Sábado 8 de diciembre, 23 horas. En el penal de mujeres de Paraná, Entre Ríos, las guardias están relajadas. En el sector de celdas, algunas detenidas miran televisión, otras charlan. Unas pocas duermen. O tratan de hacerlo. Solo una escribe, rodeada de libros, un poema que por ahora no quiere mostrar a nadie.
Tacha palabras, reescribe, piensa, hace un bollo con el papel, lo tira en la basura, vuelve a otra página en blanco de su cuaderno Gloria tapa blanda. Acostada en su cama, llega a una frase que la convence:
"No se puede entender, es que
nunca fue imaginado"
Deja de escribir y lee "La continuidad de los parques", un cuento de Julio Cortázar, uno de sus autores favoritos, y luego se queda dormida con el libro a un costado de la cama.
Al otro día, Nahir Galarza -la joven de 20 años condenada a perpetua por el crimen de Fernando Pastorizzo, asesinado el 29 de diciembre en Gualeguaychú- recibe la visita de sus padres y de Infobae.
—Anoche escribí un cuento, no quiero que lo lea nadie.
—¿Y para qué escribís si solo lo vas a leer vos?
—Porque es mío, es como desnudarme, y me da vergüenza que lo lean —responde.
—Pero si el poema es bueno se va a publicar.
—Pero todo lo que haga yo, aunque sea bueno, van a decir que es malo, monstruoso, escrito por el diablo con forma de mujer.
Me sorprendía que Nahir tomara con tanto compromiso su vínculo con la escritura. Con el tiempo me enteraría de que escribe y lee desde chica. Desde que entrevisto a personas condenadas por robar o matar (desde el siniestro secuestrador Arquímedes Puccio al asesino Carlos Robledo Puch, pasando por los ladrones Gordo Valor o los del robo del siglo), mi premisa es no juzgarlas. Me interesa que puedan mostrarse tal cual son. El otro lado. El más íntimo.
No era la primera vez que me encontraba a Nahir Galarza. Podría decirse que el vínculo fue casual, aunque ella no cree en las casualidades.
Comenzó un día que le envié una carta para ver la posibilidad de entrevistarla. Ella no respondió. Pero el 25 de junio, antes de que declarara durante dos horas sobre la noche en que mató de dos balazos a Pastorizzo, miró a su madre –que estaba sentada delante mío–, le hizo una pregunta al oído y me miró.
Ese día, Nahir contó que no quiso matar a Fernando, que fue un accidente.
Los fiscales y los jueces no le creyeron y el 3 de julio fue condenada a perpetua. Primero estuvo detenida en la comisaría del Menor y la Mujer y luego la trasladaron en Paraná.
La cuestión es que supe lo que Nahir le había dicho a su madre mientras me miraba.
—Nahir quiere contarte un sueño que tuvo —me dijeron sus padres Marcelo Galarza y Yamina Kroh.
En agosto tuve mi primera visita con Nahir, en Gualeguaychú. Conocí su pequeña celda, algunas frases en inglés que no recuerdo y sus labios con rouge marcados en la pared. Descubrí que leía sobre numerología, astrología y sobre La interpretación de los sueños, el ensayo de Freud. Además estaba inmersa en El hombre y sus símbolos, de Carl Jung.
Ese día, mientras ella tomaba el tereré que le cebaba su madre, yo tomaba mate con su padre. Había facturas, pero ella no quería porque estaba a dieta. Ese día, me contó por qué me había mirado el día que declaró en el juicio:
—No estoy loca, he leído mucho sobre los sueños y hay un sustento científico.
—¿Qué soñaste?
—¿No te vas a reír?
—No, para nada. En muchas historias policiales escribí sobre los sueños. Muchos fueron reveladores.
—Bueno, a mí me suele pasar que sueño sin rostros. Sueño con mi mamá, con mi papá o con mi hermano y no les veo la cara pero sé que son ellos. Antes del juicio soñé que en la puerta de casa aparecía un hombre, y cuando me acercaba a hablar me di cuenta que no lo conocía. Era de rulos, usaba lentes, tenía barba rala. Sentía que esa persona podía ayudarme, o podía confiar en ella. Te miré en el juicio, justo me había llegado tu carta y me quedé impresionada. Eras igual al del sueño.
—¿Te volvió a pasar algo así?
—Sí. La otra vez soñé con un hombre canoso al que no conocía. Resultó ser, días después, el profesor de yoga del penal. Escribí un cuento sobre eso. A veces tengo el mismo sueño que mi mamá.
