Héctor Daniel Lagostena (58) intentó consumar el crimen perfecto. En algún momento de la noche del 20 de agosto de 2010 mató a su pareja, Érica Soriano, y esa misma madrugada hizo desaparecer el cuerpo, aunque nunca se supo de qué forma. Con el correr de las horas y los días diseñó la arquitectura de la mentira, pero los cimientos nunca fueron del todo sólidos. La madre y las hermanas de la víctima siempre sospecharon.
Ocho años más tarde el hombre fue condenado por ser el autor de un crimen sin cuerpo. Deberá cumplir una condena de 22 años de prisión, por lo que, como mínimo, estará 14 años tras las rejas. Si bien quedó claro que fue un femicidio, Lagostena fue castigado por el delito de homicidio, ya que cuando cometió el crimen no existía la figura del femicida, que contempla una prisión perpetua.
Salvo que él o alguno de quienes lo ayudaron se quiebre, nunca se sabrá dónde están los restos de la mujer. Lo que Lagostena no podrá ya ocultar es la extensa colección de pruebas que para el Tribunal Oral en lo Criminal Nº 9 de Lomas de Zamora explican su responsabilidad directa en la muerte y la desaparición de Soriano.
El crimen de Érica fue la consecuencia de una espiral de violencia y celos por parte de su pareja que comenzó en abril de aquel año, cuando la mujer decidió mudarse de Villa Adelina a la casa de Lagostena en Lanús para que él se sintiera más seguro. Llevaban tres meses de relación. "Ella estaba viviendo su peor pesadilla", contó su amiga Lorena Caramello a la Justicia.
Lagostena es controlador, inseguro, celoso, violento y narcisista. Figura en los análisis de los peritos psiquiátricos en el expediente. "Lagostena presenta personalidad psicopática con marcados rasgos narcisistas. El vínculo es de sometedor a sometido, donde Daniel ejercía un férreo control sobre Érica (…). Respecto al hijo que esperaba era solamente un objeto más de control", concluyeron los médicos Alejandro Conte, Alejandra Santoro y la forense Ana María Arias.
Él ya había tenido problemas con sus ex parejas. Una de ellas, que convivió con Lagostena unos ocho años, contó que le controlaba los horarios y que ante cualquier duda la maltrataba y la golpeaba, tanto que una vez la dejó desmayada. A veces la despertaba en el medio de la noche y le tiraba baldes de agua helada.
Otra ex novia quedó embarazada de él a los siete meses de relación y, según consta en la causa, Lagostena le pidió que no tuviera el bebé y le pegó tanto que le quedaron marcas en la nuca.
Soriano estaba embarazada de tres meses. Pensaba dejar a Lagostena o al menos suspender la convivencia. Las dificultades en la relación quedaron claras en varios mails incorporados al expediente y en testimonios de amigos, familiares y compañeros de trabajo.
Érica era obligada por su pareja a mostrar fotos de las personas que la acompañaban cuando no estaba con él, mostrar el horario que figuraba en los boletos de los colectivos y él le hackeaba los mails o la obligaba a mostrarle su teléfono celular.
La perversión de Lagostena tocó su punto máximo la noche del 20 de agosto, después de haber ido juntos a una revisación ginecológica. El último contacto que tuvo Soriano con otras personas fue a las 22.13: una conversación telefónica con una amiga donde ella le dijo que "Daniel manejaba con fastidio" y le contó que habían estado discutiendo.
Doce minutos antes, alguien pidió una pizza en la casa donde vivían Lagostena y Soriano. Todavía hoy no se sabe quién fue, pero se sospecha que podría tratarse de algún cómplice del asesino.
Cuando los investigadores le preguntaron a Lagostena por ese llamado él dijo que habían sido ellos, que pidieron una pizza de salsa golf y palmitos. Pero los horarios, constatados, no cerraron nunca. Según su coartada, pidió la pizza desde el teléfono de línea de la casa 12 minutos antes de que Soriano hablara con su amiga, a quien le dijo que iban por la avenida 9 de Julio.
A las 23.45 Lagostena comenzó a intercambiarse mensajes de texto con su sobrino. Y ya de madrugada, entre las 5.05 y las 5.53 se mandaron otros seis mensajes. El asesino quiso explicar que estaban acordando un arreglo en la casa. "Las comunicaciones efectuadas implican una alteración en sus patrones de comunicación y uso horario existentes", concluyeron los investigadores. ¿De qué hablaron tantas veces y en una hora marginal?
Nunca más se supo algo de Érica. A las 9 del 21 de agosto la familia Soriano intentó comunicarse con el celular de la víctima, con el de Lagostena y al teléfono de línea de la casa de Coronel Santiago al 1400, donde vivían. Ninguno se atendió. A María Ester Romero, madre de Érica, le pareció extraño ya que "Daniel nunca dejaba su celular".
