El 12 de septiembre de 2016, poco después de las 8 de la noche, los vecinos de la calle Rouillón al 400 en la zona noroeste de Rosario oyeron un disparo en el interior de una casa.
Un llamado al 911 llevó a un grupo de policías a la puerta de la casa, la número 407 de la calle, donde los recibió Walter Santos Gómez, un hombre visiblemente alterado, que decía que su mujer se había suicidado. Gómez les entregó, envuelto en un trapo, el revólver calibre 38 con la numeración borrada que había supuestamente usado la joven que estaba embarazada de tres meses de su hijo para quitarse la vida.
El cuerpo de Estefanía Daiana Armanino, de 24 años, estaba en el suelo de una de las habitaciones del primer piso sobre un charco de sangre, con un disparo a la altura de la axila que daba, tanto a los efectivos de la Policía de Investigaciones (PDI) como al fiscal de la unidad de Homicidios Luis Schiappa Pietra, más de una razón para dudar de la versión de Santos Gómez.
Nadie se suicida de un disparo a la altura de la axila.
Todo indicaba incluso a simple vista -por las características de la herida y la trayectoria y ángulo del proyectil- que ese disparo no podía ser autoinfligido y que, además, no se había efectuado con el arma muy cerca de la piel. La autopsia y las pericias balísticas lo confirmaron luego: no era posible que Daiana se hubiera disparado a ella misma en ese lugar y a distancia.
Mientras los investigadores hablaban con los testigos, una vecina de mucha relación con la familia aprovechó para acercarse al fiscal Schiappa Pietra y decirle: "Hay una nena que quiere hablar con usted. Le quiere decir algo importante".
El funcionario accedió y, una vez en la casa de la mujer, se encontró con cuatro nenes sentados en un sillón que lo esperaban: eran los tres hijos de Daiana, de 4, 5 y 6 años, y un hijo de Walter.
El fiscal pidió entonces a un asistente que grabara con su teléfono la escena, según contó él mismo a Infobae, para que quedara registrado el momento en que iba a hablar con los menores: "No quería que nadie pudiera decir que yo podría haber influenciado o condicionado su testimonio, aún cuando no tenía claro qué me iban a decir".
El funcionario se agachó a la altura de los niños para conversar y mientras estos se interrumpían entre sí, queriendo contar lo que creían que había pasado esa tarde, la nena de 6 alzó su voz por la de los demás y le detalló al fiscal lo que había visto hacía instantes con sus propios ojos.
"No se disparó ella", le dijo: "Le disparó Walter. Yo lo vi. Hizo 'pum, pum' y ahora mamá está en el cielo con los angelitos".
En el relato de la niña -que fue incorporado a la causa y luego ratificado frente a un defensor y una psicóloga en su declaración en cámara Gesell– ella describió la escena del crimen que los peritos examinaron después. Una silla con ropa no permitía que la puerta de la habitación se cerrara del todo y desde esa hendija, desde afuera, ella vio cómo Gómez tomaba el arma y le disparaba a su mamá.
A partir de ese estremecedor testimonio y de otras pruebas en la escena, Santos Gómez, que tiene actualmente 35 años, fue imputado por el crimen y está preso desde entonces a la espera del juicio oral en su contra, que comenzará el próximo jueves 25 de julio en el Centro de Justicia Penal rosarino.
La historia detrás
Daiana estaba en pareja desde hacía apenas seis meses con Gómez y hacía tres que esperaban un hijo. Juntos vivían en su casa con los padres de Gómez, los tres hijos de Daiana. Eventualmente se sumaron los hijos de él.
Juan, el anterior marido de Daiana y padre de sus tres hijos -el primero de los cuales lo tuvo a los 17 años-, cumplía una condena por robo calificado y fue asesinado en agosto de 2014 en el interior del pabellón 2 de la ex Alcaidía de la Unidad Regional II.
A partir de los testimonios de las personas que convivían a diario con ellos, el fiscal Schiappa Pietra considera que hay múltiples elementos que prueban las reiteradas violencias a las que era sometida Daiana por parte de su pareja, que ya había cumplido una pena de cuatro años por robo calificado. Incluso consta en la causa un video extraído de su celular donde, en una especie de "juego" violento, es evidente cómo él la maltrata, de acuerdo a altas fuentes de la investigación.