Ese día, Nahir me contó que tenía varios cuadernos escritos. Sobre las sensaciones de estar presa, sobre el dolor que arrastra desde hace tiempo, y me preguntó si podía verlos o corregirlos. Ella no pensaba publicarlos, pero quería saber si lo que escribía tenía un sentido o estaba bien.
A la semana siguiente, me hizo llegar una carta que decía:
Rodolfo:
Si algún día te dan ganas de viajar cuatro horas hacia una comisaría de otra provincia para visitar a alguien en una celda de 4 x 5 para estar la mitad de horas que tardas durante el viaje de ida (y vuelta), me gustaría hacerte algunas preguntas, ya sabés que sos el único periodista con el que he hablado. Gracias por los libros que me trajiste, que no recuerdo si te lo dije; voy leyendo un poco de cada uno porque me dan intriga. No te quiero comprometer así que decidí lo que te parezca; besos. Nahir Galarza.
La volví a ver un mes después. Pero casi no pude hacerle preguntas. Ella me las hizo a mí.
—¿Vos creés que soy una psicópata asesina?
—No.
—¿No pensás que soy como Robledo Puch, al que entrevistaste?
—No, para nada. ¿Qué sabés de Robledo Puch?
—Leí su historia, me gustaría ver la película. Sé que era un chico lindo que mataba por la espalda o mientras dormían. Y que está preso hace 46 años. ¿Por qué creés que el caso tuvo tanta repercusión en los medios?
—No lo sé. O quizá sí lo sé pero no me gustan las teorías.
—¿Cómo te enteraste vos?
—Estaba en Mar del Plata, descansando, y vi la noticia en los portales de noticias. Aparecían fotos tuyas, en la playa, en una pileta, de fiesta.
—¿Y qué decían los títulos?
—Un joven fue asesinado por su novia por la espalda.
Nahir se quedó callada. Por esos días tenía ataques de pánico, estaba medicada y se refugiaba en la visita de sus padres, que nunca dejaron de ir a verla.
Durante dos meses seguimos en contacto. Hablábamos por teléfono, ella me contaba que seguía escribiendo y que había comenzado un taller de poesía en la cárcel. Debía escribir un poema sobre el río que ya no podía ver. Habló de Juan L. Ortiz, de Juan José Saer y de otros poetas y escritores que le escribieron al río.
El domingo me reencontré con ella. No iba a ser una visita más: Nahir había aceptado ser entrevistada. La Justicia autorizó la nota, aunque no permitió que la fotografiara. La charla fue en una pequeña sala del penal de Paraná. Nahir vestía un jean, una remera rosa manga corta y zapatillas.
—¿En este penal de Paraná te sentís más cómoda que en la comisaría de Gualeguaychú?
—Acá estoy mucho mejor que en Gualeguaychú, porque allá estaba sola, todo el día encerrada, no salía ni cinco minutos al patio. Lo único que tenía eran libros, porque no tenía nada para entretenerme, no me dejaban tener nada. Ni televisor ni radio ni música ni compañeras tampoco. Acá es otra cosa porque desde que llegué el trato es diferente. Allá en la comisaría antes de venir para Paraná ni siquiera me dejaron comer, me venía a las cuatro de la mañana para acá y a las ocho ya me habían sacado todas mis cosas, el colchón, todo. Me quedé parada desde las ocho de la noche hasta las cuatro de la madrugada, que me vinieron a buscar. En cambio, acá llegué y mientras me tomaban los datos les conté de la situación que pasó en la comisaría y me sirvieron el desayuno a medida que me hacían todo el trámite. Acá es mejor porque tengo compañeras, alguien con quien hablar, hay un poco de libertad y tenemos más actividades y cosas. Eso es importante para evitar los malos pensamientos.
—¿Qué tipo de pensamientos?
—Creo que la parte más difícil ya la pasé en la comisaría, donde estaba sola. Al no tener nadie con quien hablar, nada para hacer, ocupaba mi tiempo pensando. En realidad los primeros dos meses, enero y febrero, directamente no pensaba, no sentía nada. Seguía en shock, no caía en la realidad. Después lo pude hacer cuando empecé a tener una contención psicológica, me fue a ver una psicóloga y ahí sí fue como que después de unos días de terapia caí en la realidad. Se me vino todo el mundo abajo de repente, volver a revivir todo, y pensar todo lo que me había pasado, no solamente en ese momento y en ese día, sino anteriormente. Los años anteriores; porque esto no viene de ese año o ese día, viene de años anteriores desde mucho tiempo. Creo que la peor parte ya la pasé, porque estaba sola y no tenía a nadie, solo a mí misma, así que cambié mucho en mi forma de ser, mis pensamientos, creo que estar solo te cambia, no tenés a nadie más que a vos mismo, y me tenía…creo que no me quedaba otra que revivir todo y… (hace una pausa, piensa) ahora, por ejemplo, al tener compañeras es distinto, vos por ejemplo podés hablar con alguien y dar opinión o consejos, charlar de cualquier cosa, no necesariamente del por qué estás acá, es más, tratamos de evitar hablar de las causas por las que estamos.
