En avión y en familia: la vuelta al barrio del temible secuestrador "El Negro Sombra"

Infobae visitó la casa del condenado por capturar durante 43 días al padre del "Corcho" Rodríguez luego de su polémica salida de prisión con libertad condicional. Diálogo incómodo con su hermano

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Sergio Orlando Leiva, “El Negro
Sergio Orlando Leiva, “El Negro Sombra”.

Aún no oscureció, pero en la casa blanca venida a menos, pintada de un blanco turbio como del color de la cal, se percibe por una pequeña ventanita en la puerta que la luz está encendida, un foco sin aplique que cuelga de un cable.

El foco es lo único que se ve. Todas las persianas están bajas. Adentro, en esa casa de la calle Libertad al 3000 en el Talar de Pacheco, partido de Tigre, ahora podría estar el secuestrador más peligroso de la historia argentina reciente: Sergio Orlando Leiva Pérez, el "Negro Sombra", el temible ex líder de una banda que convirtió los secuestros extorsivos en una industria y en una moda bestial de una época de crisis, una banda que secuestraba, torturaba, amenazaba con fusiles a sus víctimas, amputaba dedos y violaba.

La casa es la de su familia: el "Negro Sombra" la declaró como su nuevo domicilio fijo a la Justicia bonaerense. El lunes pasado, Leiva fue beneficiado con una escandalosa libertad condicional otorgada por el Tribunal Oral Federal N°1 de San Martín, el mismo que lo condenó a 34 años de cárcel, gracias al cumplimiento de los dos tercios de su condena. "Sombra", hoy de 50 años de edad, tenía para largo: debía salir de la cárcel recién en el año 2031.

Tiene una tobillera electrónica en una de sus piernas, pero eso no lo restringe en absoluto. No tiene ningún radio de movimiento delimitado. Puede ir a la cancha, al almacén, a donde se le antoje.

"Sombra", representado por defensores oficiales a lo largo de múltiples apelaciones, fue, por así decirlo, un preso modelo en más de 16 años de encierro. Nunca tuvo un informe penitenciario en contra, un reporte de mala conducta, a pesar de que el Servicio Penitenciario Federal lo consideraba un preso de "categoría A", de alta peligrosidad, capaz de captar nuevos secuaces en un pabellón.

Así, a "Sombra" lo movieron de cárcel en cárcel. Primero pasó por Marcos Paz, luego por el penal Rawson, donde terminaron capos temibles como César Morán de la Cruz, el sanguinario jefe del Playón Este de la Villa 31 bis, donde hoy el ex barra Alan Schlenker se queja de las condiciones de encierro. El SPF no podía dejarlo demasiado tiempo en un solo penal, les parecía un riesgo.

Nunca se supo cuánto recaudó su tenebrosa banda y qué pasó con ese dinero. En los últimos doce años, de acuerdo a registros previsionales, "Sombra" cobró casi cada mes el péculo, el llamado "sueldo tumbero", lo que ganan los presos por labores dentro del sistema federal de cárceles.

El penal de Senillosa en Neuquén, en medio de la estepa patagónica, una cárcel generalmente reservada para encerrar a abusadores de menores y violadores asesinos, fue su último destino.

De allí se fue en la tarde del lunes. Voló en avión, directo a la casa de su familia en El Talar.

La cuadra en El Talar
La cuadra en El Talar donde fijó domicilio el secuestrador.

Es jueves por la tarde, a tres días de la salida en libertad del "Negro Sombra". Infobae atraviesa la reja de esa casa y golpea la puerta. En el fondo hay chatarra, una segunda construcción. Se escucha la voz de una mujer que preguntaba quién era.

Enseguida, antes de que abrieran, un hombre que reparaba un viejo Renault 12 en la vereda de la casa de enfrente, corpulento, morocho, muy parecido al "Sombra" se acercó y encaró. Por unos segundos, los enviados de Infobae sospecharon que se trataba del viejo delincuente. Se acercó con cara de pocos amigos, un poco alarmado.

-¿Qué quieren? -preguntó el hombre del lado de afuera de la reja.

-Buenas tardes, somos periodistas de Infobae y buscamos a Sergio.

Sergio no está. Soy Gustavo, su hermano. Además tienen que hablar con él antes, no mandarse así. ¿Hablaron con Sergio antes de venir?.

-No tenemos su teléfono, discúlpenos. Vinimos directamente.

-Bueno, Sergio no está.

-¿Adónde fue?

-Salió. Puede ir adonde quiera.

-Tenía muy buena conducta dentro de la cárcel.

-Por eso tiene lo que tiene. Salió por buena conducta y porque cumplió dos tercios de su condena. Tiene una tobillera que es monitoreada. No viola ninguna ley. Pero no quiero hablar.

-¿Cómo está su hermano?

-Eso que se lo diga él si quiere hablar.

-¿Consiguió trabajo?

El hermano del "Negro Sombra" no responde la pregunta.

-¿Él había salido de la cárcel de Marcos Paz para ver a su padre, no?

-Si. Cuando estaba enfermo y cuando murió -responde Gustavo y con su cara da a entender que responde a desgano y quiere que el equipo de Infobae se retire.