Lagostena alegó que su pareja se había ido temprano de su casa después de que volvieron a discutir por los temas de la noche anterior. Pero no pudo explicar por qué no se respondieron los llamados que hizo la familia de Érica.
Sin embargo, las investigaciones posteriores pusieron en evidencia a Lagostena. Desde las 9.13 alguien chequeó cinco veces el contestador del celular de Soriano y de la casa. Además, a las 11 se registró una llamada perdida en el teléfono de la hija de Érica, proveniente de la línea de Lagostena. Para los investigadores esto indica que el asesino tuvo que haber visto los llamados perdidos de las 9.
Lagostena recién devolvió los llamados a las 14.55. Le mandó un sms a Brenda Soriano, hermana de la víctima. Y a las 15.05 el hombre llamó al teléfono de Érica. Lógicamente, ese aparato estaba apagado. Nunca más se iba a encender ni sería encontrado.
En las 17 horas que pasaron entre que Soriano habló con su amiga mientras volvía del médico hasta el primer contacto de Lagostena con la familia de la víctima "se altereron los patrones de conducta". El hombre siguió con su rutina como si ella no hubiera desaparecido. Y cuando habló con Romero se mostró indiferente a la desaparición. "Se habrá perdido", le dijo a la madre de Érica, casi de manera despreciativa.
Recién a las nueve de la noche Lagostena hizo la denuncia. A las 23 la Policía fue a registrar el domicilio de la pareja y encontró la cartera, la billetera, el DNI, las tarjetas de crédito y débito y la ropa de Soriano que, según Lagostena, la mujer se había puesto para irse de la casa.
La Policía la buscó por toda la Provincia: zona norte, zona sur, Rivadavia, Carhué, Tres Arroyos, Trenque Lauquen, Bahía Blanca. También en La Pampa, Córdoba y Santa Fe. A esa altura, la búsqueda de Soriano se había vuelto una cuestión nacional.
El sábado 21 de agosto fue un día de calor, sin embargo, los investigadores detectaron que había estado encendida la estufa de leña. Lagostena dijo que había quemado unas maderas y había cocinado algo. Pero en los allanamientos se encontraron fibras de una tela que coincidía con ropa interior de Soriano. Las pericias posteriores hallaron en esa tela ADN femenino.
También encontraron manchas de sangre. Lagostena dijo que Érica se había cortado y que estuvo vendada unos días. Nadie del entorno de la mujer la recuerda con algo en alguna de sus manos. "Mi hermana era muy cuidadosa con sus manos, si le hubiera pasado algo me habría contado", relató a la Justicia Verónica.
¿Qué pasó con el cuerpo?
Durante el juicio, una mujer declaró que mientras miraba la televisión le preguntó a su pareja qué habrá sido de Soriano. El hombre, llamado Gabriel, le contestó que él conocía a Lagostena y que sabía que el 20 de agosto él le pegó a Érica "sin querer matarla" pero que la mujer cayó y se golpeó la cabeza contra una mesada y murió.
Y relató que entonces Lagostena llamó a su amigo Leonardo De Simone (presunto testaferro del padre de Lagostena en el rubro funerario) porque él tenía contactos en el crematorio de Lanús.
"Yo no sé si el cuerpo de mi hija está enterrado o fue cremado, pero nunca lo buscaron bien", comentó Ester Romero tras el fallo condenatorio contra Lagostena. La Justicia abrió una investigación paralela por sospechas de una mafia de los crematorios.
De esas escuchas surgieron frases de De Simone donde dice a una persona no identificada: "Mirá, yo, yo en el cementerio de Lanús tengo cuenta corriente, ¿viste?". De Simone vive en la casa que fue de la famila Lagostena, pero nunca escrituró. Esa operación se hizo tras el crimen. Los investigadores sospechan de una devolución de favores.
En casi ocho años de investigación, la Justicia nunca pudo corroborar que Soriano haya salido de la casa el 21 de agosto tras haber entrado la noche anterior.
Este último viernes, tras un juicio por el que declararon casi 70 testigos, los jueces del TOC 9 de Lomas resolvieron determinar la pena en casi lo máximo que contempla para un homicidio: 22 años sobre 25. Lagostena fue considerado culpable del delito de "homicidio en concurso ideal con aborto en contexto de violencia de género".
Tras el fallo, alguien recordó lo que Lagostena le dijo a Mauro, un hermano de Érica, una tarde en la que le pidió hablar de los problemas que tenía con Érica. El asesino le admitió que estaban haciendo terapia de pareja, porque pensaba que ella le escondía información y lo engañaba. "Si me entero que me es infiel la mato", confesó Lagostena. Meses más tarde cumpliría su promesa.
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