El miércoles 7 de este mes, un patrullero de la Policía de la Ciudad llegó a las 1:15 de la mañana a la sucursal del banco Santander Río en la avenida Gaona al 3.900, alertado por una explosión. Los restos de una detonación eran evidentes en el suelo: los vidrios tipo blindex habían sido afectados por la onda expansiva, había latas de aerosol, un claro olor a pólvora en el aire. Los policías llamaron a una autobomba de Bomberos. Los cajeros, supieron después, no habían sido abiertos: la pantalla estaba intacta. No se trataba de un intento de robo. La plata estaba.
Era, a simple vista, un ataque de bomba, un atentado. El hallazgo disparó una causa por intimidación pública en el despacho del juez federal Julián Ercolini, pero no hubo pintadas, no hubo panfletos, no hubo proclama, nadie que dijera nada.
El miércoles 14, una semana después, un dispositivo construido con caños, pólvora negra y un temporizador de horno explotaba en la tumba del jefe de policía Ramón Falcón en el aniversario número 109 de su muerte, a manos del anarquista Simón Radowitzky. Anahí Salcedo y Hugo Rodríguez, una pareja de anarquistas, terminaron detenidos, ella desfigurada, él encarcelado e indagado con una causa instruida por el fiscal Jorge Di Lello.
Esa misma tarde, Marco Nicolás Viola, otro joven identificado con el costado más violento de las ideas libertarias arrojó otro aparato explosivo bajo el auto del juez Claudio Bonadío en Belgrano, también quedó detenido. Las bombas dispararon una redada de la división Antiterrorismo de la Policía Federal en una casa tomada por punks en la calle Pavón en Montserrat, un espacio que los tres habían frecuentado y del que Cristian "El Largo" Genez, que asesinó a puñaladas al baterista del grupo Superuva, también había sido habitué.
Pero nadie decía nada de la bomba en Floresta.
Dos días después de los ataques del miércoles 14, el portal Contra Info -un histórico foco de noticias y actividades anarquistas de Argentina- publicaba un pequeño artículo cuyo título era "Buenos Aires, Argentina: Adjudicación de atentado explosivo contra Banco Santander Río".
El texto completo aseguraba:
La reivindicación, sin embargo, no incluye un vínculo a los ataques posteriores al juez federal y al cementerio. La mención a Santiago Maldonado es una parte central del reclamo anarquista que reconoce a Maldonado como un compañero (grupos libertarios se adjudicaron ataques como el que enfrentó la Casa de la Provincia de Chubut en la Ciudad). Kevin Garrido, nacido en Chile, fue otro joven ácrata, asesinado este año a puñaladas en un penal en Santiago.
Que anarquistas ataquen un cajero automático porteño no es algo nuevo: en junio de 2011, la Célula Incendiaria Luciano Pitronello, también parte de la FAI, se hizo cargo de dos incendios de cajeros Santander Río en Flores por "los caídos en combate contra las fuerzas de seguridad social en Argentina, presos y presas en los penales de Ezeiza, Marcos Paz, Devoto, para todos los que conspiran en la extensión del conflicto permanente contra los poderes que dominan nuestras vidas", de acuerdo a una proclama online.
La causa quedó en manos del fiscal César Troncoso y la ex división Defraudaciones y Estafas de la PFA. Se obtuvieron imágenes de cámaras de seguridad con una filmación del ataque. Nunca se pudo identificar a un sospechoso. Las reivindicaciones surgían en sitios como, por ejemplo, Contra Info, para lo que fue quizás la mayor ola de violencia política de la historia reciente: los más de cien ataques quemacoches en la Capital y los explosivos colocados en la sede de la Unión Europea en Recoleta, el Servicio Penitenciario Federal y los tribunales de la calle Paraguay, con Nilda Garré como ministra de Seguridad.
Hoy por la mañana, Contra Info publicó un nuevo manifiesto anarquista en donde se llamaba a la acción directa contra la cumbre del G20 y reivindicaba los ataques a Bonadío y a la tumba de Ramón Falcón, sin mención alguna a la bomba del cajero.