—Hablás de "ese momento" y de "ese día". ¿Tratás de borrar de tu cabeza lo que pasó el 29 de diciembre de 2017?
—(Tiene los ojos llorosos) Siempre voy a llevar el dolor toda mi vida. Me siento mal porque ese día que busco olvidar terminó muriendo una persona joven. Ese peso lo llevaré toda mi vida. Yo hice el duelo que tenía que hacer. Reviví todo, con todo me refiero del hecho para atrás y hasta ese día, lo que me acordaba, porque sinceramente había cosas que no me acuerdo. Declaré en el juicio porque lo tenía que hacer, dar una explicación, me pareció que tenía que desprenderme de todo eso. Además de asimilar todo lo que me estaba pasando ese día, que lo tuve que contar en el juicio, fue muy difícil. Los nervios de tener a la prensa detrás mío, gente desconocida que fue a presenciar el juicio, jueces, fiscales, abogados. Fue muy difícil porque no soy de contar mis cosas, no me gusta contar nada sobre mí en realidad, hacerlo delante de todos además de lo difícil y feo que fue lo que viví y pasó. Cuando terminé de declarar salí y fui a ver a mis padres, lloré lo que tenía que llorar y ya está, dije, nunca más me quiero acordar esto, y me desprendí, no quiero volver al pasado. No quiero estancarme ni quedarme en ese día horrible. Todo lo que debía decir de ese día lo dije en el juicio. No quiero volver a hablar de este tema, además no quiero ser malinterpretada. Ya fui juzgada y condenada.
En el juicio, Nahir declaró durante dos horas, la mayor parte del tiempo entre lágrimas:
"En un momento, cuando él empezó a manejar la moto con las dos manos, solamente le saqué el arma, y cuando se da cuenta, frena la moto. Y cuando la frena es donde de repente me quedé aturdida y nos caímos los dos para el costado. Me alcancé a levantar y fue enseguida que quedé otra vez aturdida. Fueron dos segundos nada más. No sé cómo describirlo. Se me puso la mente en blanco, no sabía qué hacer. Tenía la mente como apagada. Estaba desesperada y nerviosa. No sé cómo explicarlo, ojalá pudiera cómo hacerlo".
También declaró que sufría violencia de género por parte de Fernando, que él esa noche le había apuntado con el arma y la había amenazado. Luego dijo que después de los disparos (hechos con el arma reglamentaria 9 milímetros de su padre policía), "no sabía qué hacer". "No podía quedarme pero tampoco irme. Se me había apagado la mente. Me fui a mi casa, entré en mi habitación y no sabía qué hacer. Sabía que Fernando había recibido un disparo, pero del otro disparo no sabía. Estar herido no significa que te vas a morir. No se me cruzó por la cabeza que Fernando se iba a morir. Fue un accidente, por más cosas que me hubiera hecho nunca le hubiese causado daño. Nunca se me cruzó ni se me cruzará por la cabeza matar a alguien. En serio, no quería que pasara lo qué pasó. Pensaba en mi papá y no quería que lo culparan porque era su arma. Todos los días tengo la culpa de haber agarrado el arma en ese momento y no haber dejado que las cosas pasaran de otra forma. Estaba desesperada".
Sueños proféticos y la opinión de la gente
El presente de Nahir la encuentra con una nueva motivación: leer y escribir. En la visita que la semana pasada tuvo con sus padres, le llevaron un libro de poemas de Alfonsina Storni. Luego comieron facturas, almorzaron sándwiches de miga y para la merienda mate con bizcochuelo hecho por su madre.
—¿Cómo pasás tus días en la cárcel?
—Trato de vivir el ahora, ni quedarme en el pasado ni en lo que va a pasar. Trato de vivir, de concentrarme en lo que estoy haciendo ahora porque si no te deprimís, si te ponés a pensar todos los días en el pasado, en por qué estás acá, en lo que estarías haciendo afuera en este momento, o que hubiera pasado si… caés en la depresión, ni vivís.
—¿Creés en un punto que esto que estás viviendo es por algo?
—Yo creo que todo pasa por algo, y creo que si no estuviera acá, en la cárcel, estaría en un lugar peor.
