Carina Ortega sabía que su hijo Maximiliano era violento con las mujeres. Nunca imaginó que podía violarla. Un hijo que viola a su madre no entra en la cabeza de nadie. En la de Carina tampoco.
Carina tiene los ojos hinchados de tanto llorar en su casa del barrio El Palenque en la zona sudeste de Salta capital, camino a la Ruta 26, mientras intenta contener el llanto para contar su historia. Aprieta los puños, se muerde los labios, le duele el cuerpo. Siente el abandono del Estado, de las organizaciones de asistencia a las que acudió, de su familia: nadie la escuchó. Sabía que se enfrentaba a una bomba de tiempo. Está desconsolada, no sabe qué hacer, se sienta y piensa en esa noche, mientras su cuerpo es consumido por una artrosis, a sus 42 años de edad.
El camino hasta llegar al violento episodio es largo y deja exhibida la vulnerabilidad que enfrentan las mujeres de bajos recursos de la periferia de Salta. El machismo de su pareja, el machismo del sistema estatal, marcan la historia de Ortega desde el comienzo.
Carina asegura a Infobae: "Cuando mi hijo tenía ocho años, mi ex me lo quitó. Se lo llevó a vivir con él para criarlo porque decía que era su único varón. Cuando fuimos a la Justicia me argumentaron que yo no era solvente para criarlo por mi trabajo de empleada doméstica, pero si su padre. A pesar de eso yo nunca lo dejé, desde ese día hice de todo para recuperarlo". Carina mira al piso y recuerda con nostalgia al niño que fue: "Su mirada era clara, llena de amor, era buenito y educado mi hijito", dice, y rompe en llanto nuevamente.
A los diez años, Maximiliano conoció las drogas en el barrio El Palenque. A pesar de que su madre hizo varios intentos para recuperarlo fue un camino sin retorno: "Tenía 11 años y andaba a las 4 de la mañana por la calle. Cuando le pregunté a mi ex por qué dejaba que ande a esa hora solito me decía que él lo estaba criando para que sea bien hombre y libre. Yo seguía pidiendo que me lo restituyan, que lo iba a cuidar, pero me ponían trabas y papeleos".
En la adolescencia de Maximiliano ya se evidenciaban rasgos de violencia, primero hacia sus compañeros del colegio. Tras recuperar la custodia, Carina lo llevó un psicólogo. En 2014, su hijo fue diagnosticado con esquizofrenia psicótica. Maximiliano tenía 17 años. Ya nada fue igual.
"Todo se volvió incontrolable, él empezó a consumir pasta base, cada vez se puso más violento y robaba. Se golpeaba a él mismo, le pegaba piñas a la pared, decía que le estaba pegando a personas, que veía gente muerta" cuenta Carina.
Eventualmente, Maximiliano fue detenido y llevado al Centro de Menores en conflicto con la ley en el barrio Castañares, en la zona norte de la capital, pero su violencia no cesó: sus compañeros de escuela le temían, permaneció un año y ocho meses aislado por seguridad. Tampoco pudo ser internado debido a su edad; finalmente pudo ingresar al Hospital de Salud Mental Miguel Ragone cuando cumplió los 18.
Allí, Maximiliano comenzó a recibir un fuerte régimen de medicación. Su madre no lo dejaba de lado. Seguía junto a él.
"Lo dopaban con 18 pastillas por días, él se ponía temeroso, era muy triste verlo así y no sabía como ayudarlo, a pesar de eso nunca lo abandoné. Era difícil pero yo iba a hacer lo necesario para ayudarlo. Lo bañaba, le daba de comer, estaba pendiente de las pastillas y la hora que tenia que tomarlas. Pero no terminó nunca el tratamiento, lo dejaron ir antes de tiempo", dice.
A pesar de que en diversas oportunidades volvió a pedir que lo internen y rogó porque temía por la salud de su hijo,desde el Hospital le dieron una fría respuesta: "Me dijeron 'Ustedes piensan que esto es una guardería'".
Una vez más, a Carina le cerraban una puerta. "Si él hubiera hecho el tratamiento nada de esto hubiese pasado", dice.
En 2018, tras seis órdenes judiciales, Carina logró que vuelvan a internar en el Ragone a su hijo, que ya tenía 21 años. Insólitamente, Maximiliano fue puesto en una sala con niñas con trastornos mentales.
Carina temía por la integridad de esas nenas: sabía que su hijo era capaz de agredirlas. "Cómo lo van a internar con niñas, si ataca a las mujeres", dijo la madre a las autoridades del hospital. La respuesta que recibió fue de una particular crueldad: "Cuídelo usted entonces" .
