El cálculo geopolítico se hace con algo de incertidumbre en los despachos de la seguridad nacional argentina: quizás sea solo cuestión de sentarse a esperar a la ola caliente de la muerte. En Latinoamérica, después de las FARC en Colombia, después de la Mara Salvatrucha, viene el PCC. Y al contrario de las maras o la FARC, el PCC está incómodamente cerca. Tras la primera visita al país de Jair Bolsonaro, algunos funcionarios se preguntan cuánto falta para que una de las peores bandas criminales de Brasil se atreva desembarcar con fuerza en territorio nacional. Tienen con qué para hacerlo: el poder de fuego, la mística magnética para sumar nuevos miembros y la absoluta falta de piedad.
Durante los últimos 25 años, el PCC, el Primeiro Comando da Capital, creado en las cárceles de Sao Paulo en venganza por la brutal masacre de Carandirú de 1993, pasó de ser una simple banda de sicarios y narcotraficantes a convertirse en la fuerza asesina más brutal debajo del Ecuador, con el no menos temible Comando Vermelho con el que se disputa territorios en enfrentamientos armados. El Primeiro Comando, en los ojos de la política brasileña, parece ser un demonio más inmediato. El atentado a puñaladas que sufrió Bolsonaro en plena campaña en la ciudad de Juiz de Fora fue atribuido en un primer momento al PCC. El autor, finalmente, no tuvo relación con la banda.
Hoy, el gobierno de derecha de Bolsonaro con el ministro Sergio Moro, el hombre que como juez metió preso a Lula, pone sus ojos en el PCC y en posiblemente endurecer los marcos legales y la guerra en su contra luego de que el presidente prometió "restablecer el orden" en su asunción de enero de este año. Una muy alta fuente en los organismos de seguridad argentinos traza su nueva forma de ver las cosas: "En la Triple Frontera, la presencia terrorista ya no es solo Hezbollah. No te podés quedar con eso. Hay que mirar para adelante". El temor en varios funcionarios, precisamente, es que el PCC sea considerado una facción terrorista y no como simples narcos y sicarios.
Las leyes más duras en Brasil solo podrían propiciar una sola cosa: su migración a la Argentina, donde capos narco como "Marcos" Estrada González en las villas porteñas no tienen una sola chance de resistir una toma de poder. Durante años, varias voces sin mucha idea en la materia aseguraron que Argentina se había "colombianizado" o "mexicanizado" en materia de narcotráfico. La realidad ni siquiera se aproximaba. Y durante los últimos años, los homicidios narco en la 1-11-14 o la 31 bis se redujeron al mínimo tras años de hervor. Que eventualmente venga el PCC introduce a la Argentina de lleno en la realidad más brutal del crimen de Latinoamérica, un cambio de paradigma que si no se detiene solo termina en el cementerio.
Hoy, por lo pronto, su núcleo más fuerte fuera de Brasil es Paraguay, en focos como Pontá Porá, que queda a solo cuatro kilómetros de Pedro Juan, la frontera seca con Brasil a la que se cruza fácilmente. Su caja máxima es el narcotráfico, con versiones sobre pistas de aterrizaje construidas en Paraguay para ingresar cocaína desde Bolivia.
Los operativos del PCC ya se instalaron hace tiempo en la sierra cocalera. En mayo de 2018, la Policía boliviana detuvo a Edson Da Silva, "Edgarzinho", un operativo del grupo que era un viejo conocido de la Policía de Sao Paulo, un asaltante caliente: en 1999 asaltó la casa de un empresario en Uracatuba y se robó 130 mil dólares, dos años antes había secuestrado a la familia de otro empresario para llevarse 1,7 millones de dólares. Llegó a Santa Cruz de la Sierra entre 2002 o 2003, para radicarse clandestimanete con un rosario de nombres falsos.
Cuando cayó, "Edgarzinho" fue ligado una compra de armas de alto calibre junto a un cómplice, un lote supuestamente destinado al PCC. En un celular incautado se encontró un video muy comprometedor, un hombre boliviano que carga panes de cocaína en un avión, en una pista clandestina.
Sin embargo, en la economía del PCC, la coca no es lo principal. El juego fuerte está en la marihuana paraguaya que se siembra de Pedro Juan Caballero, la commodity ilegal más consumida del continente, la que fuman los brasileños, los argentinos, los chilenos, con olor a verdura rancia y teñida de explotación y sangre.
Fiscales antidrogas paraguayos aseguran que el 80 por ciento del porro plantado en Pedro Juan se exporta a Brasil, el resto va al resto del continente. Los jornaleros de la zona se adentran en el monte, en áreas que le pertenecen a estancieros ricos, para talar hectáreas enteras de bosque de palmeras y sembrar marihuana oculta entre anillos de espesura que sólo pueden verse desde el aire en helicópteros, diez mil plantas por hectárea. Duermen en campamentos precarios, rodeados de mosquitos, apenas armados con viejas escopetas.