A Daiana, hasta unos meses antes de morir, ya casi no le quedaba familia ni parientes directos con quienes convivir. Cuando era chica, había sido separada de su madre y su hermana menor y pasó casi toda su vida alejada de esa parte de su historia, hasta los dos o tres meses previos a su muerte. Su hermana Alejandra la buscó, quiso conocerla y reencontrarse con ella después de tantos años de distancia.
"Yo siempre supe que era adoptada y buscaba a mi familia biológica. Cuando tenía 19 años, y un poco impulsada por mi novio, contratamos un detective privado y la encontramos", cuenta Alejandra, que hoy tiene 23 años y era muy chica cuando fue dada en adopción.
"Cuando me dieron todos los datos esperamos unos días y fuimos a la casa a conocerla. Me recibió mi abuela, mi familia del barrio y después la llamaron a mi hermana", recuerda. "Empecé a verla casi todos los días y nos hicimos muy compañeras aunque fue poco el tiempo que estuvimos juntas. Nos queríamos conocer".
Pero Daiana ya vivía con Walter cuando ellas se reencontraron y siempre de alguna manera estaba presente cuando querían verse. Hoy, con la perspectiva que le dio el tiempo, Alejandra se hizo consciente de cómo algunas tragedias se anuncian en silencio.
"Tenía actitudes machistas, como las puede tener cualquier persona realmente, por eso nunca nos llamó la atención. Era un tipo normal", dice. "Vemos las noticias de lo que pasa en parejas violentas y lo vemos como algo lejano, pero en realidad no es así", reflexiona.
En una oportunidad, Daiana le dijo a Walter delante de su hermana y otras personas que "se portara bien" porque ahora tenía alguien a quien acudir y la respuesta de él fue premonitoria y de alguna manera tal vez podría explicar lo que ocurrió esa noche en la habitación de planta alta de Roullión 407. "Antes de irte te meto un tiro", le contestó.
Daiana no llegó a pedir ayuda pero ella, que gustaba de hacer bromas de humor negro, también de alguna manera lo anticipó. Una vez, en chiste, le dijo a su hermana frente a su mejor amiga: "Acuérdense que, si un día me pasa algo, fue Walter".
Y un día pasó.
Poco tiempo después, su tía llamó a Alejandra para avisarle que habían asesinado a su hermana. "Fue raro porque en el momento no pensé que había pasado esto, ni tampoco pensé que había fallecido", cuenta. "Y cuando llegué me lo dijeron".
Proceso oral y público
El comienzo del juicio, que estaba programado originalmente para octubre de 2018, se postergó varios meses y eso obligó también al juez Hernán Postma a prorrogar la medida de prisión preventiva sobre Gómez por un año más después del plazo legal de dos años. Finalmente, tras casi tres años de incertidumbre, se dará inicio al debate.
"Es raro que haya pasado todo este tiempo. Es como que pesa un poco. Más allá de todo, con cada audiencia te volvés loca, te pones ansiosa, te volvés a replantear y pensar en todas las cosas que pasaron. Es medio jodido que haya tardado tanto", dice Alejandra. "Va a ser duro porque va a haber pruebas y cosas que voy a tener que ver y que seguro no me hagan bien. Pero es necesario para cerrarlo".
Los tres hijos de Daiana -perdieron a su padre en 2014 y a su madre en 2016 en dos asesinatos- que habían quedado primero al cuidado de una vecina, viven ahora junto a su tía paterna, que obtuvo la guarda tras el crimen y también aportó información a la Justicia sobre los maltratos que los niños referían a los que los sometía Gómez.
El tribunal integrado por los jueces Mónica Lamperti, Gustavo Pérez de Urrechu y Román Lanzón decidirá, a partir de la semana próxima, si hará lugar al pedido de la fiscalía, que acusa a Gómez por el delito de homicidio agravado por la relación de pareja y por mediar violencia de género junto con la portación ilegítima de arma de fuego e hizo un pedido de pena de prisión perpetua.
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