De un día para el otro, como si quisiera darle una sorpresa, el juez se le apareció a Liliana Cabrera en la Cárcel de Mujeres de Ezeiza y –después de habérsela negado durante dos años – le dijo que se preparara, que iba a salir con libertad condicional.
Todavía hoy, casi cinco años más tarde, esta mujer menuda y de hablar pausado recuerda la sensación de espanto que tuvo cuando el juez le anunciaba la libertad, lo más preciado para un preso.
-Fue todo de golpe y estaba asustada –dice-, muy asustada, pero no podía decirle que quería quedarme. En el mes que siguió, mientras llenaba planillas y buscaba a alguien que me diera un domicilio, requisito imprescindible, traté de hacerme a la idea de vivir en libertad. Salí el día antes de cumplir 33 años, pero salí triste. Yo no tenía familia afuera. Una amiga me dio lugar en su casa por un tiempo hasta que conseguí yo misma una vivienda.
¡Fue tremendo salir en libertad! Yo pensaba: ¿cómo hago para cruzar la 9 de Julio después de años de caminar por el mismo pasillo?
Liliana dice el nombre del juez, pero luego pide que no quede registrado "a ver si se molesta".
-Todavía hay muchas detenidas que están en su órbita. Se trata de uno de los jueces de Ejecución Penal. La primera vez, yo le había pedido que me aplicara la ley de Estímulo Educativo y me contestó que para él no tenía validez.
Se trata de una norma sancionada en 2011 que permite acortar la estadía en la cárcel, a través de las salidas transitorias primera y a la libertad condicional después. El detenido tiene que cursar estudios y los docentes deben estampar la firma de que lo hacen en serio.
Liliana cursaba el CBC de Derecho. Ese mismo juez, tan arbitrario para negar el beneficio, dos años después, fue también discrecional: "Cabrera, le voy a aplicar el Estímulo Educativo".
Y Cabrera cayó en la cuenta de que iba a salir a la calle: que salía con la "condicional".
Apenas quince días antes de sentarse en un café con Infobae en una tarde de diluvio, "la condicional" pasó a ser historia porque Liliana firmó su libertad definitiva. Aun así, ella prefiere no hablar de la causa judicial que la llevó a estar siete años en prisión y los cronistas respetan su decisión.
En la cárcel fue traductora y profesora de español de muchas mujeres extranjeras presas por menudeo de drogas. Eso la hizo ganarse el respeto de las internas
Hija única, perdió a su madre cuando tenía 13 años. Vivía en Villa del Parque y luego se mudó a Villa Ballester. Fue al colegio José Hernández, bilingüe en inglés, privado y desde muy chica tenía una marcada tartamudez. Cuando estaba a punto de cumplir 26 años la detuvieron por esas razones de las que no quiere hablar y pasó siete años en la cárcel.
Salió en libertad condicional el 15 de octubre de 2013 y, al día siguiente, festejó sus 33 años en La Boca, en casa de esos amigos que fueron sus garantes frente a la Justicia. Sin garantes ni dirección fija, ni Liliana ni ninguna otra persona privada de libertad puede acceder a sus primeras salidas transitorias.
El miedo a la calle
Las "transitorias", a diferencia de la "condicional" no la habían tomado por sorpresa. En realidad, había hecho todo lo posible para acceder a esas 12 inmensas horas que le permitían respirar en la calle. Sin embargo, la primera vez que salió fue casi como volver a aprender a caminar.
-¡Fue tremendo! Yo tenía muchos temores con la idea de pisar el asfalto, cruzar la calle. Eso me afectó mucho. Yo pensaba: ¿cómo hago para cruzar la 9 de Julio después de años de caminar por el mismo pasillo? En el tratamiento penitenciario, el acceso a ciertos espacios llega tras mucho tiempo. Por ejemplo, para poder acceder a la limpieza del playón del penal en la Unidad 31 de Ezeiza tenés que pasar una serie de etapas. En realidad es ahí nomás, no es ni cerca de la calle. Para poder acceder a eso, en mi caso, pasaron cuatro años. En su momento fue… ¡como haber salido en transitoria! Entonces, se pueden imaginar, la primera transitoria fue llena de adrenalina – dice.