A los jornaleros les pagan 20 dólares por día: un kilo vendido por un acopiador cuesta más de 30, cada hectárea representa un rinde de tres toneladas. Si las fuerzas especiales los detienen pueden recibir hasta 25 años de cárcel, lo mismo que el narcotraficante que los contrata para plantar. Los fiscales aseguran que los jornaleros reciben un adelanto, un pequeño financiamiento de los jugadores que se disputan a tiros la zona.
Infobae entró esta semana al marihuanal de Pedro Juan Caballero, un campo de tres hectáreas a tan solo diez kilómetros al norte del aeropuerto internacional de la zona. Lo hizo en el marco de un operativo internacional en conjunto con Brasil y Argentina, con fuerzas especiales paraguayas y el SENAD, la agencia antidrogas del país.
El plan era talar la plantación entera a machetazos, erradicar un foco de cultivos que prometía un rinde de tres toneladas de porro por hectárea. El cálculo tiene sentido: de las 480 toneladas que el Ministerio de Seguridad argentino incautó en los últimos tres años, el 90% fue encontrado en rutas o depósitos dentro de la Argentina. Las horas hombre de personal para la tala cuestan mucho menos que la inteligencia criminal en los caminos.
El presidente Mario Abdo Benitez estuvo en el operativo con un chaleco antibalas. Se esperaba la presencia de Sergio Moro, que no estuvo en el marihuanal. En el lugar, hombres de la Policia Federal do Brasil se arremangaban las camisas de civil entre los mosquitos. Infobae les preguntaba sobre quién era el dueño de la maconha. Entre los posibles dueños mencionaban, principalmente, al Primeiro Comando, también al Vermelho, y al conflicto mutuo.
Patricia Bullrich también fue parte de la cabeza pública de la misión junto al secretario Eugenio Burzaco. En el avión de ida a Pedro Juan Caballero en un avión de la Fuerza Aérea, el Primeiro Comando fue un tema preponderante en la conversación con Infobae.
-Ministra, ¿cuán presente estuvo el PCC en las charlas entre los tres países?
-Bastante
Vivir con el diablo suelto en el monte
El sitio del periódico paraguayo ABC Color marca el rastro de sangre mezclada con pólvora. Solo alcanza con poner "Pedro Juan Caballero" y "PCC" en su buscador.
Los últimos tres meses fueron calientes en la zona, con arrestos por drogas y violaciones a la ley de armas nacional. A comienzos de esta semana, dos hombres del Comando de orígen brasileño cayeron en Pedro Juan con sus dos 9 milímetros cargadas; ya habían sido detenidos por el SENAD en 2017. Marcio Sánchez Giménez, alias "Aguacate", paraguayo y presunto jefe de sicarios local de la organización, ex jefe de seguridad de un capo local ya muerto, comenzó a ser cazado por un séxtuple homicidio ocurrido el 22 de mayo en el barrio Aurora. Poco después, un control caminero frenó a una camioneta con 75 kilos de dinamita en gel, lo suficiente como para un pequeño atentado, un cargamento también ligado al grupo.
Laura Casuso era una abogada de Formosa que defendió durante años a Jarvis Chimenes Pavao, uno de los hombres más fuertes en la historia del PCC de Pontá Porá. Cayó en 2009 en su mansión con un pequeño arsenal de armas largas, la cima de una pirámide de 200 hombres. Se dijo que hasta había montado una flota propia de aviones para mover droga, la aerolínea de bandera del PCC. Lo condenaron cinco años después a 17 años de cárcel.
El asesinato de su hermano Ronny en marzo de 2017, un ataque sicario de 14 tiros, fue particularmente grotesco. La aparente venganza fue peor. En marzo de 2017, la imagen de un cadáver descuartizado en un ataúd policial de plástico para traslado de cuerpos se viralizó en Argentina con una premisa falsa, se decía que los restos, una cabeza, dos piernas y dos brazos, con algunos pedazos de torso, pertenecían a un testigo de la causa de los narcopolíticos de Itatí, investigada por el Juzgado Federal N°12 de Sergio Torres. Los restos pertenecían en realidad a Américo Ramírez Chávez, un paraguayo de 37 años, jornalero de Pedro Juan Caballero, habían sido encontrados en un basural de un barrio pobre de Pontá Porá. Medios paraguayos como el ABC Color señalaban a Américo como uno de los responsables de la muerte de Ronny.
Casuso andaba en una camioneta blindada, le decía a sus familiares de vuelta en Argentina que Dios la cuidaba sin decir mucho sobre sus clientes. Ninguna de las dos cosas le sirvió. Murió en un hospital de Pedro Juan Caballero en noviembre de 2018 tras recibir diez tiros en cinco partes distintas del cuerpo.
