El grupo de rock Callejeros cerraba el 2004 con tres recitales en el boliche "República Cromañón". El último iba a marcar por siempre a las familias de las 194 personas que fallecieron, a los sobrevivientes, a la sociedad que iba a vivir el fin de año más silencioso y triste que se recuerde, a los que luego se convertirían en condenados y al Poder Judicial, aunque para eso faltaba mucho.
Eran las 22:50 del 30 de diciembre cuando los músicos subieron al escenario. Comenzaron a tocar el tema "Distinto", lo que fue acompañado por bengalas, un ritual de los fans de Callejeros que la banda alentaba. No llegaron a terminar la canción cuando una pirotecnica tipo "candela" impactó en la media sombra del techo, se prendió fuego, el foco se extendió y llegó a una capa de espuma de poliuretano y otra de guata que estaban sobre la media sombra. El resultado fue emanaciones de cianuro de hidrógeno, dióxido de carbono, monóxido de carbono, óxido de nitrógeno y vapores de isocianato. Todo tóxico.
Del techo comenzó a caer fuego, la luz del boliche se cortó y ante el pánico la gente comenzó a salir en avalancha. El lugar estaba habilitado para poco más de mil personas pero había más del triple, no tenía permitido hacer recitales, solo funcionaba uno de los tres extractores, entre otras irregularidades. Fue un trampa mortal. Las puertas de ingreso habían sido cerradas y la salida de emergencia tenía un candado para evitar que la gente que no tenía entradas pudiera ingresar. "Era como la cámara de gas del nazismo", graficó años después un perito cuando declaró en el juicio oral.
194 personas fallecieron y 1432 resultaron heridas. Padres perdieron a sus hijos, hijos a sus padres, hermanos, amigos del barrio. Fue la peor tragedia no natural que tuvo el país.
¿Era previsible lo que ocurrió en Cromañón? Minutos antes del recital, Omar Chabán, gerenciador de Cromañón y que falleció en 2014 mientras cumplía prisión domiciliaria, le pidió al público que deje de usar bengalas. "Vamos a morir todos como en Paraguay", les dijo en referencia a un incendio que había ocurrido en agosto en un shopping de ese país. "¿Se van a portar bien?", le preguntó Patricio Fontanet, cantante de Callejeros, al público y le pidió que le hagan caso a Chabán.
¿Por qué Cromañón funcionaba con tantas irregularidades? Porque inspectores y oficiales de la Policía Federal cobraban coimas para no controlar o entregar certificaciones falsas.
Tres años y ocho meses después -el 19 de agosto de 2008- iba a comenzar el juicio oral contra 15 acusados, entre Chabán, los músicos de Callejeros, funcionarios del gobierno de la Ciudad y oficiales de la Policía Federal. Y para el Poder Judicial iba a ser histórico.
El proceso duró un año exacto-el 19 de agosto de 2009 se dio la sentencia-, declararon 300 testigo y la sentencia tuvo 2.451 páginas. Fue filmado íntegramente, los expedientes digitalizados para cada audiencia, todos los testimonios eran desgrabados, se usó una maqueta virtual en la que se recreó Cromañón, se elaboró un reglamento especial para periodistas y para el público y una oficina especial de la Procuración General de la Nación atendía y contenía psicológicamente a los sobrevivientes de la tragedia que declararon. Para muchos fue el juicio que marcó el futuro de los procesos orales en Argentina. Y además se hizo en la misma sala de audiencias en la que se realizó el juicio a los genocidas de las juntas militares de la última dictadura.
A 10 años del inicio de ese juicio hablan por primera vez con un medio los jueces del Tribunal Oral Criminal 24 que lo realizaron: María Cecilia Maiza y Marcelo Álvero. El tercer integrante, Raúl Llanos, se jubiló.
El tribunal entendió que en Cromañón ocurrió un estrago doloso y condenó a Chabán a 20 años de prisión, a 18 años al manager de Callejeros, Diego Argañaraz, y a un ex subcomisario y absolvió a los músicos. La sentencia iba a ser modificada por Casación. Fue uno de los cuatro juicios que tuvo el caso.
