Una mujer que mató a un hombre no fue condenada a perpetua porque se tomó como atenuante su dura historia de vida

Fue sometida por sus padres, tuvo que entregar a dos hijos y su hija fue violada cuando tenía 10 años. Asfixió y tiró a un pozo a un hombre que le pidió casarse y tener un hijo. Un jurado popular la encontró culpable de un delito menor al que había llegado a juicio y el juez le dio la pena más baja

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Raquel Baumgaertner mató el 1° de enero de 2017 a Pedro Schiefelbain. Lo asfixió con una bolsa de residuos y lo tiró en un pozo. Él quería que se casaran, tuvieran un hijo y vivieran juntos. Pero ella no. "Si vos no me das lo que yo quiero lo voy a tener con tu hija o con tus nietas", la amenazó. "Se me puso la mente en blanco", recordó ella dos años después ante un jurado de ciudadanos en el juicio oral por el crimen que cometió.

En ese blanco comenzaron a dibujarse las imágenes más oscuras de la vida de Baumgaertner: su crianza en el campo sometida por sus padres a tareas domésticas, tres embarazos en seis años -de los 17 a los 23-, la prohibición de su familia de que sus hijos vivan con ella, la obligación de dar en adopción a uno, la violación de su hija cuando tenía 10 años, la ligadura de trompas que su madre decidió por ella, una vida de padecimientos económicos, el abandono de todos los hombres.

"Yo le dije a Raquel  'o contás eso o tenés una perpetua', aunque igual la podía recibir. Desde un inicio se le planteó al jurado que íbamos a pedir una pena justa que contemple toda su historia sin negar el crimen", le dijo a Infobae Fabiana Vannini, defensora oficial de Bahía Blanca que representó a Baumgaertner, de 44 años, en el juicio

La acusación contra Baumgaertner era la de homicidio agravado por la relación de pareja que establece una sola pena: prisión perpetua. El 13 de diciembre pasado, el jurado de 12 ciudadanos la encontró culpable de homicidio simple y el juez Eugenio Casas le impuso la pena de ocho años, la menor para ese delito. "Su situación de historia de vida, una situación familiar y social de carencias para la Sra. Baumgaertner, las que la han colocado en una situación de mayor vulnerabilidad", destacó el magistrado en sus fundamentos.

El pozo en el que fue encontrado Schiefelbain (Foto: nuevodiadigital.com)
El pozo en el que fue encontrado Schiefelbain (Foto: nuevodiadigital.com)

Raquel nació el 27 de abril de 1974 en Cascada, un pueblo rural a 52 kilómetros de Coronel Suárez, en el centro-sur de la provincia de Buenos Aires. En 2010 vivían 11 personas, según el censo de ese año. Fue la menor de cuatro hermanos –dos hombres y otra mujer– y todos vivieron en ese pueblo.

En su infancia, Raquel se dedicó a las tareas domésticas que le imponían sus padres junto a su hermana, quienes fueron relegadas frente a los hermanos. Una familia con división de roles bien distintos. Raquel no terminó el secundario, no tuvo educación sexual en su casa – "nunca me hablaron de un profiláctico, de pastillas anticonceptivas, nada"– y siempre trabajó limpiando casas y sus hermanos son productores agropecuarios. "Ella cortaba leña, carneaba. Le pueden mirar las manos que parecen las de un hombre por el trabajo duro. Ella siempre trabajó", dijo Dante, uno de sus hermanos, en el juicio.

Baumgaertner amaneció el 1° de enero de 2017 en su casa de San José, una colonia alemana de Coronel Suárez, después de pasar fin de año con su familia. Esperaba que esa tarde Schiefelbain fuera a visitarla. El tenía 66 años y lo había conocido cuatro meses antes a través de Zulema, una conocida de Raquel del barrio y hermana de él.

Pedro llegó a la casa. En el juicio oral, Baumgaertner contó que estaba alcoholizado y que él le dijo que quería casarse y tener un hijo para vivir juntos porque su hermana lo había echado de la casa.

"Y empezamos como a discutir. Yo le pedía por favor que se fuera porque no quería problemas. Y él no se quiso ir. Siguió agresivo, volvió a insistir de formalizar, de tener un hijo y como yo le decía que no, llegó un momento que él me dijo 'si vos no me das lo que yo quiero lo voy a tener con tu hija o con tus nietas' y ahí fue donde yo después exploté. Cuando Schiefelbain me dijo esto de que si yo no le daba lo que él quería lo iba a hacer con mi hija o con mis nietas me bloqueé, de los mismos nervios que tenía me bloqueé, se me puso la mente en blanco y se me cruzó todo eso por la cabeza. La violación de mi hija, que el tipo quedó libre, no poder criar a mis otros dos hijos que mi hija siempre me reprochó 'mami ¿porqué no me puedo criar con mis hermanos y me estoy criando sola como estoy?'", declaró Baumgaertner en el juicio.

A los 17 años Raquel quedó embarazada. El padre de su hijo era un albañil de 42 años, casado, con dos hijos y conocido de su padre porque había trabajado para él. El hombre no se hizo cargo y nació Paula. Tres años después, a los 20, Raquel volvió a quedar embarazada y nació Oscar.

