El presidente de la Suprema Corte de Justicia bonaerense, Eduardo de Lázzari, envió este lunes al Ministerio de Relaciones Exteriores la orden de detención y el pedido de extradición del cura Eliseo Pirmati, acusado de abusar de niños sordomudos en las décadas de 1980 y 1990 en el Instituto Próvolo de La Plata.
Pirmati está imputado por la fiscal penal de La Plata, Cecilia Corfield, por "abuso sexual simple agravado por su condición de culto religioso en al menos tres hechos, exhibiciones obscenas y promoción de facilitación de la corrupción de menores agravada".
La fiscal inició esta investigación a fines de 2016, luego de que se conociera que los sacerdotes Nicolás Corradi y Horacio Corbacho, detenidos en Mendoza acusados de abusar sexualmente de niños hipoacúsicos del Instituto Próvolo de esa provincia, también habían trabajado en el Próvolo platense, situado en las calles 47 y 25.
"No sé nada, no tengo nada que ver con eso, soy un hombre común por la calle", dijo escuetamente Pirmati a un periodista de la revista italiana "L´Espresso", que en junio último lo encontró a la salida de una misa en la ciudad de Verona.
En el video, se ve a Pirmati descendiendo con agilidad por la escalinata de la iglesia, vestido con camisa y pantalón oscuros, y al oírse nombrar por su apellido por el periodista, detuvo su marcha, pero al notar que era filmado intentó cubrir con su mano la lente.
Una de las víctimas de Pirmati y Corradi relató que llegó a los 10 años al Próvolo, en 1989, y permaneció allí hasta 1993, tiempo en el que fue "reducido a servidumbre y abusado sexualmente".
"Nicolás Corradi, Eliseo José Pirmati y otras religiosas aún no identificadas y solo sindicadas como Leticia y Juana lo redujeron a la servidumbre, explotándolo a través de la limpieza del lugar, lavado de ropas de los internos, mantenimiento de los espacios verdes, pintura de las paredes del instituto, arado de la huerta (…) entre otros trabajos que obligaban, mediante violencia física y psicológica o so pena de prohibirle el acceso a los alimentos básicos para saciar su hambre", detalló la fiscal en un escrito.
Según la investigación, las monjas y Pirmati "lo conducían al subsuelo, ubicado debajo de la cocina del lugar, que da a calle 25, y con cadenas o cuerdas lo obligaban a subirse a un cajón de madera de fruta para luego atarlo de sus muñecas a un riel que está todavía incrustado cerca del techo del lugar".
Corfield realizó una inspección ocular en el Próvolo de La Plata, donde constató la existencia del riel mencionado por la víctima, quien detalló que era obligado "a permanecer allí extensos lapsos, como penitencia".
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