Esclavitud y humillación: los testimonios de las víctimas de la secta de San Justo que captaba fieles y los despojaba de todos sus bienes

Liderado por la misteriosa "tía Eva", el Templo Filadelfia sometió a sus seguidores en el nombre de Dios para forzarlos a vender pan en la calle. Su campo de tormentos en Miramar y el hombre que se negó a ser rescatado

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Obediencia y el temor a
Obediencia y el temor a Dios: de fondo el Antiguo Testamento con los nombres de los hijos de Jacob, imagen del expediente.

"Si salíamos sin permiso o tardábamos en regresar teníamos que soportar el castigo. Nos golpeaban hasta dejarnos un ojo morado. Además nos humillaban. A algunos chicos les pegaban delante de sus padres, que lo permitían".

Las palabras pertenecen a J. A, una chica de 24 años. Los empleados de la fiscalía donde contaba su historia miraban sin poder creerlo. Algunas horas antes la joven había llegado sola, con un profundo temor a los tribunales de La Matanza.  Su testimonio le permitió a la Justicia descubrir una de las redes de trata y esclavitud más importantes de los últimos años en el Conurbano bonaerense, una organización que con el pretexto de la fe captaba fieles para quitarles sus bienes esclavizarlos.

Su testimonio fue solo el comienzo. Otras víctimas llegaron después. Infobae accedió a los testimonios completos de las víctimas del "Templo Filadelfia", un supuesto culto cristiano que era solo una máscara, basado en la estafa, el engaño y la humillación.

"El testimonio de esta chica fue el primero que recibimos. Ella llegó al templo junto a su familia pero logró escaparse. Vino a contarnos lo que estaba pasando. Ahí comenzamos una investigación que lleva casi 6 meses y continúa. Los detalles y el modus operandi son realmente increíbles. Una estructura muy grande.", cuenta una fuente ligada a la investigación.

Golpes por desobediencia, un campo de torturas en Miramar y otro en Balcarce, reducción a la servidumbre, insultos y discriminación. Sólo algunas de las características de esta organización que increíblemente estaba activa desde el año 2000 y estaba liderada por una misteriosa mujer, la "Tía Eva".

El viernes pasado, la Justicia realizó 11 allanamientos en distintos puntos de la provincia de Buenos Aires. La investigación fue llevada adelante por la Ayudantía Fiscal de Delitos Conexos a la Trata de Personas de La Matanza. En total detuvieron a 25 personas y rescataron a más de 45. Entre ellos menores de edad entre 11 y 12 años que nunca había ido al colegio.

La “tía Eva”, jefa del
La “tía Eva”, jefa del culto.

"Es sólo el comienzo. Queda mucho por hacer. Hay todavía gente prófuga. Nos encontramos con que las víctimas vivían en un estado deplorable. Algunos dormían en el piso y en otros casos cuatro en una misma cama. Pero lo más sorprendente de todo es que no querían ser rescatados. Ellos querían seguir ahí, sirviendo a la líder", relató sorprendido uno de los investigadores.

El Templo Filadelfia tuvo su sede central en la localidad de San Justo, en la calle Centenera al 3705, un gran edificio de cuatro pisos que se extiende desde la mitad de cuadra hasta la esquina y que también cuenta con muchos departamentos y habitaciones.

Allí, con la excusa de la fe y de "servir a Dios", la "tía Eva" y su grupo de pastores convencían a la gente de unirse a la comunidad. Primero les hacían creer que eran elegidos por el Señor, les decían que la voluntad de Dios era que ellos debían "trabajar para el Señor". Una vez que eran convencidos, se les enseñaba que la comunidad "nada es de nadie y todo es de todos".

De esta manera, en muchos de los casos registrados, les hacían entregar su dinero y vender sus propiedades que las víctimas entregaban como "ofrenda" al templo y a Dios mismo.