Raquel ocultó su embarazo para que sus padres no se enojaran. "El reclamo de mis papás a los embarazos eran que no nos podíamos mantener, éramos pobres, no alcanzaba para criar a una criatura como se debía criar. No había ayuda social, nadie ayudaba, era muy complicado donde la pasamos", declaró su hermano.

"Como yo estaba viviendo con mis padres y con mis hermanos lo tuve en el campo, atrás de la casa en unos pastos. Me trajeron al hospital con mi hijo en brazos. Después que lo tuve a mi hijo Oscar mi familia a mí me aceptaba con mi hija nomas, con Paula. Con los varones con ninguno de los dos. Y siempre, en cualquier de los dos nacimientos, era quedarme con los chicos con lo puesto en la calle o quedarme con mi hija en la casa a cambio de una cama y un plato de comida", recordó en el juicio sobre ese nacimiento.

Oscar vivió con Raquel, Paula y la familia poco tiempo. Después se fue a vivir con su papá pero lo maltrataba y terminó en una familia sustituta. El papá de Oscar era un peón del campo de la familia. Al chico le diagnosticaron esquizofrenia y fue internado en un neuropsiquiátrico.

A los 23 años, Raquel tuvo su tercer embarazo: "Con mi tercer hijo yo lo que quería era irme de mi casa porque ya no soportaba la situación porque me ponían frenos y trabas de todos lados. Conozco a un hombre de Buenos Aires. Me estaba por ir con él. Habré tenido trato un año y algo con este hombre y cuando me estaba por ir me entero que estaba embarazada. Y donde se enteró desapareció, me dejó sola. Mi familia reaccionó mal porque si yo ya me quedaba con mi hijo era otra boca más para alimentar. Y seguía siempre en la misma. Al no tener nada económicamente, al no tener ayuda de mi familia era prácticamente estar en estado de calle con los chicos o seguir quedándome con mi hija en el mismo lugar".

A la última consulta con el obstetra antes del parto, Raquel fue con su mamá. "Me extrañó porque siempre iba sola", recordó en el juicio. Lo que después supo es que su madre la acompañó para pedirle al médico que en la cesárea le ligara las trompas para que no tuviera más hijos. "En ese momento no sabía que significaba. Después sí, pero ya era tarde", contó Raquel.

Su tercer hijo fue dado en adopción por decisión de su familia. A Raquel le dieron de alta en el hospital y su hijo quedó allí. Firmó la adopción plena del menor. "Me hicieron viajar a Bahía Blanca y el juez que me atendió me hizo jurar que nunca iba a buscarlo", contó. Tuvo un varón y lo llamó Adrián. Pero Raquel no sabe donde vive, no si tiene ese nombre y nunca más lo vio.

A los 27 años Raquel dejó su casa. Conoció a un hombre –Juan Carlos González-, vecino de Cascada y se fue a vivir con su hija Paula. Pero los padecimientos continuarían e iba a vivir el peor de todos. El hombre violó a su hija cuando tenía 9 años. A Raquel le sacaron a Paula y la llevaron a un hogar. El violador nunca fue detenido y la causa fue archivaba.

El juez que tramitó la internación de Paula le dijo a Raquel que para volver a estar con ella debía tener un hogar. Sus padres habían muerto y de la herencia que dejaron uno de sus hermanos le dio una casa en San José y dos mil pesos. "Los hermanos le dijeron que tenía que firmar unos papeles que en realidad era la cesión de derechos hereditarios a favor de ellos. Un abogado le dijo que la estafaron porque había campos, maquinarias y alquileres que no heredó", le contó a Infobae su defensora.

Raquel recuperó a Paula y tuvieron un lugar donde vivir. Fue abuela de tres nietas que tienen seis, cuatro y un año y medio.

A Baumgaertner se le puso la mente en blanco ese 1° de enero de 2017. "Como él no se quería ya llegó un momento como que me sacó de quicio", recordó en el juicio. Contó que lo empujó, Schiefelbain trastabilló con el marco de una puerta producto del alcohol y cayó al piso, tomó la bolsa de residuos que estaba puesta en el tacho de la basura y se la puso en la cabeza. "Después es como que perdí noción del tiempo y qué pasó después no sé, no me acuerdo más nada", dijo ante las preguntas del fiscal Jorge Viego.

Lo que ocurrió fue que Baumgaertner ató de pies y manos a Schiefelbain con un hilo negro de nailon, utilizó dos bolsas de arpilleras para formar una sola donde metió al hombre y le puso seis ladrillos para que hicieran peso. Luego lo arrastró hasta el patio de la casa y lo tiró en un pozo ciego. La autopsia determinó que murió por axisfia mecánica por la bolsa en la cabeza y que tenía 1,6 de alcohol en sangre. Cuando fue tirado al pozo ya estaba muerto.