—Que no sería la vida.
—No.
—¿Qué momentos felices recordás de tu vida?
—La angustia me vino solo estos últimos años. Siempre fui…no sé, me reía por cualquier cosa, siempre fui alegre, de no hacerme problema por nada, por cosas mínimas. Era más de pensar: "Bueno me pasó esto, no sé, habrá una solución". Siempre pienso en positivo, fueron estos años nada más en los que estuve triste.
—Tanto en el juicio como en alguna salida de la cárcel se te critica que sonreís…
—A veces sonrío de nervios. Pero siento que no sé… Tengo prohibido sonreír en púbico. La verdad que me molesta que algunas personas no se pongan a pensar. Que solamente vean algo y compren lo que les venden. Que no se pongan en el lugar del otro, que no les importe que el otro es una persona, que no les importe que la otra persona también tuvo sus problemas, su vida, con sus tristezas. A todos les pasa. Que no tengan compasión.
—¿Qué sentiste cuando te llamaban ángel demonio o monstruo?
—La verdad en todos estos meses no me enteraba de nada, estaba totalmente aislada. Me enteré ahora, que tenemos un televisor y puedo ver las noticias. Pero estaba aislada. En realidad, no me importaba mucho cómo me estaban describiendo porque yo sabía lo que me había pasado. Lo que soy. Lo que sí me molestó es que se haya jugado tanto, que a nadie le haya importado quién era yo, qué me pasó realmente. Todo el mundo compraba lo que le vendían y no les importaba nada. Nadie sabe lo que pasó, lo que sufrí estos meses y los años anteriores, nadie me conoce realmente ni sabe lo que tuve que pasar. Además de asimilar lo que me estaba pasando en ese momento, tenía que afrontar un juicio, una condena social, mediática y además todo lo que me venía pasando años anteriores. Era muy difícil para mí, una acumulación de cosas. No era que solo estaba en una causa y listo. Además tuve problemas con mi peso, estuve dos años haciendo dieta para poder engordar, no podía, no sabía qué pasaba. No sé, es como que tenía ganas de que me tragara la tierra. Me estaba pasando todo junto, y nada me salía bien, nada nuevo, nada bueno. Lo único que me hizo salir adelante fue mi familia, siempre tuve el apoyo de ellos, nunca me juzgaron, ellos me hicieron salir adelante. Creo que todo tiene una respuesta, que todo pasa por algo. Que a todo se le puede buscar una solución.
—¿Sabías que llegaron a sacar una muñeca tuya?
—Sí. Es raro, al principio, al estar aislada, no tenía idea de que se hablaba tanto de mí. Y salir a cualquier lado y que esté lleno de periodistas o ir y que ya me conozcan. Que nadie me pregunte cómo me llamo. Es raro, incómodo. Por ejemplo, si voy al médico todo el mundo me mira, me saca fotos. Es bastante incómodo. Siento que perdí totalmente la privacidad. Estando adentro yo sé que me conoce todo el mundo, por eso es raro, que no me pregunten cómo me llamo, o por qué causa estoy, por ejemplo. Creo que mostraban lo que se vendía. Me hicieron un objeto. No se hablaba de mí como una persona, sí como un producto que se vendía. Muchas cosas que todavía no puedo creer que se hayan dicho. Mentiras, y yo estaba encerrada y no podía desmentir nada, me parece que fue toda una mentira para vender.
—¿Creés que la publicación de las fotos tuyas modelando te jugaron en contra?
—Me mostraban como una reina. Eran las fotos de mis redes sociales. Creo que fue injusto. Porque en realidad ahora me pongo a pensar, mi causa no es la primera causa en el mundo que existe. Anteriormente y hasta ahora, después del juicio, siguen habiendo casos como el mío. Sin embargo nadie le da importancia como me la dieron a mí. Hay muchos hombres que todos los días matan mujeres y sin embargo esos hombres no sabemos siquiera cómo se llaman, o no nos acordamos, se dice por arriba. A ningún hombre lo han tratado mediáticamente o socialmente como me trataron a mí. Eso es algo que no entiendo por qué. Es más: hasta acá adentro hay chicas con la misma causa o con la carátula como la mía, y sin embargo yo nunca supe de ellas, nunca se escuchó hablar de esos nombres ni nada. Y es exactamente lo mismo. No entiendo por qué hicieron tanta diferencia conmigo, o por qué me dieron tanta atención a mí si es algo que no es nuevo digamos. Eso no quita mi responsabilidad.
—¿Qué sentías en cada traslado al juicio?
