Mar del Plata. Marzo de 1988. Una mujer en ropa interior escapa de un hotel alojamiento del centro. Llora y dice que un hombre con mirada asesina intentó estrangularla. "Me dijo que iba a terminar como las cinco mujeres que mató", revela la víctima a la Policía.
Los investigadores no creen en ese relato. Piensan que es una discusión de pareja y denigran a la mujer porque ejerce la prostitución. Por entonces no existía la palabra femicidio y los cronistas policiales hablaban de crimen pasional o "drama con ribetes amorosos" cada vez que un hombre mataba a una mujer. La noticia ni siquiera salió en los diarios.
La ciudad atravesaba un verano maldito cuyo escenario siniestro fueron dos balcones. En uno, en una casa situada en las afueras de Mar del Plata, el ex campeón mundial de boxeo Carlos Monzón tiraba a su esposa Alicia Muñiz y empezaba a aniquilarse a sí mismo. En otro, frente al mar, el actor y cómico Alberto Olmedo caía al vacío después de una pirueta inexplicable.
Ese crimen y esa tragedia, que conmovieron a la Argentina hace 30 años, dejaron en el olvido a un hecho que ocurría en esas calles por las noches: un asesino serial violaba y mataba mujeres.
Los escenarios y el fetichismo del criminal recuerdan las historias de los asesinos delas series The Fall y The Killing. El matador buscaba a sus víctimas cerca del mar, en los hoteles alojamientos y en cabarets. La primera víctima fue encontrada el 18 de octubre de 1987. Se llamaba Ana María Palomino, era santiagueña, tenía 16 años y trabajaba como empleada doméstica. EL cuerpo apareció en la Barranca de los Lobos, una playa ubicada en Chapadmalal, al sur de Mar del Plata. Los peritos confirmaron que fue violada y que la estrangularon con su bombacha.
Ese día, en un campo de golf, encontraron herido al novio de la chica. A la Policía le dijo que los había secuestrado un hombre que se hizo pasar por uniformado. Les pidió los documentos y cómo tenían menos de 18 años dijo que los iba a detener. "Nos paró a la altura del Torreón del Monje. Nos apuntó con un arma y nos hizo subir a un Peugeot 504 verde claro. Nos ató. A mí me hizo bajar en el Golf Club lo Acantilados. Me disparó y me dio por muerto. A ella se la llevó", declaró el joven. La bala le entró en el pómulo y lo desmayó.
El serial killer volvió a atacar en mayo de 1988, cuando estranguló en un hotel de la Terminal a Nélida Mabel Quintana, de 53 años. Días después, Margarita Inés López, una prostituta de 29 años, fue asesinada en un albergue transitorio de Santa Fe y Falucho, cerca del centro. Otra víctima fue Mónica Susana Petit de Murat, nieta del escritor Ulises Petit de Murat, asesinada en agosto de 1987. Hubo una quinta asesinada, encontrada muerta en un hotel de La Perla.
"Entre 1987 y 1988, la ciudad de Mar del Plata se vio conmovida por una seguidilla de crímenes sexuales", publicó el diario marplatense La Capital. Hasta se difundió el identikit del sospechoso.
El misterio llegó a su fin en septiembre de 1988: una mujer denunció a su pareja, Celso Luis Arrastía, de 35 años, por esos crímenes. Lo detuvieron después de que le encontraran prendas de algunas de las mujeres asesinadas. Se supo que el sospechoso captaba víctimas en el cabaret de su novia. Un año después, la Cámara Federal lo condenó a 25 años de prisión. Pero sólo pudieron probar dos de los cinco femicidios.
Arrastía fue el único asesino serial de la historia criminal de Mar del Plata. Porque el llamado "Loco de la ruta", al que le adjudicaban los asesinatos de seis prostitutas, resultó una farsa. Los asesinatos fueron cometidos por bandas mixtas integradas por ex policías y narcos.
Junto a Francisco Laureana, Arrastía es uno de los asesinos seriales ocultos. Los dos no integran la galería de "delincuentes famosos" como El Petiso Orejudo o Robledo Puch. A Laureana se le adjudican quince violaciones y diez homicidios. Murió tras un tiroteo con la Policía en febrero de 1975. Tenía doble personalidad: cuando se iba de la casa le pedía a la esposa que cuidara a los hijos.
En Batán tuvo conducta ejemplar 10. En su celda recibía cartas de admiradoras. El criminólogo Raúl Torre estudió el caso y llegó a esta conclusión: "Tal como ocurrió con asesinos seriales de la talla de Ted Bundy, que tenía un club de fans, Arrastía tuvo seguidoras, pese a que mató a cinco mujeres. Su mujer era dueña de un prostíbulo y él se llevaba a las alternadoras, las violaba y después las mataba. Cumplía un ritual perverso: a cada víctima le dejaba un mordisco en el pezón"
Arrastía se casó el 16 de febrero de 2000. Pensaba hacerlo el 14, por el Día de los Enamorados, pero no consiguió esa fecha. Tiempo después tuvo tres hijos.
"Fui víctima de la perversidad y amoralidad de la Justicia. No maté a nadie. El asesino está libre y han condenado a un hombre inocente. Sólo mi familia me sostiene y es el único motivo de mi existencia", escribió en una carta que hizo llegar a los medios.
Las pericias psicológicas lo definían como proveniente de un hogar difícil, con un padre violento y una madre sobreprotectora. Los peritos dictaminaron que era un psicópata desalmado.
"A Arrastía lo conocí en Batan. Siempre dijo que era inocente, que era una cama que le habían hecho. Le adjudicó los asesinatos a la Policía, en complicidad con su ex mujer", cuenta Rubén Alberto de la Torre, que lo conoció en la cárcel de Batan.
El pistolero había caído como miembro de la llamada banda de las corbatas: era un grupo de ladrones que robaba fábricas y bancos vestidos de traje. "En su momento le creí, porque parecía que hablaba con la verdad. Era un caballero".
Uno de los testigos de lujo del verano más maldito de Mar del Plata fue Ubaldo Néstor "Uby" Sacco, campeón mundial welter junior de boxeo en 1985. "Uby" solía ir al club Peñarol, donde compartía veladas con Monzón y Olmedo. Es más: llegó a visitar a Monzón en la casa de la calle Luis Pedro Zanni, donde fue asesinada Muñiz, y volvieron a cruzarse en la cárcel de Batán. "Uby fue el boxeador más completo", decía el ex campeón de peso mediano del Consejo Mundial y de la Asociación Mundial de Boxeo. Esto no es todo: Uby también conoció a Arrastía.
La historia es así: vivía en un hotel céntrico junto a su esposa Patricia, donde algunas noches solían escuchar el llanto de una mujer.
–Nunca la oímos gritar ni pedir ayuda, pero el tipo que vivía con ella era un depravado que gozaba torturándola. Después nos enteramos de que era el asesino serial Arrastía y que ésa chica le contó a un policía que él le decía qué le iba a hacer lo mismo que a las mujeres que había matado – recuerda la pareja de Uby.
—¿A usted no intentó hacerle nada?
—No, quizá habrá tenido intenciones por cómo me miraba, me lo crucé muchas veces a solas. Pero pensó que sabía que yo no era una presa fácil. Mi pareja era uno de los mejores boxeadores del mundo. Tampoco era mi destino. Mató a varias chicas, a una en un hotel llamado Los Galgos. Otra víctima fue encontrada en el hotel de la calle Salta, a la vuelta del club Atlético Mar del Plata, adonde también iba Uby. De la cara de asqueroso y degenerado que tenía no me olvido más. Usaba bigote y vestía con elegancia.
—¿Supo algo más de la chica del hotel?
—Se salvó. Gracias a Dios.
Uby volvió a cruzarse con el asesino dos veces. La primera fue en la Brigada de Investigaciones de Mar del Plata, donde estaba detenido por presunta venta de cocaína. Allí, Arrastía le pidió a una hojita de afeitar porque quería sacarse los bigotes para que no lo reconocieran. Uby se la negó. La segunda vez se vieron en Batán. "No maté a nadie, es todo verso", le dijo. Uby no le creyó. Además estaba preocupado por otro preso, en quien sí creía. Era Monzón, con quien estuvo a punto de dar una exhibición de boxeo en la prisión. Pero Monzón estaba sin entusiasmo y cansado de que algunos presos lo desafiaran porque había matado a una mujer. "Me vienen de a cuatro muñecos a pelearme y los tumbo como papel. No me duran ni medio round".
Los dos boxeadores tuvieron un final trágico. Monzón murió en un accidente el 8 de enero de 1995. A Uby lo mataron sus excesos: falleció el 28 de mayo de 1997. En cambio, Arrastía recuperó la libertad hace diez años y nunca se supo nada más de él. A diferencia de sus famosos compañeros de cárcel, lo devoró el olvido.
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