Marco Alcaraz, fiscal nacional adjunto antidrogas de Paraguay, asegura que Casuso cruzó la frontera en más de un sentido: "Dejó su función y se volvió parte del PCC".
Sentado en un tronco quemado en el operativo del marihuanal, Alcaraz es el funcionario del Ministerio Público paraguayo de mayor jerarquía en la zona. Para Alcaraz, el cálculo es netamente geopolítico. "El PCC es netamente imperialista", asegura: "No permite que los paraguayos entren al mercado brasileño de la marihuana, se enfrenta con el Comando Vermelho en territorio paraguayo".
Sin embargo, su expansión en números no se trata de proteccionismo nacional. Bullrich en sus cálculos se apoya en el bajo número de presos brasileños, unos 40 en todo el Servicio Penitenciario Federal de acuerdo a cifras del Ministerio de Justicia para 2017. Pero los presos paraguayos son muchos más en las cárceles federales, 620 de acuerdo al mismo informe.
El PCC fue formado dentro de los penales. Y el PCC, precisamente, entra a una sociedad desde atrás de sus rejas. El fiscal Alcaraz asegura: "El Primeiro Comando capta personas de nacionalidad paraguaya en las cárceles". Lo hace con una herramienta tan sencilla como magnética: su batismo, su rito de iniciación, algo que los une en su estrategia a fuerzas como la Mara Salvatrucha, que crean una homogeneidad y una lealtad, un sentido de pertenencia.
Bullrich, sin embargo, sabe que la inteligencia criminal dentro de las cárceles puede ser la herramienta para quebrar una infiltración reclutadora del PCC en las cárceles argentinas. Lo cierto es que el sistema penitenciario tiene sus cejas alzadas en alerta al respecto hace un tiempo, con sus sospechas disparadas por una figura en particular, un viejo y terrible habitué del sistema.
Thiago Ximenes, oriundo del municipio de Osasco en Sao Paulo, un hombre consagrado al PCC, un bautizado, un iniciado. Recibió el alias de "Matrix" en su rito.
Y a "Matrix", básicamente, nunca fue fácil mantenerlo encerrado.
El hombre que atravesaba las paredes
Thiago fue echado de Paraguay con una bolsa negra en la cabeza en marzo de este año. Mario Abdo Benítez, el propio presidente de Paraguay, celebró con su extradición un tuit, mientras Ximenes era trasladado hacia Brasil, donde la Justicia a cargo de Sergio Moro lo requería por una larga lista de cuentas pendientes. La Policía Nacional paraguaya lo había detenido días antes en Villa Ygatimí, zona de Canindeyú, a unos 300 kilómetros al sudoeste de Asunción, luego de que se fugara de una dependencia de la Policía de Paraguay en diciembre de 2018, cumplía una condena por robo y violación a la ley de armas, una figura penal frecuente que la Justicia paraguaya le aplica a los hombres del PCC.
La Justicia argentina también lo requería. Sin embargo, el Gobierno argentino no lo quiso. Demasiado riesgo. No conviene tenerlo en casa.
Alias Matrix (PCC), ya va camino a Brasil! Felicitaciones a la Policía Nacional y a la Fiscalía! pic.twitter.com/S2wR7SE4v8
— Marito Abdo (@MaritoAbdo) March 11, 2019
No era la primera vez que Thiago se fugaba de un penal. Ya lo había hecho en agosto de 2013 de la cárcel de Ezeiza como parte de la mayor fuga de la historia reciente junto a otro hombre señalado como parte del Comando, Renato Dutra Pereyra.
Ximenes y Dutra Pereyra llegaron a Ezeiza con una condena pesada: 20 años de cárcel confirmados por la Cámara Segunda en lo Criminal de Resistencia, Chaco, por robo a mano armada, portación de arma de guerra y privación ilegítima de la libertad. Ambos estuvieron presos en la Unidad Nº 7 del SPF en Chaco, la Prisión Regional del Norte, una de las principales dependencias de máxima seguridad en el interior.
En 2010, la Unidad Nº 7 se despertó con un estruendo: un explosivo estalló en uno de sus muros aunque no lo perforó, un intento fallido. Un intento de liberar a Ximenez y Dutra Pereyra fue la principal hipótesis en los cálculos privados del SPF.
No era su primer intento de escaparse en Chaco, desde ningún punto de vista. Ambos se habían instalado en la provincia tres años antes tras dejar Brasil. Ya en 2007 se habían fugado de la alcaidía de Resistencia; intentaron repetir su hazaña al año siguiente en la misma dependencia junto a otros ocho presos, armados con cuatro pistolas, cuarenta balas y una granada.
Ximenes, sin embargo, no fue iniciado en Brasil, o en Paraguay. Su bautismo fue en Argentina, un honor tan horrible como excepcional: ocurrió el 18 de octubre de 2012 en la Unidad Nº9 de Neuquén, la primera ceremonia del PCC en una cárcel nacional.
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