"Cada relato era convivir con la muerte, con el dolor. Esa atmósfera", dice Álvero. "Desde el inicio no teníamos ni siquiera un lugar físico para hacer el juicio", recuerda Maiza. La organización compleja y novedosa para un Poder Judicial acostumbrado a juzgar casos menores y la emotividad de escuchar el testimonio de los sobrevivientes.
Cómo fue la intimidad del juicio, la relación con Chabán y con los músicos de Callejeros, la violencia de la última audiencia, los momentos graciosos y las dificultades. Todo en el recuerdo de los jueces a 10 años de juicio oral por las 194 muertes que dejó la tragedia de Cromañón.
¿Recuerdan dónde estaban y cómo se enteraron cuando ocurrió la tragedia de Cromañón?
Maiza: Estaba ya de vacaciones en Brasil y me acuerdo que esa madrugada no me enteré. Yo tenía la costumbre en esa época de conectarme a Internet para ver las noticias y cuando leí el diario fue muy impactante y me llevó a distintas reflexiones. Pero jamás pensé en ese momento que me podría tocar intervenir en el caso
Álvero: Yo estaba con mi hija Camila, que en ese momento tenía meses, y era un día de un calor intenso, y estamos en casa prendidos a la televisión. No podíamos creer la tragedia. Y tampoco me imaginé que después la vuelta de la vida iba a llevar a que nos toque.
¿Y qué pasó cuando el caso les tocó?
Ambos se miran y se ríen
Maiza: Nos tocó bailar con la más fea. A nadie en el Poder Judicial le gusta que le toquen esos casos porque son muy difíciles de abarcar. Pero tenemos un compromiso con nuestra función y cuando toca, toca. Fue tremendo el impacto inicial porque en ese momento todos los jueces de los tribunales orales decían "al que le toque hay que colaborar" y cuando nos tocó la colaboración de muchos colegas fue cero. Inclusive los colegas del tribunal con el que compartimos sala de audiencias no nos la querían ceder para hacer el juicio de Cromañón. Nos ofrecían lugares insólitos como el sótano del edificio para que vayamos a trabajar. Además, yo prefería evitar un caso así porque somos de muy bajo perfil.
Álvero: Pero una vez que te toca te pones el overol. Sabíamos que teníamos la responsabilidad y eramos la cara del Poder Judicial. Mandamos a comprar todos los libros de habla hispana de derecho penal para analizar el caso. Sabíamos que era muy importante que estuviéramos preparados, nos podíamos equivocar, pero teníamos que estar preparados. Recuerdo que tuvimos una reunión con Lorenzetti (NdA: Ricardo Lorenzetti, entonces presidente de la Corte Suprema de Justicia) y nos dijo: "Acá lo importante es que ustedes dicten la sentencia lo más rápido que puedan. Todo lo demás es opinable". Nuestro gran desafío y compromiso era llegar a ese punto.
El juicio de Cromañón fue algo que hasta ese momento no se conocía en la justicia de instrucción por la cantidad de imputados, de víctimas, la presencia de familiares como querellas -acusadores privados- y de sobrevivientes como testigos ¿Cómo fue la organización y en qué cambió al tipo de juicio que ustedes realizaban hasta ese momento?
Maiza: Fue algo completamente distinto. La organización nos llevó mucho tiempo de pensar las cuestiones hasta mínimas de cómo organizar la entrada de público porque íbamos a tener un límite. Desde el inicio no teníamos ni siquiera un lugar físico para hacer el juicio. Nadie quería que ese juicio se hiciera en un lugar del Poder Judicial porque tenían miedo a los episodios de violencia que ocurrieron durante la investigación del caso en la Cámara del Crimen y en el Consejo de la Magistratura con familiares. Pedimos la sala AMIA de Comodoro Py y no nos la dieron. Como necesitábamos un lugar grande empezamos una peregrinación. Recorrimos galpones, cuarteles del Ejército, oficinas de la Marina. Eran lugares imposibles para hacer un juicio y lo plantemos.