El siguiente paso, según lo que consta en el expediente, era persuadirlos de que debían vivir en los "departamentos" que los líderes poseían cerca del templo o en el mismo complejo. Además, tenían que trabajar en la panificadora de la organización. En el mismo edificio donde funcionaba el templo los fieles producían pan y salían a venderlo.

"Cuando uno escucha como funciona y visto desde afuera parece una locura que alguien pueda caer. Pero sucede. Dan todo lo que tiene y se entregan de lleno al líder que, teóricamente, habla en nombre de Dios. Lo cierto es que los hacen trabajar todo el día. En este caso particular haciendo y vendiendo pan. Todo lo recaudado va para la organización. Por supuesto, las condiciones de vivienda son pésimas, están hacinados y con muy poca comida", cuenta un testigo que conoció los movimientos del Templo.

Infobae accedió al relato completo de J.A, la joven que se acercó a la fiscalía del caso, el primer testimonio con el que contó la justicia para descubrir el funcionamiento del "Templo Filadelfia".

"En el año 2000 dos personas que conocía mi mamá le dicen que la voluntad de Dios era que mis dos hermanos, M. que tenía 16 años en aquel momento, y N. de 17, debían trabajar para el Señor vendiendo pan por la calle. Además le dicen que para eso debían vivir en el discipulado del templo de San Justo. Si bien yo tenía 5 años en ese momento pude conocer como fue todo", relató J.A.

La víctima continuó su relató: "A mi mamá la convencieron en el año 2001. Le dijeron nuevamente que la voluntad de Dios era que tanto ella como mis hermanos y yo nos debíamos ir a vivir a uno de los departamentos que tenían ellos. La convencieron de que la casa que teníamos en González Catán era insegura para una mujer sola con sus hijos por lo que debía venderla y entregarles la plata. Estas personas le dijeron con ellas íbamos a estar 'mejor todos'. En medio de la crisis del 2001 y la extrema confianza que mi mamá les tenía finalmente les hizo caso y vendió la casa. Les dio la plata y nos llevaron a vivir a una casa precaria en San Justo. Al mismo tiempo mamá empezó a trabajar en la venta ambulante de pan para ellos".

El altar principal del templo
El altar principal del templo en San Justo.

Luego, J.A contó cómo era la vida en el Templo: "No estaba bien visto ir al colegio. Cuando mis hermanos fueron a vivir al discipulado dejaron la escuela. Yo fui hasta los 11 años hasta que me obligaron a abandonar y también me puse a vender pan. Las reglas eran muy estrictas. Si llegabas tarde de vender, si nos veían en la calle sin hacer nada o si salíamos del templo sin permiso hacían una 'reunión de jóvenes' en donde nos leían un versículo de la Biblia que hablaba de desobediencia y delante de todos debíamos soportar el castigo. Esto eran golpes y cachetazos además de humillaciones con insultos".

La violencia y el adoctrinamiento son dos de los rasgos de esta organización criminal que quedan expuestos en el relato. En uno de los allanamientos encontraron varias biblias que en el interior tenían un papel escrito a mano con este texto: "Una forma de mostrar temor a Dios es obedeciendo. Me gusta porque me muestra que es bueno que seamos probados y afligidos porque eso nos lleva a buscar a Dios. A humillarnos delante de Dios (Sic)"

Una de las preguntas que le hicieron a J.A en la fiscalía tenía que ver con la "Tía Eva", la mujer que en el expediente está señalada como la líder: "Ella nos decía que era la "sierva de Dios" y que él hablaba a través de ella. Era la que le decía a la gente que debían vender sus casa para entregárselas al señor y la que los convencía de que debían servirlo", dijo.

De las pruebas recolectadas en el durante la investigación, que incluyó escuchas telefónicas claves, se descubrió que existía, como suele ocurrir en este tipo de organizaciones, una estructura piramidal en la cual la líder está a la cabeza de la organización y cada uno de los integrantes tiene su rol a cumplir. "En esta oportunidad nos encontramos con que estaban quienes daban las ordenes, también los pastores que daban las ceremonias y ayudaban a convencer a los fieles y aquellos que cuidaban y daban de comer a las victimas dentro del templo", señala una fuente judicial.

