"Una persona conflictiva", "una mirada intimidante", "un adicto", "un violento", "tiene cara de loco", "es agresivo con su familia", "me quiso robar".
Eso y mucho más dijeron ante la Justicia los vecinos del barrio Villa El Libertador, en Córdoba, sobre Fabián Alejandro Casiva, el joven de 25 años que será juzgado en un juicio por jurados a fines de julio por el brutal crimen de Azul Montoro, una trabajadora sexual trans.
Azul fue asesinada de 17 puñaladas y un fuerte golpe en la cabeza en la madrugada del 18 de octubre de 2017. Casiva, la última persona que fue vista en su compañía esa noche de martes, la había llevado en su moto hasta el departamento de una amiga de Azul que estaba de viaje, donde ella recibía clientes, para mantener relaciones. Allí, por algún motivos no esclarecido se produjo una discusión entre ambos y se desató la tragedia.
Una amiga de Azul llegó a las cinco de la mañana al departamento y la encontró muerta sobre un charco de sangre junto a la cama. En la habitación, la persona que la había matado también se ensañó con Bianca, la caniche toy que pertenecía a la amiga de azul: le clavó un cuchillo varias veces y le cortó la oreja, tal vez para frenar sus insistentes ladridos.
Luego, siempre de acuerdo a la imputación en su contra, se llevó el poco dinero, un celular y escapó.
En las horas siguientes a su muerte, las amigas y compañeras de calle de Azul descubrieron que su celular en WhatsApp figuraba siempre "en línea" y querían saber quién estaba del otro lado usando el teléfono de su amiga asesinada. Una de ellas inició una videollamada, del otro lado alguien contestó y lo vieron: Casiva, en silencio, había atendido y se dejaba ver sin decir nada.
Su cara rápidamente comenzó a circular en los chats grupales de todas las trabajadoras sexuales de la "zona roja" de la capital cordobesa y muchas confirmaron que se trataba de un rostro conocido. Fabián, petiso y de tez morena, orbitaba alrededor de las trabajadoras sexuales de esa zona.
Algunas declararon que Casiva aparecía para pedirles fuego o cigarrillos, que siempre tenía aspecto de estar drogado, que nunca tenía más de 200 pesos encima y que, cuando era rechazado por las chicas, se ponía muy agresivo e insistente. Esa noche había hablado con varias de ellas y nadie había querido irse con él porque, decían, andaba con plata falsa.
"Hola amiga, estuve viendo lo de Azul", le escribió una mujer de Villa El Libertador a una amiga de la víctima, cuando empezó a circular la noticia. "Sé quién es el de la foto, es vecino de mi barrio. Es una bosta ese chabón, mandalo en cana de una".
Casiva no era querido en el barrio y la relación con su familia era muy complicada. En octubre de 2013, cuando tenía 19 años, fue imputado por la Fiscalía de 2° Turno de Violencia Familiar por los delitos de privación ilegítima de la libertad personal agravada, amenazas calificadas y lesiones leves calificadas contra su madre y su hermana. Hasta las amenazó con prender fuego la casa.
Tres años después, en octubre de 2016, fue imputado otra vez por los delitos de lesiones leves calificadas y amenazas calificadas contra su madre, a quien sometía sistemáticamente malos tratos físicos y verbales. En esa oportunidad también le pegó con un palo y amenazó con un cuchillo a su cuñada, la mujer de su hermano, cuando estaba embarazada.
Según el relato de su hermana ante la Justicia, ella y su mamá sufrían sus ataques constantemente, pero su madre aún más, porque siempre resistía a darle dinero, por miedo a que la gastara en drogas. Principalmente pastillas, marihuana y "alita de mosca", cocaína de alta pureza. En su adolescencia le habían diagnosticado esquizofrenia y había iniciado un tratamiento en el Hospital Neuropsiquiátrico de Córdoba que después abandonó cuando se fugó del centro de salud.
Ahí mismo es adonde la policía lo detuvo por el crimen de Azul. Según su versión, Fabián había ido internarse para tratar sus problemas de adicción porque su mamá se lo había pedido. Dos días antes, algunas horas después del crimen, su hermana lo había encontrado pensativo, diciendo que lo iban a ir a buscar.
"Fabián, ¿qué te pasa?", le pregunto. "Me hice un hecho", le respondió él y señaló unos billetes y un celular. Ella se sorprendió porque siempre que tenía celular los vendía y porque el aparato era justo el modelo que quería ella. "Te lo cambio", le ofreció, y ella se negó.
"Vení", le dijo y la llevó a su habitación. Ahí le mostró un par de zapatillas y un bollo de ropa lleno de sangre que tenía escondido en su placard. "No lo quise hacer", le repetía.
Al otro día le pidió a su mamá que le lavara la ropa y se tomó un remis para ir al Neuropsiquiátrico. Le contó al remisero que la madre lo había visto consumiendo la noche anterior y que por eso debía internarse. Cuando quiso pagarle, el chofer no quiso aceptar los billetes que le ofreció porque estaban manchados de sangre. Asi que él sacó otros y le pagó 20 pesos de más "por la buena onda".
Una vez en el hospital, la policía lo descubrió y estuvo detenido hasta el 29 de diciembre de ese año, cuando un informe pericial indicó que era inimputable e internado en el hospital Aurelio Crespo en Cruz del Eje. Lo mismo había ocurrido en sus antecendentes de 2013 y 2016.
Sin embargo, la fiscalía que investigó el crimen de Azul a cargo del doctor Guillermo González y la querella del caso insistieron para que se realicen nuevas pericias: Casiva fue declarado imputable nuevamente en 2018. Se le retiró la mediación y volvió a estar detenido en el penal de Bouwer, cercano a Córdoba capital.
Ahora, el 31 de julio próximo será juzgado en juicio por jurados en la Cámara N°9 del Crimen de Córdoba por "homicidio calificado por violencia de género", es decir, femicidio: la fiscalía reivindica la identidad autopercibida por Azul y argumenta que el crimen fue cometido por el odio a su condición de género.
También será juzgado por hurto calamitoso, por el robo del teléfono y el dinero y por la violación de la ley N° 14.346 de protección a los animales contra actos de crueldad por el ataque a la perrita Bianca.
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