La autopsia y la trama oculta del caso del joven asesinado y mutilado en La Matanza

Ernesto Emiliano Guchea estuvo desaparecido diez días antes de aparecer muerto de manera salvaje. Juan Grabois clamó por justicia en las redes y apuntó a narcos. Qué dice la causa de un homicidio bestial en medio del territorio bonaerense destruido por el narco

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Ernesto Guchea y su bebé.
Ernesto Guchea y su bebé. Un ojo de su cadáver fue arrancado por animales.

Ernesto Emiliano Guchea estaba desaparecido desde hace diez días. Lo encontraron el miércoles a la mañana a la vera del arroyo Morales a tres kilómetros de su barrio, Los Ceibos, en González Catán, La Matanza, muerto de un tiro en el pecho. Una de sus hermanas contó que su cadáver había sido atado de pies y manos y le faltaba un ojo. Ernesto era albañil, tenía 19 años y había sido padre por segunda vez hacía 19 días. El dirigente Juan Grabois clamó en redes sociales cuando apareció el cuerpo. "¡Fuera transas de los barrios!", gritó.

Lo que pasó sigue rodeado de misterio. Sin embargo, la Justicia, con una causa a cargo de la UFI de Homicidios de La Matanza, comienza a develar qué se esconde detrás del crimen en base a los resultados de la autopsia y a pruebas reservadas que figuran en el expediente, al que pudo acceder Infobae.

Los propios hermanos de la víctima fueron quienes encontraron el cuerpo. Fue en uno los rastrillajes que ellos mismos realizaron en paralelo a la búsqueda policial junto a un grupo de cartoneros de la zona. Lo encontraron desnudo y envuelto en frazadas. Vieron sus ataduras con alambres.

La autopsia practicada al cuerpo el día siguiente señaló que el albañil murió efectivamente por una bala que le atravesó el corazón. Todavía no pudieron determinar qué tipo de bala. Otros datos importantes del estudio forense señalaron que no fue torturado, al menos no físicamente, ya que no se le encontraron marcas de ningún tipo. Incluso, las ataduras se las hicieron luego de morir.

Tampoco se le encontró agua en los pulmones, por lo que se presume que no estuvo mucho tiempo sumergido en el arroyo. Si bien al cuerpo le faltaba un ojo y parte de la oreja derecha, se confirmó que estas lesiones fueron producidas por roedores de la zona. La data de muerte es clave para la Justicia: se estima que a Ernesto lo mataron cuatro días antes del hallazgo.

El barrio Los Ceibos donde
El barrio Los Ceibos donde fue encontrado el cadáver.

Guchea había sido visto con vida por última vez el domingo 14 a la noche. Su novia declaró en la causa que cerca de las 21.30 lo vio en la esquina de su casa del barrio Villa Dorrego charlando con alguien y que luego salió con destino a un hospital público, donde supuestamente iba a sacar un turno ginecológico para ella. De ahí en más nada se supo de él. En el expediente abierto por búsqueda de paradero se recolectaron pocas pruebas. Solo figuran testimonios de familiares y algunos dichos de personas que lo habrían visto por el barrio los días siguientes a ese domingo, pero nada certificado. Sólo dichos de barrio.

"Durante los días que estuvo desaparecido no hubo grandes avances en la investigación. Lo que llamó la atención es que la novia hizo la denuncia tres días después de que lo dejaron de ver. Eso es extraño pero tampoco es indicativo de nada. Los hermanos dicen que tuvieron que obligarla a que haga la denuncia porque ella no quería. La realidad es que no es necesario que una persona específica haga la denuncia pero esa es la versión que dieron en cuanto a la tardanza", dice una fuente policial que participó de la búsqueda.

Ernesto vivió casi toda su vida en el barrio Los Ceibos de Catán -donde lo encontraron- junto a sus ocho hermanos y su mamá, hasta que se mudó hace 4 años con su novia y sus suegros a una casa en el barrio Villa Dorrego, en la misma zona del conurbano. La relación entre los hermanos y la novia del joven nunca fue buena. Ni con ella ni con los padres.

Por eso, para ellos la mujer está involucrada en la muerte: "Ella tiene algo que ver. Hizo la denuncia muy tarde y porque la obligamos nosotros. Algo oculta", dicen los familiares cercanos a Ernesto, que aseguran que la novia del joven asesinado lo había denunciado por violencia de género. Eso fue constatado. La denuncia efectivamente existió, pero la Justicia nunca avanzó ni se le impuso ninguna medida de restricción de acercamiento. Incluso, siguieron viviendo todos juntos.

Sin embargo, para la Justicia, ni la novia ni su familia están involucradas en lo que sucedió. No hay ninguna prueba de que el asesinato haya sido en el marco de la disputa. En cambio, hay una hipótesis que crece y es la principal en el expediente.

Para entenderla, hay que remontarse al lunes 15, el día siguiente de la desaparición.

El sueño de Ricardo, el remisero

Aquel día, cerca de las 4 de la mañana, cinco delincuentes armados ingresaron a una casa en González Catán, a cuatro cuadras de aparecería muerto Ernesto donde diez días después.

