Hace casi 35 años al comisario retirado Alberto Arias le tocó esposar a Arquímedes Puccio y la suboficial Liliana Zunino, que en 1985 estaba embarazada de dos meses, le apuntó con su arma a Daniel, el hijo dilecto del jefe del clan
Como si quisiera hacer un tackle, Daniel “Maguila” Puccio intentó manotear la pistola del policía que lo acababa de detener. Era el subcomisario Luis Rubén Motti. El uniformado lo tiró al piso y revoleó la pistola debajo de un auto. Una mujer policía, embarazada de tres meses, le apuntó al secuestrador con su arma.
Daniel era un joven rugbier del montón (jugó en el tercer equipo del CASI) que había decidido volver de Australia para sumarse a la banda criminal de su padre.
-Estoy preparado para morir –la desafió el hijo preferido de Arquímedes Rafael Puccio.
-Y yo estoy preparada para matarte –le respondió la policía sin sacarle la mirada de encima.
Esa escena se vivió en las calles Mariano Acosta y José Bonifacio, en Floresta, durante la detención de los miembros del clan Puccio, el 23 de agosto de 1985. Esa mujer, que se llama Liliana Zunino y ahora tiene 64 años, está sorprendida por la nueva detención de Maguila, que cayó hace una semana en Brasil con documentos falsos.
Ese día, hace casi 35 años, fue rescatada la empresaria Nélida Bollini de Prado, la cuarta víctima del clan. Entre 1982 y 1985, los Puccio habían secuestrado y matado a los empresarios Ricardo Manoukian, Eduardo Aulet y Emilio Naum. Los tenían cautivos en su casona de San Isidro.
-¿Aquella vez le hubiese disparado? –le preguntó Infobae a Zunino.
-Si agarraba el arma de mi compañero, no me iba a quedar más remedio que disparar. Que un chico de 23 responda que está preparado para la muerte, quiere decir que estaban dispuestos a todo. Tiempo después me enteré deque le dio un empujón a Rogelia Pozzi de Aulet, la viuda de una de las víctimas, para que en rueda de reconocimiento no apuntara a su hermano Alejandro.
Pero hay otra versión del mismo hecho, que difiere en un detalle. Y la da el comisario retirado Carlos Arias, de 68 años y uno de los policías federales que formó parte de las 15 brigadas que lograron la captura de los Puccio:
-Perdí muchas cosas a lo largo de estos 35 años, pero la memoria no.
El ex uniformado, que formaba parte de la División Defraudaciones y Estafa de la Policía Federal, cuenta que lo que dice Zunino es así, pero le agrega un episodio más:
-Yo llegué justo cuando estaban deteniendo a Maguila. Era un gorila fortachón en serio. Estaba forcejando con el subcomisario. Creo que si le sacaba la pistola, se armaba una masacre. Lo cierto es que Zunino además de apuntarle, le dio un culatazo en la cabeza. Ahí Maguila se calmó y no abrió la boca.
-¿A usted qué le tocó hacer en ese operativo?
-Yo le puse las esposas a Puccio.
-Se dice que en ese momento amenazó con hacer explotar dinamita en su casa…
-No sé de dónde salió esa versión. Yo no la escuché a esa frase. Es más, con altanería me dijo: “Que las esposas no me ajusten ni me dejen marcas”.
-Guillermo Fernández Laborda, otro de los detenidos ese día, estaba golpeado.
-Sí, tenía un ojo morado porque le pegó el subcomisario Motti. En esa época todo era distinto. El policía interrogaba, daba un coscorrón si el detenido se resistía. Eran otras épocas, no digo que no esté mal. Solo que se actuaba así.
-También la leyenda refiere que el operativo fue cerca de la cancha de Huracán…
-Falso. Nosotros los detuvimos en Floresta. En una estación de servicio. Estaban haciendo la llamada desde esos viejos teléfonos públicos color naranja. Cuando entramos a la estación a labrar el acta, encontramos una página del diario Crónica con algo escrito por Bollini, era una prueba de vida. Otra cosa falsa que se dijo es que ahí estaban por cobrar el rescate, de ninguna manera. Querían establecer las postas.
Zunino y su ex compañero coinciden en que al allanar la casa de los Puccio, Alejandro estaba con su novia en la cocina. “Había marihuana, habían fumado y mirado una película”, dice Zunino. “La chica no tenía nada que ver. Quedó muy shockeada, yo me quedé custodiando la entrada y de repente aparecieron la señora Puccio, pero yo no sabía que era ella, y su hija mayor. Preguntó qué pasaba y le dije: ‘inspección policial’. Nosotros trabajamos con comodidad porque los jueces (María) Servini, (Alberto) Piotti y McIntosh nos dieron un gran respaldo y estuvieron a la altura de las circunstancias”, dijo Arias.
La cacería de los Puccio, en tiempos sin Whatsapp, entrecruzamiento de llamadas, cámaras de seguridad, se pudo concretar gracias a que la Policía Federal trabajó en forma conjunta con Entel. “Se iban cerrando los círculos de los lugares de dónde se hacían las llamadas y grabábamos todas las charlas con los familiares de Bollini de Prado”.
Según se cree, Puccio advirtió a los policías que los detuvieron:
–¡Ustedes creen que soy un pelotudo! Mi casa está llena de dinamita. Si entran, van a volar en pedazos por el aire –les dijo Puccio.
Pero fue un ardid: los policías se dirigieron a su casa, derribaron la puerta y fueron al sótano de hormigón, cuya entrada estaba tapada por un ropero. Bajaron los 18 escalones de madera, pasaron por una bodega con 500 vinos y se encontraron con una celda casera: sobre un catre, entre cuatro paredes cubiertas de papel de diario, la empresaria Nélida Bollini de Prado sobrevivía encadenada desde hacía 32 días. Al lado había un ventilador y un fardo con paja. Sus secuestradores querían hacerle creer que estaba en un campo.
"Creo que Maguila hubiese seguido delinquiendo", dice Zunino. Arias está de acuerdo: "Se sumó tarde al clan, para el último secuestro, pero estaba al tanto porque le mandaban cartas. Iban a haber más secuestros. No iban a parar. Se quedaban sin plata, y golpeaban de nuevo. Habrá qué investigar qué estaba haciendo Maguila ahora. Usar un nombre falso no es de gente honesta".
Lo demás es historia conocida. “Maguila” estuvo poco más de dos años preso en la cárcel de Devoto, le escribió una carta a Bollini de Prado en la que le pide perdón y admite haber tenido “una actitud cobarde, irresponsable y criminal”, y se fugó. Regresó cuando la causa prescribió, fue sorprendido junto a su madre en San Telmo y ahora volvió al centro de la escena, en Brasil, con nombre falso y esposado. Esta vez ante los policías no dijo nada.
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