Gil Pereg, el doble femicida, dice que va a matarse: "Estoy loco, soy un enfermo mental, escucho voces"

El asesino de su madre y de su tía, al que llaman el “hombre gato”, denunció que durante el allanamiento le robaron "una fortuna". Habló de sus gatos, de su locura y dijo que iba a quitarse la vida. ¿Simula o es un enfermo?

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Nicolás Gil Pereg, en una foto poco después del crimen de su madre y de su tía, sentado donde enterró a las dos mujeres luego de la masacre
Nicolás Gil Pereg, en una foto poco después del crimen de su madre y de su tía, sentado donde enterró a las dos mujeres luego de la masacre

No maulló, ni intentó arañar a los guardias ni orinar sobre un escritorio. Esta vez, Nicolás Gilad Gil Pereg, el israelí de 36 años acusado de matar a su madre y a su tía en su casa de Guaymallén, ante los jueces del caso no actuó como un gato, sino como un hombre desesperado. Les pidió clemencia, lloró, mencionó diez veces la palabra suicidio y tres "me voy a suicidar".

-Me voy a suicidar, quiera o no quiera, pueda o no pueda. Encerrado como una bestia y sin mis gatos, mi familia, lo haré aun contra mi voluntad. Me robaron una fortuna, pero ni eso me importa.

-Vamos a tomar cartas en el asunto -le respondió el juez Sebastián Sarmiento.

Eso dijo Gil Pereg en la última audiencia de la que participó para pedir que lo internen en un neuropsiquiátrico. Estaba sucio, con las bermudas de siempre y mal olor porque jura que el agua le hace mal, como a los gatos.

"Estoy loco, soy un enfermo mental, escucho voces, soy un esquizofrénico, les pido por favor, hagan algo, en la celda me tiran agua, me quieren atacar, escucho voces y todas me quieren matar", clamó en un grado de desesperación que, según confió una fuente judicial, conmovió a uno de los secretarios de los jueces.

Su abogado, Maximiliano Legrand, afirma: "En el presente proceso se han vulnerado no solo los derechos humanos de una persona discapacitada sino los más mínimos y elementales principios de humanidad hacia alguien que no comprende realmente lo que está ocurriendo. Gil Pereg vive 23 horas al día encerrado en una celda sin salir los siete días a la semana, sin abrigo, sin ver a otras personas y siendo medicado para mantenerlo en ese estado sin que se suicide".

No quiere bañarse. Ni comer alimentos humanos. Pide que lo juzguen como un gato, no como un hombre. Jura que es virgen y que quería tener un hijo con su madre a través de una inseminación artificial.

En su celda, ante un guardia maulló con enojo, en cuatro patas, y amagó con arañarlo. A los periodistas que siguen sus traslados los mira y dice "Miau". A los jueces les pidió estar detenido con sus 37 gatos o que lo encierren con ellos en una jaula del zoológico. Ha llegado al Juzgado gritando y maullando y cuando los guardias lo llevaban otra vez hacia el penal se desnudó y defecó. En otra audiencia con los jueces, hace poco más de un mes, Pereg se desgarró la ropa y quedó desnudo. En cada encuentro con los magistrados, todos esperan que ocurra algo similar.

¿Robo o estrategia?

Pero esto no es todo. En las últimos días salió a la luz una información que surge de los abogados de Pereg: denunciaron que a su defendido le robaron 70 mil dólares y 25 mil euros que tenía en la casa y prácticamente no les prestaba atención porque vivía junto a sus gatos como un felino más. Esa suma, aseguran los letrados, era parte de la plata que tenía "desparramada por su casa", ambientada más para los animales que para él. La versión es que prestaba dinero. Y que en Israel realizaba apuestas clandestinas y huyó porque estaba en la mira de la policía y de un grupo mafioso.

Su defensa sospecha que ese dinero "desapareció" cuando fue detenido durante un allanamiento. "No sé qué es más preocupante, si el robo de sumas millonarias a Pereg durante su detención o que la Fiscalía no investigue al respecto, o el tema del suicidio, porque hacemos hasta lo imposible por que siga vivo y pueda tener un tratamiento", dice su abogado Legrand.

Nicolás Gil Pereg, de 36 años, está en la cárcel de San Felipe
Nicolás Gil Pereg, de 36 años, está en la cárcel de San Felipe

El israelí de 36 años, acusado de matar a su madre y a su tía en su casa de Guaymallén, Mendoza, sigue detenido en la cárcel de San Felipe. No solo el móvil del doble femicidio es un enigma, todo en él, hasta su pasado, lo es.

Pero su tío, Moshe Pereg, tiene otra teoría: que se fue de su país porque hacía apuestas por Internet y terminó endeudado. "Realmente era un genio que perdió la cabeza. Siempre fue un estudiante excelente y obtuvo tanto su título universitario como su maestría en Technion".

En ese campus universitario fue denunciado por desnudarse y acosar a cuatro estudiantes.

Moshe cree que en 2006 sufrió una crisis mental que no fue diagnosticada. "Cambió drásticamente. Cuando vine a Mendoza y vi cómo vivía no lo podía creer. Y me dijo que eran más importantes sus gatos que su madre".

En la cárcel, su comportamiento ha llevado a que otros presos intentaran atacarlo con fierros. Además son ellos los que deben limpiar la celda de Pereg. "Dale, gato, o te sacamos las 7 vidas, una por una", le dicen.

La caída

Pereg fue detenido el 25 de enero. Un día después, la Policía mendocina encontró los cuerpos de las mujeres: estaban enterradas en la casa del imputado. Su madre Pyrhia Saroussy, 63 años, fue estrangulada y su tía Lily Pereg, de 54, asesinada de tres tiros.

