Un ladrón de bancos retirado, un pesado que cargaba con dos muertes, cuenta que una vez compartió un traslado en una camioneta del Servicio Penitenciario Federal con un hombre que no le quitaba la mirada de encima.
"Era la mirada de un animal salvaje", recuerda el pistolero, difícil de intimidar. Pero ese día bajó la mirada. Luego el otro preso le dijo: "Soy el Negro Sombra". El robabancos estuvo a punto de largar una carcajada: la voz de ese delincuente era aflautada, casi amable. Una voz que no encaja en esa mole de carne y hueso que en su momento fue el criminal más buscado de la Argentina.
Sergio Orlando Leiva Pérez, el "Negro Sombra", recibió un beneficio escandaloso para un delincuente de su talla. El Tribunal Oral Federal Nº1 de San Martín decidió darle la libertad condicional tras cumplir dos tercios de su condena En 2016, el mismo TOF Nº1 había recomputado su pena a 34 años de cárcel luego de ocho condenas, .
El secuestro más resonante de su temible banda fue el de Ernesto Rodríguez, padre del empresario Jorge "Corcho" Rodríguez. El hombre pasó 43 días encadenado a una cama. Le tiraban comida al piso, lleno de ratas, le gatillaban el arma en la cabeza varias veces y lo amenazaban con cortarle un dedo. El secuestro ocurrió el 23 de diciembre de 2003 a una cuadra de la quinta de General Rodríguez, propiedad de la víctima.
Leiva usa tobillera electrónica: con sus movimientos monitoreados podrá ir a donde quiera, un delincuente que secuestró, fue acusado de matar, de generar terror a sus víctimas, amputarles sus dedos y sospechado de recibir protección policial.
Tal como publicó Infobae, lo habían condenado en ocho causas distintas en tres jurisdicciones. El redondeo de pena de acuerdo a legislación vigente lo beneficiaba en cierta forma: la suma de todas sus sentencias daba 101 años en total, el número incluyó también dos homicidios. Una de sus víctima de secuestro también fue violada, con un dedo amputado.
Prontuario oscuro
El hombre que recibió ese privilegio fue condenado a 21 años y seis meses de prisión por haber asesinado a dos jóvenes -Mariano Menéndez,y Guillermo Lindon, muertos a balazos- en 2002 por el Tribunal Oral en la Criminal Nº 3 de San Isidro.
También lo condenaron a 23 años por los secuestros de Mirta Fernández, de Rubén Astrada, el padre de Leonardo, ex entrenador de River, capturado el 26 de junio de 2003 cerca de su casa de Boulogne cuando iba a trabajar en su auto. Pasó 27 días encerrado. Para Pablo Belluscio fueron 43 días de vejaciones; lo liberaron tras el pago de 100.000 pesos. Al joven, que por entonces tenía 25 años, también le amputaron el dedo.
A Leiva también le adjudicaron tres crímenes y asaltos a mano armada. "El Negro Sombra", por su parte, sólo se hace cargo de los robos.
Todos esos secuestros tuvieron características similares: las víctimas fueron interceptadas por autos ocupados por hombres armados, en principio se pidió un millón de pesos de rescate y siempre amenazaron con amputar un dedo. En algunos casos lo hicieron.
De acuerdo con una investigación de Cristian Alarcón, que le valió ser amenazado, "Sombra" era protegido por un comisario y sus hombres. "Se comentaba que él laburaba para la gorra, por eso en cana le decían Cuco", revela un ex ladrón de blindados que se lo cruzó en un pabellón de Marcos Paz.
Cara a cara con una Sombra temeraria
Conocí al "Negro Sombra" hace unos doce años durante un juicio oral. Ya su presencia era temeraria. Llegó esposado y rodeado de nueve custodios con fusil en mano. Quedé de costado, contra una pared, a pocos metros suyo. A mi lado estaba Juan Carlos Blumberg, cuyo hijo Axel fue secuestrado y asesinado. Blumberg solía asistir a los juicios contra secuestradores. En un momento se hizo un silencio y Blumberg notó que el "Negro Sombra" sonrió. Indignado, el padre de Axel le dijo: "Asesino hijo de mil puta, caradura". "Sombra", que por entonces tenía 38 años, giró la cabeza, nos miró con furia unos segundos. Y volvió a mirar a los jueces.
Lo condenaron en todos los juicios que enfrentó.
