Acompañado de un defensor oficial, Carlos López compareció esta tarde ante la jueza Rosa Frende en la localidad de Miramar. Se negó a declarar y fue trasladado de vuelta a su celda en la cárcel de Batán. Nacido y criado en el pueblo de Otamendi, cercano a Miramar y de poco más de diez mil habitantes, López se había encargado durante los últimos años de enterrar a los muertos de la localidad como sepulturero y encargado del pobremente vigilado cementerio de la zona. Fue separado de su puesto en abril del año pasado; se dedicó a la recolección de basura en los últimos meses.
Anoche, López y su madre llegaron a la casa del hombre en la calle sobre la calle Córdoba al 300 para ver atónitos cómo las DDI de Miramar y Mar del Plata de la Policía Bonaerense allanaban el lugar y revisaban cada rincón bajo las órdenes de la fiscal Ana María Caro. La madre de López comenzó a insultar a los policías, en una actitud beligerante. López fue aprehendido para quedar a disposición de la Justicia. Había perros en el operativo, entrenados especialmente en la búsqueda de restos humanos, de cadáveres. Un cadáver era precisamente lo que la fiscal buscaba.
Varios testimonios de vecinos de Otamendi que rompieron un círculo de silencio y miedo llevaron a López al centro de la sospecha de un hecho aberrante: el robo del cuerpo de Ciro Aranda en el cementerio local, horas antes de la última Nochebuena, muerto a mediados de diciembre pasado con apenas un año y dos meses de edad.
¿Para qué lo robaron? La principal hipótesis de la fiscal Caro es el cadáver sería usado en un rito negro en un culto encabezado por el ex enterrador y su familia. "Santería" es la rúbrica que más resuena en el expediente. No es la primera vez que un sacerdote santero se ve involucrado en un hecho de estas características: varios hombres latinoamericanos fueron detenidos el año pasado en el estado norteamericano de Connecticut acusados de robar restos humanos para ceremonias.
La casa de la madre de López -que no resultó imputada en el expediente- también fue allanada. No se encontró ningún resto humano en ninguno de los domicilios. Sin embargo, la causa no está cerrada en este punto: Caro le había pedido a la jueza del caso allanar otros dos domicilios más relacionados a la familia López. Lo encontrado hasta ahora en ambos lugares allanados confirmó las sospechas de la fiscal. Las evidencias de las operaciones de un culto son amplias, uno por lo menos de una teología bizarra.
Investigadores del caso apuntaron a Infobae que se encontraron muñecos con la boca cosida o tapada, osos de peluche, pequeñas chucherías atadas por cintas, lo que en las provincias del Litoral se conoce como payé, un viejo método de hechizo de ataduras. También, varias imágenes de San La Muerte, así como gran cantidad de estatuillas y varias estampitas de santos católicos en una urna negra. La mayor cantidad de objetos fueron hallados en la casa de la madre del ex sepulturero.
La casa de López, en donde convive con tres de sus hijos, tenía una particularidad que llamó poderosamente la atención de la fiscal: una suerte de monoambiente al frente de la propiedad, con apenas una mesa y una cama, nada más. Cuatro testigos declararon en contra de López y coincidieron que los rituales se realizan en esa habitación: los relatos hablan de niños atados de manos y pies, con sus caras cubiertas, forzados a recitar pasajes bíblicos. Varias biblias fueron encontradas en ambas casas. Hay, al menos, un relato recibido por la Justicia que apunta a un abuso. López tenía en su domicilio seis volantes con rostros de niños buscados por Missing Children.
La imputación en contra del ex enterrador es algo curioso, una calificación de robo, un delito penal. Profanar una tumba y robar un cadáver es un delito contravencional, no penal, algo que no es suficiente para mantenerlo preso. Un rosario blanco fue encontrado entre las pertenencias del ex enterrador: se cree que ese rosario proviene del ataúd de Ciro Aranda. Alberto, padre del niño, lo constatará ante la Justicia la semana que viene. Si Alberto Aranda reconoce el rosario de su hijo, entonces el círculo de la imputación quedará cerrado para López.
No es la primera vez que el robo del cadáver de un niño involucra a López. Ya había sido aprehendido en abril de este año en la causa también a cargo de la fiscal Caro que investigó el robo del cadáver de Matías Valentino Fernández, de apenas dos años, hijo de una familia de quinteros bolivianos de la zona: fue encontrado a la vera del arroyo La Totora en la Ruta 11, sus dientes prolijamente arrancados, así como sus pies y órganos internos. Las contradicciones en su declaración le valieron acusaciones de encubrimiento y falso testimonio. Sin embargo, quedó libre al poco tiempo. Su hermana encabezó una marcha en Otamendi para pedir por su libertad: asistieron más de 300 vecinos.
Los Aranda, por su parte, convocan a una nueva marcha para pedir justicia por el robo de su hijo mañana por la tarde en la parroquia de Otamendi. La jueza Frende decidió rechazar un pedido de excarcelación de la defensa de López el sábado por la tarde, según fuentes cercanas a la causa. La condición del ex sepulturero cambió drásticamente: fue elevado de la categoría de "aprehendido" a una detención total y formal.