Las cuatro mujeres están paradas una al lado de la otra. No hablan entre ellas porque dirigen toda su atención hacia una puerta que ahora está cerrada. Tienen la actitud del que espera que pase algo.
Y en pocos minutos, va a pasar algo: por esa puerta, tres policías llevarán esposada, y con la cara cubierta por una gorra, a Nahir Galarza. La joven de 19 años es juzgada por el crimen de Fernando Pastorizzo, ocurrido el 29 de diciembre de 2017 en Gualeguaychú.
—¿Están acá para apoyar a la familia de Fernando? -quiso saber Infobae.
—Sí —respondió una de ellas— pero también por curiosidad. Nunca vi a una asesina de cerca.
—¿Y qué es lo que le da curiosidad?
—Lo que hizo. Solo un monstruo pudo hacer eso. Encima es linda y va al juicio tan arregladita. ¿Habrá entrado una peluquera a la cárcel? Se hizo los claritos, estaba impecable el pelo. ¿Está tomando nota? No ponga mi nombre, le pido por favor. No me meta en problemas.
—Quédese tranquila.
La que no tiene problemas en que su nombre sea publicado es Marisa Espector, una vecina de 64 años que espera la salida de Nahir.
—Estaba viendo la tele y decidí venir porque en su momento todo el pueblo sufrió por este caso. Me intriga esta chica, cómo pudo haber hecho eso. No debe estar bien de la cabeza.
De pronto, se abre la puerta y Nahir sale esposada, vestida de negra y con sus manos tapándose la cara, porque la gorra le hubiese dejado una parte descubierta. Las personas corren para verla más de cerca, como si la que saliera no fuese una persona acusada de haber matado por la espalda, a sangre fría, sino una estrella de rock o una actriz.
La gente rodea el patrullero, le saca fotos. Pasa una camioneta y el conductor grita:
—¡Aguante Nahir!
Las mujeres lo miran con desprecio.
—¡Se viste como si estuviera en una fiesta! —exclama una de ellas.
Otra le responde:
—Son hermosas las plataformas que usa. Hasta tachas tienen. Pero es cierto, la gurisa se pasa. Hasta dicen que se peina durante el juicio.
El día anterior, la salida de Nahir había sido caótica. Un grupo de hombres y mujeres se abalanzó al patrullero que la llevaba y hasta golpearon el vehículo. El grito era uno solo:
—¡Asesina!
Una mujer comenzó a llorar sin consuelo. Tenía una remera que decía "Justicia por Fernando".
—¡No entiendo por qué le tapan la cara! ¡No vamos a parar hasta que le den perpetua! —gritó.
A los padres de Nahir, Marcelo y Yamina, también suelen gritarles "asesinos" cuando salen de los Tribunales después de ver a su hija.
Los rumores sobre la joven hablan de que una vez criticó ante su abogado a las personas que van a gritarle o que después de una salida de Tribunales salió furiosa y cuando la entraron en su celda revoleó cosas. Pero nada de eso fue confirmado.
Pero el rechazo no es unánime. No son pocos los que le mandan cartas y mails de apoyo.
La fascinación por lo criminal
"Tenemos carnaval, corso, un río hermoso, pasan cosas lindas acá, pero la prensa viene por un asesinato", dice Ramón, un hombre que dejó su bicicleta frente a un árbol, en Plaza San Martín, y desde ahí mira cómo los periodistas, fotógrafos y camarógrafos corren para registrar las imágenes de la acusada.
Ese comentario se repite en los pueblos donde hubo casos policiales que impactaron en la sociedad. Desde el horror de Sierra Chica, cuando en la Semana Santa de 1996 asesinaron a ocho presos durante un motín en la cárcel, hasta el enigma de Río Cuarto de Nora Dalmasso, asesinada en su casa del barrio privado Villa Golf. "Los porteños vienen cuando algo huele mal, buscan basura", se quejó un taxista.
Pero este no es el único caso que atrajo la atención del país. Estas calles pacíficas también forman parte de los escenarios donde pasó el "Gordo" Luis Valor, el mítico líder de la superbanda que robaba bancos y blindados. En pleno auge de ese grupo de pistoleros pesados, Valor y su esposa Nancy creyeron que en Gualeguaychú encontrarían la paz que ansiaban, después de una serie de robos millonarios. La Policía Bonaerense buscaba al ladrón por todos lados. Hasta se dio el gusto de pescar, una de sus pasiones. La otra, claro está, es robar.
"Gualeguaychú es hermoso, recuerdo que me compré una gorrita frente a la Costanera y me senté en una sillita con una caña, pero todo terminó mal: me cruzaron varios coches y me llevaron detenido. Encima me molieron a palos", recuerda el ladrón desde la cárcel de Urdampilleta, donde purga condena por robo calificado.
Nahuel Maciel, periodista de policiales del diario El Argentino, recuerda a otro personaje del crimen argentino que pasó por esta ciudad. Es Guillermo Antonio Álvarez, alias "el Concheto", condenado a reclusión perpetua por cuatro homicidios, pasó tiempo de su condena en la cárcel de Gualeguaychú. Era el jefe de la banda de los "chicos bien".
Otro caso que ocurrió en esta ciudad y tuvo repercusión nacional, a partir de una investigación del periodista Daniel Enz, es el de Gustavo Rivas, un conocido historiador de la ciudad que fue acusado de violar a decenas de menores entre 1970 a 2010. A juicio llegarán diez casos. Rivas, que está libre, sale a la calle sin problemas. De hecho, durante la primera audiencia del juicio contra Nahir, el lunes 4, se lo vio mientras paseaba por la Plaza San Martín, frente a Tribunales. Estaba sonriente y charlaba con sus vecinos, como si nunca hubiera pasado nada.
SEGUÍ LEYENDO: