Roberto Cirilo Perdía entra a paso lento y con bastón en la sala del Tribunal Federal de San Martín. El ex líder histórico de Montoneros, pelo blanco ondulado en la parte trasera de su pelada, tiene aspecto de científico. Vestido con pullover color ladrillo y zapatillas negras se saca los anteojos y tarda en acomodarse. Es la primera audiencia de debate del juicio de lesa humanidad denominado "Contraofensiva Montonera", con la apertura de las testimoniales.
Perdía fue citado como testigo por su rol dentro de la Contraofensiva, ocurrida entre 1979 y 1980 en Argentina.
Pasaron 40 años y por esos hechos están imputados 9 represores del Ejército, acusados de privación ilegítima de la libertad, tormentos y asesinatos contra 94 víctimas. Los delitos fueron caratulados como crímenes de lesa humanidad "por haberse cometido en el contexto de un plan sistemático de represión desde el aparato estatal".
Perdía, de profesión abogado, saca unas carpetas y exhibe documentos que acreditan sus dichos.
El carácter de la Contraofensiva, según el testigo, "fue un acto de resistencia para resquebrajar la dictadura, no era una estrategia novedosa. En nuestra historia hay dos sectores enfrentados desde los albores de la independencia, uno que mira hacia adentro pensando en el desarrollo nacional, y otro que mira hacia el mercado mundial. Y la dictadura obedeció a ser el brazo armado del segundo. Lo que también se repite en nuestra historia es la resistencia de los pueblos", dice, locuaz, en lo que son sus primeras palabras ante el Tribunal.
Autor de varios libros, Perdía -que formó parte de la fundación del movimiento político, en 1969- en 2013 publicó "Montoneros. El peronismo combatiente en primera persona", donde, entre otros hechos, analizó a la Contraofensiva como "el sueño de una insurrección popular en 1979". En el libro figuran varias veces las palabras "error" y "autocrítica".
En una entrevista dijo algún vez: "Dimos con el diagnóstico pero no con la receta". Conocido como "El Pelado" en los círculos de la militancia, fue uno de los mentores de la llamada "Contraofensiva Estratégica".
La audiencia comenzó pasadas las diez de la mañana. A sala llena, los familiares de las víctimas se pusieron de pie y alzaron fotos de los asesinados y desaparecidos por la dictadura militar. Luego, hubo una demora en el comienzo del juicio en torno a la ausencia de dos represores, Roberto Dambrosi y Eduardo Ascheri. El abogado querellante Pablo Llonto dijo que comprobó, junto a peritos de parte, que Ascheri "simula un bronco espasmo para no venir al juicio" y concluyó: "Esto no es un plan vacacional, es un juicio de lesa humanidad".
La fiscal Gabriela Sosti pidió que la fuerza pública obligue a la concurrencia de los imputados que están bajo prisión domiciliaria y solicitó la revocación de la misma. Sin embargo, los jueces dieron pie al pedido de la defensa, y además dieron la orden de retirar a los acusados que estaban en la sala para que fueran llevados a sus domicilios. Cuando Perdía entró a testimoniar, los agentes penitenciarios ya los habían retirado en un móvil.
Perdía habló durante más de dos horas, con un breve intervalo, en un relato preciso y detallado que puso el foco en explicar el contexto de la Contraofensiva.
"El golpe militar apuntó a devastar la clase trabajadora pero a partir de 1979 crece la conflictividad. En ese año hay una huelga general y en la fábrica Peugeot de Berazategui se inicia un paro. La dictadura empieza a sentir esa presión y retrocede. En ese marco se da la Contraofensiva Montonera. Es vital entender que la dictadura militar en Uruguay duró 12 años, en Chile 17, en Bolivia 18 y en la Argentina duró 7 años. ¿A qué se debe que duró menos? El pueblo argentino fue el protagonista de esa caída y ése es el fruto conseguido".
Para uno de los cabecillas de Montoneros, cuadro ideológico que dirigió desde el exilio la Contraofensiva, la acción política fue ubicada en la línea internacional de la Revolución Sandinista en Nicaragua y la Revolución Iraní contra el Sha.
