"Yo nunca me voy a dejar pegar por un tipo", le dijo Rosa Mariela González a una de sus hijas hace unos meses atrás en una reunión familiar. Estaba convencida de que no iba a volver a vivir una situación de violencia como la que ya había pasado hace varios años junto al padre de sus cinco hijos, del que ya se había separado. Rosa, de 54 años, nacida en Paraguay, vecina de Ensenada, era libre. Al menos, eso creía.
En la madrugada del domingo, Rosa cayó desde el departamento de su pareja, Rubén Víctor Miño, al terreno baldío ubicado justo al lado de la que compartían sobre la calle 124 entre 49 y 50 del barrio El Dique en Ensenada. La caída fue de casi seis metros de altura. Mariela, como la nombraban sus seres queridos, murió en el acto. Los efectivos del Comando de Patrullas de Ensenada fueron alertados por el llamado de Oscar, uno de los doce vecinos que viven en el complejo de dúplex donde ocurrió el hecho, con trece departamentos distribuidos en dos pisos. Del operativo también participó personal de la División de Homicidios de la DDI de La Plata.
Una vez en el lugar, los policías encontraron el cuerpo de González boca arriba con un fuerte golpe en la cabeza. A su lado estaba Rubén Miño, que intentaba maniobras de reanimación. También intentaba una coartada. "Yo estaba en el dormitorio, ella se tiró", fue lo que le dijo a los efectivos antes de que se lo llevaran detenido. Lo mismo dijo dos días después cuando declaró ante el fiscal Álvaro Garganta a cargo de la UFI N° 11 de La Plata.
La coincidencia resuena en el tiempo. El 14 de febrero de 1988, hace 31 años, Carlos Monzón lanzaba a Alicia Muñiz por un balcón hacia el patio interno de un edificio en el barrio La Florida de Mar del Plata. "Ella vino corriendo y se tiró al vacío", afirmó Monzón horas después del hallazgo. El campeón ya la había estrangulado.
Según consta en la declaración a la que accedió Infobae, Miño, empleado de mantenimiento del Teatro Argentino de La Plata, dijo que Mariela "tenía un carácter muy fuerte, era ciclotímica" y que lo vivía reprochando "por celos".
"Ella me celaba mucho, quería discutir. Tenía un carácter muy fuerte y yo traté siempre de no responderle para no pelear", declaró Miño.
Sobre el día del crimen, sostuvo nuevamente que la mujer de 54 años se lanzó sola después de una discusión que habían tenido, se colocó a él mismo en el lugar de víctima.
"Ella me quería pegar y yo la quise frenar. La paré de manos y me alejé. Me buscó con intención de pegarme y yo le digo, frenemos porque no quiero terminar mal. Ella se fue para la salida y me dijo que se iba. Abrió la puerta y se tiró por encima de la baranda", relató el hombre. También aseguró que la mujer estaba "depresiva"porque había discutido con uno de sus nietos.
Sin embargo, tal como con Carlos Monzón, la autopsia demostró lo contrario: además de un fuerte golpe en la cabeza producto de la caída, el cuerpo de Mariela tenía hematomas en el cuello compatibles con un ahorcamiento y también había hematomas debajo de las axilas como de zamarreo.
Por su parte Miño tenía lesiones en su torso y brazos compatibles con signos de defensa. Para los forenses las lesiones que encontraron son "pruebas contundentes" para hablar de un femicidio más que de un suicidio como intentó instalar el acusado. Según los investigadores, en la casa había rastros de una pelea. Además encontraron uno de los aros de la mujer en el suelo, el otro lo tenía puesto.
Tras los resultados de la autopsia, la carátula del expediente, "averiguación de causales de muerte", se convirtió en "homicidio calificado por el vínculo". Todavía restan una serie de pericias para saber si la mujer cayó ya inconsciente al vacío.
Para la familia no hay ninguna duda de que se trató de un femicidio. "Mi mamá no tenía ninguna depresión. Cualquiera que la conocía sabía que era una mujer alegre y vivía para sus hijos", contó Mariana, su hija mayor a Infobae. Según otros familiares, la mujer estaba planeando viajar a Paraguay, su país de origen, en abril para visitar a otro hijo que tiene y al que va a ver todos los años.
Mariela González había conocido a Rubén Miño diez meses atrás en un boliche de la zona llamado Block Desde entonces comenzaron a mantener una relación. "Él la pasaba a buscar en su auto y la llevaba a comer, a pasear. Venía a los cumpleaños familiares. Siempre estaba lado de ella. Ahora entendemos que era para controlarla", agregó Mariana.
Ella y sus otras dos hermanas, Edith y Micaela, reconocen que hace poco más de un mes y medio su mamá estaba distinta. "Ya casi no venía. Nunca se fue a vivir con él pero en el último tiempo venía muy de vez en cuando para nuestra casa. No atendía el teléfono o si atendía, hablaba rápido y cortaba. Se fue alejando pero jamás imaginamos que iba a terminar así", contó Mariana.
Mariela, por su parte, nunca les contó haber vivido una situación violenta con Rubén. Si hizo mención, más de una vez, sobre los celos de él: "El declaró que mi mamá era la celosa, pero a nosotros nos dijo varias veces que él era muy celoso y que estaba cansada de esa situación", aseguró otro familiar.
Por lo pronto, Miño continuará detenido en la Comisaría 3° del barrio El Dique donde está alojado desde el momento del hecho. La fiscalía no tiene previsto liberarlo ya que hay pruebas más que suficientes en su contra para acusarlo por el crimen de Mariela.
La próxima semana, la querella pondrá a disposición alrededor de 15 testigos que conocían la vida cotidiana de la mujer. Una pericia clave será la de los celulares, tanto de la víctima como del victimario. Ambos ya fueron enviados para analizar a un laboratorio informático de la provincia. Según una fuente de la investigación, Rubén Miño habría manipulado su teléfono antes de que fuera secuestrado por personal policial.
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