Ese día, mientras lo trasladaban, le di en un papel mi nombre y mi número de celular.
A los pocos días, me llamó desde el penal de Marcos Paz. Al escucharlo, también me sorprendió su voz de pito. Antes de que le hiciera preguntas, dijo que no era tan malo, todo lo contrario.
"El apodo del que reniego lo heredé de mi viejo, un ex camionero parco y gruñón que llora con sólo pensar que yo podría pasar el resto de mis días en cana. Pero te digo algo. En mi barrio algunos de mis vecinos me adoran. Y hasta rezan arrodillados ante la cruz que él talló en madera y le agradecen los alimentos que donó a la parroquia San Francisco de Asís".
-¿Según usted está más cerca de ser un santo que un despiadado secuestrador asesino?
-No soy un santo, pero tampoco un secuestrador. Te voy a decir lo mismo que le leí a los jueces en una carta que escribí. "Soy un ser humano, no un monstruo o un mono. Los secuestros me fueron cargados a mi cuenta como el que le fía en el almacén a la señora de uno".
-Pero fue reconocido por las víctimas. Una mujer dijo que la violaron y la torturaron.
-Jamás haría eso.
-Una mujer que fue violada, torturada y mutilada no mentiría.
-Me da mucha pena lo que le hicieron. Pero le llenaron la cabeza. Yo no fui. Ni la conozco.
-Pero ella reconoce su voz, dice que lo vio y que la torturó con dos cables pegados.
-Lo repito. Jamás haría una cosa así. Ella dice que yo estaba sentado en la parte de atrás del auto y que le dije: "Perra, hace cinco meses que te estábamos siguiendo". Pero un policía declaró que en ese momento yo me estaba tiroteando con él. No puedo estar en dos lugares al mismo tiempo. Y me vio antes del reconocimiento de rueda. Eso no es válido.
-¿También niega su participación en los secuestros de Rodríguez y Astrada?
-No tuve nada que ver. Era otro "Negro Sombra".
-¿Hay más Negros Sombras? Da la sensación de que todo lo que dice es inventado.
-No me importa que no me creas. No soy el mítico "El Negro Sombra". Hay muchos en la villa. A mí me dicen 'Churrasco Quemado'. Además nunca secuestré ni maté. Mi cuerpo parece un colador: está lleno de tiros. La cana nunca me quiso agarrar vivo. En 2003, cuando era el más buscado, fui detenido en la Comisaría 23ª de Palermo por una pelea en la bailanta. Di un nombre falso y me largaron.
-¿Le pesa ser el delincuente más peligroso del país?
-Eso me da mucha gracia (se ríe). Tengo códigos y jamás secuestraría a nadie. Mucho menos violar o cortar un dedo. Tengo esposa, hijos y hermanos. Condenarme a mí, que no soy rubio de ojos celestes, es quedar bien con la sociedad. Dentro de poco me van a acusar de haber robado las manos de Perón.
-¿No conoce a ninguno de los integrantes de la banda? Se dice que usted trabaja para la Policía.
-Es mentira. Los vi el primer día de juicio. Esto está armado. No me probaron nada. El ex policía (Juan Carlos Gómez) me desvinculó. No voy a negar que soy ladrón. Pero no soy Satanás con ametralladora. Van a querer colgarme en una plaza ante el pueblo para pasarme por la guillotina, peinadito y afeitado. Me sacaron fotos y no tenía barba. Nunca usé, como dicen mis acusadores.
-Falta que ahora diga que les lee cuentos a sus hijos y que duerme con la luz prendida…
-¡Es que les leía cuentos a mis pibes! Tengo ocho. Al menor pusimos Antonio por el Gauchito Gil, mi santo. Y no soy bruto, eh… leí El Túnel, de Sabato. A mi esposa le escribo cartas románticas. Y duermo con la luz prendida. ¡Pero ojo, eh!, lo hago porque paso frío y la lámpara calienta más que la frazada. No es porque les tenga miedo a los monstruos. Con todo lo que dicen, ellos me tienen miedo a mí. Soy un tipo simple que además de robar ama a su mujer y a sus hijos.
Luego la llamada se cortó y no volví a hablar con él. Sentí que todo lo que había dicho era una fábula delirante que no hacía sombra a las pruebas contundentes de los delitos aberrantes por lo que fue condenado. Aunque ahora esté en su casa, cerca de la calle.