Las fotos que ilustran esta nota, tomadas en un viaje corporativo por Irlanda y Escocia en 2012, una costumbre de lujo que tenía Enrique Blaksley para mimar a sus gerentes y vendedores estrella, son ciertamente el pasado.
Blaksley, presidente de la firma Hope Funds, el principal acusado de lo que sería la mayor estafa de la historia argentina, ya está preso en el penal de Ezeiza. El Servicio Penitenciario Federal lo vigila bajo el protocolo IRIC, empleado para detenidos con alto riesgo de corromper a penitenciarios y al sistema carcelario para obtener beneficios impropios que incluye requisas frecuentes y estrictos controles a visitas, el mismo que usa para controlar, por ejemplo, a Julio de Vido o capos narco.
Blaksley fue detenido el martes último por la mañana en su casa del country Pacheco Golf por orden de la jueza María Romilda Servini, luego de casi un año y medio de investigación de la fiscal Alejandra Mangano y la PROCELAC. Alejandro Carozzino, su gerente administrativo, cayó casi en simultáneo, arrestado en sus oficinas de la calle Bartolomé Mitre: Servini lo vincula a la venta global de propiedades, una maniobra sospechada de deshacerse de activos de cara a la tormenta judicial creciente.
Al día siguiente, luego de dormir incomunicado en una comisaría de Parque Patricios, Blaksley fue trasladado a los tribunales de Comodoro Py para ser indagado en el Juzgado Federal N°1 a cargo de Servini. Su defensa había adelantado que no se negaría a declarar, que respondería preguntas.
Efectivamente, Blaksley respondió. Lo hizo, primero, el día miércoles, luego el jueves, fueron más de diez horas de relato y respuestas. Infobae accedió a los contenidos de su testimonio judicial en documentos judiciales con la firma de Servini que ocupan más de 120 páginas.
La imputación en contra de Blaksley por los delitos de estafa y lavado de dinero es maratónica, unas 80 carillas de pruebas enumeradas en su contra. Sus presuntos damnificados identificados hasta ahora por la Justicia, hombres y mujeres que confiaron en él cediéndoles su dinero para contratos de mutuo con pagos de intereses casi mágicos del 12%, son nombrados uno por uno, 2273 en total.
La fiscal Mangano había podido establecer una cifra de al menos 500 millones de pesos captados mediante estos contratos, pero el monto de posible perjuicio que resonó en el oído del empresario es mucho mayor: mil quinientos millones de pesos, "cifra que correspondería a los fondos que los particulares entregaron a las sociedades del grupo más los intereses acordados", aseveró Servini, un dinero que se habría escurrido, según la imputación de la Justicia, en acciones de autopromoción para captar clientes, en compras de propiedades en Panamá, Miami, incluso Indonesia.
Así, Blaksley comenzó a hablar, en un largo monólogo que duró desde poco antes de las 14 hasta las 19 horas del miércoles. Contó su historia, desde 1989, como un jugador en el mercado de seguros de vida, con una compañía llamada Eagle Star, según su testimonio luego adquirida por Zurich, uno de los nombres más poderosos en seguros de la Argentina.
"Yo tuve como idea, alrededor del '98, de financiar y pagar a las estructuras comerciales adelantos de comisiones como para lograr que se mantengan a los vendedores porque se les hace muy difícil el primer año sin tener cartera sobrevivir de ese trabajo y suelen abandonar la actividad. La manera en que resolví la cuestión fue incorporando inversores a través de mutuos y yo aplicaba esos fondos a adelantos de comisiones de vendedores", aseguró Blaksley, con la primera encarnación de su negocio, llamada Hope Funds Team Investments.
Su gerente Carrozino ya estaba para ese entonces, así como su cuñada, Verónica Vega, imputada y también detenida a pedido de Servini. Zurich, aseguró Blaksley, le pidió que se diferencie, que "me vaya".
Y así, Hope Funds despegó, con inversiones en el negocio inmobiliario. "Yo era un hombre de confianza para mucha gente y mi buen nombre y mis resultados provocaban que la gente confíe en invertir en mí", apuntó.
