Mañana del 28 de octubre. Creo que no pude dormir; no pegué un ojo…
Nos levantamos temprano para volver a Carmel.
Me llama John, mi hermano. Insiste con sus dudas. Le parecía raro que María Marta se hubiera resbalado… ¡con las zapatillas puestas!
En realidad, para mí, eso no tenía sustento… Yo creía que se había tropezado con el escalón que está antes de la bañadera.
Nunca pensé en un resbalón…
John me dijo que había hablado con el gordo Carlos (Carrascosa), y si yo podía conseguir un forense. Le dije que sí, por supuesto, y lo llamé a Casafús para que me mandara uno…
—Te lo mando –me contestó.
Mi segundo llamado fue para avisarle a mi amigo Juan Martín Romero Victorica (en aquel tiempo fiscal de la Cámara de Casación), que conocía y apreciaba mucho a María Marta.
—En un rato voy para Carmel –me dijo.
Llegó a eso de las diez y media de la mañana. En un aparte le conté todo: lo que yo creía había pasado (el accidente), el descubrimiento del pituto, la decisión de tirarlo al inodoro, el llamado a Casafús por la supuesta llegada de la policía, las dudas de John y sobre el accidente, el encuentro del "pituto" y haberlo tirado al inodoro, el llamado a Casafus por la supuesta llegada de la policía, las dudas de John… Todo.
Romero Victorica empieza a actuar, más como fiscal que como amigo. Conversa con todos: sobre todo con John. Pero no le doy importancia: él es así…
De pronto me llama y me dice:
—Horacio, hay cosas que no me gustan. Me parece que hay que dar parte a la Policía…
Era tanto mi dolor que no quise discutir. Estaba convencido de que se trataba de un accidente. Pero le dije:
—Juan, como quieras. Acá tengo el teléfono de Casafus. –le marqué el número en mi celular.
—Gracias –me dijo.
—Hablá con él, y hagan lo que crean que corresponda.
Al rato me dice que ya estaba todo arreglado. Que en un rato llegarían el fiscal de turno, Diego Molina Pico, y el comisario Degastaldi, jefe de la División de Investigaciones de San Isidro. Yo conocía a Degastaldi, pero no a Molina Pico…
Cuando llegaron nos reunimos en el lavadero: Molina Pico, Degastaldi, Romero Victorica, Guillermo Bártoli (mi cuñado, el marido de Irene), y yo. Les expliqué mi interpretación sobre la causa del accidente, y me puse a disposición de quienes lo creyeran necesario.
Molina Pico preguntó:
—¿Cuándo será el entierro, y dónde?
—Esta misma tarde, en la Recoleta, en la bóveda de la familia –le contesté.
Y dijo textualmente:
—Está bien. Si es en la Recoleta no hay problema…, por si eventualmente necesito ordenar la autopsia.
Sin embargo, el artículo 251 del Código Procesal Penal de la Provincia de Buenos Aires exige que se ordene la autopsia en caso de muerte violenta o sospecha de criminalidad. Y un accidente es una muerte violenta, sin duda…
Molina Pico pidió subir al dormitorio para ver a María Marta. Lo acompañó John. Estuvo un rato a medio metro del cuerpo de María Marta. También fue al baño. Nos dio sus condolencias y se fue con Degastaldi.
—Si necesito algo te llamo –me dijo; yo le había dado mi tarjeta.
Pero… ¿qué debió hacer Molina Pico y no hizo? Ante una muerte dudosa (como le dijo Degastaldi), llegar con un médico forense, ordenar inmediatamente la autopsia, preservar pruebas, e identificar testigos. Porque todos creíamos en un accidente, pero no éramos fiscales. Y él, ¡sí!
No escribió un solo renglón en la causa hasta, creo, el 31 de octubre, cuando le ordeno a la Policía Científica una diligencia en la casa de Carmel para constatar que no hubiera ningún elemento que pusiera en duda el accidente. Así se hizo, y así se constató…
PRIMERA PARTE: Cómo me enteré de la muerte de mi hermana María Marta
Entonces, ¿por qué Molina Pico cerró la causa como "accidente"?
Alrededor del 10 de noviembre de 2002 me llama para pedirme que le lleve el certificado de defunción. Yo sabía que lo había tramitado mi cuñado Guillermo Bártoli, pero suponía que lo tendría Carlos.