Habían ido a visitarlo el 11 de enero: el doble crimen ocurrió al día siguiente.

La casa donde vivía Gil Pereg: dormía en un colchón en el piso rodeado de sus gatos (Justin Vallejo)
La casa donde vivía Gil Pereg: dormía en un colchón en el piso rodeado de sus gatos (Justin Vallejo)

La versión del acusado es que estuvieron unas diez horas en su casa y luego las acompañó a la parada del colectivo. "Después las quise ubicar en el departamento donde estaban parando, pero no aparecieron", declaró en su denuncia. No le creyeron.

Habló con los medios. Como si todo hubiese sido obra de la inseguridad. "Es peligroso este barrio. Ahora me quiero ir a vivir a otra ciudad. Pongo en venta mi casa. Cualquiera que quiera comprarla, me avisa", dijo en una de las entrevistas. Es decir: mientras se buscaba a las víctimas, él parecía más preocupado por vender su casa.

Aunque tenía dinero como para vivir mucho mejor, Pereg dormía en un colchón sobre el piso, rodeado por sus gatos. No se bañaba y hacía sus necesidades en el patio. Además tenía gatos disecados.

"Era un hombre raro. Después del doble crimen, vino a comprar un arma que tira balines porque decía que lo perseguía la mafia de Medio Oriente", dijo el empleado de una armería que lo atendió antes de ser detenido. Sus vecinos coinciden en describirlo como alguien que casi no hablaba, un hombre que vestía siempre igual, que olía mal y que vivía entre gastos, como si fuera uno más entre los fines.

Alrededor de la figura del supuesto doble asesino se tejen mitos, teorías y algunas verdades. También falsedades. Una de ellas es que Pereg tiene un coeficiente intelectual (CI) de 180, es decir, más alto, por ejemplo, que el de Albert Einstein. "No sabemos de dónde salió eso, pero es mentira. Está claro que el acusado no actúa ni actuaba con inteligencia", dice una fuente con acceso al expediente. Otra es que pensaba construir un túnel subterráneo desde su casa hasta el cementerio cercano.

"Una vez unos chicos lo atacaron a piedrazos, pero él se ocultó. También se dice que estaba construyendo un túnel subterráneo para llegar al cementerio, que queda enfrente de su casa. Hasta lo vimos medir los pasos", aseguró un vecino.

Su madre Pyrhia Saroussy, 63 años, fue estrangulada y su tía Lily Pereg, de 54, asesinada de tres tiros
Su madre Pyrhia Saroussy, 63 años, fue estrangulada y su tía Lily Pereg, de 54, asesinada de tres tiros

La principal hipótesis es que las mató y luego las enterró en el fondo de su casa porque había una deuda de por medio. "Él planificó todo, hasta antes de los asesinatos denunció que le habían robado una pistola calibre 9mm y dos armas calibre 38", dice una fuente judicial.

Aunque ahora cobra fuerza otra teoría: que el doble asesinato tuvo que ver con su obsesión por los gatos y la suciedad en la que vivía. "Quizá le dijeron algo que no le gustó y las atacó", sospecha uno de sus abogados.

Tenía 40 armas registradas a su nombre, pero solo aparecieron dos. Hubo un tiempo en que, cuentan, tenía una casa de comidas y se hacía llamar "Floda Reltih" (Adolf Hitler al revés). Por esos días, hace unos ocho años, tenía rastas y llevaba un pedazo de cemento sobre la nuca.

"Es inimputable, lo dicen las pericias", asegura Maximiliano Legrand, uno de sus abogados. Para la fiscal Claudia Ríos, Pereg planificó los asesinatos. "Lo que se analiza es si al momento del hecho comprendía la criminalidad de sus actos. Por más que se crea animal o haga locuras, si en el crimen actuó con pleno conocimiento de sus facultades, se está ante alguien imputable", dice la fiscal.

Pereg intentó comprar un arma horas antes de ser detenido (Gentileza Los Andes)
Pereg intentó comprar un arma horas antes de ser detenido (Gentileza Los Andes)

Hace poco más de dos meses se difundió un video, grabado por un guardiacárcel, en el que un centinela abre la puerta de la celda del penal de San Felipe y se ve a Pereg desnudo, reptando, maullando como un felino enojado y tirando la mano como si pretendiera arañar a ese hombre.

Hay otros videos similares que no trascendieron.

Desde entonces lo llaman "El hombre gato".

Infobae también accedió al insólito pedido que Pereg le hizo a los jueces. El descargo del acusado estuvo cargado de desesperación:

-Necesito compañía. No puedo estar solo las 24 horas. No soy una persona, soy un gato y necesito estar acompañado por gatos, no por por personas. No puedo tener contacto con personas. Piensan que soy un loco, no pueden entender que alguien pueda vivir como yo, como un gato. Quiero que me traigan a todos mis gatos. A mis 37 gatos. Mis 37 hijos. No sé cómo los están cuidando. Si están bien o están mal. Otra solución es mandarme al zoológico y ponerme en una jaula con todos mis gatos. Son mis hijos. O mandarme fotos a ver cómo están. Puedo nombrárselos uno por uno.

Hace un mes y medio rompió el inodoro de su celda y escribió con materia fecal los nombres de sus gatos en una pared. Cuando le preguntaron por qué no usaba el inodoro, su respuesta desconcertó a todos: "Recibí la visita del señor Badjus, un gato anciano de 500 años. Me dijo que en el inodoro había un monstruo que quería devorarme".

Pereg pregunta y quiere saber dónde están "sus hijos", cada uno de sus 37 gatos. Uno de sus peritos cree que el femicida padece licantropía, una enfermedad según la cual un hombre puede sentirse un gato, un gorila, un perro y hasta un lobo.

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