Álvero: Finalmente, Luis María Cabral, un juez que integraba en ese momento el Consejo de la Magistratura, llevó la inquietud a la Corte Suprema que nos dio el lugar. La Corte nos puso un arquitecto, le explicamos lo que necesitábamos y nos hizo todo a medida para que entre toda la gente que tenía que estar. Por ejemplo, los pupitres con sus enchufes para conectar las computadoras.
En la previa del juicio una de las polémicas fue la instalación de un blindex en la sala de audiencias para separar de un lado al público y del otro a los acusados, sus abogados, la Fiscalía, las querellas y el tribunal. ¿Cómo surge la idea y por qué la implementan?
Maiza: Surge de la jueza de la Corte Carmen Argibay que por razones de seguridad había que poner ese blindex antes del juicio. Nosotros dudamos y nos dijeron que era una decisión tomada.
Álvero: Hubo un planteo de las querellas diciendo que ellos no iban a hacer el juicio en esas condiciones. Ese blindex fue el que después nos salvó de las agresiones.
El 19 de agosto de 2008 comenzó el juicio. ¿Cómo fueron los días previos?
Maiza: Una de las cosas que pasó fue que juramos.
Álvero: Nosotros éramos jueces subrogantes. Habíamos ganado el concurso pero para otros tribunales. Teníamos alguna inquietud de planteos por no ser jueces naturales.
Maiza: Extrañamente se demoraba nuestro decreto de cambio de tribunal. Nosotros habíamos aceptado quedarnos en este tribunal. Si nosotros nos íbamos el juicio quedaba desmantelado.
Álvero: Y a este tribunal nadie iba a querer venir
Maiza: Y juramos el 8 de agosto de 2008, 11 días antes del inicio del juicio. Inclusive le hicimos saber a las querellas que si no jurábamos no empezábamos.
Álvero: Y en la previa trabajamos muchos con nuestro grupo y hacíamos lo que se llama "tormenta de ideas". Y de esas ideas se iba construyendo algo consensuado. Algunos chicos del tribunal se encargaban de las guías diarias de convocatoria de testigos, otros de recibirlos, otros bajaban las declaraciones y las desgrababan. En la sala de Cromañón entrabas y veías chicos con auriculares desgrabando las declaraciones.
¿Qué recuerdan de la primera audiencia?
Álvero: Nervios.
¿Y miedo?
Álvero: Miedo de no estar a la altura de las circunstancias. Desde lo profesional no porque estábamos preparados desde lo jurídico. Nos asustaba el marco por la exposición porque tenemos un perfil bajo.
Maiza: Estábamos preocupados porque iniciábamos algo de mucha trascendencia. Y preocupación de poder llegar al final.
El juicio tuvo muchos actores trascendentes: Omar Chabán, los músicos de Callejeros, funcionarios públicos, los familiares, los sobrevivientes, los fanáticos de la banda. ¿Cómo fue la relación con cada uno de ellos?
Maiza y Álvero: Chabán era un personaje.
Álvero: Fue muy respetuoso. Recuerdo su primera indagatoria que nos recusó.
Maiza: Empezó a divagar en su declaración y la gente se iba irritando porque hablaba sobre su trayectoria y sacaba revistas. Y en un momento él decía que no lo escuchábamos y yo le pido que converse con sus abogados para que declare sobre el hecho por el que estaba imputado. Y nos recusó, lo que fue rechazado por Casación.
Álvero: Pero en las últimas palabras del juicio tuvo una actitud de empatía. Nos nombró a cada uno de nosotros señalando las virtudes, incluso de los abogados de las querellas. Fue un personaje.
¿Tuvieron trato personal?
Maiza: No. Mas que el trato de cruzarnos. O de compartir el baño que era el único que había para todos. No tuvimos reuniones personales con ningún acusado. Las únicas reuniones fueron con los letrados en el ámbito de audiencias preliminares.
Álvero: El grupo Callejeros fue sumamente respetuoso. Inclusive cuando quedaron detenidos avisaron que se iban a presentar y nunca tuvieron ningún gesto hacia nosotros. Con los abogados querellantes también tuvimos una buena relación.
