¿A dónde va la plata de las personas pobres que abortan? ¿En qué se convierte?
En Claypole, posiblemente, se convierte en ladrillos. A fines de 2005, el doctor Teófilo Plasencia, el mayor abortero de la historia del Conurbano bonaerense, salió de garante con su nombre en los papeles para una mujer de su zona, que le había pedido un préstamo a otra mujer de Almirante Brown dedicado al rubro inmobiliario. Plasencia ofreció su casa como garantía, o una de tantas.
La propiedad de Plasencia en la calle Coquimbo al 1300 no era algo menor, algo chiquito. Para empezar, era un complejo de dos casas en una: tenía dos cocheras, cinco dormitorios, cinco baños, lavadero, dos patios en poco más de 600 metros cuadrados de terreno, construcciones un poco rústicas y desparejas quizás, sin embargo atractivas, de buenos materiales, con potencial.
En el medio, algo salió mal. La mujer, al parecer, no pagó lo que debía. La señora de la inmobiliaria decidió enjuiciarla con un expediente por ejecución hipotecaria que tramitó en el Juzgado Civil N°5 de Lomas de Zamora. El 28 de febrero de 2006, la sección judicial de Boletín Oficial de la provincia de Buenos Aires anunció que la casa grande de Plasencia sería rematada dos semanas después en el Colegio de Martilleros de la jurisdicción. El precio de base: 80 mil pesos de aquel entonces.
"El remate se frenó", recuerda alguien en la zona sur involucrado en la operación, "al final la que pidió el préstamo pagó todo." "De Plasencia algo me acuerdo, no mucho", rememora la fuente como esforzándose: "creo que lo metieron preso, algo así, por cosas ilegales"
Decir que a Teófilo Plasencia "lo metieron preso" por "cosas ilegales" es decir realmente poco. Plasencia, hoy de 73 años, nacido en Cajamarca, Perú, diplomado como médico en la Universidad Nacional de La Plata en 1974, entró y salió de cárceles y comisarías bonaerenses y porteñas a lo largo de los últimos treinta años, imputado en al menos diez causas distintas por delitos aberrantes: abortos sin consentimiento, vender bebés y falsear sus identidades, al menos cuatro interrupciones de embarazo seguidas de muerte.
Hoy, Plasencia –Don Teo para sus viejos vecinos, "El Doctor Muerte" según el zócalo de un programa de televisión que lo entrevistó años atrás- está preso en el penal de Olmos, condenado a cinco años y seis meses de cárcel tras acordar un juicio abreviado con el Tribunal Criminal N°2 de Lomas de Zamora y el fiscal Guillermo Morlacchi, con una inhabilitación de otros once años para ejercer la medicina. La causa databa de septiembre de 2016, cuando una joven de 19 años, oriunda de Caseros, empleada doméstica en una casa de familia en Villa Devoto, llegó a su consultorio para que Plasencia le practique un aborto de un embarazo de seis semanas.
Ya en el lugar, la mujer se arrepintió. Plasencia le dijo que ya era demasiado tarde: fue drogada y Don Teo le practicó el aborto en contra de su voluntad de acuerdo a la condena en su contra, le perforó el útero en el proceso, dejándole en su interior un pedazo de sonda.
Cuando despertó, una mujer cómplice del abortero la amenazó para que mintiera, para que dijera que se cayó por las escaleras y perdió el bebé. La dejó tirada en una clínica de San Francisco Solano, diciendo en la mesa de ingresos que era la amiga de su víctima, para luego irse corriendo.
Para ese entonces, Plasencia no tenía una sola casa, sino dos. El aborto sin consentimiento a la chica de Caseros que dejó al borde de la muerte y con un agujero en el útero fue practicado en la otra propiedad de Don Teo sobre la calle 17 de Octubre, literalmente a la vuelta de la doble casa de la calle Coquimbo. Era su consultorio y quirófano, allanado al menos cuatro veces por la Bonaerense desde 1995, con un poco de caos, suciedad, un gusto en decoración un poco grotesco. "Bienvenidas", decía el cartel en la panza de la muñeca bebé en la entrada.
Había imágenes y consignas religiosas, con una suerte de Don Teo panteísta, una Vírgen María, un Buda gordo que movía el brazo, con un catre con un cubrecama grasiento con un estampado de piel de leopardo que funcionaba de camilla de quirófano. El instrumental médico estaba a sucio y a la vista cuando la Bonaerense allanó el lugar en 2016 tras la denuncia de la chica de Caseros.
Había dos autos en la cochera: un Peugeot 208 Feline que hoy valdría unos 350 mil pesos a nombre de un presunto nieto de Plasencia que acumuló 20 mil pesos en multas por velocidad en lo que va del año y el auto del "Doctor Muerte" mismo, un Volkswagen Beetle 1.4 modelo 2016, inscripto apenas un mes antes del allanamiento. Valor actual de usado: medio millón de pesos.
El patio era lo peor de todo. Había una bolsa con ampollas rotas de anestésicos como Propofol en bolsas, manchas de sangre. Lo cierto es que Don Teo nunca fue muy prolijo con sus residuos patógenos: los vecinos hablan de restos de fetos en las pilas de basura de la cuadra, un allanamiento de 2011 encontró a varios enterrados en los claros de tierra dura. Los allanamientos, por otra parte, van mucho más atrás en el tiempo.
El ex juez Daniel Llermanos, hoy abogado de Hugo Moyano, ordenó una redada en la casa de Don Teo por una causa por práctica de abortos clandestinos en febrero de 1995. "Alguien inolvidable", dice Llermanos del médico, 23 años después. "Allané personalmente su clínica, tenía una escenografía como festiva", recuerda el juez, que se sorprendió particularmente por un "gran monumento al pene" con un cartel que decía "'gracias a este tenemos trabajo'" entre cuadros de hombres y mujeres desnudas "de pésimo gusto."
"Todo parecía una película de Almodóvar", sintetiza Llermanos. Plasencia no se resistió al arresto aquella vez, incluso se reía. Las clínicas clandestinas de aborto suelen estar tapadas con eufemismos, retórica ginecológica, cosas así: Don Teo no tenía ese tipo de tapujos.
Los remates judiciales volverían con el tiempo también para otra casa. En noviembre de 2013, el Banco Platense enjuiciaría a Plasencia por una nueva ejecución hipotecaria de una casa sobre la avenida Monteverde en San Francisco Solano al 800, un nuevo complejo de pequeñas construcciones erráticas, más de 300 metros cuadrados, con un llamado para mejorar la oferta a compra. El precio de base de acuerdo al Boletín Oficial provincial: 391 mil pesos. Marcos, hijo de Plasencia, vivía allí. La propiedad, nuevamente, quedó en manos de Don Teo: Marcos viviría ahí por varios años más.
En febrero de este año, la Jefatura Departamental de Quilmes allanó el lugar con ordenes de arresto libradas por la UFI N°14 de Lomas de Zamora. Buscaban a Marcos, precisamente, y a su hijo Gonzalo, por el delito no de abortar clandestinamente, sino de menudear cocaína. Lo que encontraron fue la marca del viejo negocio familiar, su aparato publicitario: 43 carteles pintados a mano y más de dos mil stickers que decían "partera" y "ginecóloga" con un número de celular. Había gasas, instrumental quirúrgico, suero. Parecía, a simple vista, un nuevo consultorio.
El hallazgo de la DDI dio pie a la sospecha de que los Plasencia estaban de vuelta en su vieja actividad, o que nunca la habrían abandonado del todo. La UFI N°4 de Quilmes a cargo de la doctora Nuria Gutiérrez tomó el caso. No se encontraron restos de fetos humanos, apenas una suerte de bollo dentro de un balde con huesos que serían de un pollo. Mientras tanto, informes de inteligencia recibidos por Gutiérrez detallaban un presunto tarifario de seis mil pesos por un procedimiento con misoprostol hasta 20 mil pesos por un aborto quirúrgico.
Por otra parte, quienes conocen la zona y al clan Plasencia conocen también la cifra y el presunto tarifario: para la gente del barrio, los carteles que publicitaban abortos tácitamente nunca dejaron de hacerse ver.
Don Teo era también una figura usual, un señor petiso y amable que siempre saludaba a los vecinos acostumbrados a ver mujeres jóvenes cruzar la reja que separaba el pasillo de la casa de la vereda, para verlas irse en remises, un flujo constante. Plasencia también tenía su séquito, chicas de poco más de 20 que lo rodeaban, los vecinos se preguntaban si el médico era una suerte de playboy, no entendían. "Eran sus enfermeras", dice un investigador que siguió a Don Teo por varios meses, "les enseñaba cómo hacer abortos para que sigan el negocio."
Plasencia está condenado y preso en el penal de Olmos. Sin embargo, queda una cuenta pendiente. A pesar de casi treinta años de abortos clandestinos con diez causas y cuatro supuestas víctimas fatales, a pesar de un auto último modelo y casi 1500 metros cuadrados de propiedad y tres casas en la zona sur, Don Teo nunca fue imputado por lavado de dinero.