A.M. (25) es una joven trans que en su niñez estudiaba y dormía en el instituto religioso para chicos hipoacúsicos Antonio Próvolo, de Mendoza. Allí, cuando solo tenía menos de 12 años, fue abusada en reiteradas oportunidades por el ex monaguillo Jorge Bordón, quien en septiembre del año pasado fue condenado a 10 años de prisión luego de reconocer la autoría de estos abusos.
Esta mañana A.M. se convirtió en la principal testigo de la jornada dentro del juicio que tiene a los curas Nicola Corradi (83) y Horacio Corbacho (59) y al ex jardinero Armando Gómez (49) como acusados en 28 hechos de abuso sexual y de corrupción de menores.
Durante su declaración -en modalidad cámara Gesell-, la joven indicó que ella y otros niños que estudiaban en el instituto fueron obligados a mirar pornografía. Acusó por estos hechos a otro ex administrativo que ya fue sobreseído al ser declarado inimputable.
La testigo no pudo llegar a responder las preguntas de los abogados –querellantes y de la defensora de los imputados–, ya que el tribunal dispuso un nuevo cuarto intermedio para definir qué preguntas aceptan que responda y cuáles no. La medida se basó en que la abogada de los acusados se opuso a más de 30 preguntas que habían sido formuladas por los letrados de los denunciantes, quienes pretenden demostrar la participación de Corradi, Corbacho y Gómez en los episodios por los que ya está condenado Bordón.
"Es cierto que Bordón ya está condenado por hechos que no son los que están en juicio ahora, pero de esos abusos participaron los tres imputados actuales, por lo que consideramos pertinente que se les pregunte sobre los mismos", destacaron los abogados querellantes Sergio Salinas y Oscar Barrera. Incluso, consideraron que las preguntas propuestas por la defensa son "lejanas al derecho" y que el tribunal debería poner un límite a la abogada de los imputados.
Testimonio en cámara Gesell
La declaración de de la joven también transcurrió en la modalidad de cámara Gesell y comenzó pasadas las 9 de la mañana. La entrevista con los profesionales del Cuerpo Médico Forense no tuvo lugar en la misma sala donde se celebra el juicio sino que se hizo en una especialmente acondicionada para la ocasión. Si bien este espacio se encuentra en el Palacio Judicial de Mendoza, está alejado de la Sala 4 donde transcurren las audiencias, por lo que la entrevista fue transmitida en vivo por circuito televisivo cerrado y también filmada.
Durante poco más de dos horas –aunque no fueron más de 20 minutos de declaración, ya que se dio con muchas interrupciones–, A.M. se explayó sobre hechos de los cuales fue testigo, diferentes de los que involucraron a Bordón. Más allá de esto, en su declaración –y según indicaron fuentes judiciales– fue poco lo que aportó hoy a la causa y pudo comprometer a los dos curas y al ex jardinero.
Luego de la declaración, los jueces fijaron un breve cuarto intermedio para que la víctima pudiese descansar. A lo largo de su testimonio, la joven debió detener en reiteradas oportunidades su declaración, argumentando no sentirse bien al rememorar los abusos sufridos por ella y los otros niños del Próvolo.
El debate se reanudó cerca del mediodía con la intención de dar lugar a las preguntas de los abogados. Al no estar en la misma sala, la intención era que estas fueran remitidas a los peritos e intérpretes de lengua de señas para que ellos pudieran formulárselas a la joven. Pero el cuestionario nunca llegó a la testigo debido al cruce de pedidos de nulidades. Por esta razón el tribunal determinó un nuevo cuarto intermedio por tiempo indeterminado.
La historia de A.M. y la denuncia nunca investigada
A.M. no siempre fue mujer. De hecho, mientras estudiaba y dormía en el instituto religioso para chicos sordomudos mantenía la identidad con la que nació. En cámara Gesell reveló que ella hoy "es feliz" ya que como mujer no sufrió los ataques y violaciones de los que fue víctima mientras no había asumido su verdadera identidad de género "cuando era varón y tenía menos de 12 años".
Ocho años antes de que estallara públicamente el horror de los abusos a menores en el Próvolo (las primeras noticias se conocieron en noviembre del 2016), hubo una primera acusación que nunca llegó a investigarse como correspondía. Fue en noviembre de 2008, cuando la mamá de otro alumno del Instituto se presentó en la Oficina Fiscal 11 de Luján de Cuyo para denunciar que observaba "conductas extrañas" en su hijo de 12 años, quien estudiaba y dormía en el albergue. La mujer indicó que el niño evidenciaba un "notable rechazo" hacia Bordón desde junio de ese año.
Siempre, de acuerdo a lo denunciado por esta madre, el 24 de noviembre de 2008 se hizo una reunión entre los padres de los chicos y las autoridades. En el encuentro los directivos del Próvolo anunciaron que Bordón –quien estaba a cargo del albergue de varones– había sido "retirado de su cargo" por la acusación del padre de otro alumno (A.M.).
Dentro de esta causa inconclusa también declaró ante la Justicia Graciela Pascual, ex representante legal del instituto y quien hoy está imputada como partícipe primaria por los abusos. Pascual contó que el 17 de noviembre de ese año habían recibido a los padres de este adolescente que tenía 14 años por aquel entonces. Y agregó que en aquella reunión el padre indicó que su hijo –que no era A.M. aún– acusaba al celador de haberlo tocado y de haberse metido en su cama. "(El hombre) sacó un puñado de balas de su bolsillo y dijo que con esas balas iba a matar a Bordón", se explayó hace ocho años la representante legal. Pese a todas estas denuncias y advertencias, la Justicia mendocina no avanzó en la investigación, y la causa iniciada en 2008 se anexó recién en 2016 a la causa central que hoy se tramita.
A.M., víctima del horror en su niñez, se hizo un llamativo tatuaje en su hombro y antebrazo derecho. El dibujo en tinta negra muestra a una "monja diabólica", con cabeza de calavera, ojos blancos y el velo en su cabeza, donde se observa una cruz invertida. Las dos manos de la religiosa están juntas, en posición de rezo, y sostienen un rosario y un puñal con el filo hacia abajo. En una de las tantas cámaras Gesell de la que participó, la joven reveló que esa imagen representa a la monja japonesa Kumiko Kosaka, otra de las imputadas del caso. Kosaka tiene 7 imputaciones como autora de abusos sexuales como partícipe primaria.
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