Cromañón fue la primera vez que en la justicia hubo un grupo de familiares muy grandes interviniendo en un juicio oral con un rol muy activo, inclusive con posturas diferentes entre ellos y que algunos fueron muy críticos de su actuación. ¿Cómo fue la relación con ellos?
Maiza: No fue una relación directa.
Álvero: Nunca quisimos levantar demasiado el perfil porque entendemos que puedan estar enojados y por eso nunca quisimos darnos notoriedad. Entendemos la bronca o el dolor que pueden sentir hacia nosotros. Pero durante el juicio no tuvimos problemas
Maiza: Salvo el día final cuando se leyeron los fundamentos que hubo reacciones. Sí le prohibimos el acceso al juicio a algunos familiares que ya habían generado problemas, incluso acá en el tribunal oral que los denunciamos por una amenaza en la mesa de entradas. Ese fue el único pequeño grupo que fue muy revoltoso y que durante la instrucción del caso habían tenido episodios de violencia.
Sí tuvieron una relación distinta y especial con los sobrevivientes de Cromañón que declararon como testigos
Maiza: Si. Ellos eran asistidos por una oficina con un grupo de psicólogos que los acompañaban. A quienes tenían más temor nosotros habíamos dado un permiso para que ingresen a la sala de audiencias en la que iban a estar y la conozcan por el tema del miedo escénico que podía perjudicarlos en la declaración. El día del juicio el juez que presidía la audiencia los recibía, los decía lo que iba a pasar, les pedíamos que nos miren a nosotros para que no se pongan nerviosos, si necesitaba parar que nos lo dijeran. Era gente que había perdido un hijo, un hermano. Eran situaciones muy duras.
Álvero: Hubo casos en los que en la evaluación previa dijimos que no estaban en condiciones de declarar y no lo hacían. Y ninguna parte lo objetaba. Recuerdo mucho a una señora que fue vestida con la ropa que tenía el día que estuvo en Cromañón. Tenía toda la ropa quemada e insistía porque decía que lo necesitaba. Fue un quiebre emocional terrible para todos.
Maiza: Esa mujer perdió a una hija que había entrado al boliche a buscarla a ella.
El juicio fue convivir con la muerte todo el tiempo
Álvero: Después del juicio nos enfermamos los tres del dolor que absorbimos.
Maiza: Tuve un problema de columna que no me podía mover.
Álvero: Consultamos con médicos y nos dijeron que era el precio de la tensión de mucho tiempo.
Álvero: Cada relato era convivir con la muerte, con el dolor. Esa atmósfera. El perito Raffo (NdA: el médico forense Osvaldo Raffo) declaró que Cromañón era como la cámara de gas del nazismo. Eso fue letal para nosotros.
Muchos abogados me dijeron que sobre todo las primeras audiencias había un clima hostil. Algunos acusados tuvieron que quedarse horas en el Palacio de Tribunales para no cruzarse con familiares. ¿Ustedes cómo lo vivieron?
Maiza: Fue un clima de convivencia. Sí hubo roces, disputas entre defensas. Pero hubo mucho respeto entre las defensas y las querellas. Compartíamos y nos veíamos siempre en los cuartos intermedios.
¿Hubo momentos de distensión?
Álvero: Si. Nosotros mismos tratábamos de generarlo.
Muchos recuerdan una anécdota del fiscal Jorge López Lecube cuando declaró un testigo que se llamaba Bruno Díaz, como Batman
Maiza (se ríe): Si, el fiscal dijo "ahora va a pasar el joven Bruno Díaz" (NdA: así era como lo llamaban en la serie). El humor es una forma de poder llevar todas estas cuestiones.
La causa tuvo una parte política que fue la destitución de Aníbal Ibarra como jefe de Gobierno de la ciudad. ¿Tuvieron presiones, pedidos de sectores políticos?
Maiza y Álvero: Nada.
Maiza: Jamás.
Álvero: Ni siquiera alguien que se haya insinuado. ¿Y te confieso algo? Nos llamó la atención porque corren tanto rumores de las presiones a los jueces y entendíamos que era la causa mas importante que había en ese momento y nunca nadie nos dijo nada. Dicen que esta gente se acerca a quien sabe que puede influir y nosotros tres tenemos un perfil que no nos llegan.