-¿Usted lo iba a visitar a Senillosa?

-Era muy lejos. Mi hermana iba.

-¿En qué viajó su hermano desde allá para volver¿En micro?

En avión. Por favor, no quiero hablar más.

-¿Adónde está ahora su hermano?

Gustavo se queda serio. Da la sensación de que no va a responder. Pero dice, como si con esa respuesta fuera una manera de liberarse de contestar.

-Fue a ver a sus hijos. Listo. Ya está.

Esa respuesta no es menor. Surge un dato: que Sombra sale a la calle, a diferencia de -por ejemplo- Luis Valor, "El Gordo", el líder de la superbanda que recién salió de su casa un mes después de su liberación, para no meterse en problemas y por su acostumbramiento al encierro.

El barrio alrededor no está alarmado, no hay carteles de escrache, no hay sensación de repudio. La gente pasa y mira, más sorprendida por la presencia de tres periodistas que por otra cosa, un jueves a la tarde en una calle estrecha de un barrio empobrecido de poco césped, banditas de chicos que pican marihuana prensada haciendo un cuenco con sus manos, casas bajas castigadas por la humedad, gente trabajadora, un barrio familiar.

"A mí siempre me dijeron 'Churrasco Quemado' de pibe. Hay varios 'Negros Sombras. Yo no fui, Empecé a robar de pibito. Tengo ocho hijos, al menor le puso Antonio por el Gauchito Gil, el santo que desvía balas. A mi esposa le escribo cartas de amor", dijo "Sombra" hace diez años en una inusual entrevista.

Leiva continuó en el mismo reportaje: "En mi barrio, algunos de mis vecinos me adoran. Y hasta rezan arrodillados ante la cruz que él talló en madera y le agradecen los alimentos que dono a la parroquia San Francisco de Asís".

Quedan sus víctimas. Al igual que las personas que secuestraba de una manera siniestra con la supuesta connivencia de un comisario de su zona, víctimas a los que les lanzaba la comida a un piso infestado de ratas, el "Negro Sombra puede salir tranquilamente. Es muy probable, que durante todos estos años, sus víctimas nunca más hayan salido de sus casas con tranquilidad. Algunos murieron, otros llevan profundas cicatrices mentales. Otros siguieron adelante con sus vidas.

Cuando "Sombra" fue juzgado y luego condenado junto a sus secuaces, Mirta Beatriz Fernández, una de sus víctimas, enfrentó a sus verdugos y les dijo a los jueces: "Estos son los que me secuestraron y violaron". La banda no la miró a la cara.

En ese momento Mirta sintió una especie de alivio, en días en los que recordaba algunos momentos de la pesadilla que vivió atada y con los ojos vendados: la punta de la pistola, helada, sobre la espalda, la tenaza oxidada con la que jugaban con sus dedos, el torturador que hablaba como si masticara chicle, el perfume importado de uno de ellos, el color de los azulejos del baño, la frase de otro secuestrado escrita en el hierro de la cama ("Dios, quiero estar con mi familia"), el día que uno de ellos dijo que la iba a cortar en pedacitos mientras le apoyaba la punta de un fusil en la panza y el té con hierbas que le quemó la garganta y la durmió tres días.

A Ernesto Rodríguez, el padre del "Corcho", lo tuvieron 43 días encadenado a una cama. Le tiraban comida al piso, lleno de ratas, le gatillaban el arma en la cabeza y lo amenazaban con cortarle un dedo. Fue liberado a tiros por la Bonaerense en un rancho de San Andrés de Giles. Dos de la banda de "Sombra" terminaron muertos. Ernesto tenía 74 años.

Documento de la Sala I
Documento de la Sala I de Casación Federal: la pena que debía purgar Leiva.

Ahora, ¿qué hará "Sombra" con su vida, a los 50 años, después de estar más de 15 años preso? ¿Se sumará al delito polirubro, se convertirá en culata de  alguien más pesado, en empleado de algún capo? ¿Conseguirá un empleo?

Los delincuentes como él son casi fósiles. El secuestro extorsivo como él y su banda lo practicaban, con amenazas dementes, semanas de encierro y negociaciones agónicas por fortunas, ya no existe. Hubo apenas dos casos en todo el mes de marzo en todo el país según cifras de la UFESE, el ala de la Procuración dedicada a ese delito a cargo del fiscal Santiago Marquevich, un caso en San Martín, otro en Sarandí.  No duraron 43 días o 43 horas; un caso fue de apenas una hora, otro de seis. En la Argentina delincuencial del año 2019, un tipo como Leiva, un "Negro Sombra" en su esplendor, no tiene sentido. La plata sucia se hace de otra forma.

Mientras tanto, los fiscales especializados en la materia lamentan no poder apelar la libertad del "Negro", hablan de "riesgo" con el viejo secuestrador libre. Les preocupa mucho más que ningún funcionario de la Justicia que debía hacerlo se haya opuesto a que lo suelten

Mientras tanto, el barrio se extiende. Hay unos monoblocks comidos por la humedad cerca de su casa, camino a la Panamericana, con una pintada en una pared de cemento pelado. La pintada dice: "MAFIA CROTA".

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