El caso Dalmasso rompió de raíz un viejo axioma según el cual la escena del crimen es un sitio sagrado que contiene el último instante que un asesino y su víctima sellan para siempre.
Lo que Edmon Locard llamó la ley del intercambio: a la víctima le queda algo impreso e imperceptible del asesino. Y el asesino se lleva la marca de la víctima.
Pero en la habitación de Nora, de 51 años, estrangulada el 26 de noviembre de 2006 en su casa del country Villa Golf de Río Cuarto, Córdoba, la escena del crimen se convirtió en una especie de museo del horror: por ese lugar desfilaron 23 personas, desde la empleada doméstica hasta el cura de la familia, que tapó el cuerpo de la mujer por una cuestión de pudor. Nora fue hallada desnuda.
Antes que todos ellos, por ese lugar desfiló el asesino. Un asesino, hasta ahora, en las sombras. Que pudo haber esperado a Nora adentro de la casa para sorprenderla o atacarla, o quizá llegó después que ella. Nora había pasado la noche con amigas mientras su marido Marcelo Macarrón jugaba con un grupo de amigos un torneo de golf en Punta del Este.
Para el forense Osvaldo Raffo, recientemente fallecido, Nora Dalmasso se trabó en lucha con el agresor. Y fue golpeada, desvanecida y luego estrangulada con el lazo de su bata y con las manos. El asesino ejerció una fuerza de 15 kilos durante tres a cinco minutos.
“Tenía lesiones en el cráneo y en el codo derecho. Se trata de una víctima luchando por su vida, derribada al suelo y transportada a la cama, o sorprendida en ella. No siempre se halla un escenario criminal con muebles derribados, vidrios rotos y regueros de sangre. Ello no suele ocurrir cuando la víctima es una mujer, un niño o un anciano. Ha trascendido que el examen del lugar del hecho, no ha cumplido el axioma acuñado por Edmond Locard: ‘El lugar del hecho debe ser un recinto sagrado’. En el escenario criminal estuvieron no menos de 20 personas”, dictaminó Raffo en el informe que hizo a pedido de la defensa de Macarrón, también firmado por el criminólogo Raúl Torre.
La elevación a juicio oral contra Marcelo Macarrón, el viudo, por ser el presunto autor intelectual del asesinato (tiene una pena máxima de cadena perpetua), abre distintos interrogantes.
¿Por qué la habría mandado a matar? El fiscal Luis Pizarro retomó el móvil económico. Sospecha que Macarrón se anotó en un torneo de golf con sus amigos para que sea la coartada ideal. El destino quiso que mientras él celebraba el triunfo y la obtención de la copa, el asesino ahorcaba a su esposa Nora.
Además analizan un movimiento en su cuenta bancaria y que en Uruguay lo vieron con 20 mil dólares.
“En nuestro informe apuntamos a un agresor sexual. El FBI dijo lo mismo dos años después. Nora lo conoció y por eso la mató. Es más: le arrancó un pedazo de pezón. Eso no es sexo consentido. Un modus operandi que solía tener un asesino de mujeres llamado Celso Arrastía, que actuaba en Mar del Plata”, le dijo Torre a Infobae.
-¿La escena del crimen pudo haber sido simulada?
-Es decir, ¿que hicieron parecer como un ataque sexual y en realidad fue un sicario? Lo dudo. También se habló de que fue contaminada. Desfilaron más de 20 personas y el sacerdote tapó a Nora porque estaba desnuda. Es cura, no criminalista, pero eso no alteró las pruebas. El fiscal ordenó exámenes de ADN a todos los que desfilaron por ahí.
El abogado de Macarrón, Marcelo Brito, considera que la acusación no tiene fundamentos. “Es un disparate. Nadie pudo ubicar a mi defendido en la escena del crimen, estuvo a 1300 kilómetros, y tampoco hallaron nada extraño con sus movimientos bancarios”.
Macarrón cuenta ante su abogado que jugaba al golf desde hacía años y lo sigue haciendo. “¿En qué cabeza cabe inventar un torneo de golf en Uruguay para mandar a asesinar a mi esposa?”, dice el médico traumatólogo de 61 años.
La otra pregunta es quién es el sicario. En un momento, una fuente judicial se refirió a una denuncia anónima que hablaba de la presencia de un “extraño hombre colombiano que fue visto en un bar la noche del crimen”.
Macarrón se indignó con esa versión e ironizó: “Un sicario colombiano que seguro trabajó con Pablo Escobar Gaviria y que no mata con balas, sino con sus manos. Todo esto es una mala ficción”.
En su momento, Macarrón declaró que se enteró del crimen de su esposa cuando volvía a Córdoba con su abogado y amigo Daniel Lacase. “Volvíamos en estado de shock”, declaró.
El anterior fiscal, Daniel Miralles, había ido más lejos. Por un cabello y por restos de semen, que se correspondían con el ADN de Macarrón, ideó su propia hipótesis: que el viudo se tomó un avión “fantasma” que no dejó registro, entró en su casa, tuvo sexo con su esposa y la ahorcó con el lazo de la bata y con sus manos.
“Solo un delirante puede pensar eso”, dijo el viudo a un allegado.
Otro indicio que analizó el fiscal Pizarro es la cercanía política de Lacase, abogado de Macarrón, con gente vinculada al poder político provincial. Esa hipótesis no avanzó.
