El 24 de septiembre de 2016 ocurrió un hecho inédito en la historia criminal argentina: cuatro delincuentes enmascarados, vestidos con uniformes y armados con pistolas y fusiles, difundieron desde la clandestinidad, al estilo ISIS, un video casero en el que amenazan a policías, fiscales y periodistas.
Así se presentó en sociedad la temible Banda del Millón: un grupo criminal acusado de robar, cinco días antes de que se grabaran con un celular en un garaje, el Banco Provincia de General Rodríguez. Allí hirieron a dos personas y huyeron con el botín en un auto.
"Somos delincuentes. No somos asesinos ni violadores. Robamos bancos, robamos lo que sea. Todo lo que nos libera la Policía. Y encima nos quieren muertos. Estamos dispuesto a todo", dice el pistolero que habla en nombre de sus compañeros. Se presenta como Matías Milatich, lleva un pasamontaña, chaleco de la Policía Federal y mueve su nueve milímetros para intimidar.
En lo que parece una puesta en escena rudimentaria pero cargada de muerte, sus cómplices gatillan las armas, lo rodean, uno de ellos hace chocar dos gruesos fajos de billetes. Al lado del cabecilla, aparece un asaltante fornido, con una cadena de oro y un rolex y un arma en cada mano, como en el Far West. Lleva una monstruosa máscara de gorila.
"Esa era yo. Me moría por hablar, pero mi voz es inconfundible. Yo soy uno de los dos líderes de la banda", le dice Leonardo Mercado Ympa a Infobae, en una comunicación desde la Unidad Penal Número 5 de Mercedes, a 115 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires, donde está detenido. Mercado y Milatich, que son cuñados, cayeron en medio de un tiroteo con el Grupo Halcón, el 28 de septiembre de 2016. La recompensa para dar con los dos delincuentes era de 300 mil pesos.
Mercado muestra las cicatrices que le quedaron después de esa trampa que les tendió la Policía. Su cuerpo es un mapa minado: un campo de batalla sin sobrevivientes. Jura que tiene alojadas ocho balas. "Una me rozó la cabeza", dice y muestra una marca arriba de la oreja derecha. "Acá me entró una calibre 22", cuenta y muestra su brazo izquierdo con una cicatriz oscura y larga.
–El Grupo Halcón nos estaba esperando en Moreno. De repente, Milatich me dice: "Estamos rodeados, negro". Miro y estaba lleno de policías. Donde mirabas, había un cana. De inmediato salió uno de atrás de un árbol que estaba con un poncho verde, camuflado entre el pasto. Empezaron a tirar. Nosotros también. Como 100 tiros hubo. No me mataron de milagro.
–¿Cómo sabía la Policía que iban a pasar por esa zona?
–Porque en la banda hubo traidores. Hasta aparecen en el video. Pero no quiero hablar de eso. De los botones no hay que hablar.
El robo más mediático de la banda ocurrió el 19 de septiembre de 2016, cuando le arrebataron un maletín de millón y medio de pesos a un empresario –dueño de una industria avícola- en la puerta del Banco Provincia de General Rodríguez. Allí hirieron a una persona y huyeron a los tiros. Ese día, al igual que en el video, la banda estaba con pasamontañas y máscaras de payaso y monstruos esperando en un Chevrolet Corsa negro.
–El dato lo había pasado la cana –dice Mercado, de 41 años–. Pero lo peor es que hubo un error, porque si íbamos unos días después, el empresario iba a tener mucha más plata. Podríamos haber sido la banda del millón de dólares en vez del millón de pesos.
–La fiscal Alejandra Rodríguez, de General Rodríguez, los acusa de cometer siete asaltos violentos desde mayo a septiembre de 2016.
–Es mentira. Nos quieren armar cartel. Es la venganza de los policías y fiscales corruptos. Se sabe que General Rodríguez es un antro de la corrupción. Hasta la Fiscalía que nos investiga es la que tuvo la causa de López. No es casual. Ese es un territorio salvaje. Ahí pasó lo del Triple Crimen de la Efedrina, los bolsos de (José) López con las monjitas, asesinatos mafiosos. De la guita que López tiró en el convento tengo una primicia. ¿Querés que te la cuente?
Mercado mira a su alrededor. Es el sábado 11 de noviembre. En las otras mesas, los presos hablan con sus familiares. Es una mezcla de voces y cumbias. También se escucha un timbre con el mismo sonido de la campana de un ring de boxeo. Mercado dice que eso indica que el turno de la visita íntima de un preso ha terminado. El ha decidido suspender la suya con su mujer para recibir a Infobae. Mercado retoma la charla sobre López, revela en voz baja:
–A nosotros, la cana y alguien de la Justicia nos había pasado un par de datos. Sabíamos que López guardaba una fortuna. Que la tenía enterrada en su casa. Hasta un personaje poderoso tenía guita enterrada debajo de una parrilla.
–¿Quién ese personaje?
–No es conocido. Pero imaginate que no puedo hablar.
–¿Y cómo iban a robar ese dinero?
–Nos íbamos a disfrazar de policías o de agentes de la AFIP, la idea era armar un falso allanamiento. Pero se ve que alguien le dijo a López que se sabía dónde estaba la guita. Eso lo llevó a desesperarse: la desenterró y la tiró en bolsos en ese convento. No estaba loco, sino desesperado.
