Cuando vieron llegar a Claudio Álvarez al penal de Rawson, los presos ya sabían todo sobre ese hombre al que la prensa había bautizado como El chacal de Núñez.
Sabían que había violado a seis mujeres, entre ellas a una menor y a su madre, a quien asesinó. Sabían que acostumbraba a hacer una lista de mujeres a las que pensaba atacar. Mientras caminaba por el pasillo de la cárcel, y sus futuros compañeros lo miraban con furia, Álvarez no sabía que en un pabellón habían armado una lista como las que hacía él. La diferencia era que los que se anotaban tenían un objetivo fijo: violarlo.
"Le hicieron la vida imposible. Limpiar los inodoros con la lengua y otras cosas que no se pueden decir porque es todo muy morboso", revela un ladrón de bancos que estuvo detenido en la misma cárcel que Álvarez.
El abogado del violador serial, Luis María Llaneza, lo confirma: "En la cárcel la pasó muy mal".
Suele decirse que en los códigos carcelarios al violador hay que hacerle lo mismo que le hizo a las víctimas. ¿Mito o realidad? Infobae revela relatos que echan luz sobre esta oscura "ley tumbera".
Femicida y violador múltiple
El 3 de diciembre de 2005, Álvarez violó y mató a Elsa Escobar en una casa del barrio de Núñez. Esa noche también abusó de la hija de la víctima, de 13 años. Estaba casado con una joven que lo había conocido cuando él estaba preso en Devoto, donde concibieron un hijo durante una visita íntima.
El 3 de noviembre de 2006 lo condenaron a perpetua por el femicidio y por otras cuatro violaciones.
En la cárcel conoció a una chica por chat telefónico y se puso de novio. Más allá de que las pruebas contra el temible violador serial eran contundentes, ella dijo que creía en su inocencia. "Es tierno y me protege", llegó a decir.
Al final se separaron pero no por las atrocidades que cometió el asesino, sino porque descubrió que la engañaba con otras mujeres. "Es un psicópata perverso que gozaba con el sufrimiento ajeno", dijo Claudio Mazaira, abogado de una de las víctimas.
El "violín"
Un ex pirata del asfalto que pasó por nueve cárceles, desde Sierra Chica a Olmos, cuenta una anécdota que confirma qué hacen los presos con los violadores cuando entran en una prisión:
"Una vez llegó a Devoto uno de los enanos del circo de Pepito Marrone. Era violeta (violador en la jerga carcelaria). Había violado a dos mujeres. Ni bien llegó lo manotearon en el pabellón y lo obligaron a tener sexo oral con diez compañeros. Así lo tuvieron varios días. Los guardias miraban para otro lado. Hasta que pidió el traslado. El violín, ni bien entra en la tumba, va derecho al más pesado del pabellón. Todo es perverso en cana".
Relato del horror
"A mí me violó un guardia", denuncia Silvio Adrián Canciani desde la cárcel de Ezeiza.
"No quiero salir muerto de acá, en silla de ruedas o con un ojo menos. Por eso decidí hablar. El 25 de junio de 2012, en Ezeiza, me había cosido la boca porque el juez Axel López no me daba la libertad asistida aunque estaba todo listo desde hacía dos meses. Pese a que la protesta era contra la Justicia y no contra el Servicio Penitenciario Federal, tres guardias me metieron en buzones y me exigieron que me descosiera la boca. Me golpearon hasta que uno de ellos me violó". 'Sos violador, vos', me dijo. Y nada que ver. Nunca violé y mi condena es por robo calificado", reveló con angustia (NdR: Infobae confirmó que Canciani está condenado por ese delito). El guardia me metió un palo, sangré hasta el otro día, no querían que me viera ningún médico. Me quisieron apretar pero al verdugo se le fue la mano. 'Qué hacés, pelotudo', le dijeron sus compañeros. El violador siguió siendo guardia, pero lo van a juzgar".
El juicio en contra del guardia estará a cargo del Juzgado Federal en lo Criminal y Correccional N°1 de Lomas de Zamora.
La venganza contra el chacal de Mendoza
El viernes 8 de mayo de 2009, en Mendoza, una mujer de 35 años denunció a su padre, de 67 años, de haberla violado durante 20 años. "Tuve siete hijos con él, todos como consecuencia de las violaciones", reveló.
Su padre, Armando Lucero, alias El Chacal de Mendoza, fue detenido y murió un año después de una supuesta infección respiratoria.
"Muchas veces pensé en matarlo con mis propias manos o envenenarlo, pero cuando lo detuvieron, me calmé. Sin embargo, durante varios días me llamaban los presos de la cárcel donde estaba mi padre para ofrecerme matarlo o violarlo como venganza. Lo pensé, pero decidí no meterme en eso", dice la hija de Lucero.