Además, los días posteriores al asesinato, Lacase se mostró cerca de los investigadores, entre ellos los agentes de la División Homicidios de Córdoba. Hasta se probó que les pagó el alojamiento en Río Cuarto.
A eso se suma lo que dijo la madre de Nora al diario El Puntal: “Una persona sola no ha sido, ha venido bien planificado. La mató o la mandó a matar una mafia, como un clan. Alguna cosa sabría ella. Mi yerno estaba con toda esa gente en asados y comilonas”.
Más allá de su enigmática frase, la familia de Nora, en un principio, sospechó de los albañiles. Ahora apuntarían a uno de los presuntos amantes de la mujer.
"Es falso que se hayan profundizado todas las líneas investigativas. Creo que se tendría que haber investigado más a uno de los amantes de la víctima, un empresario que fue mencionado pero quedó en la nada. Quizá porque era meterse con la burguesía y destapar la hipocresía y la doble vida de un sector de la sociedad. Es más, aparentemente ese hombre no vive más en Córdoba”, dijo a CyR un policía que trabajó en más de 700 homicidios y lleva más de 20 años en la fuerza. El uniformado actuó en el caso Dalmasso durante unos seis meses.
El primer fiscal del caso, Javier Di Santo, se apartó de la causa sin ningún resultado. Sin ninguna prueba (ni siquiera los ubicó cerca de la escena del crimen), mantuvo dos imputaciones incompatibles. Acusó a Facundo Macarrón y al albañil Gastón Zárate.
Lo insólito es que al hijo de Nora le atribuyó un móvil pasional: dedujo que había entrado en la casa con sus llaves (después de manejar bajo la lluvia 230 kilómetros desde Córdoba) y que había manoseado a su madre. Al llamado “perejil” del caso, lo acomodó a otra hipótesis: lo consideró un hombre obsesionado con su patrona. El móvil era el robo y cree que entró por la ventana con “andar felino”.
A diferencia de Facundo, el fiscal interpretó que el obrero había violado a la víctima con acceso carnal. Lo insólito es que el crimen no pudo haber sido cometido por los dos. Era uno o el otro. Y la falta de pruebas demostró que lo más probable es que no hayan sido ninguno de los dos.
“Hubo errores de principiantes”, llegó a decir Osvaldo Raffo, el experto forense que fue contratado por Marcelo Macarrón para que analizara el expediente.
Raffo dictaminó que la autopsia fue incompleta (no se hizo la necropsia, clave para saber si la víctima había recibido golpes en la cabeza) y no se cuidó la escena del crimen y se la expuso a una contaminación. Aun hoy tampoco puede afirmarse si Dalmasso fue violada o si tuvo relaciones consentidas.
Para Raffo y para el criminalista Raúl Torre, que también participó del informe, “la víctima presentaba en la cabeza un impacto que podemos calificar de severo. Presumo, porque no se efectuó autopsia del cráneo, que el golpe disminuyó o anuló la capacidad de resistencia de la víctima. Se trata de un signo clásico en medicina forense: la víctima es desvanecida a golpes y luego estrangulada”.
Para los expertos, Nora fue sorprendida y golpeada. “Fue violada y fue estrangulada. La muerte fue producida por asfixia mecánica, debido a estrangulamiento mixto: a mano y a lazo”.
El informe de Raffo admite dos hipótesis principales:
1. Nora Dalmasso fue atacada hallándose de pie en la habitación donde fue encontrado su cuerpo sin vida, o fuera de aquella, arrojada al suelo, violada, estrangulada, y trasladada después a la cama. La tarea no era difícil. Según el protocolo de autopsia su talla era de 1,56 m. y pesaba 50 kg.
2. Nora Dalmasso fue sorprendida en la cama. Allí resistió la agresión sexual, el estrangulamiento y allí murió, arrinconada entre la cama y la pared.
La posible participación de otra persona en el hecho debe tenerse en cuenta. Esto podrá afirmarse o descartarse con el resultado del examen del material obtenido con los hisopados o los muestreos que se han practicado.
Los hechos se sucedieron, aparentemente, en el siguiente orden cronológico:
1. Resistencia de la víctima.
2. Golpes en el cráneo.
3. Ataque sexual (violación).
4. Estrangulamiento palmar.
5. Ligadura del cuello.
6. Asfixia y muerte.
En el exhaustivo informe de Raffo, se habla de un asesino que actuó con odio, lo que no condice con el profesionalismo de un sicario.
“Yo pienso que no se puede excluir la posibilidad de que el asesino haya tomado la cabeza de Nora con ambas manos y la haya golpeado varias veces contra el piso o contra la pared. En las manos de la víctima se hallaron cabellos, al parecer semejantes a los de aquella, que fueron recogidos por los médicos forenses y el personal policial. Ella misma, para liberarse de la presa del agresor, pudo haber traccionado y arrancado con su mano parte de los cabellos. La autopsia del cerebro podría haber aclarado certeramente este punto. No niego que la lesión del codo derecho pueda deberse a golpes contra el muro, pero también son compatibles con golpes en el piso. De cualquier forma revelan una víctima intentando rechazar a un atacante que la estrangulaba. Para destacar una resistencia desesperada, existe un viejo adagio gauchesco: se defendió como gato panza arriba”.
En los últimos 13 años hubo unos 13 sospechosos. Desde presuntos amantes de Nora, un albañil, su hijo, una mujer y ahora su viudo. Aunque el asesino, el que la golpeó y la estranguló, sigue sin nombre ni cara.
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