Cuatro días después, Baumgaertner confesó el hecho en la Policía. La familia de Schiefelbain hizo la denuncia y comenzó a buscarlo. Los vecinos le dijeron a la Policía que el hombre solía ir a la casa de Raquel. "En la Policía primero dijo que no sabía nada, se puso muy nerviosa. Hasta que les dijo 'yo tuve una vida muy difícil' y contó la violación de su hija. 'Lo maté yo, está en el pozo de mi casa'", recordó su abogada Vannini. Desde entonces está presa en el pabellón de mujeres de la cárcel de Bahía Blanca.

"Ella no quiso matar a Pedro, quiso matar al hombre que violó a su hija y a todos los hombre que la abandonaron y la postergaron en su vida", analizó Vannini.

Baumgaertner llegó a juicio oral –que se hizo en Bahía Blanca– y las claves de su defensa pasaron por convencer a los jurados que ella y Schiefelbain no eran pareja y contar la violencia de género a la que estuvo sometida toda su vida. "Toda su vida me lo fue contando de a poco. Hacía algo muy raro que era naturalizar lo que había pasado y empezó a salir toda la historia y empezamos a comprobarla con los testigos que ratificaron todo", contó su defensora.

Ella dijo que con Pedro eran amigos y no una pareja porque ella ya estaba en una relación con un hombre casado. Testigos del juicio lo ratificaron. Y su defensa planteó que no había vínculo y por lo tanto el homicidio no era agravado. Pero la Fiscalía y el abogado que representó a la hermana de Schiefelbain dijeron que sí. Se basaron en el testimonio de la sobrina de él que dijo que su tío le contó que eran pareja y en las llamadas que ese 1 de enero ella lo hizo.

La defensora Vannini –que trabajó el caso junto a Sebastián Cuevas y Florencia Martínez– también hizo hincapié en la vida de Raquel: "Le hablé al jurado de la violencia de género que sufrió desde su familia por lo que fue relegada desde chica, después por las parejas que tuvo y también por el estado porque la causa por violación de su hija fue archivada y el acusado nunca estuvo preso". E hizo una salvedad: si el jurado consideraba que eran pareja les pidió que la condena fuera por emoción violenta por la vida de Raquel.

También se basó en las pericias psiquiátricas que concluyeron que Raquel tiene un coeficiente intelectual inferior al de la media por el bajo nivel de instrucción que tuvo y el lugar en la vida que le dio la familia, que tiene pocas herramientas para resolver cuestiones de estrés y que es impulsiva.

La Fiscalía y la querella pidieron que fuera condenada por homicidio agravado por la relación de pareja y la defensa por homicidio simple. Los 12 jurados recibieron las últimas instrucciones –que su deliberación era secreta, que no tenían que dar fundamentos, que solo debían analizar lo que vieron y escucharon en las audiencias– y se reunieron para llegar a un veredicto.

Cuarenta minutos después volvieron a la sala de audiencias. "Nosotros el jurado encontramos a la acusada señora Raquel Marta Baumgaertner culpable del delito de homicidio simple por mayoría de 12 votos", leyó el presidente del jurado.

La casa de la colonia San José en la que vivía Baumgaertner y donde mató a Schiefelbain (Foto: La Nueva Radio Suárez)
La casa de la colonia San José en la que vivía Baumgaertner y donde mató a Schiefelbain (Foto: La Nueva Radio Suárez)

"Me arrepiento de corazón. Más de una vez me arrodillo en mi celda llorando y pidiendo perdón por lo que hice. No soy quien para quitarle la vida a nadie. Le pido perdón tanto a Zulema como a su familia", dijo Baumgaertner en el juicio.

Cinco días después se hizo lo que se conoce como la audiencia de cesura en la que se fija pena. El homicidio simple tiene una pena de 8 a 25 años de prisión. La querella pidió 25, la Fiscalía 22 y la defensa ocho. El juez Casas, del Tribunal Oral Criminal 2 de Bahía Blanca, le dictó ocho años.

Para dictarle la pena más baja del delito el magistrado tuvo en cuenta varios aspectos, entre ellos la vida de Raquel. "Fueron contestes la declaraciones en el debate en dar cuenta de hostigamiento por parte de sus padres, sometimiento a las decisiones de estos en su vida diaria familiar, de relaciones y laboral, lo que llevó a que fuese relegada a las actividades domésticas, sin poder hacer sentir su voz en la toma de decisiones", sostuvo el juez en su resolución a la que accedió Infobae y enumeró lo que vivió en cada embarazo. También destacó que "las parejas con las que ha convivido la han maltratado o abandonado a su suerte".

"Toda la situación familiar, de pareja y socio cultural que rodeó a la Sra. Baumgaertner durante su crecimiento como persona, influyó creando una situación de mayor vulnerabilidad, la que sin duda tuvo incidencia al momento de obrar en el hecho", destacó el juez Casas.

La pena de ocho años puede ser apelada por la Fiscalía y la querella para que sea revisada por la Cámara de Casación Bonaerense. El próximo paso de la defensa de Raquel es lograr la prisión domiciliaria.

-¿Creés en el justicia?, le preguntó la defensora a Raquel en el juicio

-Con la justicia me pasa como con Dios. Yo sé que Dios existe, a veces uno piensa que Dios no está con nosotros pero sí sé que está. Y me pasa lo mismo con la justicia.

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