La muerte de un chico por linchamiento nos avergüenza como sociedad: se ha cruzado un límite sagrado

El joven de 18 años fue masacrado por robar un celular… Y el 77 por ciento, según las redes sociales y una encuesta realizada por El Diario de Cuyo, San Juan -provincia donde nació Cristian Cortez- se pronunció a favor de esta barbarie. Dramática crónica del horror

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Cristian Cortez tenía 18 años (Foto: Diario de Cuyo)
Cristian Cortez tenía 18 años (Foto: Diario de Cuyo)

"No matarás": quinto mandamiento de la Ley de Dios.

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Charles Lynch (1736–1796) fue un plantador de Virginia, USA. En 1780 hizo juzgar a un grupo de sublevados políticos. El jurado los absolvió. Pero Lynch ordenó asesinarlos. Y así nació la criminal Ley de Lynch. La mal llamada "Justicia por propia mano". Porque nada tiene de justicia…

Hoy, 238 años después de la barbarie del señor Lynch, leemos en Infobae: "un joven de 18 años, Cristian Cortez, que robó un celular en el barrio Güemes, ciudad de Rawson, esquina Vidart y Derqui, San Juan. Un grupo de vecinos le dio una brutal paliza. Lo internaron. Diagnóstico: muerte cerebral". Que al otro día pasó a la instancia final: la muerte sin retorno.

Muerte por linchamiento.

Por el modo más bestial, primitivo, cavernícola, ciego, en el que el hombre pierde su condición de ser humano racional dotado de inteligencia y capacidad de discernir, según una clásica definición.

Es cierto e indiscutible. Robar es un delito.

También es cierto e indiscutible que en estos tiempos y en este país nuestro el robo –y peores y sangrientos sucesos– es un drama cotidiano, asfixiante, temible, inesperado, sombrío, que ha modificado en gran medida el alguna vez tranquilo transcurrir de los días.

Las redes sociales se pronunciaron, también los lectores del Diario de Cuyo, San Juan: el 77 por ciento se mostró a favor del linchamiento
Las redes sociales se pronunciaron, también los lectores del Diario de Cuyo, San Juan: el 77 por ciento se mostró a favor del linchamiento

Estamos indignados, y con razón. Hemos llorado muchas muertes, y sin duda lloraremos otras.

Pero entre el dolor y el castigo al culpable no hay una fina línea, como
muchos creen, dicen… y la cruzan. Hay un férreo e inquebrantable límite moral.

El muro que nadie debe cruzar. Porque una vez quebrado, una vez que se ha derramado sangre, que se ha matado con ira, que se ha linchado, nuestra casa queda turbada.

Y como bien dice el Libro de los Proverbios, "El que turbe su casa heredará el viento".

Toda vida es sagrada. Se nos da y se nos quita. Pero nadie tiene derecho a quitarla. A formar un malón, un torbellino de furia, y hasta un monstruoso placer, contra un ladrón, un asesino, contra nadie… por espantoso que sea su crimen.

Agonizó 24 horas horas, los golpes le habían provocado muerte cerebral
Agonizó 24 horas horas, los golpes le habían provocado muerte cerebral

La muerte de Cristian, el chico linchado por robar un celular, nos avergüenza como sociedad.

Una sociedad que con tanta frecuencia exalta su pasión por la amistad, la solidaridad, la gauchada, la buena onda, etcétera.

¿Somos realmente buena gente? Nos gusta creer que sí.
Pero según una encuesta realizada por el Diario de Cuyo, San Juan -donde había nacido el joven- el 77 por ciento de sus lectores está a favor del linchamiento contra Cristian. Las redes sociales también inclinaron la balanza hacia la barbarie.

Nada más que decir. Hoy hemos perdido una batalla.

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