El prestigio del pediatra Ricardo Russo se deshizo como arena en el agua en el lapso que dura un flash de noticias: el impacto de su detención por estar sospechado de producir y difundir pornografía infantil repercutió en sus relaciones sociales. Compañeros de trabajo, familiares y vecinos todavía no logran asociar al hombre solidario, respetuoso y formado que conocían (o creían conocer) con el monstruoso perfil que investiga la Justicia, y deambulan entre el estupor, la sorpresa y el misterio.
Russo, 55 años, vive en el "barrio River", en Núñez, a 100 metros del Monumental, pero nació y se educó en La Plata. Hijo de un médico, siguió el mandato familiar y se formó, primero, en la Universidad Nacional de esa ciudad y luego continuó en Estados Unidos y Canadá.
Al volver, se instaló en Capital Federal y desde hacía unos cinco años, junto a su esposa extranjera y sus dos hijos -ahora adolescentes- se mudaron a un chalet en la calle Bavio, donde muy poca gente lo conoce más allá de cruzarlo eventualmente en la vereda.
El barrio River es un conjunto de manzanas compuestas por casas grandes, en algunos casos lujosas, sin comercios donde la gente pueda relacionarse. Esa vivienda fue determinante para la investigación, ya que el IP de su computadora lo geolocalizaba allí cuando transfería material pornográfico infantil.
La vecina de una de las casas pegadas a la de Russo y su familia cuenta que se enteró por la televisión de lo que pasó con el pediatra: "Ayer (por el miércoles) a la hora en que todos los vecinos sacamos los perritos a la vereda hablamos pero nadie lo conoce mucho. Yo lo veía irse muy temprano y volver muy tarde, nada más. Es muy terrible lo que se dice que hacía".
Un hombre sale de la casa que está exactamente enfrente de donde vive (o vivía) Russo. No vive allí. Fue para airear la casa, donde vivía su madre, que murió hace tres meses. "Pero mi vieja me contaba todo lo del barrio, porque somos de acá desde hace 30, 40 años y alguna vez me dijo que la de esa casa era gente muy reservada", cuenta.
Es jueves y juega River, el barrio tiene las alteraciones de los días de cada partido. Vallados, tránsito alterado y muchos policías. Un grupo de agentes de la Policía de la Ciudad espera órdenes mientras toma mate en la esquina de la casa de Russo. Algunos agentes miran con curiosidad el frente de este chalet con arquitectura "ochentosa", con tejas y cerramientos de madera.
"Sabemos que vivía ahí el hombre pero no vimos ningún movimiento", explica uno de los agentes. En el hogar del pediatra, que hoy se negó a declarar ante las autoridades judiciales, nadie responde al timbre. Probablemente la casa esté vacía. En el zaguán, un sobre de Metrogas apoyado en el suelo delata que hace al menos varias horas que nadie pasa por esa puerta.
Russo es platense. Y en la capital bonaerense todavía vive parte de su familia. "No lo podemos creer. No entendemos qué pasó. Era todo lo contrario, bueno, simpático, amable, solidario, por eso no queremos hablar hasta saber qué pasó", se excusa una prima que, aclara, hace "bastante" que no se encontraba con su familiar.
"Es una persona de 10, el mejor médico en lo suyo, muy prestigioso, solidario, atendía gratis cuando iba gente que no tenía para pagarle, amable, generoso, no tenía nada por lo que uno pudiera sospechar algo así", admite la mujer. Así fue que Russo dirigó durante 11 años el servicio de Inmunología y Reumatología del Hospital Garrahan, a donde había ingresado en 1993, después de estudiar en América del Norte.
El pediatra, que era investigado desde hacía seis meses, fue apartado del Garrahan el último miércoles, inmediatamente después de su detención. Las autoridades abrieron un sumario administrativo y se presentaron como querellantes en la causa que lo investiga.
Los compañeros y el resto de los trabajadores también son presas de la sorpresa y el estupor. "La situación es de una consternación generalizada", dice a Infobae un representante sindical del Hospital Garrahan, que este jueves participó de una reunión de delegados para saber por qué, si se lo investigaba hace seis meses, las autoridades del hospital fueron alertadas recién ahora y a él se lo dejó trabajar.
Y explica: "Más allá del repudio a hechos aberrantes exigiremos explicaciones a la Fiscalía y al hospital sobre por qué no hubo medida alguna preventiva tras el allanamiento de noviembre" en la casa de Russo.
"Cuando se secuestran las computadoras, luego hay que analizar todos los datos, y esto lleva un tiempo, siempre, no es fácil", indicó la fiscal Daniela Dupuy, que lleva el expediente, y pediría la prisión preventiva para Russo.
El pediatra cayó luego de que desde Estados Unidos, Homeland Security Investigation (HSI) diera una primera alerta al gobierno de Brasil sobre varios usuarios que orbitaban alrededor de un solo IP. Russo fue detectado a través de eMule, un sistema P2P para compartir archivos y video que la Policía Federal monitoreaba desde la División de Delitos Cibernéticos contra la Niñez y Adolescencia.
Seguí leyendo: