Este lunes a las 14 horas, Nahuel Oviedo Betancourt, delantero del club san Telmo, ingresó a una sala de la UFI N° 8 de Morón en el edificio de fiscalías del distrito sobre la calle Cristóbal Colón, con un policía que lo llevaba esposado, sus manos atadas detrás de la espalda. Arturo Goldstraj, su abogado defensor, lo esperaba del otro lado de la puerta tras constituirse en el expediente minutos antes.
Prolijo, vestido con un chaleco bordó y un jogging gris, sin ojeras grises bajo los ojos claros ni otro signo de haber pasado una noche dura en la alcaidía de la planta baja del edificio, Oviedo -de 28 años, ex Huracán y Sportivo Italiano- sería indagado por el delito de homicidio simple tras la brutal riña que le costó la vida al arquero Nahuel Espíndola fuera de la cervecería Jacks en Hurlingham. Ever Brizuela Cáceres, un joven de 26 años nacido en Paraguay, el conductor y titular del Peugeot 308 blanco en el que se fugaron, había sido indagado poco antes, dos horas ante los funcionarios de la UFI a cargo de la doctora Adriana Suárez Corripio.
"Los videos que transcendieron son poco claros", aseguraba Goldstraj a Infobae en la mesa de entradas. "Nahuel habría participado en la pelea pero no sería el autor de la muerte", arriesgaba el abogado. Un funcionario clave en la instrucción del expediente afirmaba antes de comenzar la indagatoria, de cara a testimonios que constan en el sumario de la Policía Bonaerense y los videos difundidos durante la tarde de ayer: "Creemos que Oviedo es el autor material".
Al final de la indagatoria, la historia y la estrategia de defensa fueron muy distintas. Oviedo, ex Huracán y Sportivo Italiano, no negó el hecho según afirmó Goldstraj mismo: "Un homicidio culposo si se quiere, preterintencional". Oviedo aseguró que Espíndola, palabras más, palabras menos, enfurecido y pendenciero mientras intentaba atacarlo a la salida de la cervecería, "se cayó" sobre el cuchillo asesino al abalanzarse sobre el delantero.
"Fue una declaración larga, Oviedo ofreció referencia sobre toda la situación que atravesaron con Brizuela. Tenía el cuchillo en la mano, que era propiedad de Brizuela, que aparentemente se dedica a pescar y lo tenía en el baúl. Los testigos dicen que Espíndola estaba fuera de sí. No tuvo intención de hacerle nada, lo creyó herido pero no imaginó una cuestión de tanta gravedad. El cuchillo ni siquiera fue esgrimido, fue exhibido para disuadir. Hasta pensaron que podían ser víctimas de robo, hasta se sacó el reloj y lo escondió. Coincide con los testimonios disponibles", dice Goldstraj, que por lo pronto no planea plantear una legítima defensa. "Sería prematuro", asevera.
No es la primera vez que el abogado defiende al futbolista: ya lo había representado en la causa por robo a mano armada y lesiones a una mujer policía que tramitó en el Juzgado N° 20 y que le valió tres meses de cárcel en el penal de Ezeiza a mediados de 2013.
Ever Brizuela había declarado poco antes que Oviedo. Se lo veía peor que al futbolista mientras salía esposado de su indagatoria, transpirado y con la barba crecida, los ojos saltones. De 26 años, oriundo de Paraguay, Brizuela había comprado hace poco tiempo el Peugeot 308 blanco que usaron para huir de la escena con el capot manchado de sangre. Mañana martes cumplirá su cumpleaños número 27 en una celda. Fuentes en la UFI N° 8 se negaron a revelar los contenidos de su indagatoria de más de dos horas.
Mensajero en moto hace unos cuatro años, Brizuela vive con su madre y su padrastro en un complejo de casas precarias en Villa Urquiza a pocas cuadras del departamento de la familia Oviedo. "Los dos se conocen del barrio", dicen en el complejo. Ambos se tienen como amigos en sus perfiles de Facebook; Oviedo suele jugar los sábados con sus amigos en las canchas de fútbol frente a la casa de Brizuela, ya habían compartido otras salidas nocturnas. "Siempre va a bailar a Palermo, no sé qué hacía en Hurlingham", dice Kenya, tía de Ever.
La UFI N° 8, por lo pronto, espera los resultados de la autopsia al cuerpo de Espíndola y el peritaje al cuchillo de mango negro encontrado a pocas cuadras del hecho, un análisis a cargo de la división Científica de la Bonaerense. De vuelta al complejo, los jóvenes que viven ahí se mueven nerviosos en la vereda, les chiflan a extraños que pasan y se quedan mirando: le temen a la llegada de una revancha a tiros tras el homicidio de Espíndola.