Lo llamo. Me dice:
—Nos encontramos ya, y te lo doy.
Así fue. Ni abrí el sobre. Lo llevé a la fiscalía.
—Acá tenés el certificado –le dije a Molina Pico.
—Muy bien. Era lo que me faltaba para ponerle moño a la causa y cerrarla por accidente. (¡Textual!)
Pero lo lee, y se le transforma la cara.
—Acá dice "Paro respiratorio NO traumático"…, y fue un accidente.
—Ni idea, no lo leí –le dije.
—¡Estos de las funerarias siempre los mismos cretinos! Los médicos dejan firmados los certificados en blanco, y en la cochería le ponen cualquier cosa. ¡Que cagada! Con este certificado no puedo cerrar la causa como accidente…
Ese "NO traumático" fue lo que obligó al fiscal a iniciar la investigación. Si el certificado hubiera dicho "traumático", la causa se cerraba por accidente… y jamás habríamos sabido que María Marta murió asesinada. ¡Jamás!
El certificado de defunción no forma parte de mi experiencia, ya que el trámite lo hizo Guillermo, mi cuñado. Pero sí me consta que Guillermo fue a encargar un servicio fúnebre.
Que dio la dirección de mi madre en la Capital, ya que se lo exigieron en la funeraria porque María Marta murió en Pilar y se iba a enterrarla en la Capital. Que pagó con un cheque personal los honorarios del médico… ¡que nunca fue a Carmel!
Ya iniciada la investigación, y a raíz de la imputación del fiscal a Guillermo por truchar el certificado, se hizo una pericia caligráfica que determinó que la firma de Guillermo… ¡ había sido falsificada!
Ni mamá ni Guillermo pudieron soportar tanta injusticia, infamia, calumnia e injuria. Los dos se enfermaron… y murieron.
El 12 de noviembre, Molina Pico empieza la investigación.
Me llama ese mismo día, y con tono muy poco cordial, me dice:
—La familia me engañó.
—¿Qué decís? ¿Te volviste loco? –reacciono.
—Mirá lo que dice el doctor Biassi –el médico de Emernor, la empresa de la segunda ambulancia que llegó a Carmel.
—¿Qué dice?
—Que había sangre por todos lados, y que les dijo que llamaran a la
Policía y no limpiaran nada.
—Mirá, Diego: nosotros no te engañamos. No había más que un charquito de sangre entre el inodoro y el bidet, y un poco en la bañadera, mezclada con el agua. Vos estuviste ahí… ¿¡O creés que limpiábamos mientras la gente rezaba y velaba a María Marta!? En ese mismo momento llamé a los que estuvieron ahí con los médicos: Carlos y Guille, que me dijeron que nunca, ninguno de los médicos habló de llamar a la Policía…
Aclaro que quedó totalmente acreditado en la causa que Biassi nunca envió el código azul a Emernor, y que dijo, junto con Gauvry Gordon, médico de la ambulancia de OSDE, que limpiaran la sangre "por si al velorio vienen chicos".
Me dí cuenta de que estaba ante un fiscal incompetente.
—Te voy a tomar testimonial –me dijo.
—¡Cómo no!
Y declaré bajo juramento todo lo que narré en mi artículo anterior. Incluido el hallazgo del pituto y su destino de inodoro.
Acerca del pituto, Molina Pico me preguntó si podía ubicar a mi hermano John para tomarle testimonial. Lo llamo. Lo espero junto al fiscal para evitar cualquier suspicacia. John declara, y no sólo cuenta lo del pituto: ¡lo dibuja!
Noviembre 14. Pedido de autopsia.
Llego a la fiscalía con el escrito en el que Carlos pide la autopsia. Me lo rechaza porque el abogado no había pagado un bono. Me ocupo de los trámites para pagar el bono. Vuelvo a la fiscalía. Pero, ínterin, Molina Pico incorpora a la causa su pedido de autopsia: ambos tienen fecha 14 de noviembre del 2002.
Diálogo textual con Molina Pico en la Fiscalía a eso de las siete de la tarde de ese mismo día:
—Te noto preocupado –le digo.
—Sí, estoy preocupado. Es por la autopsia. Vos sabés cómo es… A María Marta la van a destripar, y me preocupa lo que pueda decir tu padre…
—¡Me estás jodiendo! Vos tenés que cumplir con tu obligación.
Es lo que querría papá.
Juro que no podía creer lo que había oído…