Los chicos que apuraban una gaseosa en la vereda del barrio Trujuy de San Miguel en la tarde del lunes rumoreaban lo peor, decían que a Fabián Ezequiel González Rojas -el changarín paraguayo acusado de estrangular a Sheila Ayala hasta la muerte que solía ser su vecino en el Campo Tupasy, un predio usurpado de departamentos precarios dentro del barrio- lo tienen "guardado en un buzón" en el penal de San Martín donde se encuentra preso.
-"Lo esconden", afirmaba uno.
-"Lo quieren todos, le tienen ganas", completaba otro.
Los chicos en la vereda no dejan mucho a la imaginación. Aseguran ya habría una faca lista para él, que el delito de femicidio agravado por alevosía que González Rojas supuestamente cometió le garantiza la golpiza o la muerte tumbera antes de ser enjuiciado por un tribunal oral criminal de la jurisdicción y que los otros presos ya hacen fila para hundirle algo cortopunzante en el abdomen por ser el presunto asesino de una nena de diez años de edad, por matarla y deshacerse del cadáver arrojándola del balcón del segundo piso en que vivía a un pasillo junto a un galpón contiguo.
El dato, aseguraban, les llega por el hermano de uno de ellos, detenido ahí por robo. Lo repetían y se reían, un poco nerviosos.
Pero de vuelta en la cárcel, González Rojas no está tan nervioso.
Para empezar, la alcaldía departamental en la que se encuentra que es parte del complejo penitenciario de San Martín que incluye a tres unidades y tiene detenidos como el femicida Fernando Farré, para empezar, no tiene buzones, las duras celdas unipersonales de puerta de metal con una ranura que les da el nombre, diseñadas para aislar y castigar a presos en confinamiento solitario.
González Rojas tiene apenas un poco más de espacio que en un buzón bonaerense promedio, pero efectivamente está aislado de la población común: el Servicio Penitenciario Bonaerense le asignó una celda individual para resguardar su integridad física, la misma medida que se tomó en el penal de Lomas de Zamora con los detenidos por violar a menores de las inferiores de Independiente.
El supuesto asesino de Sheila, de 24 años de edad, ocupa la celda número 4 en el Pabellón 7, un pabellón de cuatro jaulas individuales. Los informes internos dentro de la cárcel no hablan por el momento de agresiones de otros presos en las salidas al patio, de apuradas, de alguien que lo atormente. González Rojas mismo asegura sentirse a gusto, dice que se lleva bien con los otros detenidos, está cerca de su familia, su defensa no presentó ningún habeas corpus hasta ahora, él mismo pide no ser trasladado a otro penal.
No se olvidaron de él en San Miguel, al menos no del todo. El jueves pasado, el changarín recibió la primera visita desde que quedó detenido el 18 de octubre, sus padres fueron a verlo. La visita no fue en el área común donde los presos se encuentran con sus familiares: también fue individual, en un lugar separado del resto.
Hay otra visita que falta: González Rojas fue padre a 24 horas de quedar detenido luego de que Policía Científica de la Bonaerense encontrara restos de sangre en un colchón en el departamento que ocupaba con su mujer, Leonela Ayala, imputada del crimen junto a él.
Leonela, la madre de sus primeros tres hijos, dos nenas y un varón que eran particularmente cercanos a su sobrina Sheila, dio a luz a un bebé luego de ser detenida junto a él el 19 de octubre pasado en la maternidad Eva Perón de Malvinas Argentinas. Las contracciones comenzaron junto antes de que el fiscal Gustavo Carracedo le tomara declaración indagatoria.
Después del parto, Leonela fue separada de su bebé recién nacido y de sus otros tres hijos, que quedaron a cargo del Estado. Terminó mucho más lejos de San Miguel que su marido: el cupo penitenciario determinó que la tía de Sheila fuera enviada a la alcaldía departamental III de La Plata. También se le asignó una celda individual para aislarla y evitar cualquier venganza.
No se hicieron previsiones desde ningún organismo del Estado para que Leonela viera a su nuevo hijo en traslado o en la cárcel después de parirlo. Se le quitó la tenencia del niño y de los otros tres menores que están en hogares de tránsito.