—Era incómodo. Porque todo el tiempo me tenía que estar cuidando. Me tapaba la cara porque en base a cualquier gesto que yo hacía ya lo sacaban de contexto u hacían todo un análisis, entonces por eso me tapaba la cara y todo el tiempo me tenía que estar cuidando de cualquier cosa porque lo interpretaban para mal. Al juicio fui casi a todas las audiencias porque era mi juicio. Yo quería saber qué se decía porque era yo la que estaba imputada. Los días que no fui emocionalmente estaba muy mal. Llegaba a la comisaría destrozada de las audiencias. El último día creo que el veredicto ya estaba decidido, sabía que iba a ser así, que me estaban esperando, que iban a ver mi gesto cuando me dieran la condena. Para evitar eso, decidí no ir. Yo sabía que la condena ya estaba dicha. Toda la sociedad pedía cadena perpetua y yo sabía que me la iban a dar. Era difícil, estaba en la duda, yo quería ir, pero quería evitar todo eso. Lo mismo porque quizás yo estaba parada y ya lo interpretaban como cualquier cosa. Hasta ahora creo que me afectó psicológicamente. Yo veo no sé… entro a un lugar y lo primero que me fijo es si tiene cámaras. En cualquier lugar al que me lleven, incluso acá adentro me paro a fijarme si hay cámaras escondidas, detalles, micrófonos. Me pasaba en la comisaría, podía pasar horas fijándome si no me habían puesto una cámara. Me afectó mucho psicológicamente hasta el día de hoy. También me llevó a desconfiar de todo el mundo porque cada mínima palabra que yo decía se publicaba o se malinterpretaba, entonces me cuido mucho en ese sentido. Me generó mucha desconfianza, hoy en día no confío en nadie más que en mis padres.
—¿Pudiste identificar esa gran tristeza que pasaste?
—El año pasado estuve todo el año angustiada, no existió ni un día que no estuviera triste. A mí me gustaba mucho salir los fines de semana, y ni saliendo se me iba la angustia. Era solamente por la situación que estaba pasando, que no fue solamente ese año, fue de mucho tiempo atrás, pero es como que se hizo más profundo, más fuerte, el año pasado. Estaba muy angustiada, no vivía, me la pasaba encerrada, no hablaba con nadie, no podía…ni siquiera podía ir a yoga. Era otra persona, como un ente. Me di cuenta de dónde venía toda esa angustia, justamente quedándome sola todos esos meses en la comisaría de Gualeguaychú, a mí me ayudó mucho, más allá de que la pasé muy mal porque estaba totalmente sola, sin comunicación, sin saber nada de nada ni de nadie, me provocó ataques de pánico… Pero más allá de todo lo malo, me gusta sacar algo bueno. Sé que me ayudó mucho para conocerme a mí misma y sanar todo lo que tenía guardado.
—¿Creés que te ayudó a fortalecer esa fragilidad que vos tenías?
—Sí, yo creo que que en base a todo lo que vi en estos meses, puedo decir muy segura que soy otra persona, totalmente diferente a lo que era el año pasado, y a los anteriores, totalmente distinta.
—¿Cómo es tu conexión con los sueños? Es algo a lo que le das importancia.
—Sí. Tengo algo muy especial con mis sueños, les presto mucha atención porque creo mucho en lo espiritual y en lo onírico. Es más, todos estos meses profundicé en el tema porque me gusta, le presto atención porque sé que ahí está la respuesta cuando no sabés algo. Eso se ve reflejado en los sueños. Me gusta despertarme y escribirlo. Diferencio entre los sueños comunes y los que tienen un mensaje, que son la mayoría, desde nuestro interior hacia nosotros. Me siento muy conectada. Antes me pasaba, pero no les prestaba atención, nunca les preste atención, es más, no creía en nada, únicamente ahora me pasa que sueño con alguien, después lo conozco…Como me paso con vos (ríe) y también me pasa que sueño con símbolos, tengo varios libros sobre interpretación de los sueños, como el diccionario. Y lo que estudiaron Freud y Jung. Me interesa mucho el tema, leo el significado, pero creo que cada persona tiene su propia interpretación, pero un símbolo puede ser diferente para todas las personas. Por eso me gusta analizarlo todo y verlo desde una distancia, comparar y llegar a mi propia conclusión.
—¿Tenés sueños proféticos?
—En realidad esas cosas no me gusta contarlas, porque depende del pensamiento de cada uno, a varios les puede parecer una locura. Por ejemplo, yo antes de leer estos libros no sabía que estaba comprobado que existía una prueba científica. Depende de cada uno. Me pasan muchas cosas, por eso le presto mucha atención. Me doy cuenta de mi estado emocional en base a pesadillas. El año pasado me pasó todo el año que casi todas las noches soñaba que me seguían. Una persona, un animal. Yo corría y corría, y no lo había podido interpretar, creo que nunca lo había contado. Este año después de leer e investigar sé lo que es. Pero me lo guardo.