"Fui construyendo un valor, una marca a través de una estrategia personal bastante piola", apuntó, mientras enumeraba las visitas de Usain Bolt y Roger Federer que había producido, el brillo que atraía a sus inversores.
El relato de su vida actual, en cambio, fue mucho más triste, al menos en su escala de valores. "Salí para enfrentar una crisis, los medios me mataron, y aparecieron los abogados y todo el día soy un monstruo de la TV. La gente le cree más la TV que al Papa. Me causó un daño irreparable, yo no vengo de las redes sociales y no me levanto más hoy en día…. Este verano fui a Valeria del Mar, mirá los lugares que me voy… Mis hijos van al colegio de un amigo mio y el otro lo vamos pagando a los ponchazos. Debo colegios, ARBA, expensas, esa es mi realidad de vida. Tengo para comer porque mi mujer paga decoración y tenemos un resto. No tomen esto como una victimización del empresario, quiero aclarar que puse hasta la última gota de sangre y un día se me vino todo encima", aseguró, entre menciones a "escraches" y a "una oficina en donde atendía a la gente con velas".
De sus activos, dice, ya no queda casi nada, luego del "sinceramiento fiscal" y de un raid de ventas que concluyó, según él, en 2016. "Quedaron dos activos", apuntó, "uno en Indonesia y uno en Panamá, en una torre que se llamaba Twist", "tres pisos con 27 cocheras", detalló.
"El proyecto de Indonesia, en Yakarta, es una tierra que es un club de golf y con un socio importante de allá, compré 50 por ciento de esa tierra, salió dos millones de dólares más o menos", un negocio que el empresario fecha alrededor de 2013.
"No hice nada para perjudicar a nadie", sintetizó Blaksley, que tiene sus propios cálculos sobre la dimensión de sus deudas. Los porcentajes no son muy halagadores: "Le pagué al 73% de gente de la compañía, al otro 20% no llegué. Entonces la gente ve que entró plata pero no ve a donde salió entonces piensan que me lo quedé yo. Hay muchísima gente que cobró, tiene 29 años la empresa, el 73% de la gente que pasó por mi vida cobró, el 27% restante no, de esos solo el 10% reclama el dinero y el otro 90% banca. Los acreedores en total deben ser alrededor de dos mil. Yo me quedé sin nada, no estaba todos los días viendo quiénes son los clientes, veía como desarrollar los negocios, no me fijaba los nombres. La deuda debe ser de 30/40 millones de dólares más la parte que reclaman de acá, que deben ser alrededor de 10 millones de dólares".
Blaksley parece particularmente convencido de que puede salir de la crisis que lo llevó al penal de Ezeiza, cree que puede pagarle a sus acreedores. Pidió explícitamente a la jueza Servini no estar detenido en una cárcel, sino en su propia casa, donde se quejó de no tener "agua caliente ni calefacción" y manejar "un 207" cuando varios testimonios lo ubicaban al volante de un Audi ya que precisa "trabajar."
La salida, entonces, está en Pilar. El empresario acusado de lavado y estafa apunta a su mayor negocio fallido, el plan de country Verazul, frenado por el juez federal de Campana, Adrián González Charvay de cara a un posible riesgo ecológico.
"Verazul se puede levantar. Estoy en condiciones de poder afirmar que en el 2018 podría recomenzar la obra con las aprobaciones pertinentes, eso es extremadamente importante", dijo. La idea no es nueva para los acreedores de Hope Funds, por otra parte.
La fama incomoda. Blaksley resiente que los medios le digan "el Madoff argentino", en referencia a Bernie Madoff, el creador del esquema Ponzi más grande de la historia de los Estados Unidos.
"Yo en un momento salí a emitir deuda para pagar deuda", aseguró Blaksley, la aparente base de cualquier esquema Ponzi. Sin embargo, lanzó después el empresario, "hay un error. Madoff nunca compro nada, no hizo malos negocios y jamás hizo lo que dijo que hizo. Mis negocios exisitieron, estaban, invertí, no inventé."