Alumno de Kung fu y pelador de pollos: retrato íntimo del violador de Marcos Paz

Nahuel López es el mayor de diez hermanos. Su propia familia decidió entregarlo a la Bonaerense

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Nahuel David López
Nahuel David López

Cuando Nahuel David López fue detenido el viernes por la noche, muchos de sus amigos y conocidos en la zona de Marcos Paz tomaron un cepillo de alambre para empezar a rasparlo fuera de sus vidas.

Borraron fotos junto a él posteadas en Facebook, borraron comentarios que habían dejado en los cinco perfiles de López en la red social, una carrera frenética para desentenderse de haberlo conocido. No era grato ser vinculado a él: alguien a quien López le tenía un afecto particular tuvo que soportar que le dijeran por WhatsApp que era "un amigo del violín", que "se las tome ya".

La pequeña academia de kung fu donde Nahuel había estudiado durante los últimos cuatro años recibió algunos insultos y amenazas en su perfil online. Sus vecinas del barrio El Prado difundieron su cara, su nombre y su información personal para escracharlo mientras se reproducía el rumor de que López habría sido ajusticiado a golpes por detenidos que estaban en la celda de la comisaría de Marcos Paz en donde terminó tras ser arrestado, violado incluso, algo falso que no fue ni siquiera reportado por su defensora oficial. Sus padres –ex policía ella, hoy con una pensión, policía en actividad él– salieron poco de su casa tras el arresto, lo mismo sus nueve hermanos –cinco mujeres, tres varones– de los que Nahuel es el mayor.

Mientras tanto, los chicos del Prado se acumulaban en la esquina de su casa, entre la zanja con pasto crecido a modo de vereda y la calle de tierra, viendo a la camioneta de reparto de garrafas pasar, viendo a los móviles de televisión y los cronistas y los camarógrafos, mirando atentos sin hablar, como pájaros, sospechando.

López, captado por las cámaras de seguridad del depósito.
López, captado por las cámaras de seguridad del depósito.

Era difícil de entender, un shock vecinal quizás. Hasta la madrugada del sábado 4 de este mes en donde según la imputación del fiscal Pedro Illanes raptó y penetró por la fuerza a una chica de 12 años en un descampado frente a un depósito de mercadería a diez cuadras de su casa, frente a cámaras de seguridad que lo filmaron tironeando a su presunta víctima del brazo mientras trataba de escapar, Nahuel David López, la nueva mancha venenosa de Marcos Paz, nunca había lastimado a nadie.

Su ficha en el Ministerio de Seguridad bonaerense estaba limpia antes de ser detenido, no registraba causas penales previas. Nahuel tiene una novia desde hace poco más de dos años, M., una joven de nacionalidad peruana de su misma edad que vive en la zona de Mariano Acosta: López fue arrestado en la casa de M., donde fue a refugiarse tras el ataque a la menor. Un llamado al 911 lo delató.

M. declaró en la UFI N°3 del fiscal Illanes tras visitar a Nahuel en la comisaría en donde está detenido: no dijo nada en su testimonio sobre ningún episodio de violencia. No es la primera vez que ocurre algo así, un supuesto violador atacando desde la nada. Jorge Mangeri tampoco tenía antecedentes antes de intentar abusar y luego matar a Ángeles Rawson. Ninguna denuncia previa.

Nahuel, si es que es condenado como culpable, habrá tenido entonces su debut delictivo a los 21 años de edad con una calificación gravísima: abuso sexual agravado por acceso carnal a una menor. De cero a casi cien. "Perdoname, necesito tratamiento, necesito ayuda", le dijo a su novia en la visita de la comisaría.

¿Planeó su ataque violador? ¿Fue premeditado? Lo planeó de forma pobrísima si es que lo planeó: el depósito de mercadería frente al descampado donde llevó a su víctima tiene dos cámaras perfectamente visibles desde la vereda, las únicas cámaras de seguridad en toda la cuadra. Nahuel, si es que quería evitar ser filmado, solo tenía que mirar hacia arriba para darse cuenta.

¿Nahuel es habitualmente violento, agresivo? Si efectivamente lo es, esa violencia debería dejarse ver en algún lado, en su kung fu, por ejemplo. Pero de vuelta en la academia donde entrenó durante los últimos cuatro años, su instructor nunca lo vio pelear con rabia, para herir expresamente al contrincante.

López había logrado un nivel medio como estudiante de artes marciales, aceptable a pesar de su intermitencia: entrenaba cuando podía pagar la cuota, cuando sus padres tenían un poco de plata de sobra con otros nueve chicos que alimentar. A veces iba un mes entero, luego dejaba de ir por tres, cuatro, después volvía. La mujer de su entrenador le preguntaba por Facebook cuándo regresaría.

El descampado sobre la calle Monteagudo donde ocurrió la violación y el depósito con las cámaras de seguridad que filmaron a López y a la víctima.
El descampado sobre la calle Monteagudo donde ocurrió la violación y el depósito con las cámaras de seguridad que filmaron a López y a la víctima.

La academia es mixta: Nahuel le caía bien a las mujeres que también entrenaban en el lugar según recuerda un habitué, lo consideraban un chico respetuoso, amable, dispuesto a explicar movimientos complicados a otros estudiantes que no los entendían del todo. "Otras artes marciales son más al palo, el kung fu es más paz y amor. Se ve que la onda le pegaba bien", dice el habitué. Había formado un vínculo con el hijo de su entrenador, un joven con una discapacidad motriz, una amistad.

Nahuel, mientras tanto, no decía mucho en la escuela de artes marciales. Era callado, reservado. Su entrenador pensaba que era tal vez "un poco lento", que se hacía múltiples perfiles de Facebook porque seguramente olvidaba sus contraseñas, sus respuestas a veces demoraban unos cuantos segundos después de la pregunta.

El joven y el entrenador se vieron por última vez en septiembre del año pasado. Nahuel le contó de su novia, que iría si todo salía a bien a conocer a la familia de la joven en Perú. Su entrenador, descreído, alarmado por la presencia de supuestos narcos peruanos en Marcos Paz y Mariano Acosta, le advirtió que se cuidara, que no lo terminaran usando de mula para transportar cocaína. Nahuel, que abandonó el secundario un año antes de terminar luego de pasar por dos escuelas públicas, también le contó de su nuevo trabajo pelando pollos recién faenados en un peladero a unas diez cuadras del cementerio de Merlo, no muy lejos de su casa. También le habló de su fe, de sus recientes visitas a una iglesia.

Ambas cosas, en la mente del joven hoy acusado de una violación vejatoria y brutal, iban de la mano.

El peladero no lo había puesto en blanco a Nahuel, tampoco le daba trabajo todos los días. Debía ir a primera hora en la mañana para ver si el lugar necesitaba gente. Podía quedar o no. Luego, Nahuel iba a su iglesia cristiana, "la Universal", dice alguien que lo conoce bien. Allí, el joven dejaba su diezmo, el diez por ciento bíblico de sus ganancias de changarín pollero.

Changa: las botas blancas que López usaba para trabajar en el peladero de pollos, encontradas con él cuando fue detenido.
Changa: las botas blancas que López usaba para trabajar en el peladero de pollos, encontradas con él cuando fue detenido.

De vuelta en la casa de los López donde viven desde hace doce años, algunos vecinos se solidarizan con la familia, se acercan a tomar mate a la cocina y charlar. Los López no son particularmente religiosos, pero los vecinos, muchos de ellos cristianos evangélicos, les dicen de ponerse a rezar.

No hay miedo de un linchamiento, no por el momento, no en los cálculos del fiscal Illanes que no cree que la familia de la víctima pueda instigar que les incendien la casa a la familia de Nahuel. No hay, por lo pronto, un patrullero de custodia en la puerta a la espera de que el barrio llegue enfurecido con gritos y un bidón de nafta.

Los padres de Nahuel visitaron al joven en la comisaría donde está detenido en la tarde de ayer. N., de 17 años, uno de sus hermanos más cercanos, se había quedado en casa. Todavía no lo vio a Nahuel tras su arresto, no sabe cuándo lo hará. "Quiero ir", asegura.

Nahuel confiaba en N., dice el hermano menor, "me hablaba, me contaba sus cosas, pero nunca algo así". N. tiene el corazón roto, los ojos azules le tiemblan. "Sí, nosotros lo entregamos a la Policía", dice: "Mi mamá fue la que llamó, la que dijo dónde estaba mi hermano".

—¿Lo decidieron entre ustedes?

—Lo decidimos entre los hermanos mayores.

—¿Por qué lo hicieron?

—Porque Nahuel cometió un error.

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