La confesión inédita de Barreda
Ricardo Barreda, de 81 años, quedó en la historia del crimen argentino por haber matado, el 15 de noviembre de 1992, a su esposa, su suegra y sus dos hijas en su casa de La Plata. Una vez, le contó a Infobae uno de sus secretos tumberos.
—¿Alguna vez la pasó muy mal en la cárcel?
Barreda no respondió. A su lado, su novia Berta (murió hace casi dos años), dijo sin anestesia:
—El primer día se lo quisieron fifar. Pero Ricardo no se dejó.
Barreda tampoco dijo nada. "Un tipo lo quiso violar. Entonces Ricardo agarró una bombilla y se la clavó acá", contó Berta y se señaló el cuello.
—Se defendió como un hombre— dijo Berta con orgullo.
—Y si no –acotó Barreda con la mirada al piso–, me iba a romper la cola.
Hasta ahora, ninguno de ellos dijo qué había sido de la vida del violador. Si había sobrevivido al ataque de Barreda o había pasado a mejor vida.
—Era un negro grandote. El degenerado lo había invitado a tomar mate a su celda. Pensé: "Acá soy boleta". El asunto es que el tipo fue a sanidad con la bombilla clavada en el cogote. Le salía un chorro de sangre. A mí me llevaron al fondo.
—¿Qué es el fondo?
—Los buzones de castigo. A la noche me fueron a buscar. Uy, dije, cagué. Pensé que el tipo había muerto. Qué mala suerte. Mi primer día en cana con este despelote. Este murió con la bombilla puesta y ahora me vienen a buscar, pensé. Pero no, había zafado. Nos cambiaron de pabellón. No volvimos a cruzarnos, aunque a veces lo veía de lejos.
—Un día, en una visita, Ricardo me lo marcó de lejos. Era un pedazo de tipo. Daba miedo— acota Berta.
—¿Cómo fue? ¿El tipo se le tiró encima y se defendió?
—Se me abalanzó con la bombilla en la mano. Se la saqué y lo ataqué. Por unos días no dormí. Estaba parado. Estuve poco en los buzones, que después pasaron a llamarse celdas de aislamiento y de castigo. Cuando aparecieron los de Derechos Humanos eligieron un nombre que era el rey de los eufemismos: pabellón de separación del área de convivencia. Da risa.
"Le hice así, al negro", dijo Barreda mientras levantaba con la mano derecha un palito de sushi y hace el movimiento con el que le clavó la bombilla al violador.
Es probable que el ataque sufrido por Barreda se deba a un rumor que trascendió después de los femicidios y que fue desmentido: se decía que había abusado de sus hijas después de matarlas.
¿Robledo Puch fue violado?
Carlos Eduardo Robledo Puch, el Ángel Negro que entre 1971 y 1972 mató a once personas por la espalda o mientras dormían, vivió la mayor parte de su vida en la cárcel y sobrevivió a más de diez motines, entre ellos el peor levantamiento presidiario de la historia: un grupo de presos de Sierra Chica, llamados los Doce Apóstoles, durante la Semana Santa de 1996 tomó como rehenes a los guardias y a una jueza e incineró en el horno de la panadería a ocho detenidos acusados de violación. Con los restos de uno rellenaron empanadas; con la cabeza de otro hicieron unos pases de fútbol en el patio. Mientras ocurría la masacre, Robledo Puch se refugió en la parroquia de la prisión con una Biblia en la mano.
El asesino lleva 45 años preso. Cuando se fugó de la Unidad Penal Número 9 de La Plata, en julio de 1973, tras su recaptura vivió una pesadilla.
En esa cárcel, 130 internos esperaban quedar libres con una ley de amnistía. Pero la fuga de Robledo generó malestar en sus compañeros: lo que menos necesitaban era que un interno se fugara porque eso podía frenar las liberaciones. Nadie debía hacerlo. Robledo había violado el pacto.
Al volver a la cárcel, fue golpeado y amenazado por los capos de los pabellones. No le perdonaron que se haya "cortado solo", que haya vulnerado el acuerdo que había entre las autoridades y los detenidos: no era momento de fugas.
En 1973 hubo motines y tomas en diez cárceles argentinas, pero la situación se había solucionado. Los presos reclamaban que se aplicara la ley de excarcelación. Al regresar al pabellón 12, Robledo tuvo un perfil más bajo.
El ex líder de la superbanda que robaba bancos y blindados, Luis Alberto Gordo Valor, le confirmó a Infobae qué le hicieron a Robledo Puch cuando lo recapturaron:
"Cuando volvió, lo violaron. Pobre pibe, vivió una pesadilla. Es algo que sabemos todos los que llevamos más de 20 años pasando por los pabellones. Lo de Puch es sabido. No solo por la fuga, sino porque en su causa además de las boletas cargaba con dos violaciones. Le decían Mononito porque era lindo pibe. Le arruinaron la vida".
SEGUÍ LEYENDO: