Joe Wolek tenía apenas un año cuando el más célebre de los hombres nacidos en su ciudad cambió su nombre: un día de 1966 Cassius Clay, el hijo pródigo de Louisville, Kentucky, anunció que de ahí en más se llamaría Muhammad Alí. "El otro es mi nombre de esclavo, no me pertenece", tiró al mentón de la opinión pública el campeón del mundo, que había crecido en un contexto segregacionista, en una época difícil, y nunca lo olvidó.
Wolek nació y creció en la ciudad de Alí. Sus ojos vieron lo mismo que Alí, pero en lugar de golpear, Joe decidió castigar con su mirada. Enfocó su crítica a la sociedad a través de sus ojos y su criterio estético. Se convirtió en fotógrafo y artista conceptual y profundizó su exploración en la clase media blanca, esa que solía apartar a los negros, y que finalmente cayó también bajo la línea de la pobreza y la marginalidad provocada, en sus palabras, por la globlalización, tal como lo cuenta él en un texto breve publicado en su web personal, donde exhibe sus trabajos y proyectos.
La mañana del viernes en que dos jóvenes ladrones lo atacaron a chucillazos hasta dejarlo al borde de la muerte, Wolek miraba y exploraba con su ojo entrenado las calles, sus habitantes y la arquitectura pintoresca del barrio de La Boca. Viajó al país solo, con la compañía inseparable de su cámara de fotos, que finalmente fue objeto del deseo violento de los asaltantes, cuando lo detectaron retratando rincones alrededor de Caminito.
Aterrizó en Buenos Aires el 25 de noviembre y durante dos semanas voló de Ushuaia a Calafate, del estrecho de Magallanes a Cataratas del Iguazú. A decir de las fotos que publicó en su cuenta de Instagram, quedó fascinado por la naturaleza local, sobre todo la patagónica. En su periplo retrató a los pingüinos, mostró los efectos de la plaga de castores en Tierra del Fuego, y evidenció cierta fascinación por Juan Perón, Evita, las Madres de Plaza de Mayo y Borges.
Wolek abandonó joven Louisville y se mudó a la costa oeste. Se formó como artista y fotógrafo en la Universidad de San Francisco y la Escuela de Arte de California. Y se mudó a Los Angeles. En 1999 su enfoque artístico dio un giro brusco cuando recibió una beca de la Fundación Durfee, lo que le permitió meterse de lleno en una larga expedición por China, Siberia y Mongolia. Wolek se consolidó como un artista viajero. Y a partir de aquella experiencia volvió a Asia muchas veces en travesías fotográficas para la Universidad de Pensilvania y el Instituto Smithsonian, así como para incursiones personales.
Eso le permitió no solo mirar otras culturas sino también ver la suya bajo una nueva luz. Desde estos viajes iniciales, sus proyectos enfocaron en los cambios permanentes de las culturas locales desde el impacto de la globalización, la disminución de la riqueza y el poder de la clase media en los Estados Unidos. El trabajo de Wolek, entonces, ensayó basado en el "aumento de la nostalgia como fuerza social". Con eje plan, Joe viajó por medio mundo: Rusia, Tibet, Australia, Tailandia, Bangladesh, entre otros.
Desde aquel tiempo, Frank Joseph Wolek, nombre con el que lo anotaron sus padres en 1963 en Louisville, se instaló en Los Angeles, donde , hasta que tomó un avión a Buenos Aires, trabajaba como fotógrafo y buscador de locaciones para la industria publicitaria de Hollywood.
Desde el viernes a la mañana, todo cambió. Wolek lucha por su vida en una habitación del hospital Argerich, a unas 15 cuadras del lugar donde un joven de 18 años le quiso robar la cámara y con ese fin le clavó 10 puñaladas que le afectaron el corazón y los pulmones. "Su estado es muy grave, crítico", comentó una fuente policial a Infobae.
Uno de los ladrones escapó, pero el otro, de 18 años, terminó herido de bala. Luis Oscar Chocobar (30), un policía local de Avellaneda que salía de su casa para ir a hacer horas extras al hospital Presidente Perón de Sarandí, fue testigo del robo y, en circunstancias que la Justicia investiga, le pegó un tiro. El agente policial está detenido preventivamente hasta que se pueda determinar en qué circunstancias disparó al ladrón.
El asaltante, nacido en la provincia de Salta, está fuera de peligro pero los investigadores confirmaron que tiene antecedentes penales: uno por tentativa de robo y el otro por robo calificado, ambos procesos judiciales iniciados el 5 y el 13 de junio de este año. Le espera una condena.
La situación de Wolek fue atendida por el Consulado de Estados Unidos en Buenos Aires, desde donde informaron a la familia del fotógrafo de la situación. Elena Wolek, hermana de Joe, llegará en las próximas horas a Bueno Aires para acompañarlo. La mujer es ceramista y avisó en Facebook que suspendía sus actividades programadas para los próximos días de diciembre.
Hace un tiempo, Joe Wolek, admirador del escritor Salman Rushdie, escribió: "He desarrollado una forma muy específica de mirar. (…) Las características de un espacio en particular se categorizan de manera casi inconsciente. Los elementos visuales se descifran sobre la marcha para la denotación cultural adecuada. A veces, cuando estoy metido de lleno en la zona de exploración, siento que solo veo el mundo visual en cómo puede vender mierda. En mi arte, trato de poner esto patas arriba. Los espacios irrelevantes y pasados por alto se elevan a la importancia y se separan de la lectura del lugar por su estereotipo para formarse una nueva interpretación del paisaje contemporáneo".
Tal vez esa búsqueda lo llevó a Caminito. Wolek lucha por su vida. Cuando se recupere, quizá viaje a descansar a la casa de sus sueños, esa que tiene en el medio del campo, frente al lago Baikal en la lejana y misteriosa Siberia.
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