Sin familia que la esperara afuera, Liliana salió por primera vez de la cárcel en 2012. En la puerta la aguardaba otra muchacha, del colectivo Yo no fui, una organización que promueve talleres artísticos y productivos en la Unidad 31 de mujeres de Ezeiza del Servicio Penitenciario Federal, a la que Liliana se había sumado poco después de estar presa. Esa muchacha que la esperaba en la puerta fue su tutora, una llave imprescindible para que pudiera salir.
La "transitoria" fueron 12 horas de vuelta a un mundo que le resultó extraño e intimidante. Liliana dice que esa primera vez la llevaron a pasear por Buenos Aires y luego cenaron en la casa de otra integrante del grupo, en una dirección pre-acordada con el tribunal. Todo fue bajo estricta supervisión.
-Me hizo acordar a las salidas llamadas de comparendo, cuando te llevan en un camión celular a Tribunales y desde las rendijas ves a la gente caminando, apurados, todo a una velocidad que no sucede en la cárcel. Parece un vértigo tremendo. La vuelta era así, ver gente, luces, sentir olores… y de nuevo al penal, al encierro, a los miedos. Pero al saber que se iba a repetir, que no era algo aislado, la angustia es mucho menor. Se te cruzan dos miedos: el de salir a la calle, a un mundo desconocido, con el miedo a volver a la cárcel.
Cuando llegás a un penal, el sistema te destruye, pasás a ser un número de legajo o un número de expediente. Te tratan como ‘paquete’, como te llaman los guardias
Por entonces, Liliana ya estaba en una de las casas de pre egreso del penal y eso también la ayudó. Son viviendas que, si bien están dentro del predio de la Unidad, no tienen el rigor del hormigón y las rejas. Son casas de aspecto común, fuera del perímetro de seguridad, donde las detenidas conviven con otras que están en sus mismas condiciones. Es como el proceso de descompresión de un buzo cuando sube a la superficie. El hombre rana debe eliminar el nitrógeno. El preso debe sacarse la reja de encima.
-El hecho de vivir en la casa de pre egreso hace que al día siguiente conversás con las chicas sobre lo que viviste en la calle. Y al día siguiente le toca a otra de las seis chicas. Te vas oxigenando, vas encontrando otros hilos que te llevan a la libertad – explica ahora Liliana.
-¿Estabas triste ese primer día? –pregunta Infobae.
-Cuando salí me saqué fotos y como al penal no se pueden entrar dispositivos electrónicos, pedí que me las imprimieran. Entonces las miraba, una y otra vez. Es una situación nueva, no sabés diferenciar tristeza de alegría… ¡Es todo muy raro! Esa primera vez, en el camino de regreso fui comprando cosas, cosas simples, pan por ejemplo. En la cárcel se valora todo lo que llega de afuera. Y ese pan tal vez no tenía nada especial, pero venía de afuera y eso le daba otro sabor.
Las transitorias fueron también un vínculo con el mundo del estudio y el trabajo. Liliana eligió hacer un Taller de Periodismo organizado por Yo no fui, y así pudo reencontrarse con algunas de las chicas de la agrupación u con María Medrano, su profesora del Taller de Poesía en el penal.
Un lugar en la cárcel
En su charla con Infobae, aquella chica que dice haber sido tímida y tartamuda modula bien la voz y se muestra con una seguridad que, afirma, fue gracias a su tránsito de tanto tiempo en la cárcel.
Sin embargo, dice, que nada le debe al sistema penal y a las políticas penitenciarias. Por su manejo del inglés, fue traductora y profesora de español de muchas mujeres extranjeras: todas presas por menudeo de drogas ilícitas. Eso le hizo ganarse un lugar y ser tratada con respeto por las demás.
-Lo de las extranjeras era en todos los casos porque habían sido mulas, la mayoría detenidas en Ezeiza. Había un montón de asiáticas, algunas rusas, polacas y alguna inglesa. Hubo un momento que en la unidad 31 llegaron muchas. Estaban en otras dependencias esas extranjeras, en Gendarmería. Y yo las ayudaba no solo con el idioma sino también con los escritos ante los juzgados.
Al mismo tiempo, participó de los talleres de Poesía de Yo no fui y se inscribió en el CBC para la carrera de Derecho. Gracias a los cursos recibidos en el último tiempo de la cárcel y durante las salidas transitorias, una empresa tecnológica, Arbusta, le dio herramientas para trabajar como moderadora de contenidos web del diario La Nación. Lo asumió con entusiasmo.
-Como trabajo estaba buenísimo. No solo era necesario interpretar los artículos sino también me hacía leer entre líneas. Porque un moderador trabaja sobre los comentarios que hacen los lectores de las notas. De repente te encontrás con algunos muy bien construidos desde el punto de vista sintáctico y gramatical, pero que son mensajes terribles, xenófobos, discriminatorios, agresivos… Para mí, era encontrarme con el monstruo cara a cara. Una, cuando está en la cárcel, se pregunta muchas veces qué va a pasar al salir, al recuperar la libertad; qué van a pensar de una por los antecedentes penales que tiene.
Dentro del penal cortás telas, arreglás un jardín, hacés broches o narices de payaso… A la hora de salir, eso no te capacita para la dura realidad
Le tocó en muchas oportunidades moderar notas sobre inseguridad y cárceles. No pasaba un día sin que encontrara comentarios como "que se pudran en la cárcel" o "ellos se lo buscaron". Si bien le dolían, Liliana partía de la base que el mundo carcelario es desconocido y construido en el imaginario sobre la base de prejuicios.
Mientras toma el café y ve caer la lluvia por una ventana sin rejas, le dice a Infobae que, en esos casos, mientras moderaba los comentarios, le hubiera gustado contestarlos.
Lo más fuerte es que, cuando en 2017 se debatió la reforma de la ley de Ejecución Penal, el diario le permitió a Liliana escribir un artículo al respecto. Fue pura coincidencia y no por su trabajo en Arbusta como moderadora sino por su participación en Yo no fui. Lo realmente llamativo es que la propia Liliana fue moderadora de los comentarios que suscitó su nota.
-Hubo algunos comentarios agradables, otros que se enganchaban a pelear con otros foristas. Uno fue tan breve como directo: "A esta mujer le hace falta un chip de nueve milímetros".
La referencia, claro está, es al calibre de una pistola de guerra y no a cómo deben ser los derechos de los presos.
-Tenía ganas de decir muchas cosas. La primera es que cuando una persona llega a la cárcel es, también, porque el Estado estuvo ausente. Con eso no quiero decir que uno no tiene responsabilidades. Hay situaciones en mi vida y en las de otras personas que por equis razón no pudo resolver algo de otra forma. Y violó las leyes. Con respecto a la instancia de las salidas transitorias, te da la posibilidad de llegar a lugares donde antes no hubieras llegado. Yo no hubiera podido acceder a un trabajo como el que accedí o como dar talleres de poesía si no hubieran existido los talleres de las organizaciones a los que accedí en la cárcel. Además, con las salidas transitorias accedés también a talleres y actividades que te sirven mucho.
Contra la reforma de la Ley de ejecución Penal
La reforma que se debatió en el Congreso proponía, entre otras cosas, quitar las salidas transitorias ordinarias -por estudio y laborales-, la posibilidad de salir en libertad condicional y el endurecimiento en las condiciones de alojamiento de los detenidos.
Hay un aluvión de opiniones tales como "que se pudran en la cárcel". Sin embargo, la Constitución y las leyes establecen que las personas privadas de libertad son sujetos de Derecho.
