A comienzos de esta semana la Policía Federal detuvo a Emmanuel Carlos Ioselli, de 24 años, más conocido como Camus Hacker, y a Gastón Rubén Favale, un técnico de computadoras de 42, por trata de menores. Sobre Favale recae además una acusación todavía más grave: una de las víctimas -a la que Infobae llamará A.C. para proteger su identidad- denunció que el informático la violó durante una sesión de fotos con supuestos fines laborales, detrás de la que se escondía un negocio de venta de pornografía infantil.
Infobae accedió a través de fuentes judiciales a un informe pericial realizado por la Lic. Fernanda Mattera, perito psicóloga del Cuerpo Médico Forense de la Nación. La analista detalla en el escrito el encuentro con A.C. Expresa, entre otras cosas, que el relato de la joven fue "coherente" en todo momento y que "presenta una conflictiva emocional asociada a graves disfuncionalidades familiares, lo cual le ha generado sentimientos de inseguridad y desamparo, que la ubican en una situación de mayor vulnerabilidad". En el mismo documento figura la descripción del ataque sexual.
A.C. hoy tiene 17, pero cuando fue contactada por los acusados para un supuesto "casting" laboral todavía tenía 16. Es la más chica de seis hermanos y sus primeros años estuvieron marcados por episodios de violencia verbal y física, que terminaron con la disolución del hogar familiar cuando apenas tenía 6. Está cursando por tercera vez 2do año y el precio por participar de las producciones de fotos que organizaban Ioselli y Favale fue un teléfono celular de alta gama, al que por su situación económica, expresaron fuentes vinculadas al caso, no podría haber accedido.
En su declaración ante la perito A.C. dijo que fue cinco veces al hotel Los Lirios de Villa del Parque. Al principio lo hizo junto a una amiga y después siguió yendo sola. En las dos primeras oportunidades le pagaron, estaba ahorrando para un teléfono iPhone y se lo contó a Favale. En el tercer encuentro él le dio el dispositivo marca Apple y le dijo que era a cambio de que ella siguiera con el arreglo hasta terminar de pagarlo. Dos encuentros más tarde la violó.
El día de la violación, Favale –sobre el que pesan antecedentes por abuso– le dijo a A.C. –según el propio relato de la joven en la instrucción pericial– que no le quedaba lencería y que por eso quería que ese día se pusiera pintura en el cuerpo. Empezó entonces a colocarle un aceite y a manosearla, recordó la joven en su declaración. "Empecé a llorar pero sin llanto", intentó describir la sensación de aquel momento. Ese día, a diferencia de las otras veces, él había pedido una habitación alejada en Los Lirios.
"Me dijo que me veía angustiada y que hacíamos las fotos rápido, cerró la puerta, me quiso dar un beso y lo empujé. Me tiró en la cama, me corrió la tanga y él se bajó el pantalón, ahí me quedé dura", narró, sobre la secuencia que presenció como si fuera una espectadora a través del espejo colocado en el techo de la habitación. Favale la penetró por vía vaginal y después, sin mediar palabra, se metió en el baño. Cuando salió la hizo cambiar, desconectó todo y dio por terminada la sesión. Fue la última vez que se vieron.
"Todo el viaje me pidió perdón, me dijo que no diga nada, que lo íbamos a olvidar", recordó A.C. los últimos minutos junto a su violador en el auto de él. "Cuando subo a un auto que tiene el olor de él o del auto, me angustio. (…) Algunas palabras que él decía me da asco escucharlas", admitió la adolescente antes de animarse a compartir: "Desde ese momento no siento nada, creo que me hice asexual. Es una mezcla de mi inseguridad de antes, más este pelotudo, ahora soy una planta".
Contarlo no fue fácil. A.C. lo hizo luego de sufrir una serie de ataques de pánico y de meses de cargar sola y a escondidas con el horror de lo vivido. A la primera que se animó a decirle lo que había pasado fue a una de sus hermanas mayores, la que la ayudó a comunicárselo a más personas. Cuando le tocó hablar por primera vez con una psicóloga no mencionó la violación y tampoco lo hizo en su primera cámara Gesell. "Lo que peor me pone es que las fotos siguen estando, siempre van a estar y me pueden amenazar", dijo.
La trampa de Ioselli y Favale
Según se desprende de la investigación judicial a cargo del juez Sergio Torres e impulsada por la fiscal Alejandra Mángano junto a la Procuraduría de Trata y Explotación de Personas, los roles hacia adentro de la organización de los acusados eran diferentes, pero habrían perseguido un objetivo común: lograr la explotación sexual de adolescentes y menores de edad a partir de engañosas propuestas laborales.
Ioselli era el que captaba a las víctimas, lo hacía en boliches bailables o a través de las redes sociales. Buscaba menores de familias divididas, sin una figura paterna, con distintos tipos de necesidades, especialmente económicas, características que creía las hacían un blanco fácil para el engaño. La promesa era convertirlas en modelos televisivas y el primer requisito una sesión de fotos. Ahí entraba en acción Favale.
Para terminar de convencerlas y que todo pasara por una propuesta laboral real, se acordaba un pago. En algunos de los casos fue dinero, en otros ropa o zapatillas, artículos electrónicos e incluso una de las víctimas dijo haberlo hecho a cambio de útiles escolares. A cada una le ponían un precio diferente, directamente ligado a sus carencias y necesidades.
Los supuestos trabajos televisivos nunca llegaban, pero las sesiones fotográficas con Favale continuaban semana a semana. Mientras tanto, a espaldas de las adolescentes el material empezaba a circular y a ser comercializado en internet como pornografía infantil. Si alguna quería abrirse la amenaza era difundir las fotos que ya estaban siendo vendidas. Para cuando se daban cuenta de la trampa, estaban atrapadas.
Favale usaba como pantalla un local comercial cerca de la estación de Devoto, en el que se dedicaba a la venta al por menor de equipos de computación, accesorios y programas informáticos. Así figura en los registros oficiales de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP). Pero quienes frecuentan la galería donde tiene su negocio, allanado ayer lunes por la Policía Federal, dicen que pocas veces estaba abierto.
El pedófilo de 42 años se presentaba primero como productor, aunque durante las sesiones oficiara de fotógrafo. Buscaba en su propio auto a las jóvenes que contactaba y las llevaba hasta el hotel Los Lirios, donde montaba el improvisado estudio de fotografía en el que ocurrieron, según cuatro denunciantes todas menores, distintos tipos de abusos y la violación a A.C. Infobae pudo saber que en su teléfono guardaba las fotos de todas sus víctimas. Favale será indagado al igual que Ioselli mañana miércoles en los tribunales de Retiro.
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