–¿Cuándo iban a dar ese supuesto golpe?
–No hablo más de este tema. No insistas.
–¿Dónde está el famoso millón de pesos que robaron?
–A mí no me quedó nada. Habría que preguntarle a la gorra y a los buchones. No tengo ni para pagar abogado. No tengo un peso, mi mujer no tiene ni para tomarse el micro para venirme a ver. A veces vende ropa suya en La Salada.
–En el video también amenazaron de muerte a periodistas.
–Nada que ver.
–Se ve a uno de ustedes pasando su mano por el cuello.
–La verdad es que no quisimos amenazar a los periodistas, pero estaban diciendo cosas que no eran verdad. Hablan por la cana. Nosotros no matamos a nadie. Sí delinquimos mucho, pero otros delinquen más que nosotros: jueces, fiscales, policías. Si todos delinquen, ¿nosotros no podemos delinquir?
–¿Cómo surgió la idea de grabar los dos videos?
–Se nos ocurrió a mí y a Milatich, los dos somos capos de la banda. Compramos las máscaras en una casa de disfraces de Moreno. Todo lo que teníamos nos lo había dado la Policía. Chalecos, armas, gorras, uniformes. Queríamos hacer una película. Además era nuestro seguro de vida. La Policía nos entregaba robos y nos dejaba laburar. Si no lo hacíamos, nos cargaban boletas, asaltos o decían que iban a secuestrar a nuestros familiares. Nos liberaban la zona a cambio de 200 mil pesos.
–¿Qué cambió como para que decidieran acusar a la Policía si en realidad trabajaban para ellos?
–En el robo al Banco Provincia nos traicionaron. Un policía tiró cuando el plan era no tirar. Nos querían eliminar.
–La Justicia también los acusa de matar a dos policías y de la muerte de una jubilada a la que asaltaron en su casa. También de amputarle el meñique a un jubilado.
–Eso es puro verso. Nos quieren engarronar. Ya lo dijimos en el video. No somos asesinos. Nosotros hacíamos entraderas disfrazados de policías, robamos bancos, blindados. Éramos una banda polirrubro. Pero no somos sicarios. Hasta nos acusaron de sacarle los dientes de oro a una ucraniana. Igual somos rufianes: si nos tiran, tiramos. Es la ley del ladrón de oficio.
Una vida a los tiros
Antes de irrumpir con la Banda del millón, Leonardo Mercado era un hombre derrotado, mucho más derrotado que ahora. Una cáscara de sí mismo. Todo en él era pasado: en la celda que ocupaba en Sierra Chica, la cárcel del famoso motín sangriento de la Semana Santa de 1996, donde cumplía una condena por robo calificado, rememoraba viejos golpes. Fugas imposibles (en una comisaría a través de un túnel de 18 metros), y asaltos que no salieron en los diarios. Tiroteos, heridas y hasta un enfrentamiento con la policía en la que usó de escudo a un hombre que, según él, lo había traicionado.
Un mes antes del robo al Banco Provincia le dieron la libertad. Volvieron las malas compañías, los planes audaces y la clandestinidad.
–Conmigo cualquier periodista podría tener material para escribir 15 libros. Empecé a chorear de pibe, mi viejo era ladrón. Siempre tuve códigos. Hice de todo. Boquetes, entraderas, salideras, piratería, bancos, escruches (entrar en una casa en ausencia de sus dueños), al voleo, robo de autos.
El hampón estuvo detenido en el pabellón 10 de Sierra Chica, que antes era llamado "el pabellón rosa" porque reunía a internos homosexuales. Su miembro más famoso era Carlos Eduardo Robledo Puch, el Ángel Negro que mató a once personas en 1972 y lleva preso 44 años.
–El viejo Robledo es un gruñón, pero inofensivo. Me cebaba mate, hablaba de política, de libros de historia, pero nunca confesó sus boletas. Está enojado porque están haciendo la película de su vida. Al principio pensó que la estaba haciendo Palito Ortega. "¿Qué sabe él de mí? Es como si yo hiciera una película del Club del Clan".
–¿Se fugó alguna vez de la cárcel?
–Una vez me tomé el pire de una comisaría después de hacer un túnel de 18 metros. Fue un momento inolvidable. Las viví todas. Me tiroteé con la cana, llegué a usar de escudo a un compañero que me traicionó al que le disparé en la cara. Y una vez me metí en una celda y otros presos me molieron a palos porque estaban drogados con pastillas. Me desconocieron.
–¿Siente placer cuando está cerca de la muerte?
–No pienso en la muerte. Nada mejor que la vida, pero a veces pienso que estoy jugado. Hace poco murió mi viejo. Me enteré de casualidad. Acá en la tumba no me dejaron salir a despedirlo. ¿Sabés qué es lo peor? Que no lo pude llorar. Pero debo reconocer que estoy vivo. Los videos nos salvaron la vida. Acá hay pibes que me felicitan por el video. Y me contaron que hubo parodias muy divertidas.
–¿Hay más videos?
–No. Pero estuvimos a punto de armar un tercero. Era una bomba. Lástima que nos agarraron justo.
–¿Cómo iba a ser?
–Sorpresa. Quedará en secreto. Ustedes, los periodistas, son muy curiosos.