El día de la sentencia usted al inicio dijo "lo que más queremos es que esta audiencia transcurra en paz".
Álvero: La Policía nos había informado que había un rumor de una convocatoria de barras bravas para generar violencia afuera.
Maiza: Y que iba a hacer una jornada quizá complicada de violencia. El clima era distinto. Y sabíamos que nuestra sentencia iba a provocar un impacto, como siempre que uno anuncia una sentencia va a haber gente que va a estar disconforme. Y sabíamos que el impacto de esta sentencia iba a ser mayor.
De hecho hubo violencia
Álvero: Si, la Policía tuvo que desplegar tanquetas con pinturas para poder controlar la situación.
También hubo incidentes dentro de la sala de audiencias. Algunos familiares quisieron pasar el blindex
Maiza: Ahí entendimos que había tenido la razón la Corte en mantener el blindex. No se qué hubiera sucedido si no estaba . Yo creo que no podrían haber sido contenidos por la Policía. Se habría visto interrumpida complemente la audiencia.
Álvero: Lo que sí nos molestó del día de la sentencia fue la conferencia de prensa posterior que hizo Iglesias (NdA: José Iglesias, uno de los abogados querellantes y padre de Pedro, uno de los fallecidos en Cromañón) porque entendíamos que no lo merecíamos. Pero nadie hizo ninguna presentación contra nosotros, nadie nos pidió el juicio político. Lo que nos llamó la atención porque había gente muy enojada. Pero evidentemente primó en ellos que podían estar en desacuerdo pero que nosotros no habíamos sido desleales o inaptos.
¿Cómo fue la deliberación para resolver el caso?
Álvero: Fue complicada. Fuimos y venimos muchas veces. Siempre dijimos que teníamos que tener una postura coherente. Te puedo contar una infidencia. Una semana antes uno de nosotros planteó de si estábamos seguros y si no podíamos hacer un cambio en la decisión. Nos volvimos a sentar y volvimos a analizar pese a que estaba escrita gran parte de la sentencia.
¿Entre ustedes charlaron las consecuencias del día después?
Álvero: Estábamos dispuestos a recibir los palazos porque habíamos fallado a conciencia.
Terminaron de leer el último párrafo de la sentencia ¿y qué les pasó?
Álvero: Ese día vivimos una situación brava: quisieron entrar por una puerta lateral, tiraron objetos por la ventana y nos tuvimos que tirar al piso. Hasta que la policía no pudo despejar lo único que pensaba era cómo salir de ahí. La emoción grande fue el día que terminamos el juicio antes de dictar la sentencia. Ese día lloramos, nos abrazamos todos y nos dimos cuenta de la satisfacción del deber cumplido. Hicimos el juicio. Todavía se me pone la piel de gallina de lo pudimos hacer. El otro día quedó enturbiado por la situación de violencia.
Les pasaron cosas extrañas como encontrarse con un ritual umbanda
Maiza (se ríe): Extrañamente en el lugar de acceso al Palacio de Tribunales, sobre un arbolito, en la calle Uruguay nos encontrábamos a la mañana cuando llegábamos velas, elementos que ponían, cosas rojas.
Álvero: Y alguien nos dijo que eso era umbanda. Y eso en el ingreso que era solo nuestro. También tuvimos un testigo falso. Se presentó como sobreviviente y llegó en un avión privado desde una provincia parece que pagado por la gobernación. Pero cuando declaró no sabía nada de cómo era el lugar, de donde estaban los accesos y salidas de Cromañón, que tema había llegado a tocar Callejeros. Y lo denunciamos por falso testimonio.
¿Qué fue Cromañón para ustedes?
Álvero: Un antes y un después. Desde lo profesional un gran desafío y desde lo personal una mochila terrible. Hasta el día que me muera me voy a acordar.
Maiza: La causa más trascendente que tuvimos y que creo que no voy a tener ninguna igual. Y, más allá que después estuvo la tragedia de Once, ojalá que no se repita.