"Cuando llegás a un penal, el sistema te destruye, aniquila tu individualidad para hacerte parte de una masa de personas que solamente son reconocidas como un número de legajo o un número de expediente, que son tratadas como un paquete –porque así te llaman los guardiacárceles -haciéndonos sentir que ya no somos más parte de la sociedad", escribió en ese artículo, titulado "El después de la cárcel: la importancia de las salidas transitorias para poder reinsertarse".
Plantada en una férrea oposición a la modificación de la ley, Liliana contaba su experiencia, las posibilidades que le había brindado el acceso a los talleres y a la educación dentro del penal, pero sobre todo resaltaba la importancia de las salidas transitorias.
"Lo que realmente me preparó, dándome los cimientos necesarios para vivir en libertad (porque pude volver a sentir lo que era cruzar una calle, viajar en colectivo, capacitarme, tener una rutina fuera de la cárcel, conocer personas e ir creando vínculos) fue la oportunidad de salir en transitoria por estudio, instancia a la que uno llega con mucha paciencia y muchos sacrificios, porque no se accede fácilmente a las salidas transitorias, son muchos los requisitos que uno tiene que cumplir", escribió.
Es tremendo lo que pesa tener antecedentes penales cuando salís a buscar un trabajo. Si sólo tenes eso, y no te ayudan, estás en el horno
Por pura coincidencia, Liliana tuvo que estar frente a la computadora y moderar los comentarios que suscitaba su artículo.
-¿Y qué encontraste?, pregunta Infobae.
-Había de todo. Desde los que decían "yo no sabía podía suceder algo así", tomando en cuenta nuestros argumentos, hasta un comentario tremendo que decía "le hace falta un chip de nueve milímetros". En ese tiempo, viendo constantemente los comentarios tantas veces insultantes en las redes, desarrollás mucha paciencia. El moderador de contenidos se rige por una serie de protocolos, podés borrar insultos, las llamadas malas palabras y los comentarios xenófobos o discriminatorios. Pero no podés borrar cosas con doble sentido por ejemplo, aunque sean agresiones y amenazas.
La vida después de la cárcel
Infobae le señala a Liliana Cabrera que, contada hasta aquí, su historia puede leerse como la de una ex presa cuya reinserción social casi no planteó dificultades. Liliana se queda unos segundos en silencio y dice que, por supuesto, la cárcel la modificó, pero que no fue el sistema penal el que facilitó su reinserción sino la labor de las organizaciones sociales detrás de las rejas y durante las salidas transitorias.
-La cárcel te lleva a replantearte, a cambiar muchas cosas. Yo tenía un tartamudeo importante desde hacía muchísimo tiempo. De infancia, y era parte de una inseguridad mía. Cuando iba a la escuela sufría mucho cuando tenía que hablar en el aula. Ahora se nota, pero hablo distinto. Ahora, si tenemos que precisar, la realidad es que dentro del penal no te preparás para acceder a trabajos más o menos calificados. Cortás telas, arreglás un jardín, hacés broches o narices de payaso… A la hora de salir, eso no te capacita para la dura realidad. Las que realmente te ayudan son las organizaciones sociales. A mí, por ejemplo, participar de un taller de poesía, más allá de escribir, me dio la confianza de hablar, de contar lo que me pasaba. Eso se lo debo a mis compañeras de Yo no fui – explica.
-Y una vez afuera, ¿cuánto pesaron los antecedentes penales para conseguir trabajo?
-Es tremendo lo que pesan, lo veo en otras personas. Si yo no hubiera conocido a todas las personas que conocí estando presa yo no hubiera llegado hasta acá. Mi presente tiene que ver con eso. En cambio, si hubiera dependido de tener que presentarme en un trabajo con el certificado de antecedentes penales, estaba en el horno. Yo no fui me dio la confianza para dar el taller una vez que estuve en libertad. Si dependía de lo que pudiera conseguirme el Patronato de Liberados estaba frita.
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