Dentro de la estructur, los pastores jugaban un rol fundamental. Eran presentados como enviados de Dios en la tierra. A muchas de las víctimas, sobre todo las que tenían un mayor poder económico, las hacían sacar tarjetas de crédito o débito a sus nombres y los convencían de hacerles extensiones a los pastores. De esta manera podían hacer gastos con los plásticos que eran titularidad de los fieles.

En una de las intervenciones telefónicas a las que accedió este medio, se escucha a la "tía Eva" preguntarle (de muy mal modo) a una de las mujeres encargadas de cuidar a la personas captadas si tenía el dinero suficiente para darles de comer: "¿Tenes plata para toda esta semana o no?", se escucha decir a la líder. Del otro lado la mujer responde que no, que se quedó sin dinero. La mujer que da las ordenes la reta: "Estoy por hacer un giro y no me avisas nada. Por qué no me decís 'Tía me estoy quedando sin plata', no me decís nada. ¿Tengo la bola de cristal yo?". La empleada termina por pedir disculpas.

J.A contó también en su testimonial lo que pasó con dos chicos que desobedecieron: "Ellos en el templo se habían puesto de novios. Se escaparon a tomar un helado y cuando volvieron una de las líderes los golpeó con los puños hasta lastimarlos. Todo esto pasó delante de muchas personas. Nadie hizo nada. Luego de eso los enviaron a un campo llamado El Descanso".

Según la investigación, ese campo, ubicado en Miramar, funcionaba como un centro de castigo y tortura.

Cada vez que alguien desobedecía una orden, sea quien fuera, era subido a una camioneta y trasladado hasta la ciudad balnearia. En el campo eran obligados a trabajar la tierra durante 15 horas. Además eran golpeados y los hacían dormir en el piso. Los tenían sin comer ni tomar nada durante días. Recién regresaban al templo una vez que los líderes consideraban que 'ya había aprendido'".

Una de las habitaciones de
Una de las habitaciones de uno de los líderes.

Por la sede de la fiscalía del caso pasó también un hombre de 35 años que contó situaciones insólitas. Lo más llamativo de todo es que lo hizo con total y absoluta normalidad: "Todo lo que ganábamos se lo dábamos a ellos. Nosotros no necesitábamos plata. Estábamos bien. Cada tanto nos sacaban a pasear. Nos llevaban a dar una vuelta".

En la sede del Templo Filadelfia en San Justo hay seguidores del culto que continúan su vida allí. La oficina de Rescate y Acompañamiento decidió que era mejor dejarlos ahí, ya que por la cantidad de víctimas no había suficiente lugar para alojarlos a todos. De acuerdo a investigadores de la causa ya no corren riesgo por qué las cabezas de la organización están detenidas y las panificadoras ya no funcionan.

Todos los detenidos se negaron a declarar. La Justicia trabaja para poder determinar con que figura legal serán imputados y, seguramente en el corto plazo, procesados. En los últimos días comenzaron a llegar llamados a la fiscalía denunciando el mismo modus operandi en Salta y Tucumán. A raíz de la cantidad de testimonios se formó un equipo de investigación para continuar lo que se viene trabajando e incorporar lo que pasa en otras provincias. También se recibieron denuncias de templos que funcionaban de la misma manera en Paraguay y Brasil.

En el allanamiento que se realizó en Bahía Blanca, donde funcionaba otra de las sedes de la organización, se dio quizás uno de los hechos que ejemplifican de manera contundente el daño que esta banda delictiva le producía a sus víctimas y el nivel de lavado de cerebro: encontraron en la parte superior de un edificio un hombre de 30 años durmiendo en el piso, semi desnudo abrazado a una biblia que no quería soltar. Los investigadores pudieron determinar que hacía 15 años que no pisaba la calle. Se negó a ser rescatado.

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