—Te acercaste a la religión, ¿verdad?
—Sí, pero sigo buscando, estoy leyendo sobre muchas religiones, soy católica pero no me quedé con eso, investigué para encontrar mi propio pensamiento. En este momento creo en Dios, pero no sé si como la Iglesia lo dice. No sé si me gusta cómo lo lleva la Iglesia, los curas, las monjas. Hice la comunión y la confirmación. Ahora leo sobre todo. Numerología, astrología, psicología. Todo eso me encanta. A la numerología la practico acá adentro, con mis compañeras o con quien sea. Me gusta investigar. En base a cosas que me pasan me gusta buscar respuestas, busco respuestas a todo, analizo todo, y por eso me meto en esos temas.
—¿Te gustaría enamorarte otra vez?
—Nunca me enamoré, pero supongo que en algún momento va a pasar. De lo que sí estoy segura es que todo lo que pasé me sirvió para darme cuenta de muchas cosas. Creo que ahora tengo un pensamiento más libre, una mente más abierta. No repetiría muchas cosas. De verdad, no lo pensé pero creo que no tendría problemas en enamorarme.
Las amigas que la dejaron sola
Quedan 15 minutos de entrevista (los guardias solo autorizaron una hora). Nahir está tranquila, como desahogada. Se toma su tiempo para responder.
—Ahora asisto a un taller literario. Es el único al que puedo ir porque está en un pabellón de seguridad y no se me permite juntarme con las demás internas. Me gusta la poesía y la literatura, así que el único taller al que tengo permitido ir es el de literatura y poesía. Las otras actividades son yoga y meditación y educación física. Me gusta yoga y meditación porque estiramos, hacemos todas las posiciones y además usamos la otra mitad de hora para meditar. Nos apagan las luces, es como que bajás un cambio entre tanto lío que es acá adentro, está bueno estar en silencio, aunque sea por un rato y que te vayan guiando y liberando todas las tensiones, los pensamientos, que son tan difíciles de dejar de pensar en algún momento. Eso me gusta. Me relajo totalmente o por lo menos lo intento. Al ser guiada se te hace más fácil que estar sola entre tanto quilombo. El ambiente ya cambia. Estamos en silencio o a veces nos ponen alguna música tranquila.
—¿La escritura es algo nuevo para vos?
—No. Siempre me gustó escribir, leer también. A los cinco años aprendí a leer y siempre me gustó, novelas o de diferentes temas, nunca me quedé con un solo género. Me gustan muchos y a partir de ahí me gustó escribir.
—¿Recordás cuál fue el primer libro que leíste?
—Sí, leía cuentos infantiles o le robaba las revistas a mi mamá (ríe) y trataba de practicar. Me gustaba, y yo les pedía a mis padres que me corrigieran cuando leía. De los cuentos infantiles, me gustaban Cenicienta, y las otras princesas. Cuando tenía once años empecé a leer novelas, todavía me gustan un montón. El primer cuento que leí fue El fantasma de Canterville, de (Oscar) Wilde, fue el primero que leí. Después leí la novela Antes y después de odiarte, de Ángeles Ibirika. Es una novela que todavía me encanta. Soy de releerla porque sé que me gusta y no me aburre. Me gusta también guardar frases de los libros. Vos me regalaste libros de Cortázar, bueno, me encantaron. No me atrajo mucho Rayuela, me gustó sí la forma de escribir y el humor que tiene, cuando alguno me gusta mucho lo vuelvo a releer. Cuido mucho los libros. No me gusta subrayarlos. Yo creo que los libros no se tocan.
—¿De niña tenías un diario íntimo?
—Cuando era muy muy chiquita tenía mi diario íntimo, después escribía cómo me sentía, qué había hecho en el día, tendría siete u ocho años, lo seguí hasta los diez más o menos. Pero después empecé a desconfiar de las cosas que escribía. Me sentía más segura si no escribía ni decía nada.
Porque era muy íntimo, tenía miedo de que alguien lo leyera, no tenía nada raro, pero era algo muy mío. Por ejemplo, era yo, pero nunca me mostraba con nadie, así como escribía. Era muy profundo cómo escribía sobre mí. Era algo como descubrirme mientras escribía, ser yo misma. Con otras personas conocidas o desconocidas yo no era nunca como me escribía.
