130. Ese era el número total de cápsulas que Carina había podido tragar, un kilo y 300 gramos de cocaína en preservativos de látex. Sabía que si una sola de esas cápsulas explotaba, su muerte estaba asegurada. Cada vez que la idea de morir se le aparecía pensaba en sus cuatro hijos que había dejado en Bolivia. Con los ochocientos dólares que le prometieron por llevar el cargamento a Buenos Aires iba a poder darle algo de seguridad a sus hijos, al menos por un tiempo.
Carina viajaba asustada sobre un micro con otros 20 envases más entre su ropa y su cartera. El 16 de septiembre del 2017, un perro de Gendarmería Nacional la miró, la olfateó y le ladró en la cara durante un control de la provincia de Santa Fe.
Carina no pudo disimular, pidió por favor que la lleven a un hospital antes de que una de las 130 cápsulas que llevaba en su estómago reviente. La mujer de 42 años no quiso hablar ante los jueces que la condenaron por miedo a que las personas que la contactaron busquen venganza con sus hijos. Prefería pasar unos años en prisión y volver con ellos vivos a Bolivia.
Hoy, Carina pasa sus días en la Unidad Penitenciaria de Mujeres en Ezeiza donde enfrenta una condena de cinco años.
David hoy tiene 39 años. El 4 de abril del 2018 no pudo pasar un control de Gendarmería en Salta mientras intentaba ingresar un kilo y 175 gramos de cocaína desde Bolivia hacia Buenos Aires. Lo interrogaron y estaba tan nervioso que no pudo sostener su mentira.
Durante el interrogatorio hecho por la Justicia salteña, David contó que lo entrenaron durante cuatro días en un hotel del centro de de Santa Cruz de la Sierra junto con otras dos mulas más que no conocía. Trabajaron sobre su capacidad estomacal y su garganta, había que ensanchar, primero con uvas enteras y después trozos de zanahoria: se trataba de textura, ancho.
Cuando David pudo evitar las arcadas y comenzó a tragar tal como los traficantes querían, llegaron los envoltorios de látex. En total transportaba 84 cápsulas. David fue uno de los pocos detenidos por este delito que declaró como arrepentido y la Justicia federal le otorgó la libertad.
Las organizaciones vinculadas al narcotráfico utilizan desde hace años esta metodología para transportar estupefacientes sin ser descubiertos. Principalmente porque es una forma "barata" para mover cocaína y, en caso de que la mula fuera detectada, no interrumpe su funcionamiento porque principalmente no tiene conocimiento de su accionar. Son muy pocos casos en los que la mula puede brindar información para desbaratar una de estas bandas.
Hace una semana, la PFA detuvo en una villa de Lomas de Zamora a Víctor V.R, un ciudadano boliviano de 48 años que era buscado por la Policía española con una circular roja de Interpol por un hecho cometido en 2005.
Víctor, vecino de Villa Centenario en Lomas de Zamora, había intentado entrar al Aeropuerto Internacional de Madrid en un vuelo desde Ezeiza con un total de 900 gramos de cocaína distribuidos en su cuerpo en 89 cápsulas. Trece años después, Víctor cayó.
Luego de interrogarlo, el juez federal Federico Villena lo liberó porque entendió que su participación en la banda delictiva de reducía en esa participación fallida en España. Mantenerlo preso no tenía sentido.
Son incontables las bandas dedicadas al narcotráfico que trafican droga en el país. Generalmente son internacionales y no usan una forma específica para transportar estupefacientes: mulas ingestadas, otras que esconden la mercadería en el cuerpo o equipaje, containers o correos postales.
Una de las bandas instaladas en el país que utilizaba mulas ingestadas para traficar cocaína dentro del territorio era la del capo narco "Marcos" Estrada González, acusado de controlar históricamente la Villa 1-1-1-11-14 en el Bajo Flores.
Hace un año, Infobae reveló que el padre del menor implicado en la muerte de Brian Aguinaco, el niño asesinado por un tiro en la cara de un motochorro a fines del 2016, era la pata final de una cadena de mulas que ingresaba cocaína de más de 80% de pureza al país desde Perú para Marcos Estrada.
Albert Cruz Villanueva vivía en la manzana 10 de la 1-11-14 y en 2006 fue detenido en el hall del aeropuerto de Ezeiza mientras esperaba a dos mulas ingestadas con casi dos kilos de cocaína en sus cuerpos. La Policía de Seguridad Aeroportuaria seguía la pista de dos mujeres que viajaban desde la aerolínea de bandera TACA. Cuando un oficial de la PSA las identificó y las interrogó las mujeres se pusieron tan nerviosas que terminaron confesando y dieron el dato de Cruz Villanueva.
El hombre tenía más de 80 entradas y salidas del país con diferentes destinos como Colombia, España y Venezuela. Terminó condenado a seis años de cárcel en septiembre de 2008 por el Tribunal Oral en lo Penal Económico Nº2.
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