Punto final para uno de los casos más aberrantes de la historia criminal argentina reciente. Ayer, Domingo Bernardino "Bernacho" Bulacio fue condenado por la Justicia de Santiago del Estero a 12 años y 8 meses de prisión por violar y esclavizar durante 22 años a su hija, a quien la obligó a tener ocho hijos.
En un fallo unánime, los vocales del tribunal Élida Suárez de Bravo, Lidia Elizabeth Díaz y Alfredo Pérez Gallardo (presidente) resolvieron que el violador cometió "abuso sexual con acceso carnal gravemente ultrajante agravado por el vínculo" y lo enviaron al Penal de Alsina 850, de esa provincia del interior.
En la sentencia, el tribunal rechazó el requerimiento de prescripción de la acción penal, formulado por el defensor Osvaldo Díaz, resuelto en torcer el destino de "Vernacho" desde el vencimiento de un plazo legal.
El caso es tétrico por donde se lo mire. La historia de violencia familiar y sometimiento comenzó en 1992, cuando la madre de Antonia abandonó el hogar y le dijo a su hija, de tan solo 7 años, que se arreglara como pudiera.
La niña quedó sola junto a su padre. Al cumplir los 9 años,"Bernacho" la llevó a la cama e inició un sinfín de vejámenes sexuales. No hubo familiares, vecinos o allegados que lo frenaran. A los 14 años tuvo su primer hijo con el violador.
Según explicó la víctima, Bulacio no solamente le corrompió el cuerpo de niña, sino también la marginó de todo derecho a muy pequeña edad. "No me mandó a la escuela, no podía tener amigos, jamás me llevaron a una plaza o me regalaron unas zapatillas nuevas", agregó Antonia en el diario El Liberal.
Ante la pregunta de si sabía que lo que le sucedía no estaba bien, contestó: "Él era mi padre. No sabía qué era, pero sé que no me gustaba; igual, él me pegaba", detalló.
Durante el juicio que duro menos de un mes y de los relatos de testigos (en especial, asistentes sociales) salieron a la luz otros posibles casos de abusos sexuales. "Yo no era la única. Hay parientes de él que hacen lo mismo con sus hermanas e hijas", profundizó la mujer, que hoy tiene más de 30 años.
En las audiencias, los psicólogos coincidieron en destacar el desastre al que el acusado arrastró a su hija y a los ocho niños: los sometió al analfabetismo, la desnutrición, el incesto, la precariedad y la sumisión absoluta. La madre y los chicos viven actualmente en un rancho, en condiciones de extrema pobreza.
El punto final a las vejaciones decantó en abril de 2014, cuando la víctima sospechó que su padre también había abusado de uno de sus hijos. En ese momento, se animó a contar lo que estaba padeciendo frente a un grupo de médicos comunitarios de Las Termas de Río Hondo.
Al enterarse de que fue denunciado, Bulacio huyó y se mantuvo 45 días prófugo, escondido en la casa de unos familiares a 58 kilómetros al sur de la capital de la provincia. Mientras tanto, la investigación avanzaba y ya habían determinado a través de los estudios de ADN la paternidad de los ocho hijos de la víctima.
Tras ser encontrado y capturado por la policía, sus compañeros de pabellón lo bautizaron "El monstruo de Villa Balnearia".
El caso recuerda a otro hecho aberrante similar perpetrado en Austria por el ingeniero Josef Fritzl, conocido como el "monstruo de Amstetten". En esa ciudad, el hombre secuestró a su hija en un sótano durante casi 25 años, y la sometió a un sinfín de horrores y vejaciones sexuales. Había tenido siete hijos con ella.
Por la similitud con el caso austríaco, la prensa mundial replicó la condena a Bulacio en sus páginas y sitios web de diarios británicos como The Sun y Metro, El País de España, o Il Giornale de Italia.
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