo de la Policía Bonaerense integrado por miembros de la DDI de La Matanza y de grupos de choque como el Halcón y el GAD allanó uno de los búnkers se encontró con una curiosidad para el narcotráfico bonaerense: 50.400 dosis de LSD, divisibles en cuartos, con la esvástica del Tercer Reich en su fondo blanco y contorno rojo. El mismo modelo de cartón fue encontrado en el conurbano bonaerense en marzo de este año y en 2017. Cada dosis podía venderse a unos 300 pesos.
Había más: una docena de armas con la numeración limada, entre ellas una vieja calibre 32 de 1905, 14 bolsas ziploc con cristal de MDMA, 600 dosis de paco, ketamina líquida. Los bunkers estaban distribuidos de una forma al menos creativa: a la vera del río Matanza, puntos de difícil acceso para policías infiltrados, hasta les encontraron tirolesas de soga para escapar. Uno de los narcos intentó huir con su propia tirolesa cuando vio venir a la Bonaerense. Lo detuvieron igual.
La banda funcionaba de manera aceitada: hacían patrullajes para alertar de la llegada de intrusos.
El organigrama de la banda trazado por el equipo del fiscal Marquevich marcó dos distribuidores de la droga que luego le enviaban el material a los dealers y que respondían a “Pochito”, dos hermanos de origen paraguayos. Uno de ellos, “Aleco”, de 41 años, vecino de Rafael Castillo y dedicado en los papeles al rubro de la construcción, fue detenido.
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