Los narcotraficantes del barrio San Martín de la Villa 31 bis, la fila irregular de casas de ladrillo hueco detrás del paredón que divide al asentamiento del ferrocarril del mismo nombre, nunca se esforzaron mucho en sacarse de encima cadáveres. Sus sicarios tuvieron de vez en cuando la marca de la tortura, amputar falanges de sus víctimas antes de ejecutar. Jorge Luis Irigoytía, un adicto a la pasta base de 20 años oriundo de Tigre supuestamente devenido en dealer, acusado por la banda de quedarse con dinero o drogas que no le correspondían, recibió tres noches de tormentos en un rancho de la zona que la banda usaba como aguantadero antes de recibir una bala en la frente y otras tres en el cuerpo en marzo de 2016. Jorge Luis fue encontrado de la misma forma que todos sus muertos predecesores: cuerpo a tierra en un pasillo de la Villa. Pero los tres cuerpos encontrados en el San Martín en la madrugada del 9 de marzo último fueron algo completamente distinto.
Cerca de las 3:30 de la mañana de ese día, personal del área de Prevención Barrial de la Policía de la Ciudad encontró la estructura ennegrecida de un carrito de cartonero a lo largo del paredón junto a las vías, manchado de llamas. En la parte baja del carrito, estaban tres cuerpos chamuscados, con miembros sueltos. Se había especulado con que el de un cadáver sería el de un niño, que se habría masacrado y cremado a una familia entera. Los miembros sueltos indicaban a simple vista un posible descuartizamiento.
Martín Mainardi, a cargo de la Fiscalía Nº25, se encargó de investigar el caso. Las autopsias practicadas en la Morgue Judicial de la calle Viamonte determinaron que efectivamente se trataba de primero un hombre, luego una mujer y luego no un niño, sino un tercer adulto, también varón. También, que los cuerpos no mostraron ningún signo de corte, que los brazos y piernas simplemente se desprendieron por acción del fuego. Ambos hombres recibieron una bala en la cabeza, la mujer en el tórax.
Hasta hoy, Mainardi no pudo determinar científicamente las identidades de las tres víctimas del crimen más brutal de la historia de la Villa 31, pero pudo establecer, al menos, quiénes serían.
El fiscal recibió un mensaje anónimo que apuntaba los posibles nombres de las víctimas: eran, efectivamente, un hombre de nacionalidad peruana apodado "Robin" y su mujer, que se habían asentado en la manzana 111 del San Martín hace por lo menos dos años y que tenían allí un pequeño restaurant. "Robin" y su pareja compraron la casa, hasta tenían un boleto de compraventa casero que les dio el dueño anterior.
Allí es donde los habrían matado: un allanamiento dos semanas después del hallazgo de los cadáveres reveló varias manchas de sangre. La pareja tenía hijos. No estaban en Buenos Aires cuando ocurrieron los homicidios, habían ido a visitar familiares en Perú.
No hubo testigos de la Villa, al menos ninguno que se animara a declarar, una constante en las causas de homicidios en la 31 bis. Sin embargo, en paralelo, al mail, voces que conocían a "Robin" declararon desde Perú: aseguraron que la pareja era víctima de un apriete para pagar "un cupo", dinero de extorsión para no morir. En poco tiempo, Mainardi llegó también a los presuntos asesinos: los propios narcos del barrio San Martín y su jefe, César Morán de la Cruz, "El Loco."
Condenado a 15 años por homicidio y con un pedido de extradición de la Justicia de Lima firmado por el juez Sebastián Casanello, Morán de la Cruz hoy está preso en un penal federal de Rawson, Chubut, alejado estratégicamente luego de años en el penal de Devoto para debilitar el control sobre su banda que solía agazaparse en la Villa alrededor de celulares en piezas de "La Casa del Pueblo", el aguantadero de la banda en donde Jorge Luis Irigoytía fue torturado, ubicado a pocos metros de donde se encontraron los cadáveres, para oír por altavoz las ordenes del capo. No fue ajeno a las acusaciones de usurpación: tenía el hábito de golpear a bolivianos para quedarse con sus casas.
El dominio de la banda de César, sobre la manzana 111, donde "Robin" y su mujer montaron su restaurant, fue histórico. La división Homicidios de la PFA encontró allí el supuesto arsenal de la banda en un allanamiento de julio de 2015, pistolas Bersa, Colt y TAM, carabinas y una granada, una bolsa de supermercado llena de municiones. Buscaban a "Piedrita" Arredondo, el supuesto principal sicario del "Loco", acusado de cometer cuatro asesinatos en 40 días, con una ex de Morán de la Cruz entre las víctimas. Lo encontraron, durmiendo junto a su novia embarazada en "La Casa del Pueblo."
Bladimir, hijo de César, prófugo hace casi dos años, heredó el territorio por el tiempo, con un rancho de dos pisos con jacuzzi, una impresionante colección de zapatillas deportivas y una bandera de un equipo peruano que le hacía de puerta entre dos ambientes. En 2016, el fiscal Jorge di Lello ordenó allanar en repetidas ocasiones a la banda de César, incluso quitándole el control de "La Casa del Pueblo" por un tiempo, con un conocido de Morán de la Cruz, un ex preso con la cabeza cubierta por tajos y cicatrices, que le oficiaba de cuidador, un hombre que habría estado detenido junto a César en Lima.
El tiempo y los operativos esmerilaron a la banda del "Loco": sus lugartenientes y segundas líneas cayeron presos por diversos delitos. Pero el triple crimen dejó en claro que la violencia narco está lejos de terminarse y que jugadores ligados al capo, leales a él o no, tienen un nuevo estilo de matar como nunca se vio en las villas porteñas.
"Olvidate, estos no se fueron nunca", dice un veterano investigador federal acostumbrado a perseguir a Morán de la Cruz. "Hay más paqueros que nunca", dice una voz de peso dentro de la 31 bis. Allanamientos ordenados por Mainardi a puntos ligados a la banda de Morán de la Cruz y realizados por la división Homicidios de la Policía de la Ciudad revelaron 20 armas de fuego y unos diez kilos de droga en ladrillos, cocaína y pasta base. Los delitos que configuran los hallazgos ameritaron que el fiscal remita a la causa al fuero federal.
Hay, por otra parte, una pieza que falta. El mensaje anónimo que recibió el fiscal también apuntó a un grupo de supuestos culpables, entre ellos un tal "Remi". Con el tiempo, "Remi" fue identificado y detenido. Salió libre hace pocos días por falta de pruebas. Hay, también, un prófugo con pedido de captura, un nombre ligado históricamente a la violencia transa del barrio San Martín.