"Inventan tantas cosas que necesitaría un día entero para desmentirlas", dice Nahir Galarza a Infobae desde un teléfono fijo de la Unidad Penal de Mujeres Número 6 de Paraná. La joven de 20 años condenada a perpetua por el crimen de Fernando Pastorizzo, asesinado el 29 de diciembre en Gualeguaychú, luego aclara: "No tengo novio ni conozco a ese chico".
Ese "chico" es Matías Caudana, de 20 años, que es juzgado por narcotráfico. Su abogado, Augusto Lafferriere, hizo un pedido para que pudiera visitar a Nahir. "La conoció cuando él visitó a su abuela detenida en el mismo penal que Nahir, y siguieron comunicándose y su idea es ahora profundizar la relación", dice el penalista.
Pero tanto Nahir como su entorno desmintieron enfáticamente la relación. "No lo conozco, nunca hablé con él, no sé quién es", insiste Nahir.
Caudana está imputado por narcotráfico en una causa en la que están involucradas otras 20 personas. Se sospecha que traficaban marihuana y cocaína fuera de Entre Ríos.
"Como la noticia vende, inventan todo tipo de cosas. Que se peleó con una compañera, que amenazó a fulana, que discutió con mengana, ahora que tiene novio. Es todo falso", dice un allegado de Nahir, que cumple condena en Paraná.
En el juicio, Nahir dijo que Pastorizzo no era su novio. También dijo que salía con otros jóvenes.
Además declaró que no quiso matarlo, que fue un accidente. Los fiscales y los jueces no le creyeron y el 3 de julio fue condenada a perpetua.
Primero estuvo detenida en la Comisaría del Menor y la Mujer y luego la trasladaron en Paraná. Nahir recibirá hoy la visita de sus padres y de su hermano para celebrar Navidad de 15 a 20. Es probable que su madre le lleve libros de regalo.
La entrevista exclusiva con Infobae
El 9 de diciembre, Nahir le dio una entrevista exclusiva a Infobae en la que no descartaba enamorarse. "Nunca lo estuve", reveló en la charla. Además dijo que en la cárcel de Paraná se sentía más cómoda que en la comisaría de Gualeguaychú.
—Acá estoy mucho mejor porque allá estaba sola, todo el día encerrada, no salía ni cinco minutos al patio. Lo único que tenía eran libros, porque no tenía nada para entretenerme, no me dejaban tener nada. Ni televisor, ni radio ni música, ni compañeras. Acá es otra cosa porque desde que llegué el trato es diferente. Es mejor porque tengo compañeras, alguien con quien hablar, hay un poco de libertad y tenemos más actividades y cosas. Eso
es importante para evitar los malos pensamientos.
—¿Qué tipo de pensamientos?
—Creo que la parte más difícil ya la pasé en la comisaría, donde estaba sola. Al no tener nadie con quien hablar, nada para hacer, ocupaba mi tiempo pensando. En realidad los primeros dos meses, enero y febrero, directamente no pensaba, no sentía nada. Seguía en shock, no caía en la realidad. Después lo pude hacer cuando empecé a tener una contención psicológica, me fue a ver una psicóloga y ahí sí fue como que después de unos días de terapia caí en la realidad. Se me vino todo el mundo abajo de repente, volver a revivir todo, y pensar todo lo que me había pasado, no solamente en ese momento y en ese día, sino anteriormente. Los años anteriores; porque esto no viene de ese año o ese día, viene de años anteriores, desde hace mucho tiempo. Creo que la peor parte ya la pasé, porque estaba sola y no tenía a nadie, solo a mí misma, así que cambié mucho en mi forma de ser, en mis pensamientos, creo que estar solo te cambia, no tenés a nadie más que a vos mismo, y me tenía… creo que no me quedaba otra que revivir todo y… (hace una pausa, piensa) Ahora, por ejemplo, al tener compañeras es distinto, vos por ejemplo podés hablar con alguien y dar opinión o consejos, charlar de cualquier cosa, no necesariamente de por qué estás acá; es más, tratamos de evitar hablar de las causas por las que estamos.
—Hablás de "ese momento" y de "ese día". ¿Tratás de borrar de tu cabeza lo que pasó el 29 de diciembre de 2017?
—(Tiene los ojos llorosos) Siempre voy a llevar el dolor, toda mi vida. Me siento mal porque ese día que busco olvidar terminó muriendo una persona joven. Ese peso lo llevaré toda mi vida. Yo hice el duelo que tenía que hacer. Reviví todo, con todo me refiero del hecho para atrás y hasta ese día, lo que me acordaba, porque sinceramente había cosas que no me acuerdo. Declaré en el juicio porque lo tenía que hacer, dar una explicación, me pareció que tenía que desprenderme de todo eso. Además de asimilar todo lo que me estaba pasando ese día, que lo tuve que contar en el juicio, fue muy difícil. Los nervios de tener a la prensa detrás mío, gente desconocida que fue a presenciar el juicio, jueces, fiscales, abogados. Fue muy difícil porque no soy de contar mis cosas, no me gusta contar nada sobre mí en realidad, hacerlo delante de todos además de lo difícil y feo que fue lo que viví y pasó. Cuando
terminé de declarar salí y fui a ver a mis padres, lloré lo que tenía que llorar y ya está, dije, nunca más me quiero acordar esto, y me desprendí, no quiero volver al pasado. No quiero estancarme ni quedarme en ese día horrible. Todo lo que debía decir ese día lo dije en el juicio. No quiero volver a hablar de este tema, además no quiero ser malinterpretada. Ya fui juzgada y condenada.
En el juicio, Nahir declaró durante dos horas, la mayor parte del tiempo entre lágrimas: "En un momento, cuando él empezó a manejar la moto con las dos manos, solamente le saqué el arma, y cuando se da cuenta, frena la moto. Y cuando la frena es donde de repente me quedé aturdida y nos caímos los dos para el costado. Me alcancé a levantar y fue enseguida que quedé otra vez aturdida. Fueron dos segundos nada más. No sé cómo
describirlo. Se me puso la mente en blanco, no sabía qué hacer. Tenía la mente como apagada. Estaba desesperada y nerviosa. No sé cómo explicarlo, ojalá supiera cómo hacerlo".
También declaró que sufría violencia de género por parte de Fernando, que él esa noche le había apuntado con el arma y la había amenazado. Luego dijo que después de los disparos (hechos con el arma reglamentaria 9 milímetros de su padre policía), "no sabía qué hacer". "No podía quedarme pero tampoco irme. Se me había apagado la mente. Me fui a mi casa, entré en mi habitación y no sabía qué hacer. Sabía que Fernando había recibido un disparo, pero del otro disparo no sabía. Estar herido no significa que te vas a
morir. No se me cruzó por la cabeza que Fernando se iba a morir. Fue un accidente, por más cosas que me hubiera hecho nunca le hubiese causado daño. Nunca se me cruzó ni se me cruzará por la cabeza matar a alguien. En serio, no quería que pasara lo qué pasó. Pensaba en mi papá y no quería que lo culparan porque era su arma. Todos los días tengo la culpa de haber agarrado el arma en ese momento y no haber dejado que las cosas pasaran de otra forma. Estaba desesperada".
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