"El episcopado argentino no nos escuchó, teníamos una propuesta de paz. Muchos años después, se lo dije a Jorge Bergoglio, el ahora Papa, cuando era Arzobispo de Buenos Aires y él también lo silenció. Sólo se conmovió cuando le hablé del cura Jorge Adur, que se sumó a nuestra lucha y que Bergoglio conocía desde antes, había tomado mates con él en varios encuentros. Nuestra aspiración abarcaba una lucha integral", dice, con tono firme y claro, gesticulando con las manos.
Perdía muestra una revista "Evita Montonera" de 1978, donde lee en voz alta propuestas de su ex organización política tales como "eliminación de los centros clandestinos, convocatoria a elecciones generales, destitución de Martínez de Hoz, recuperación de los sindicatos". Y dice que la Contraofensiva se decidió a fines de 1978 y participaron más de 450 personas.
"El destino de cada tarea era conversado con los compañeros según intereses y objetivos. La mitad llego al país del exterior, sobretodo desde México y España, y la otra mitad fue reclutada de militantes que estaban en Argentina".
Explica que para concretar la Contraofensiva, el autodenominado Ejército Montonero planeó que sus miembros más activos se agruparan en dos unidades: las TEI –Tropas Especiales de Infantería-, un grupo comando entrenado en el sur del Líbano "destinado a efectuar operaciones armadas en el país"; y las TEA –Tropas Especiales de Agitación, Prensa y Adoctrinamiento-, que estaban consignadas a tareas de propaganda.
Compungido, Perdía asume que las principales bajas de Montoneros se dieron por la tarea política. "Ése fue un error nuestro de no prever los alcances de la inteligencia del ejército. Teníamos necesidad de estar en nuestra tierra y a veces nos exponíamos sin dimensionar el alcance represivo. No estuvimos equivocados con lo estratégico porque es notorio que había un clima de desestabilización, pero sí erramos en la lectura política, en lo táctico".
La voz ronca del ex líder montonero se quiebra. "Tengo mucho dolor, respeto y agradecimiento por los compañeros que lamentablemente fueron cayendo. Sobretodo por Armando Croatto, al cura Adur y Adriana Lesgart, a los que conocía personalmente", dice mientras algunas de las personas que integran las tres filas de familiares de víctimas, a sus espaldas, lagrimean en silencio.
Perdía contesta sin problemas a las preguntas de la defensa, que apunta a cuestionar la decisión de la cúpula montonera y cita como ejemplo la disidencias de Roberto Galimberti y Juan Gelman.
"No sé están juzgando las decisiones de Montoneros hacia el interior de la organización, se está juzgando los crímenes contra las víctimas del aparato de inteligencia del Ejército", interrumpe la fiscal.
"El accionar de Montoneros escapa al objeto procesal, son inconducentes esos cuestionamientos", dictamina el presidente del Tribunal.
La fiscal sabe que el testimonio de Perdía es medular para este juicio. Le pregunta sobre cómo eran las reuniones en el exterior para entender la lógica de las operaciones. Se detiene en algunos casos paradigmáticos, como el de Noemí Gianneti de Molfino, secuestrada en Perú y asesinada en Madrid.
-Doctor, le pido si puede detenerse en los casos que usted conoce -pregunta la fiscal Sosti.
-Ahora con los documentos desclasificados de Estados Unidos es más fácil. Causa repugnancia tener el cuadro completo del horror de la dictadura. No sólo era torturar, perseguir y matar sino actuar a sangre fría, plantando pruebas para dar vuelta los hechos, y además operaraban desde la prensa -responde Perdía.
Hace una pausa y entonces toma la palabra uno de los jueces.
-¿Qué otras acciones habían pensado?
-Nuestro plan militar era atacar al grupo económico de Martínez de Hoz. Teníamos información para organizar varios operativos. Pero no fue algo que salió bien.
Y concluye:
-La Contraofensiva no fue un esfuerzo en vano. Tenemos que entender que a mayor sacrificio de la resistencia popular, menor duración de la dictadura, y esto debe entenderse como una memoria del pueblo. Argentina debe agradecer esa gesta, esas vidas perdidas tienen sentido. Nosotros teníamos máxima convicción en lo que hicieron. Sé que no hay ninguna explicación que valga para los parientes de los asesinados. Pero ellos pusieron el cuerpo para que la dictadura no dure más tiempo y lo lograron.
Cuando termina, algunos lo aplauden y otros lo abrazan a la salida. Los parientes le agradecen su declaración.
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