González Rojas, directamente, no conoce al bebé.
Mientras tanto, Leonela está libre mientras su pareja sigue presa. El Juzgado de Garantías N°3 a cargo del caso ordenó que salga de la cárcel la semana pasada aunque el fiscal Carracedo mantiene la imputación en su contra: la tía de Sheila no volvió a la casa de su familia en el barrio Trujuy, donde se rumorea que habría ido a Misiones bajo amenazas.
La defensa de Leonela, a cargo de Hugo Icazati, no sabe dónde está el bebé nacido tras la detención. "Es algo que no se informa", asegura una fuente que conoce la marcha del expediente. Icazati buscará en los próximos días que Leonela recupere, al menos, la tenencia del nene.
En supuestas declaraciones a la Policía Bonaerense sin valor judicial, Leonela y Fabián habrían confesado el crimen al momento de su detención, cometido en un estupor de drogas. "Fabián es un cabeza de tacho, un bardo", dicen de González Rojas en el Trujuy, "siempre andaba dado vuelta".
Hoy, Leonela se desliga del hecho: aseguró en su indagatoria que no tuvo nada que ver y presentó su tarjeta SUBE para validar sus dichos mientras culpa en privado a González Rojas de que le hayan quitado a sus hijos. En su propia indagatoria, Leonela contó cómo le escondió la Playstation a González Rojas para que no la venda para comprar cocaína, que la sometía a golpes y violencia verbal, que tenía que ponerse frente a sus hijos para que no les pegue también, que creía que el padre de sus cuatro hijos era capaz de matara su propia sobrina.
El changarín también se desentiende del crimen. Afirmó en su declaración que no tuvo nada que ver, a pesar de supuestas heridas defensivas encontrada en su brazo, un rasguño que habría sido hecho por Sheila antes de morir.
Mientras tanto, otro vecino en la zona supuestamente acusó a González Rojas de abusar de su propia hija mayor, hoy de 9 años. "Sí, yo vi algo raro en horas de la madrugada. Él estaba cerca de mi nena. Yo al ver esto me puse a gritar y a correr y los vecinos me escucharon, pero después le pregunté a mi nena y me dijo que él la estaba tapando, pero no sé si será así porque él estaba cerca cuando ella me lo dijo", apuntó Leonela.
Mientras tanto, los abogados de González Rojas hacen sus críticas: desde La Plata, José Nuñez y Carlos Blomberg -que todavía no está constituído en el expediente y planea hacerlo el lunes próximo- aseguran que el supuesto asesino de Sheila es "un hombre simple, con sentimientos, las dos veces que lo vimos preguntó por sus hijos, quería saber dónde y cómo estaban."
Que Leonela esté libre y su cliente preso les despierta adjetivos. "El fiscal le da la soltura a la señora con un elemento valorativo y cargoso muy pobre, hasta diría muy laxo", asegura Núñez: "La declaración indagatoria de Ayala se hace 48 horas después de la de González Rojas y no en simultáneo, va contra la pulcritud procesal."
Blomberg continúa: "Ayala presenta su tarjeta SUBE pero no hay forma de constatar si ella hizo los viajes, los colectivos no tenían cámaras. Se dice que González Rojas consume cocaína, pero su toxicológica dio negativo para clorhidrato. Se dice que Sheila rasguñó su brazo pero no se encontró tejido bajo sus uñas, también que González Rojas arrojó el cadáver desde el balcón, pero el cadáver no tenía fracturas. Hay cosas que no cierran".
González Rojas, aseguran los abogados, está dispuesto a someterse a pericias psicológicas.
El Campo Tupasy, donde González Rojas vivía con su familia junto al paredón donde fue arrojado el cuerpo de su sobrina, hoy está parcialmente demolido, una nueva calle pavimentada se construye en el lugar. Hay otros rumores nuevos cerca del expediente, cosas poco agradables, ecos similares de otros crímenes bonaerenses con nenas asesinadas.
Alguien arriesga: "Para mí, fue un vuelto por falopa."