En el interior de la casa dormía Ricardo, un remisero oriundo de Bolivia junto a su familia. Los ladrones los ataron y los golpearon. Alguien les había pasado el dato de que en la casa había mucho dinero. Fueron a buscarlo y lo encontraron. El dueño de casa les entregó más de $150.000 que guardaba en su habitación. Cuando estaban por escapar pasó algo insólito. Comenzaron a pelear entre ellos para ver quién iba a guardar el botín con gritos, insultos y golpes de puño, todo a la vista de la víctima. La escena del robo se había convertido en tragicómica. Terminó en homicidio: uno de los ladrones usó su arma y le disparó en el pecho a su compañero.

Finalmente se escaparon los cuatro que quedaban, arrastrando el cadáver.

Luego, Ricardo fue a declarar.

Te buscan, Ernesto: el afiche
Te buscan, Ernesto: el afiche que su familia pegó en la calle.

El remisero contó todo lo que sucedió pero no pudo (o no quiso) dar especificaciones en cuanto a las caras de los ladrones. Dijo que siempre lo tuvieron mirando para abajo. Una vez terminada su declaración, el remisero y su familia abandonaron la casa que alquilaban y no volvieron a aparecer en el barrio.

Horas después del hallazgo del cuerpo de Ernesto, una de sus hermanas declaró ante el fiscal Juan Tathagian, que investiga el crimen, que un vecino le contó que el domingo de la desaparición, en horas de la tarde, había visto al joven albañil hablando en una esquina con un hombre muy conocido en el barrio cuyas iniciales son J.R.L. Los vecinos lo señalan como el líder de la banda que ingresó a la casa de Ricardo.

Cuando la Bonaerense fue a buscarlo, el hombre se negó a colaborar o brindar información. Sólo habló en privado con Walter, otro de los hermanos de Ernesto, a quien le confirmó que ese domingo estuvieron juntos en una esquina conversando pero que luego se separaron y no volvió a saber más nada de él. La Justicia podría llamarlo como testigo en las próximas horas.

La sospecha más firme, en base a distintas pruebas y testimonios reservados y que constan en el expediente, es que Ernesto podría haber participado del robo de los $150.000. En un principio se creyó que había sido quien recibió el disparo pero la data de muerte derribó esa teoría. El asalto se produjo 10 días antes del hallazgo del cuerpo y el informe forense indica que el disparo ingreso al cuerpo del albañil 4 días antes de que fuera realizada la autopsia.

A pesar de esto, varias fuentes en el caso insisten en que la principal hipótesis va en este sentido pero ubicando a Ernesto en otro rol dentro de ese asalto: como posible tirador, o como quien vio lo que sucedió, y que su asesinato estaría enmarcado en un posible ajuste de cuentas por lo que sucedió aquella noche.

"Esa es la principal teoría que se tiene. No es una certeza pero son varios los elementos que nos indican que la investigación debe ir por ese sendero. Si bien no descartamos nada y sigue siendo un misterio lo que sucedió de a poco se juntan pruebas que apuntarían todo a un ajuste de cuentas por ese botín", dice con cautela alguien cerca del expediente.

Mientras tanto, los hermanos y hermanas de Ernesto descreen de esta teoría: "Nada que ver. Acá no hay ningún ajuste de cuentas. Era un pibe laburador que no hacía mal a nadie. Esa versión la quiere instalar la policía".

Infobae recorrió Los Ceibos, el barrio en el cual vive la familia de sangre de Ernesto y la mayoría de sus amigos. Es uno de los lugares más pobres y marginales del Conurbano. Pegado al Arroyo Morales y a unas seis cuadras de la Ruta 3, la zona se transita con mucha dificultad. Las calles de tierra y barro hacen muy complicado el paso de los autos y las casas son construcciones sumamente precarias.

La casa de la familia Guchea es una de las pocas que tiene algo de revestimiento en las paredes. Allí Ernesto se crió junto a sus 8 hermanos. Todos al cuidado su madre Roxana, una trabajadora social que fundó y pregonó el espacio Patria Grande de Juan Grabois en esa zona.

Cuando todavía no pasaron 24 horas del hallazgo del cuerpo, sus hermanos reparten tareas para realizar la gran cantidad de de trámites antes del entierro. Es jueves al mediodía y en breve realizarán el velotorio a unas 20 cuadras del lugar. "Es muy duro vivir en este barrio. Hay mucha pobreza y mucha delincuencia. Se vende droga en todas las esquinas. El narcotráfico se ve todo el tiempo. Hay pibes consumiendo en todas partes", dice Luis Guchea mientras espera el féretro.

"No no, para allá no vayas, a donde encontraron el cuerpo de Ernesto, allá por el arroyo. A esta hora está lleno de narcos con itacas", advierte un amigo de la familia. Uno de los pocos policías que pueden entrar al barrio confirma, en reserva, la advertencia. Dice que "es una zona complicada, tomada por el narco". "Cuando encontraron el cuerpo tuvimos que llevar a la gente de la fiscalía en varios patrulleros porque se pone peligroso".

Ahora la investigación judicial continuará con declaraciones de testigos y con exámenes complementarios a la autopsia. Además se continuará en el intento de ubicar al remisero que sufrió el robo. Su testimonio puede ser clave para saber si efectivamente Ernesto participó del asalto o si la teoría de la Justicia está equivocada.

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