—¿Te llevás mejor escribiendo que hablando con alguien?
—Sí, me pasa, más últimamente, hace un tiempo atrás no.
—¿Por qué si te gusta tanto escribir habías decidido estudiar Derecho?
—Siempre me dio miedo que alguien leyera lo que yo escribía porque sentía que me desnudaba ante todo el mundo. Porque yo nunca me llegué a mostrar tal cual soy con todo el mundo, me daba miedo. La carrera de Derecho también la elegí porque siempre quise defender los derechos de las personas. Este año, en base a todo lo que me pasó, mi juicio, mi condena, perdí mucho interés por la carrera, me decepcioné mucho de la profesión, me di cuenta de que podés ser la mejor abogada del mundo y sin embargo las cosas no salen siempre como deben salir. No es como en los libros de John Grisham, donde siempre siempre triunfa la abogada.
—¿La verdadera Nahir es la que escribe?
—Puede ser. No quería que nadie me leyera porque sentía que estaba mostrando mis debilidades. Me sentía muy vulnerable. Entonces prefería guardarme a mí misma, por miedo a que me fallen, se aprovechen de mi fragilidad, igualmente siempre fui transparente. Soy muy sincera al decir lo que pienso. Siempre que opino, es de verdad lo que quiero decir, no me guardo nada… Pero es difícil explicarlo. Soy muy transparente pero nunca llego a mostrarte realmente lo que soy. Durante todo el tiempo que estuve sola, tuve mucho tiempo de conocerme a mí misma, y sacar todo lo que tenia escondido porque no sé, porque lo ignoraba, lo quería negar, después me di cuenta de que negándolo no iba a desaparecer esa fragilidad. Puedo mostrarte o ser como soy con vos, pero nunca totalmente, no del todo. La verdadera Nahir aparece cuando estoy escribiendo.
—Leí escritos tuyos que son muy buenos, pero elegís escribir en tercera persona, como que le pasa a otro.
—Soy del todo yo, pero trato de camuflarlo, siempre que escribo es en tercera persona, trato de camuflarlo, como un disfraz. El que lo lee puede interpretarlo como quiera. Me gusta eso. No decirlo todo, que quede algo sin decir y ahí esté el alma del cuento o poema.
—¿Cuándo escribís qué te inspira?
—Los libros me inspiran mucho porque yo no soy de leer así por arriba, leo cada frase, me tomo mi tiempo para cada libro, soy de analizar mucho y creo que el mejor momento donde siento que tengo ganas de escribir es a la noche. Las frases que me gustan o me interesan me quedan grabadas en la mente, en algún momento las escribo.
—¿De tu grupo de amigas eras la que más leía y escribía?
—Ojo que yo pasaba mucho tiempo con el celular. Pero me gustaba encontrar mi tiempo para leer un libro. En general no sé, no lo contaba, ninguna leía así que no tenía con quién compartir autores o títulos.
—¿Cómo te imaginás tu futuro?
—Me gustaría publicar mis cosas porque me gusta escribir. Me encantaría ser escritora, además de tener una carrera. Para mí escribir es un pasatiempo, el año que viene me gustaría seguir mi carrera de abogacía, pero seguir escribiendo y publicar. Cuentos y poemas. En el poema vuelco más mis emociones. En el cuento puedo jugar un poco más. Al escribir me gusta que el lector interprete lo que está leyendo como quiera. No me gusta poner que quede todo fijo, sino dar oportunidad de que el otro interprete como quiera y a su manera.
—Tenés varios cuadernos escritos, que no querés que nadie los vea…
—Sí (ríe con ganas). Hasta ahora están guardados en lo de mis padres. Pero supongo que en algún momento cercano lo voy a hacer dar a luz.
—¿Te decepcionaron muchas personas?
—Sí, me decepcionaron muchas. Me di cuenta de que en realidad de todas las amigas que tenía me quedó solo una, que sigue llamando, pregunta cómo estoy, me viene a visitar. Tenía un montón de amigas y al final no lo eran realmente. Igualmente, amigos, yo era de tener más amigos hombres que mujeres. Me decepcionó un montón. Me hice amigas nuevas y ahora como que es diferente. Lo veo de una manera diferente llamar a una persona amiga o amigo. Nunca me enojé porque una amiga dejara de hablarme. Sí me defraudaron porque tenía dos mejores amigas desde que tengo doce años, mucho tiempo, y una de ellas se borró, me defraudó un montón, pero bueno. Cada persona decide qué hacer y a quién tener de amigo. Por eso no guardo rencor ante nadie.
—¿Qué extrañás de la libertad?
