Falsos secuestros: cuando el "secuestrado" engañó a sus seres queridos

En la Justicia federal se investigan los pedidos de rescate. Algunas son historias inventadas con diversos fines

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La Justicia Federal investiga constantemente falsos secuestros extorsivos (Getty)
La Justicia Federal investiga constantemente falsos secuestros extorsivos (Getty)

Cuando se activa una denuncia de secuestro extorsivo se pone en marcha un protocolo en el que intervienen muchas personas y se invierte una enorme cantidad de recursos estatales.

Un caso cualquiera comienza con la denuncia de un secuestro en una comisaría de la Capital. Esa dependencia consulta con la fiscalía federal de turno. La fiscalía se comunica con la División Operativa Central de la Policía Federal, que está encargada de la investigación de los secuestros. Un grupo de los policías especializados va hasta la comisaría y se reúne con la persona que hizo la denuncia del secuestro. La fiscalía ordena la intervención telefónica que la realiza personal de la Dirección de Captación de Comunicaciones del Poder Judicial de la Nación. Se escuchan los teléfonos pinchados de manera directa (en vivo mientras suceden las llamadas) para que la policía pueda ir siguiendo a los secuestradores. Todo eso ocurre cuando se activa una denuncia por un secuestro.

La mayoría de los secuestros extorsivos se resuelven. Y si la víctima es liberada ilesa, es un éxito. También puede fracasar el operativo. En cualquiera de estos casos, la tensión es un factor que se evoca al recordarlos. Pero hay otras denuncias de secuestros que suelen ser rememoradas con cierto sentido del humor por los investigadores judiciales. Y también, con frustración por el trabajo empeñado en ellas. Es lo que, en Comodoro Py, se conoce como "falsos secuestros".

Alguien desaparece. Un familiar recibe un llamado en el que la persona avisa que está secuestrada. Los secuestradores piden dinero -en general, poco- por su liberación. El pariente desesperado mueve cielo y tierra para conseguir el dinero exigido. Finalmente, el caso se resuelve. Pero con el paso de las horas, tal vez de los días, la historia se desmorona porque se demuestra que el secuestrado no estuvo secuestrado. Y que por diferentes motivos eligió inventar una historia policial.

Simular un secuestro es un delito (iStock)
Simular un secuestro es un delito (iStock)

Uno de los "falsos secuestros" que más se recuerda en las fiscalías federales es el del empresario mexicano que desde Buenos Aires envió un correo electrónico a un compañero de trabajo en el Distrito Federal para decirle que estaba secuestrado en el Hotel Carlton y sus captores pedían 15.000 dólares. La empresa hizo el giro y envió el dinero a Buenos Aires. Pero en realidad se demostró que el mexicano había salido del local bailable Hipopótamo junto a dos hombres y dos mujeres y había ido a pasar la noche al Carlton. Fue denunciado por extorsión.

Otro de los casos que emerge en la memoria de los fiscales es el del hombre de Santa Cruz que viajaba por trabajo a Buenos Aires cada 15 días. En una de esas visitas a la Capital, pasó la noche con dos travestis a las que les debía 8.000 pesos. Como no los tenía, y las travestis reclamaban su pago, les pidió ayuda a sus amigos, quienes hicieron la denuncia por el supuesto secuestro. El caso fue archivado.

En otra oportunidad una mujer denunció que desde el celular de su ex marido le mandaron un mensaje diciendo que él estaba secuestrado y que no debía avisarle a la policía. Luego le enviaron una foto de su ex ensangrentado y del auto chocado. Le pedían 5.000 pesos para evitar que lo mataran. La mujer hizo la denuncia y se determinó que el hombre estaba en una quinta con amigos en un festejo. Fue denunciado por extorsión. Nunca había estado secuestrado.

También se repasa con humor el caso del un joven de 19 años cuya novia denunció en la comisaría sexta de la Policía de la Ciudad que estaba secuestrado. Había salido por la mañana a buscar trabajo y no había regresado. Llamó por primera vez y dijo que estaba en un locutorio y que lo habían robado. Luego dijo que estaba con una mujer que le iba a prestar la tarjeta SUBE para ayudarlo a volver a su casa. Después de los llamados comenzaron los mensajes por Whatsapp. El primero decía que "Si querés volver a verlo tenés que juntar plata".

Enviaron una foto suya con la cara tapada pero con su tatuaje que lo identificaba a la vista. También enviaron un audio en el que se escuchaban cachetazos y el hombre relataba que le estaban pegando. Luego se demostró que el supuesto secuestrado estaba con un primo y entre ambos o bien querían quitarle dinero a la joven que había hecho la denuncia o estaban intentando justificar una ausencia prolongada del hogar.

En otro de los falsos secuestros, el hombre recibió un llamado de su novia. Se cortó la comunicación. Minutos después lo llamaron de nuevo y le pidieron 10.000 pesos por liberarla ya que la tenían secuestrada. Le dijeron que le debía entregar el dinero a un remisero conocido del barrio. La policía controló el pago cuando detuvo al remisero, quien rápidamente confesó que la mujer no estaba secuestrada sino en un hotel alojamiento. Cuando fueron al hotel la mujer estaba sentada en la cama, fumando a la espera del remisero que la había acompañado durante toda la noche y juntos habían planeado quitarle dinero al novio desesperado y engañado.

El engaño, muchas veces, es para escapar de una situación límite (Getty)
El engaño, muchas veces, es para escapar de una situación límite (Getty)

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