Si los cuadernos no hubieran existido, la ex presidenta Cristina Kirchner no estaría por ser procesada, de nuevo, como jefa de una asociación ilícita que robó sumas millonarias destinadas a la obra pública, con la complicidad de funcionarios y empresarios. Los cuadernos ya no existen: Oscar Centeno "atizó" el fuego para cremarlos en una parrilla en mayo pasado, apenas se dio cuenta de que su amigo, Oscar Bacigalupo, había abierto la caja que le había confiado. Lo acusó de haber hecho "negocios" con sus anotaciones y hasta plantó la idea de un cuaderno número nueve. Así quedó plasmado en la declaración que hizo Centeno ante el juez Claudio Bonadio, en las primeras horas del escándalo de los cuadernos de las coimas K, cuando el magistrado no terminaba de convencerse de adjudicarle la cucarda de primer arrepentido en la causa, una lista a la que después se sumarían -hasta hoy- doce hombres de negocios y dos ex funcionarios del Ministerio de Planificación –Claudio Uberti y José López-.
Fue otro amigo remisero, Miguel Córdoba, el que le aconsejó a Centeno destruir sus anotaciones cuando recuperó los cuadernos, algo que en un primer momento no había dicho al fiscal Carlos Stornelli. Eso sucedió en mayo, dos meses después de que Roberto Baratta recuperara la libertad por la causa por negociados con la compra de gas natural licuado durante el kirchnerismo. Hacía un mes que Stornelli ya tenía las copias de esos cuadernos en su poder a través del periodista de La Nación Diego Cabot, pero Centeno ni se lo imaginaba.
La historia sobre la originalidad o no de los cuadernos quedó desdibujada en la causa a poco de andar. El chofer de Baratta reconoció su letra y los empresarios comenzaron a desfilar por el quinto piso de Comodoro Py para pedir ser arrepentidos, reconociendo los pagos que se relataban en los anotadores. Ya a nadie parece importarle qué pasó con los cuadernos.
El fuego
"Una tarde de mayo de este año aproximadamente vino mi amigo Miguel Córdoba con su esposa Juana, de quien no recuerdo su apellido, a tomar unos mates. Yo ahí, aprovechando un momento que estaba sólo con Córdoba, le relaté los cuadernos que tenía, donde yo anotaba cosas muy comprometidas y lo que me había hecho Bacigalupo. Y le comenté que los iba a quemar, a lo que él me señaló que sería conveniente", aseguró Centeno ante Bonadio, según la declaración a la que accedió Infobae. "Ahí me levanté, busqué la caja con los cuadernos, me fui al fondo donde está el quincho y en la parrilla los rompí uno por uno, los amontoné y los quemé. Me quedé atizando el fuego hasta que se terminaron de quemar y Miguel Córdoba me miraba desde la puerta de la cocina que está cerca".
Confusión
Toda esta circunstancia hizo que defensas de ex funcionarios presos señalaran a Centeno como el arrepentido que mintió. Es que inicialmente dio a entender que tenía los cuadernos. El remisero se justificó diciendo que lo había olvidado. "Al momento de mi anterior declaración, yo pensé que los cuadernos todavía estaban en mi casa o en una de las viviendas de Bella Vista, porque eso había querido hacer. La confusión en relación al destino de los cuadernos fue por la situación que estaba viviendo; estaba detenido hacía dos días y no había podido dormir. Recién de ayer para hoy, pude dormir un poco más".
Costumbre castrense
Más allá de las especulaciones sobre para quién escribía Centeno un relato tan detallado sobre los viajes que hacía, fue el propio remisero –que hoy vive bajo el régimen de Protección de Testigos e Imputados- el que explicó por qué armó una "bitácora de la corrupción", como describió el fiscal Stornelli. "Los cuadernos los empecé a escribir por una costumbre castrense de anotar fecha y hora de los lugares donde uno va. Así hacen los militares. Se tiene una hoja y se va anotando a dónde se va. Cuando vi que las personas que trasladaba empezaron a llevar bolsos con dinero, pues ellos mismos hablaban, empecé a anotar con mayor precisión todos los datos que veía o tomaba conocimiento", justificó. Tal como había trascendido, Centeno explicó que hubo un impasse en sus anotaciones en 2010 tras la muerte de Néstor Kirchner hasta que los viajes volvieron a hacerse y añadió que dejó definitivamente de anotar "cuando termina la gestión en 2015".
El placard
"Los ocho cuadernos los guardé en la parte inferior de mi placard que está entrando a mi cuarto a la derecha. Cuando estaba viviendo con mi pareja anterior, Hilda María Horovitz, estaban siempre los cuadernos ahí y ella tenía la posibilidad de verlos. Nunca los vio frente a mí pero calculo que lo hizo porque vivió conmigo aproximadamente 8 años –dijo Centeno-. Siempre estuvieron en ese lugar, pero cuando estaban las cosas mal con Horovitz los puse en una caja que cerré con cinta de embalar para saber si los veía y los dejé en el mismo lugar. Entre los meses de febrero y marzo de 2016, nos peleamos con Horovitz definitivamente y aproximadamente en el mes de noviembre se los di a Jorge Bacigalupo".
El chofer de Baratta fue tajante: "A Jorge Bacigalupo se la di (la caja) cerrada como estaba. Se la di por temor a que me entraran a robar a mi casa o temor a que Hilda supiese y me denunciara. Después confirmé que los leyó, porque me mandaba mensajes a mí y a Baratta amenazando que nos iba denunciar si no le daba dinero. Los cuadernos los tuvo Bacigalupo hasta aproximadamente los meses de febrero y marzo de este año".
La traición
Centeno le relató a Bonadio y Stornelli cómo se sintió traicionado por sus cuadernos. "Le pedí a Bacigalupo que me los devuelva porque en una oportunidad voy y me dice que se los había dejado a un amigo por si le pasaba algo. Él pensaba que por la amistad que teníamos, por ahí nos relacionaban y quedaba comprometido, por lo que se los dio un amigo. Ante ello yo le dije: 'vamos a la casa de tu amigo ya', pero me dice que están en la Provincia de Córdoba. Le digo 'no me importa, vamos ya a la Provincia de Córdoba' y me dice 'se fue a Miami'. Y le digo 'no importa, alguien tiene que haber'. Ahí, Bacigalupo me dice 'espera que consulto' y llamó por teléfono no sé a quién". Era Diego Cabot, según lo relató el propio periodista en los días posteriores a que estallara el escándalo.
Al otro día, Centeno se apareció en la casa de Bacigalupo y recuperó sus cuadernos. "Cuando sube, me da la caja y estaba abierta. Ante ello, yo se lo recrimino y le digo si hizo negocio o fotocopias y él me contestó: 'cuando vos entregas una caja a alguien en resguardo, te la abren para saber si (hay) cosas raras o dinero'. Y yo le vuelvo a decir 'por qué la abrieron' y él me volvió a repetir lo mismo: que tenía que saber qué había dentro, por seguridad".
El misterio del cuaderno 9
"Ahí me enojé y me fui gritándole que había hecho negocio con los cuadernos. Luego lo llamo por teléfono a las dos cuadras y le dije, para ver qué me decía, que faltaba un cuaderno. 'Hiciste negocio', se lo repetí varias veces hasta que me dice: 'andate o te cago a tiros'. Y ese fue el último contacto que tuve con él. Traté de hablarle por teléfono y mensajes pero no me contestaba".
Incluso, probó de otra manera. "Yo le mandé un mensaje en el que le decía 'no nos podemos pelear por estos atorrantes luego de tantos años de amistad' pero no me respondió". Centeno y Bacigalupo volverán a juntarse cuando el caso llegue a juicio oral. Centeno estará sentado en el banquillo de los acusados, aunque en una posición más privilegiada que otros por su rol de imputado-colaborador.