—Muchas cosas. Durante muchos años hice hockey, me encanta y me gustaría patinar. Salir a patinar, me gustaba mucho sacar fotos, varias veces pedí permiso para tener mi cámara. De cualquier cosa, de algo simple sacarle una foto, de cierta perspectiva y ya queda lindo. Porque las fotos son depende de cómo cada uno la saque. Me gustaría mucho tener mi cámara, hacer deporte. Salir a bailar (sonríe) es lo que más extraño de todo, ir a un campo, ver animales, a mi perro Tai. Perdí muchas cosas, pero acá adentro cambié mi forma de ser, porque ahora tengo diferentes pensamientos, todo lo que me pasó me ayudó a encontrarme a mí misma. Desde chica, sentí que llorar era mostrar debilidad.
—Eso es más un pensamiento cultural de los hombres.
—Yo pensaba eso, siempre, nunca creo que lloré delante de nadie ni de mis padres, si quería llorar esperaba la hora de dormir y sabía que me quedaba sola y nadie me iba a ver. Me daba vergüenza a mí misma llorar. A veces no lo hacía porque me daba vergüenza. Por eso siempre sentía mucha angustia. Me cuesta hasta ahora igual, me cuesta mucho también por temor a sentirme vulnerable o débil delante de los demás. Pero de a poco lo estoy logrando y aceptando que es algo normal llorar cuando uno se siente mal o bien, cuando se tiene ganas de llorar. De a poco lo estoy aceptando. Que me descubrieran así para mí era lo peor del mundo. Siempre pensé así, desde chica. Pero no es algo que me lo hayan impuesto mis padres, siempre fui así. Ahora ya no me pasa, pero antes me escondía de mí misma. Pero ahora creo que a veces todavía me sigo descubriendo, pero ahora puedo decir que sé lo que soy y quién soy.
—¿Quién sos?
—(Ríe) No contesta. (Pausa). Soy yo misma. Con nadie era así, ni con mis amigas. Ni siquiera conmigo.
—¿Astrológicamente te investigaste?
—Sí, soy de virgo. Me investigo de todo. Creo en esas cosas y encontré muchas coincidencias, y creo que las casualidades no existen, así que creer en eso me ayudó. No tengo bronca, tengo paz. No guardo rencor hacia nadie, ni me tomo nada personal, ahora alguien me insulta o me dice algo que no me gusta, lo acepto a cada persona como es, no me lo tomo personal. Antes de juzgar, pienso que esa persona no vivió lo mismo que yo. Tuvo otra educación, otra familia distinta a mí. Todo esto es gracias a estos meses que estuve sola. Yo creo que todos en algún momento tienen que buscarse su momento de soledad y encontrarse con ellos mismos. Todos lo necesitan. Sé que muchas personas deben pensar que soy un monstruo, pero no le presto atención, lo único que sí analizo son las críticas constructivas que me hacen porque las demás no me suman.
—¿Te escribe gente para darte aliento?
—Sí, me sentí muy apoyada porque al desaparecer amigos y parte de mis familiares me sentí muy apoyada por la gente que me escribía, una carta, aunque sean dos palabras era muy importante. Desde mi provincia hasta de otros países que nunca me imaginé que me podían escribir.
—¿Qué música escuchás?
—Me gusta el rock nacional, desde Andrés Calamaro a Charly García. Pero soy fan de Soda Stereo, me gusta mucho desde chica, más que nada por mi papá, desde bebé sonaba en mi casa. De grande sigo escuchando a Gustavo Cerati, aparte de la música, su voz y sus letras son impresionantes, la forma en que se expresaba al escribir una canción son muy profundas y son letras que me llegan. Mi canción favorita es "Lago en el cielo".
—¿Cuándo te gustaría publicar un libro?
—No sé, a veces me arrepiento y no mostraría nada a nadie. Pero en realidad tengo ganas. Pero me traba el miedo a mostrarme. Igualmente ya voy a agarrar coraje y voy a publicar. Es más, se me ocurre algo. ¿Te lo digo?
—Dale.
—Te regalo este poema que escribí. Es un tautograma (Poema formado por palabras que empiezan con la misma letra). Si querés podés publicarlo.
Nahir arranca una hoja del cuaderno Gloria y me da el poema. Lo lee con timidez:
Nada
Nadie te dice
Ni te advierte
No se puede entender, es que
Nunca fue imaginado
Negarse es en vano porque
Nadie escucha
Ni siente
Nula está tu mente y
Negros tus sentimientos, pero
Nada es más importante que vivir.
Nahir Galarza, 9 de diciembre de 2018. Paraná.