También recuerda el destrato que sufrió de parte de una empleada cuando fue a pedir ayuda a un organismo estatal: "Cuando cobre la pensión por discapacidad se le va a pasar", le espetaron. La pensión provincial era de 3500 pesos mensuales, valor de 2018, mucho menos que los 5900 pesos que el ANSES establece para una AUH para un hijo con discapacidad .
Su hijo finalmente volvió a casa. La violencia continuó. Maximiliano destruyó el televisor de la familia una noche, golpeaba las paredes. Una noche, en algún punto de enero último, Maximiliano se volvió contra su propia madre. Carina no recuerda la fecha exacta en que ocurrió, no puede precisarla, la borró de su mente.
"Vino a las 8 de la noche con hambre y escarbó en las ollas. En la casa se come después de las 22. Yo le pedí que espere, pero se enojó. Tiró las ollas y vino por atrás, me agarró con el brazo en el cuello, hizo presión y me desmayé no me pude defender", dice Carina. Llora en cada palabra, pero quiere seguir: cree que es necesario visibilizar su calvario, tal vez así pueda lograr un poco de alivio, necesita contarlo, quiere hacerlo.
Luego de que su hijo la estrangulara hasta quedar inconsciente, Carina despertó:
"Cuando recupere el conocimiento estaba sin pantalón y él estaba encima de mí", recuerda. "Tenía mucha fuerza y no paraba. Intentando zafar agarré una botella y le pegué y logre sacarlo de encima. Lo que más recuerdo es su mirada, no era él, era una mirada hueca, no estaba su alma ahí, había odio", dice:"Se fue y quedé destruida".
Horas después, casi a la medianoche, Maximiliano volvió a casa. "Como si nada hubiese ocurrido", afirma Carina. "Mamá, ¿qué hay para comer?", le dijo su hijo al llegar. No recordaba nada.
Carina realizó la denuncia por la violación que sufrió: asegura que no recibió ninguna asistencia del Estado.
Una vez que se recuperó del ataque, fue a comprar la pastilla del día después como medida preventiva: no sabía si su propio hijo, un paciente psiquiátrico que la atacó sexualmente en su propia casa hecha de listones de madera en un barrio pobre de la periferia de Salta capital, la había dejado embarazada. "Estoy muerta en vida", dice: "Yo sabía que algo iba a pasar. Yo había avisado que era peligroso, nadie me escuchó y nadie me quiso ver".
Maximiliano fue detenido pocos días después en la localidad de Cerrillos, a 15 kilómetros de Salta Capital: lo sorprendieron mientras intentaba abusar de una chica. "Muchos vecinos venían a contarme que sus hijas o esposas habían sido víctimas de mi hijo. Yo lo único que podía responder era que lo denuncien o que lo maten. La impotencia de no poder ayudarlo me angustia. Yo ruego todas las noches para morirme porque me quedé sola. Mi familia se enojó, me dicen mala madre porque di a conocer el hecho. Me pusieron custodia policial, ¿pero para qué la quiero ahora? Me tuvo que venir a violar para que hagan algo", asegura Carina.
Maximiliano quedó detenido en la Alcaidía de Tribunales de la Ciudad Judicial de la provincia. La Fiscalía Penal 1 de la Unidad de Delitos contra la Integridad Sexual, a cargo de Sergio Federico Obeid, interviene en el caso de Carina. Así, el joven fue imputado por el delito de abuso sexual con acceso carnal agravado por el vínculo.
A partir de los informes recibidos, donde se da cuenta de la adicción a las drogas que padece el joven de 22 años y de la peligrosidad de sus actos, desde la Fiscalía se solicitó al Juzgado de Garantías N°3 la realización de una junta médica para determinar su estado de salud mental y si efectivamente comprende la criminalidad de sus actos, establecer si Maximiliano efectivamente es imputable.
Mientras tanto, el joven permanece encerrado con prisión preventiva.
A pesar de todo lo pasó, Carina intentó acercarle ropa y artículos de tocador ya que "está con lo puesto, sucio y abandonado", dice ella. Asegura que no lo dejan ver "porque ella hizo la denuncia contra él", según le dijeron en el Poder Judicial de Salta
"Su abuela intentó llevarle cosas pero no la dejan tampoco. Yo sé que cuando vuelve a la conciencia, cuando recupera la mirada siempre pregunta por mí, porque sabe que soy la única que lo va a cuidar, ahí le deben haber contado porque está preso. Ahora no puedo verlo a la cara pero él sabe que la única que siempre lo cuidó fui yo", asegura.
SEGUÍ LEYENDO